Il Nero di Luna
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.
In girum imus nocte et consumimur igni BienvenidoIn girum imus nocte et consumimur igni Oniline
Conectarse

Recuperar mi contraseña

Últimos temas
» Registro de Orden
In girum imus nocte et consumimur igni EmptyMiér Feb 02, 2011 5:36 am por Nai

» Registro de Raza
In girum imus nocte et consumimur igni EmptyLun Ene 31, 2011 5:44 am por Nai

» Registro de Imagen
In girum imus nocte et consumimur igni EmptyLun Ene 31, 2011 5:35 am por Nai

» Naisha
In girum imus nocte et consumimur igni EmptyLun Ene 31, 2011 5:22 am por Nai

» La gota que colma el vaso [LIBRE]
In girum imus nocte et consumimur igni EmptyLun Ene 31, 2011 2:12 am por Talon Nóbile

» Marco Stephano Abagnale
In girum imus nocte et consumimur igni EmptySáb Ene 29, 2011 12:34 pm por Marco

» In girum imus nocte et consumimur igni
In girum imus nocte et consumimur igni EmptySáb Ene 29, 2011 5:08 am por Carlo Fermi

» Avalon
In girum imus nocte et consumimur igni EmptySáb Ene 29, 2011 3:49 am por Aradia della Mezzanotte

» Rituale di morte [Privado]
In girum imus nocte et consumimur igni EmptyMiér Ene 26, 2011 6:03 am por M. Simonetta Fioranelli

In girum imus nocte et consumimur igni Staff
Navegación
In girum imus nocte et consumimur igni Memu-2
¿Quién está en línea?
En total hay 3 usuarios en línea: 0 Registrados, 0 Ocultos y 3 Invitados

Ninguno

[ Ver toda la lista ]


El record de usuarios en línea fue de 22 durante el Lun Oct 21, 2013 12:52 pm
Compañeros
In girum imus nocte et consumimur igni Afiliados

 

Foro Hermano:


In girum imus nocte et consumimur igni

2 participantes

Ir abajo

In girum imus nocte et consumimur igni Empty In girum imus nocte et consumimur igni

Mensaje por Carlo Fermi Lun Ene 24, 2011 11:24 am

Pasa la medianoche. La oscuridad se ha abatido sobre Venecia como un ente vivo, devorando toda su luz y dejando sólo miedo allá donde reina.

Los ricos en sus palazzos tratan de espantarla con fiestas. El resto busca refugio en el calor de su lecho, o en el de alguna cualquiera del lupanar. Sólo unos pocos recorren sus calles a estas horas, y ninguno con la tranquilidad de Carlo.

No corre por los tejados, ni se escabulle de sombra en sombra. Todo lo contrario. Se esconde a plena vista, embozado en uno de sus disfraces favoritos. Renquea por las callejuelas, apoyado con ambas manos en un gran bastón, un báculo de anciano duro y retorcido.

Oculta su juventud en una misérrima cogulla, con una pesada capucha echada sobre su rostro casi paralelo al suelo, como si el anciano cargase a sus hombros el peso del mundo. Uno de sus pies arrastra la cojera. Un extraño que le observase diría que comido por la polio, o vaya usted a saber qué terrible enfermedad.

Sus andares y sobretodo sus manos, ceñidas con vendas andrajosas, bastan para espantar a los escasos viandantes que a esas horas atienden sus asuntos, ya sea un encuentro ilícito, o la búsqueda de una presa a la cual robar... o algo peor.

Pero nadie se acerca a él... ¿Quien se arriesgaría a contraer cualquier enfermedad imaginable sólo por las penosas monedas que puede ocultar un viejo? Sin embargo, sólo el demonio sabe qué males habitan en su esputo, y nadie quiere compartir ese conocimiento.

Así, Carlo recorre seguro las calles pasada la medianoche.

Llega a una de las plazas que dan acceso a uno de los muchos cuartes de la Guardia de la Ciudad. Junto a los arcos del edificio se balancean despacio cuatro cuerpos colgados en un patíbulo. De sus cuellos penden carteles con sus delitos, advertencia y amenaza para los ciudadanos.

Dos guardias custodian los cuerpos, un cabo entrado en años, pobre mamón endurecido por treinta años de golpes contra ese yunque que resulta ser la vida y un recluta que apenas lleva unos meses en la guardia, que ya empieza a verle las orejas al lobo pero aún no termina de creerselo del todo. Parece un chico de provincias, y ya le han dicho que no llegará a Navidad si no cambia su actitud...

Ellos custodian los cuerpos. Su misión es que sólo los cuervos profanen a los colgados, y las rapaces han trabajado duro; ya no hay ojos, ni labios, así que los cadáveres muestran una sonrisa tan vacía como su mirada.

El travesaño de donde cuelgan cruje por la humedad veneciana, y el sonido atraviesa la plaza silenciosa, arrancandole a Carlo un escalofrio. Odia este sitio. Con toda su alma. Pero sólo aquí puede encontrar a uno de sus amigos, y quiere hablar con él.

El anciano extiende el brazo hacia los muertos con un ademán seco y brusco. Al instante el guardia joven lleva su mano hasta el puño de la espada, tenso. El viejo observa en silencio y detiene a su compañero apoyando su mano en el antebrazo de su camarada. Carlo fuerza sus dedos en una fugaz sucesión de gestos. Con algunos parece que tenga una falange más, con otros una articulación menos.

Los cuervos se quedan paralizados, absortos por la andanada de señas, como hipnotizados tratando de descifrarlas. Uno de ellos grazna, da un fuerte picotazo a la oreja, arranca un pedazo y lo engulle a toda prisa antes de cruzar la plaza y posarse en el hombro del supuesto anciano, que con su paso renqueante se adentra en las callejuelas de la ciudad.

-¿Vamos a por él, mi cabo?
-¡Tú estás loco, chaval!
-¡Pero mira lo que ha hecho!¡Eso es brujería!
-Ya, ¿y vas a ir a detenerle? ¿Por estas calles, a estas horas, y tu sólo?
-¿que tu no vienes?
-¡Ja! Dios me guarde si me muevo de mi puesto, muchacho.

El joven duda, indeciso. Mira la bocacalle por la que el viejo se fue, y luego la puerta del cuartel, a sus espaldas.

-Además, estarías abandonando tus órdenes para irte a perseguir a un viejales que estará loco, enfermo, o peor aún, las dos cosas. ¿Y me vas a dejar sólo por eso? ¿Y si es una trampa para ver si somos tan estúpidos para ir?

El joven no termina de decidirse... Da un par de pasos, dejando su puesto...

-¡Giacomo, cabeza hueca! ¡Ahí te quiero ver, cuando le expliques al Capitán Damodred porqué no estabas en tu puesto cuando me pasó lo que me vaya a pasar estando solo!
-Q... Qué... ¿Qué te va a pasar? -Pregunta el joven. Se nota que sólo con la mención de su Capitán ha bastado para que el color le falte al rostro.
-Ah, pues no lo sé -el cabo sonrie malicioso- Tal vez no me pase nada. Tal vez me pase algo. ¿Quieres apostar tu trabajo, tu libertad? ¿o puede que tu vida? Adelante, persigue a ese viejo carcamal, a ver cuantas medallas te ponen, insensato...

Por fin, el tal Giacomo vuelve a su puesto con la expresión de un perro descubierto con la pata levantada frente a las cortinas.

-Eso es, buen chico. Deja que de estas cosas raras se encargue la gente que cobra más que tu y que yo. ¿Un viejo que llama a un cuervo a gestos? ¿y eso te parece raro? Pfff... chaval, anda que no te falta por ver... Cuando yo entré en la guardia, hace ya treinta años uno no podía dar dos pasos sin encontrarse un...

La noche se bebe la charla del viejo, y mientras tanto Carlo, pasito a pasito, ya está lejos, buscando con discrección un lugar tranquilo donde hablar con su amigo...


Última edición por Carlo Fermi el Sáb Ene 29, 2011 4:13 pm, editado 1 vez
Carlo Fermi
Carlo Fermi
Gatto
Gatto

Cantidad de envíos : 3
Fecha de inscripción : 23/01/2011

Volver arriba Ir abajo

In girum imus nocte et consumimur igni Empty Re: In girum imus nocte et consumimur igni

Mensaje por Xiang Xia Miér Ene 26, 2011 1:16 pm

Xia se pasa la lengua por los labios resecos debido al salitre que carga el aire, demasiado húmedo, de la ciudad. La noche hace rato que ha caído y ella ha ocupado un puesto que suele mantener mientras su objetivo continúa entre los muros del cuartel de la guardia. Como muchas noches ahí comienza su recorrido por las calles de la ciudad. Si algo ha pasado guante el día es allí donde mas información obtendrá de los espíritus que moran en los alrededores. En la plaza que sirve de antesala al cuartel cuelgan dos desdichados cuyo único delito fue permitir que los atraparan Aunque a Xia no le importan mucho, con los muertos no se jugaba, no podían. A Xia le gustaba jugar con los vivos, ellos respondían a las palabras de Xia y todos lo hacían de forma diferente. Y si eran vivos interesantes mejor.

Pero tal parecía que no iba a ocurrir nada interesante en aquel lugar, aquella noche, o mejor dicho en aquél momento. Así pues Xia tenía otros lugares que vigilar y otras vidas privadas que espiar. Y en darse la vuelta y desaparecer entre las sombras que la camuflaban en aquel tejado estaba cuando hizo aparición el extraño sujeto. Los ojos, cargados de curiosidad se quedaron fijos mirando a la extraña criatura nocturna que llamaba a un viejo amigo. El cuerpo de Xia también se quedó inmóvil en una postura que solo su flexibilidad mantenía. Postura que se volvió humanamente posible cuando giró sobre si misma para perseguir al desconocido que se perdía en las sombras de los callejones con el cuervo e el hombro.

Xia llamo a sus amigas, las sílfides, espíritus de aire que habitaban en cualquier lugar para que siguieran al extraño dúo e hiciesen llegar a sus oídos las palabras susurradas por ambos. Eso era lo que mejor se le daba a Xia, hablar con los espíritus de la naturaleza, siendo que habían ido su mejor compañía durante su encierro y una vez libre su mejor baza para conseguirle información a su amo.

Sus pies, acostumbrados a moverse por los tejados, evitaban hábilmente los lugares donde había tejas sueltas o la madera del tejado de alguna balconada crujiría. Sus movimientos precisos evitaban que su avance se escuchara por encima del leve ronroneo del agua en los canales, que, como una nana, mecía a la ciudad en su sueño.
Xiang Xia
Xiang Xia
Gatto
Gatto

Cantidad de envíos : 19
Fecha de inscripción : 13/11/2010

Volver arriba Ir abajo

In girum imus nocte et consumimur igni Empty Re: In girum imus nocte et consumimur igni

Mensaje por Carlo Fermi Sáb Ene 29, 2011 5:08 am

Carlo tuerce a la derecha, a la izquierda... Se aleja oculto entre edificios, por corredores tan poco importantes, tan pequeños y oscuros que no llegan ni a callejones. Hay partes de la ciudad que sólo un veneciano conoce... y otros recodos que sólo los del propio barrio saben de su existencia. Por ahí va él, rejuveneciendo a medida que va ganando confianza. Nadie le sigue. No a pie de calle, al menos...

El cuervo recorre sus hombros de lado a lado, como un saltimbanqui borracho a medida que el gatto va acelerando el andar. El báculo cada vez es menos apoyo, la espalda más erguida, los gestos más fluidos, sigilosos... La mascarada cae cuando salta una tapia más alta que él con un sólo punto de apoyo... usando el pie.

En el hueco ciego entre cuatro edificios, al que llega descolgándose de una tapia alta, se esconde un lugar que es más pasillo al descubierto que callejón donde detiene Carlo. Es uno de sus refugios, de los lugares secretos donde puede respirar tranquilo y dormir si ve las calles revueltas. Sin más techo que el sereno firmamento de Venecia, no tiene otra comodidad que la discrección y la seguridad, la libertad de no necesitar camuflajes.

Es poco, sí, pero le basta al cambiaformas. Ahí respira profundo. Descubre su rostro, se quita el disfraz, toma asiento en una vieja silla de mimbre que cruje bajo su peso. El manto ahora es manta que le guarnece del relente. Enfrente de él se posa el ave, ya impaciente por el largo zig zag por las callejuelas.

―¿Y no podríamos quedar aquí? ―pregunta el córvido―. ¡Se ve el cielo!
―Ya lo hicimos y no viniste...
―¡Ja! ¡Es normal! ¡Habría que ser paloma para saber volver! ―el cuervo se arregla las plumas. Parece imposible que alguien sin labios sonría, pero lo hace― ¿Me has visto cara de tonta? ¿Mis estúpidas plumas blancas? ¿Picotear pan? Ya que lo digo, hablando de todo esto, ¿Tienes algo para mi?
―¿No acabas de comer?
―Anda, venga... Sabes que madrugar no es lo mío. Soy un cuervo nocturno...
―Eso no existe.
―Ja, dímelo a la cara. ¿No me ves aquí?... ¡Vale!¡Joder, se me pegan las sábanas!¡Desplúmame por eso!
Carlo rebusca en su morral. Suspira, negando con la cabeza hasta dar con una pequeña bolsa de paño. Se la ofrece al cuervo, que revolotea alrededor con expectación.

―¿qué son? ¿ojos? Parecen ojos. No los veo bien, pero relucen como ojos. ¡Son ojos!¡OJOS DE VACA!¡JODER PARECEN CIRUELAS! ―Grazna con todas sus fuerzas al borde del éxtasis. Carlo cubre la bolsa y sisea con furia.
―¡Cuomo!¡Una patada al culo te voy a dar!¡Cállate urraca histérica!¡Que te calles!

Se hace el silencio. Carlo alza la vista, buscando a su alrededor el sonido delator de algún curioso. Cuomo esconde la cabeza bajo el ala en un mohín entre ofendido y herido. El hombre se lo queda mirando unos instantes. Suspira. Finalmente extiende la mano hasta él y acaricia su cuello con el pulgar.

―Venga Cuomo... No lo decía en serio...
―No soy una urraca histérica ―dice con voz afligida por debajo del ala.
―No, claro que no... Venga, coge uno...

Le ofrece la bolsa, y el pájaro duda poco en lanzarse a ella y coger una de las viscosas esferas. Casi no le cabe en el pico, la aplasta, saborea el humor que se desparrama, más por su pecho que por el gaznate. Masca y engulle, hunde la cabeza en la bolsa en busca de más. Carlo le mira con una ceja enarcada.

―Urraca histérica no, pero cuervo manipulador, un rato largo... ―gruñe el veneciano.
―Oh, venga, desplúmame por ser lo que soy...
―¿Sabes? Si la gente supiese de verdad cómo sois... ¿animales de sabiduría y misterio? Tsk, mi culo felino....

Cuomo le ignora, devorando los ojos uno tras otro. Parece irradiar un aura de felicidad desde cada centelleo de sus plumas azabache...
Carlo Fermi
Carlo Fermi
Gatto
Gatto

Cantidad de envíos : 3
Fecha de inscripción : 23/01/2011

Volver arriba Ir abajo

In girum imus nocte et consumimur igni Empty Re: In girum imus nocte et consumimur igni

Mensaje por Contenido patrocinado


Contenido patrocinado


Volver arriba Ir abajo

Volver arriba


 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.