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Mensaje por Ismael Vie Dic 24, 2010 5:42 am

Las calles venecianas. Un estallido de luz y color en mitad de la negra oscuridad de la noche. Especialmente en este lugar, las calles más ricas y nobles de la ciudad, donde un sinnúmero de sirvientes mantienen encendidas las antorchas y velas del acontecimiento que esta noche acontece.

Y es que hoy es un día especial, pues dos familias de la nobleza veneciana más alta celebran su unión por el casamiento de sus dos primogénitos, y ambas han decidido celebrar el feliz acontecer por todo lo alto, en mitad de una de las calles más amplias y grandes de la ciudad, bajo la luz de las estrellas, para que todo el mundo sepa de ello. Todo el lugar está repleto de mesas llenas de comida para que los invitados puedan disfrutar de una buena cena durante la noche, con camareros paseando y ofreciendo a quien lo desee, saltimbanquis, músicos y actores entretienen a la nobleza y todo es algarabía y ostentación en un derroche de luces, sonidos, olores que invitan a los sentidos.

Hay muchos miembros de diferentes casas nobles, casi todas en realidad, así como innumerables burgueses que desean codearse con la nobleza. La alegría que se respira es tal que los celebrantes incluso invitan a cualquier plebeyo y gente de a pie a disfrutar del espectáculo y unirse al jolgorio en esta noche, e innumerables vecinos han aprovechado para poder disfrutar por una vez junto a sus vecinos más ricos y poderosos, verlos de cerca, y vivir como lo hacen ellos. Cualquiera que haya tenido la suerte de pasear por allí cerca es bienvenido y bien recibido. Mientras tanto, unos cuantos guardias de la ciudad vigilan la fiesta para que nadie se desmadre demasiado, con ojos añorantes, deseando en silencio unirse a ella también.

Desde lejos, una figura envuelta en oscuridad observa desde un tejado las luces de las calles y escucha los sonidos de risas y música que le llegan amortiguados. Sabe que debe ir allí, sí lo sabe muy bien. Su objetivo está allá abajo. Sin hacer el más mínimo ruido con las pisadas, se desliza saltando de tejado en tejado, con una agilidad y un sigilo que darían envidia al más hábil de los gatos callejeros, hasta que finalmente se para en un edificio anexo a la fiesta, desde donde puede observar cómo nobles, burgueses y plebeyos, gentes de toda condición, disfrutan de la gentileza de los anfitriones lo máximo que pueden.

Un destello color rubí surge por un momento de sus ojos de sangre, cuando se desprende de la capa de sombras que le oculta y queda descubierto, pero todavía al amparo de la noche, un joven con la piel y el cabello níveos, vistiendo ropas negras como la misma noche y con una capucha del mismo color echada sobre la cabeza. Vuelve a concentrarse y a sentir de nuevo los hilos del caos que mueven el Destino, en un plano más allá de este simple mundo terrenal, en un mundo de posibilidades e incertidumbre... Sí, definitivamente, la persona a la que ha de asesinar podrá encontrarla en esa fiesta, como ya había podido predecir antes. Si por él fuera, se limitaría a encontrarla desde la lejanía y matarla a distancia, pero su cliente había dicho específicamente el método de asesinato que quería que se siguiera, y el cliente mandaba. Sin una sola palabra, se desliza por la pared hasta caer en un callejón mal iluminado, y desde allí observa, analiza con todo detalle antes de actuar.
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Mensaje por Julien François de Jarjay Sáb Dic 25, 2010 1:36 pm

El rojo carmín del vino hace que las luces provenientes de la fiesta tililen con un intenso fulgor granate antes de perderse entre las formas de la copa de cristal de Murano.
La mano que sujeta dicha copa no hace amago de acercarse el líquido a los labios, pues parece más entretenida jugueteando con la bebida, moviendola en el recipiente sin llegar a consumirla, apenas prestando atención a todo cuanto le rodea a su alrededor.

La persona que no bebe de tan caro vino se encuentra apoyada de manera desenfadada contra el muro de una casa ricamente decorada para la ocasión, alejada deliberadametne de los pequeños grupos de nobles y burgueses que hablan y cacarean de manera infernal, que se pelean verbalmente para demostrarse mutuamente quién tiene mayor poder.
Mantiene la vista fijada en su consumición, pero oye unos pasos cerca y por reflejo alza la vista, encontrandose con una imagen que le llena de irritación.
Una grupo de jovencitas, vestidas con sus galas de fiesta, se mantienen a una distancia prudencial de la figura apoyada, pero lo suficientemente cerca como para demostrar un claro interes en él. Murmuran y susurran en un tono alegre y divertido, hablando de manera poco discreta de aquel singular individuo que se mantiene apartado.

Con un gesto desdeñoso, el protagonista de los cuchicheos deja la copa en un saliente pròximo, intacta, y se aleja sin echar una sola mirada atras, perdiendose entre la múltitud y evitando que cualquiera de esas jovenes se acerque un solo centimetro más.
Había procurado llevar ropas que no llamaran la atención; una indumentaria sencilla, de buen gusto pero discreta y bastante barata en comparación con lo que llevaban el resto de comensales. Los colores ni siquiera eran mínimamente chillones, pero aún así, no lograba camuflarse y volverse invisible.

Si por él fuera, no habría asistido jamás a aquel carnaval. Desde que había alcanzado cierta posición, no había necesitado asistir más a ese tipo de fiestas.
No obstante, su presencia esa noche era necesaria. No solo porque debía ser testigo de un asesinato, si no porque era su labor ocuparse de que tanto los restos mortales como los incorpóreos fueran...
Debidamente tratados.

Julien alzó la vista a los tejados, preguntándose dónde se encontraría el asesino. Obviamente, no logró atisbar nada y auqneu podría haber utilizado algún conjuro para localizarlo, no pensaba gastar energia en tal cosa.
Prefería que el profesional lo sorprendiera con sus trucos.
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Mensaje por Ismael Dom Dic 26, 2010 6:26 am

Ya le ha encontrado. Y hace rato que se ha puesto en marcha para iniciar el asesinato; deja caer una bolsa que lleva y saca de ella algunos enseres que va a necesitar.

Mientras tanto, la fiesta sigue en su máximo apogeo. Unas muchachas risueñas caminan de un lado a otro buscando a los mejores músicos y trovadores para entretenerlas con cuentos de caballerías que hablan de nobles galanes y romances soñados, al tiempo que una morena belleza lanza un guiño pícaro a uno de ellos realmente apuesto. Un noble de mediana edad, de complexión recia y fuerte ataviado con exclusivos ropajes camina del lado de una hermosa cortesana mientras recoge de aquí y allá pequeños bocados exquisitos que le llevan los camareros ataviados con colores chillones y preciosas máscaras para dar ambiente a la fiesta, y en cierta ocasión pesca el último pastelillo de moras que lleva en la bandeja uno que se le acerca lo suficiente. Un plebeyo barbudo, alto y fornido, pero que ha bebido demasiado y se ha puesto a cantar a grito pelado "¡Vivan los novios!" es reducido por un guardia de la ciudad y llevado fuera de la fiesta donde no molesta a nadie.

Alguien propone un brindis, y todos a una, levantan sus copas llenas de exquisito licor para brindar por la fiesta. Todas menos una.
Uno de los nobles ha caído al suelo, y ha empezado a sufrir convulsiones y a vomitar a los pies de la cortesana que llevaba agarrada hace un momento mientras ésta empieza a chillar, y enseguida todos se acercan para ver qué es lo que le ha pasado. Intenta hablar, quizás para pedir auxilio, o para soltar una maldición pero no puede. Tiene los ojos en blanco y es evidente que está sufriendo delirios, mientras se ahoga en su propio vómito y a la vez sus espasmos indican que sufre en el sistema nervioso.

Uno de los camareros se ha alejado del tumulto formado alrededor del pobre diablo moribundo, y llega a una calle donde no hay nadie. En ese mismo momento, unas sombras parecen alargarse y tapar la entrada con una negrura impenetrable, mientras se quita sus coloridas ropas y su máscara, dejando a la vista de la luz lunar un rostro de piel marmórea.
Anís estrellado. No falla. Nunca. Ahora no hay, ni en la fiesta ni en ningún sitio, ningún médico o sanador capaz de curarle. Un veneno completamente desconocido, oculto como una serpiente al acecho en un pastelillo de mora, esperando caer sobre su víctima. Ismael sabía que era el sabor favorito de su objetivo, y que no se resistiría a coger el único de su bandeja. Así actúa él. Sin piedad sobre su víctima, por muy indefensa que esté. No ha cambiado la expresión ni tan siquiera por un momento, ni se ha parado a pensar en él, porque no posee remordimientos ni, para ser sinceros, sentimientos de ninguna clase.

Cuando termina, trepa como un lagarto por la pared el edificio donde se situaba anteriormente, y allí se queda, en el tejado, a la espera de que su víctima muera, antes de regresar y alejarse de allí. Aparte, su cliente le había pedido que no se fuese de forma inmediata de la escena, y se pregunta por qué le pediría tal cosa. En todo caso, vigila sus posibles rutas de escape: la guardia se ha alarmado, y no le conviene permanecer allí mucho tiempo.
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Mensaje por Julien François de Jarjay Dom Dic 26, 2010 10:36 am

Un aplauso se oye desde un tejado cercano al que se encuentra el asesino, a apenas unos metros. Unas manos enguantadas en gris oscuro son las autoras de dicho sonido, que elogia cínicamente al maestro de la vida y de la muerte en una reverencia cruel.
Y esas manos que aplauden lentamente pertenecen al joven que antes en la fiesta estaba esperando con impaciencia los acontencimientos.

Mientras oye el griterío que se ha producido abajo, se pregunta con cierta curiosidad malsana el aspecto que ahora tendran las mujeres que antes le han incordiado con su presencia. ¿Gritaran de espanto, correran temiendo por sus vidas? ¿Se empujarán entre ellas hasta el extremo de arrancarse mutuamente el pelo para ser la primera en llegar a un lugar seguro y sobrevivir? ¿Abandonarán todo decoro y coquetería aprendidas en la corte para salvar su pellejo mimado?

Julien se ha apartado del gentío, ocultándose en uno de los callejones cuando ha visto que el objetivo entraba en la zona despreocupadamente. Deseando gozar de una buena vista del espectáculo, se ha encaramado al primer edificio y ha subido lo suficientemente rápido como para ver como el noble moría entre terribles estertores.
No ha podido evitar una leve sonrisa de satisfacción, pero no por el placer de la muerte, pues ya le ha hecho compañía tantas veces que no le parece algo excepcional; si no por la realización del trabajo.

No era su intención subirse a un lugar cercano al que ha elegido el asesino para posarse, pero la fortuna parece haberle sonreído con esa casualidad.
Ahora ya no tendrá que buscarle por los tejados.

Con paso seguro, Julien pasa por encima de un estrecho arco, escuchando a sus pies como el gentío sigue con el caos que el terror provoca. Se acerca al asesino con ambas manos levantadas, mostrando las palmas para que el otro vea que no va armado.

-Un buen trabajo. Tus altos honorarios no son entregados sin razón...
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Mensaje por Ismael Lun Dic 27, 2010 8:38 am

Le oye llegar. Perfectamente. Le oye subir. Sin ningún problema. Le oye acercarse. Cree que se ha movido de forma sigilosa, pero en realidad, para los oídos del asesino hace un ruido escandaloso. Y pese a saber de su llegada, no se vuelve. No inmediatamente.

El joven asesino se baja la capucha, para dejar la imagen de su rostro, blanco como un espectro, encerrado entre las sombras. No le gusta mostrarse, ni dejar que la gente le vea. Sabe que le odian, y él odia eso. Ya ha tenido bastante.

Con completa normalidad, se vuelve hacia la figura que se le acerca, mientras se sienta en una baranda cercana. Es un hombre joven y de facciones muy bellas, incluso afeminadas. Viste con ropas elegantes pero sencillas. Y sin embargo, lo que más llama la atención en esta persona, es sin duda el aura que desprende. Más fuerte de lo común, como la mayoría de los dotados; e increíblemente retorcida y oscura, como si contuviese en su interior un demonio aguardando a salir de su envoltura de carne para acechar al mundo, más negra y corrompida incluso que su propia esencia de asesino, manchada de sangre y sin arrepentimiento ni piedad. Ismael sabe quiénes son capaces de presentar un alma tan corrompida y pútrida.

Pese a ello, no siente temor alguno cuando su cliente, un poderoso y terrible nigromante se acerca a él. El joven asesino no se molesta ni tan siquiera en hablar respecto al comentario que le ha dirigido. Tan solo alarga su mano, enfundada en un guante de cuero negro, en un gesto inconfundible. Una bolsa de gemas y piedras preciosas. La mitad por adelantado, y la otra mitad tras terminar el trabajo. En circunstancias normales, no habría aceptado ningún encargo del Loto. Pero esta muerte en concreto se iba a producir, colaborase él o no, puesto que la orden quería deshacerse de todos los obstáculos para infiltrarse en los altos estratos de la sociedad hiciese falta lo que fuese. Por ello, había aceptado realizar el trabajo, era preferible que fuese él quien tuviese tratos con ellos: tenía planes para más adelante.

Inmediatamente, sus ojos, que siempre han vivido en la noche, captan por el rabillo un sutil y súbito cambio en la luz de allá abajo. Sin demora y sin miramientos de ningún tipo, tira a su acompañante al suelo y le tapa la boca para acallar sus repentinas protestas y quejas.


-¡Pues yo te digo que he visto algo arriba, una especie de sombra alargada!
-¡Bah, ¿es que tienes mierda en los ojos?! ¡Mira bien, ahí arriba no hay nadie, habrás visto a algún gato demasiado seboso, como tú!

A la guardia no le ha hecho ninguna gracia que se haya cometido el asesinato de un noble en sus mismísimas narices, y están poniendo mucho empeño en hallar al responsable: ya están mirando incluso por encima de sus cabezas para descubrir a quienquiera que lo haya hecho. Ismael mantiene a ambos agazapados y sigue acallando las protestas de su acompañante, hasta que los dos guardias se alejan lo suficiente y permite que se levante. Estaba demasiado expuesto, demasiado alejado de las sombras, estaba muy cerca de las luces, y si no llega a ser por su rápida intervención, habrían visto al nigromante encaramado en el techo. Mientras tanto, los invitados salen asustados, para evitar convertirse ellos en una víctima también. Lo cual tiene gracia, porque muchos de ellos son aplastados y pisoteados por los demás en medio de la muchedumbre, tal es su prisa por irse.

Por cierto, ellos deberían estar haciendo lo mismo.

Un solo gesto de cabeza es toda la comunicación del asesino para indicarles que se dé prisa. Ismael puede conducirle de forma segura, puesto que innumerables veces ha evitado a la guardia, pero el cliente tendrá que decirle dónde quiere ir.
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Mensaje por Julien François de Jarjay Mar Dic 28, 2010 12:30 am

Julien termina de acercarse y cruza los brazos tras su espalda al ver como el asesino se sienta en una baranda, oculto su rostro entre las sombras. No siente ninguna curiosidad por saber qué imagen oculta el individuo bajo su oscura capa, pues sus intereses se desvían mucho de ese tipo de asuntos.
No le importa si ese verdugo a encargo tiene serpientes en los ojos o pústulas infectadas; lo único que le preocupaba era la habilidad en su labor y ha podido comprobar que el hombre es diestro.
Lo suficientemente diestro.

De Jarjay sonríe levemente y con cierto aire cínico cuando el otro tiende la mano para recibir la segunda parte de su pago. Le gusta que sea un sujeto práctico, que no responda a sus comentarios hasta que tenga en sus manos el motivo por el cual hoy ha sesgado una vida.
Un hombre que se mueve por el orgullo de la matanza o por el placer de la misma, no es un ente del que fiarse. Puede ser suceptible de cambios, puede encontrar mejores elogios o señores más crueles a los que servir.
No obstante, un hombre que se guía por lo pecuniario es un hombre fiel. Es alguien que no servirá a otro amo mientras el primero represente una fuente de oro y gemas adecuada.
No hay mejor lazo que el dinero, dicen. Y Julien esta convencido de ello.

Súbitamente,el asesino lo empuja hasta el tejado, quedandose tumbado tras un fuerte golpe. Julien se maldice interiormente por haberse dejado sorprender, pero comprende que debe quedarse quieto al sentir su boca cubierta por la mano del aseino y al oír unas voces en la calle.
Sin embargo, no puede decirse que se sienta satisfecho con la situación. Si no necesitara al asesino, o no lo considerara capaz para sus ambiciones, se encargaría de aplacar su molestia con el alma del individuo.

Cuando al fin le suelta, Julien vuelve a levantarse, pasandose una mano por las ropas para quitarles el polvo del tejado. Puede que no le guste vestir ropas caras o llamativas, pero detesta ir cubierto de suciedad, no soporta la idea de que su aspecto se vea mínimamente manchado.
Le gusta el contraste de un cuerpo impoluto con un alma contraria, forma parte de su humor personal.

Al ver el gesto del asesino, el nigromante lanza un leve suspiro de impaciencia. Le hubiese encantado terminar con el asunto allí mismo, pero por lo que veía, su acompañante era precavido en extremo y no aceptaría hablar en esos lugares tan cercanos a la fiesta.

-Vayamos al Campo San Polo, es una plaza que queda próxima y suele encontrarse solitaria a estas horas del día. Si sabéis como ir, iré tras vuestros pasos.

Julien alza su mano hacia la derecha, como indicando educadamente que el asesino puede empezar a andar.
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Mensaje por Ismael Mar Dic 28, 2010 11:23 am

El asesino reconoce perfectamente el lugar que le indican. Así pues, tras haber pasado el último de los guardias, baja de un salto desde el edificio y aterriza sin hacer ruido en el pavimento. Él siempre va por los tejados, puesto que son infinitamente más rápidos, seguros y libres de indeseables que las callejuelas, pero sabe que a su "noble" cliente no le gustaría ir saltando de techo en techo, aparte de que lo más probable es que al primer hueco grande que encontrasen, se cayese y se pusiese a gritar, delatando su posición.

De modo que espera a que baje, y entonces pone todos sus sentidos a punto para evitar a los guardias. Incluso si fuese solo no sería problema, pero teniendo un acompañante, ya es distinto. Sin palabras, le conmina a que siga sus pasos por detrás de él, le aparta hacia las sombras de la pared cuando una luz o una conversación pasa demasiado cerca de ellos. Le conduce por vericuetos que a simple vista pasan desaparcibidos, hasta que llegan a un pequeño puente custodiado por dos guardias: detrás de ellos está la piazza.

Resguardado en una esquina, Ismael le indica a su acompañante con un gesto de la mano que no se meta. Al echar mano del cinturón, saca dos cuchillos muy pequeños, y con ojo experto, calcula la distancia y los lanza con una sola mano.
Pese a ser de noche, y haber una larga distancia y ser objetivos increíblemente pequeños, los dos cuchillos se clavan en las gargantas de los dos desdichados guardias, con una precisión tal que no les da tiempo a gritar pidiendo refuerzos, y mueren en ese mismo instante. Los dos salen de su escondrijo, y el asesino coge los dos cuerpos en brazos y los levanta por encima de la baranda para tirarlos al canal, donde caen al agua con un sonoro "¡plof!", como si la vecina tirase las basuras de la casa al agua.

Bien, pues ya están libres y fuera de peligro. Se encuentran en la enorme piazza, tan solo superada en tamaño por la Piazza San Marcos, desde donde se ve la iglesia y diversos palazzos y donde, como bien ha dicho el nigromante, no hay prácticamente nadie a estas horas, apenas unos cuantos gatos callejeros rondan las esquinas.
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Mensaje por Julien François de Jarjay Miér Dic 29, 2010 2:27 am

Julien arquea una ceja cuando ve que el asesino realiza un salto espectacular y aterriza silenciosamente en el suelo, pero no dice nada al respecto. Personalmente opina que podría haber utilizado cualquier otro camino para desplazarse, como los mismos tejados, por ejemplo, pero deduce que su acompañante ve más prudente ir por las calles.
O eso, o es que lo ve como la forma más rápida y en cierto modo no está del todo desencaminado. Julien es ágil, pero sabe perfectamente que no puede hacer saltos como los que acaba de hacer el asesino, por lo que confía en el criterio del hombre y se dispone a bajar.

Se acerca al extremo del tejado y se coge con fuerza de un borde esculpido en formas redondeadas y sinuosas, dando un pequeño salto para quedar colgando. Se sujeta firmemente, pero en cuando siente que su cuerpo tira hacia abajo por la fuerza de la gravedad, empieza a moverse con rapidez, colocando pies y manos en todos los asideros disponibles para bajar tan aceleradamente como puede.
La razón de su prisa no tiene nada que ver con el que quiera llegar pronto abajo, si no en que Julien sabe que no tiene tanta fuerza en los brazos como para quedarse inmovil y soportar su propio peso. Por ello, no permite que sus manos o sus pies se queden quietos más de cinco segundos en el mismo sitio.

Al fin, tras unos minutos demasiado largos para su gusto, llega al suelo, quitandose otra vez todo el polvo de la ropa que pueda haberse posado en ella. Puede que no haya sido el descenso más elegante de la historia, pero al menos ha sido efectivo.

Empieza a seguir al asesino, esbozando una leve sonrisa al ver como el otro se esfuerza por esconderlos entre las sombras. De Jarjay podría crear él mismo oscuridad allí donde pasase para quedar adecuadamente oculto, pero le apetece ver cómo funciona la astucia del otro. Quiere someterlo a examen de nuevo, comprovando si el verdugo que ha elegido es adecuado para la misión que debe realizar.

Cuando llegan al puete y el asesino le indica que se quede quieto, Julien se apoya contra una pared despreocupadamente, sin que en su rostro se muestre ninguna emoción especial al ver como mata a esos hombres.
Es diestro y tiene buena puntería. El resto de factores de la escena son meros detalles que no considera importantes. No obstante, no puede evitar sonreir levemente al ver como hace el esfuerzo de coger los cadáveres y ocultaros, pues eso era algo que Julien nunca se había dedicado a hacer.
¿Para qué?

Pero comprende que su precavido compañero no desee dejar nada a sus espaldas que indique su situación y por esa razón, no dice nada.

Julien anda tranquilamente por la plaza, adentrándose en ella hasta quedar justo en el centro, donde hay un pozo veneciano, ahora cerrado. Una vez allí, se apoya en la mole de piedra, se cruza de brazos y dedica una fría sonrisa al asesino.

-Me habeis servido bien esta noche. No obstante, no hay necesidad en que esta vez sea la última pues...aún preciso de vuestros servicios. -lanza un breve suspiro- El pago, por supuesto, será el adecuado.
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