La gota que colma el vaso [LIBRE]

Talon observó cada vez más irritado a la extraña muchacha, que murmuraba entre ronroneos mientras seguía examinando su botín. Un botín que seguramente había robado. Pero qué otra cosa podía esperar de la gente que habitaba aquél lugar. No es que le importase lo más mínimo que fuese una ladrona, es más, él mismo robaba para poder subsistir, pero no estaba de humor para aguantar a nadie, ni siquiera a una de su especie. Porque Talon tenía muy claro que se trataba de otra gatto, su bufido, sus ronroneos al ver lo que había cogido... no había duda.

Talon escuchó los murmullos de la chica con claridad, para su alivio el sentido del oído no se había visto tan afectado como el del olfato en aquel lugar. Y las palabras de la muchacha, que por lo visto se llamaba Xia porque no hacía más que referirse a si misma en tercera persona, provocaron que se irritase aún más. Pero la gota que colmó el vaso de su paciencia fue el descaro de la extraña gatta al acercársele como una serpiente por los cojines para terminar a escasos centímetros de su rostro, mirándole descaradamente a los ojos.

Su reacción fue inmediata y tan rápida que ni siquiera él pudo controlarla. Una ráfaga de furia cruzó por sus profundos ojos azules, y un fuerte bufido salió entre sus labios. Cuando quiso darse cuenta se había alejado de la chica lo máximo que le permitía el reducido espacio de aquel rincón y se encontraba contra la pared, en cuclillas sobre los cojines en una clara posición de ataque, listo para abalanzarse sobre su presa, y con el pelo totalmente erizado.

- Que yo sepa no había ningún cartel con tu nombre - Soltó entre dientes, claramente molesto. Y a continuación se pasó la mano por la cara sabiendo que su reacción había sido totalmente exagerada, pero no podía evitarlo. - ¡Porca miseria! - dijo enfadado consigo mismo, mientras apoyaba los codos sobre sus rodillas y escondía la cara entre las manos. Se estaba volviendo loco, aquel encierro voluntario le estaba volviendo loco.

Necesitaba el aire libre, la brisa sobre su rostro y la adrenalina en sus venas cuando corría después de haber robado una manzana o un mendrugo de pan. En el nido la comida era mucho mejor, claro y no tenía que preocuparse porque alguien le atrapase, lo cierto es que las cosas se habían puesto muy feas en los últimos tiempos. Pero él se sentía atrapado entre cuatro paredes, toda su vida la había pasado en las calles, y llevaba demasiado tiempo sin salir a ellas. Y Nella... ¡maldita sea! eso era lo peor.

Talon, aún con la cara escondida entre las manos, escucho como el ronroneo de la gatta se intensificaba. Aquella infeliz ni se había dado cuenta de lo cerca que había estado de atacarla. Y si lo hubiese hecho, quién sabe hasta donde habría llegado… sus nervios estaban a flor de piel, y no estaba seguro de hasta cuando podría seguir aguantando.

No vio el cojín que ella le mostró con su nombre, él seguía ocultando el rostro con la esperanza de que todo aquello desapareciese en la oscuridad, el ruido, los olores, la molesta gatta que invadía su espacio en el momento menos indicado… Pero seguía notando su presencia, y lo que era peor, sentía su calor y su aroma cada vez más cerca, lo que significaba que lejos de marcharse asustada como haría cualquier persona normal después de una reacción como la que había tenido unos instantes antes, se estaba acercando cada vez más.

Tan sólo cuando escuchó lo que dijo la muchacha sobre que ella no era mala y no le mordería, aparto las manos de su cara dejando reposar sus brazos sobre las rodillas flexionadas y le dedicó una media sonrisa cargada de tristeza – Pero yo tal vez sí – murmuro en apenas un susurro.

La siguiente frase de la muchacha logró picar por un instante su curiosidad, ¿nunca había visto antes a otro de su especie? Pero pronto se dio cuenta de que no le importaba, tal vez hacia un par de días esta extraña niña atrapada en un cuerpo de mujer, le habría proporcionado unas horas de distracción, pero ahora no, ahora no tenía paciencia para nadie. El único problema era que no podías librarte de la tal Xia ni con agua caliente.

Soltó un suspiro de desesperación cuando la chica se tumbo boca arriba como una gata consentida esperando su premio. Tenía sentimientos encontrados. Por un lado resultaría un alivio darle una buena azotaina a la pequeña entrometida como lección, su lado más oscuro, ese que últimamente se hacía más fuerte en su interior, daba palmas con la idea, pero aún le quedaba un poco de autocontrol aunque no sabía por cuanto tiempo. Por otro lado lo que más deseaba era irse de allí y alejarse de todo, pero algo le decía que aunque se fuese, Xia se le pegaría como una lapa hasta lograr lo que quería. Así que tendría que cambiar de táctica.

Con otro rápido movimiento, saltó sobre la muchacha atrapando las pequeñas muñecas de la chica con sus fuertes manos y quedó a horcajadas sobre ella, sujetándola con firmeza pero sin causarle ningún daño, y acercó su rostro lentamente hacia el de ella hasta quedar a escasos centímetros – Si te lo digo ¿me dejaras en paz de una maldita vez?- Su tono era severo aunque se notaba un ligero y sutil tono burlón en él. Su instinto felino se había despertado y ahora era ella la que se había transformado en un juguete entre sus manos. Si no podía librarse de ella, al menos jugarían con sus reglas.

Talon apoyó las manos detrás de la cabeza y miró indiferente el techo mientras escuchaba con una sonrisa en los labios como Xia protestaba igual que una niña enfadada a la que habían negado un segundo trozo de tarta.

Aunque se negase a reconocerlo, la pequeña Xia empezaba a caerle bien al gatto, estaba resultando el habitante más interesante del nido. Si dejabas a un lado su manía de zarandearle la pierna a uno, invadir tu espacio personal, querer salirse siempre con la suya y revolotear a tu alrededor como una mosca cojonera hasta que le dieses lo que quisiera, podías hasta tomarla cariño… No, incluso así seguro que seguiría siendo el ser más insoportable del planeta, pero por extraño que pareciese a Talon le hacía gracia. Hacía tiempo que no se divertía tanto pinchando a otro.

Talon ya no pudo contener más la risa, cuando Xia empezó a lanzarle insultos infantiles porque se negaba a complacerla, y soltó una sonora carcajada. Sin poder borrar la sonrisa de sus labios, apartó suavemente a la muchacha apoyando las manos sobre sus menudos hombros y empujándola ligeramente hacia atrás, evitando que siguiese restregándole la nariz por su cara y cuello.

- Vaya, vaya, vaya ¿así que piensas que soy mono? – preguntó burlonamente cambiando el significado que ella quería darle al insulto y transformándolo en un halago – No hace falta que contestes, ya veo que eres incapaz de mantener tus manos y tu nariz alejadas de mi cuerpo. Sin embargo siento decirte, que no me interesas en ese sentido.

Le dedicó su sonrisa más encantadora, esa que hacía que todas las mujeres cayesen rendidas a sus pies (todas menos una, pero esa era otra historia), y la miró con un brillo divertido en sus ojos de lapislázuli.

- ¿De verdad no sabes por qué nos parecemos? ¿Qué es eso que hace que a pesar de ser tan distintos físicamente seamos tan parecidos? – La burla había desaparecido de su voz, y de repente la miraba con semblante serio – Xia, yo soy… tu padre.

Miró por un instante la expresión de Xia antes de volver a soltar una carcajada. Él era mayor que ella, pero no podría haber sido su padre ni por asomo, y sin embargo, creía que la muchacha se lo había creído por un momento. Negó suavemente con la cabeza y volvió a acercarse a la muchacha para susurrarle al oído.

- Somos gattos, signorina, gattos. ¿Y quieres saber que hacen con nosotros? Se nos busca, se nos caza, se nos esclaviza o simplemente se nos mata. – Retrocedió de nuevo para mirarla a los ojos – ¿De dónde vienes Xia? ¿Cómo has sobrevivido hasta ahora sin saber lo que eres?

Talon realmente sentía curiosidad por saber de donde había salido esa extraña muchacha. Quería saber si existía un sitio donde los gattos pudiesen vivir sin la amenaza de la muerte o la esclavitud, donde los pequeños cachorros pudiesen crecer inocentes igual que Xia ¿Realmente existía ese lugar?. Era un bonito sueño, sin embargo había algo que no cuadraba ¿cómo es que ella no sabía lo que era? ¿y por qué dijo que había estado encerrada? ¿Les mantenían en la ignorancia y ajenos al mundo por su seguridad? ¿Cómo podía protegerles eso? Las preguntas volvían a amontonarse en su cabeza y ya tenía suficientes dudas como para buscarse unas nuevas.