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Il palazzo delle sirene
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Cato M. Sanguinetti
Alexandro 'Leone' Borgia
Cain
Aradia della Mezzanotte
Francesco Foscari
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Il palazzo delle sirene
Desde el exterior solo es otro más de los suntuosos palazzos de la ciudad. Sus paredes están encaladas de blanco y se puede apreciar ciertos detalles griegos en su arquitectura, pero lo mas llamativo del edificio son sus llamativas puertas, de madera negra, con el emblema de una Sirena tanto en la principal como en la que da al canal.
Para muchos no es más que un emblema bonito, pero para los que conocen su significado es sinónimo de placer y pecado. Y es que tras sus pesadas puertas se encuentra el más selecto lupanar de la ciudad, en el que las cortesanas más bellas atenderán a nobles y ricos burgueses.
En los exteriores de la casa se encuentra una autentica delicia de Jardín, con fuentes, rosales, frutales y viejos sauces que dan sombras, bajo su cortinaje de ramas con frecuencia se escucha escapar el sonido de los gemidos y de sensuales palabras susurradas al oído.
En la planta baja, nos encontramos unas cocinas siempre en funcionamiento y un suntuoso salón de baile donde se celebran todos los fines de Semana suntuosos bailes de mascaras, y un gran porche para cuando el buen tiempo Veneciano permite celebrar veladas a la luz de la Luna y de traviesos farolillos.
En los dos pisos superiores se encuentran suntuosas habitaciones con mobiliario de roble y sabanas de seda china. En cada habitación hay una tina de agua que siempre se mantiene llena de agua tibia.
Las mujeres de este lugar tienen fama de ser las mas hermosas de la ciudad, lo que pocos saben es que tras bellos rostros muchas pertenecen al Gremio o a la orden de la Stregeria.
Para muchos no es más que un emblema bonito, pero para los que conocen su significado es sinónimo de placer y pecado. Y es que tras sus pesadas puertas se encuentra el más selecto lupanar de la ciudad, en el que las cortesanas más bellas atenderán a nobles y ricos burgueses.
En los exteriores de la casa se encuentra una autentica delicia de Jardín, con fuentes, rosales, frutales y viejos sauces que dan sombras, bajo su cortinaje de ramas con frecuencia se escucha escapar el sonido de los gemidos y de sensuales palabras susurradas al oído.
En la planta baja, nos encontramos unas cocinas siempre en funcionamiento y un suntuoso salón de baile donde se celebran todos los fines de Semana suntuosos bailes de mascaras, y un gran porche para cuando el buen tiempo Veneciano permite celebrar veladas a la luz de la Luna y de traviesos farolillos.
En los dos pisos superiores se encuentran suntuosas habitaciones con mobiliario de roble y sabanas de seda china. En cada habitación hay una tina de agua que siempre se mantiene llena de agua tibia.
Las mujeres de este lugar tienen fama de ser las mas hermosas de la ciudad, lo que pocos saben es que tras bellos rostros muchas pertenecen al Gremio o a la orden de la Stregeria.
Re: Il palazzo delle sirene
Amanece, no le hace falta verlo para sentirlo, muy dentro en su interior. Sale desnuda de la cama, los olores a lujuria y frialdad aun no han sido borrados por el olor del rocio. Se levanta y desnuda sale al jardin, casi todos duermen, solo por los gemidos que provienen del piso de arriba deduce que algunos aun no han acabado la noche, pese a que fuera los pajaros ya estan cantando.
Siente la hierba fresca bajo sus pies y siente un escacolofrio placentero al notar la mezcla entre el frio y los primeros rayos de sol, que perezosos bañan su nivea piel. No neceista mirarse en un espejo para saber que como cada noche los tatuajes que marcan su piel han desaparecido para dejarla tan pura como la de un recien nacido.
Sonrie la mañana, mientras expande su espiritu, hasta llevarlo a una presencia felina cercana. Aquel gato callejero seria sus ojos durante un instante. El aroma a cienaga del canal la golpea con fuerza, mientras su mente comienza a llenarse con la imagen en blanco y negro procedende del gato, la comunicación se realiza y tras disfrutar de un instante de luz en su mundo de sombras abandona la conexión con el espiritu del gato.
Sonrie, solo por instantes como aquel merece la pena luchar un dia mas...
Presiente que ellas se han despertado, conoce muy bien su energia como para no notar la perturbación del despertar. Silenciosa, sintiendo la rugosidad del suelo bajo sus pies y la asperaza de la balaustrada de piedra sube la escalera, acariciando con la llemas de los dedos la piedra y encontrando por el tacto la entrada a su habitación.
Al poco tiempo llegan ellas, las viejas Stregas, muchas de las chicas las temen pero ella saben que son las mejoras cuando se trata de curar heridas provocadas por los clientes, y que bajo su aspecto anciano no son malas personas. Son las unicas que la tratan con bondan y no mirandola como una traidora, ellas la conocen demasiado como para no creerla, pero es la suma sacerdotisa quien decide sobre su destino y sabe que esta nunca la creera.
Deberia haber huido, pero el valor del honor en el que la han criado no le permite tal cosa.
Se deja bañar, peinar y maquillar como si fuera una niña pequeña. Luego llegan las dos horas de tatuaje, tras tantos dibujos hechos con aguja sobre su piel ha aprendido a aislar su mente del dolor. No me que diseño marcan sobre su piel, ni siquiera le importa. Como tampoco repara en el hermoso azul con el que la cubren o la capa de seda del mismo color que utilizan para ocultar su rostro de ojos curiosos.
Demasiados problemas traia un rostro tan hermoso.
-Esta noche tienes un trabajo para el clan.
Le dio un escalofrio, sabía demasiado bien en que consistian esos trabajos. Dejo escapar un languido suspiro.
Siente la hierba fresca bajo sus pies y siente un escacolofrio placentero al notar la mezcla entre el frio y los primeros rayos de sol, que perezosos bañan su nivea piel. No neceista mirarse en un espejo para saber que como cada noche los tatuajes que marcan su piel han desaparecido para dejarla tan pura como la de un recien nacido.
Sonrie la mañana, mientras expande su espiritu, hasta llevarlo a una presencia felina cercana. Aquel gato callejero seria sus ojos durante un instante. El aroma a cienaga del canal la golpea con fuerza, mientras su mente comienza a llenarse con la imagen en blanco y negro procedende del gato, la comunicación se realiza y tras disfrutar de un instante de luz en su mundo de sombras abandona la conexión con el espiritu del gato.
Sonrie, solo por instantes como aquel merece la pena luchar un dia mas...
Presiente que ellas se han despertado, conoce muy bien su energia como para no notar la perturbación del despertar. Silenciosa, sintiendo la rugosidad del suelo bajo sus pies y la asperaza de la balaustrada de piedra sube la escalera, acariciando con la llemas de los dedos la piedra y encontrando por el tacto la entrada a su habitación.
Al poco tiempo llegan ellas, las viejas Stregas, muchas de las chicas las temen pero ella saben que son las mejoras cuando se trata de curar heridas provocadas por los clientes, y que bajo su aspecto anciano no son malas personas. Son las unicas que la tratan con bondan y no mirandola como una traidora, ellas la conocen demasiado como para no creerla, pero es la suma sacerdotisa quien decide sobre su destino y sabe que esta nunca la creera.
Deberia haber huido, pero el valor del honor en el que la han criado no le permite tal cosa.
Se deja bañar, peinar y maquillar como si fuera una niña pequeña. Luego llegan las dos horas de tatuaje, tras tantos dibujos hechos con aguja sobre su piel ha aprendido a aislar su mente del dolor. No me que diseño marcan sobre su piel, ni siquiera le importa. Como tampoco repara en el hermoso azul con el que la cubren o la capa de seda del mismo color que utilizan para ocultar su rostro de ojos curiosos.
Demasiados problemas traia un rostro tan hermoso.
-Esta noche tienes un trabajo para el clan.
Le dio un escalofrio, sabía demasiado bien en que consistian esos trabajos. Dejo escapar un languido suspiro.
Aradia della Mezzanotte- Brujo
- Cantidad de envíos : 234
Fecha de inscripción : 10/10/2009
Re: Il palazzo delle sirene
Apenas habían pasado un par de días desde su encuentro con la cortesana enmascarada, que curiosamente se había quitado la máscara mas únicamente una de tantas que llevaba, en los jardines de los nobles cuando Cain hizo acto de presencia en el Palazzo della Sirene. Un nombre fino para un prostíbulo como tantos otros, un burdel de la alta sociedad. Las pocas diferencias residían en que el lugar estaba más rícamente adornado, las damas que atendían a los clientes antes de pasarlos a los sitios interesantes iban mejor vestidas y maquilladas y... poco más la verdad. Más flores, mejores aromas, más apetitosa comida pero en el fondo venía a ser lo mismo: un lugar donde los hombres iban a cobrar por los placeres.
El nigromante parecía desubicado en aquel lugar. Alto, de buena complexión, con aquella tex tan sumamente pálida y los ojos negros recorriendo el local, analizandolo, más de una persona se detuvo y se fijó en él, preguntando por lo bajo qué haría allí aquel hombre. Mas él poco caso les hizo, diriguiendose a la encargada del palazzo.
-Buenas tardes -la saludó con voz suave, arrastrando las sílabas, no en un deje aburrido o hastiado, si no demasiado interesado analizando el lugar como para importarle lo que dijera.
La mujer alzó la mirada de su libro de cuentas. Ya debía haber cumplido lpos cuarenta y recogía sus cabellos en un elegante moño. Iba vestida de forma austera y oscura, dando a entender que ella solo cuidaba a sus chicas y no ofrecía sus mismos servicios. Una clara distinción.
-Buenas tardes, mylord -respondió con voz igual de elegante y refinada que su atuendo y su actitud estirada-. ¿Qué puedo ofrecerle? ¿Tiene alguna... preferencia... en especial?
La pregunta estaba hecha con disimulo pero era fácilmente entendible lo que quería decir. Cain sacó de un bolsillo una pequeña bolsa con monedas y colocó varias en el mostrador. Los ojos de la mujer brillaron codiciosos al ver el dinero. Aquello sería suficiente para la codiciosa mujer, para que preguntara menos y accediera más a sus deseos sin que tuviera que dar identificación ni explicación alguna.
-Me gustaría conocer a cierta mujer enmascarada de la cual se susurra y se habla en toda Venecia -contestó el hombre de cabellos oscuros, volviendose para mirarla fijamente. La mujer bajó un instante la mirada, incluso en su severidad aquellos ojos de obsidiana le resultaron escalofriantes-. ¿Sabéis de qué dama hablo, no?
-Perfectamente -se apresuró a decir ella-. Pero creo que ahora... -ante una nueva mirada del hombre pareció cambiar de opinión, dejando los papeles que había empezado a consultar-. Por supuesto que podéis verla, mylord. Mandaré a Irina a ver si está libre, mientras usted puede ir subiendo -accedió la mujer.
Cain asintió con la cabeza, mostrando su conformismo con la situación mientras la dueña avisaba a una jovencita de cabellos rubios como la miel que se perdió entre las escaleras. Pocos minutos después la propia dueña del Palazzo della Sirene, conducía al nigromante hacia los pisos superiores para visitar a la dama enmascarada de la cual aún no sabía el nombre. Al caer en este detalle, preguntó:
-Una única cuestión... ¿cuál es su nombre?
-¿El nombre? -preguntó turbada la mujer volviendose hacia él, mientras subían las escaleras, deteniendose en un peldaño un instante.
-El nombre de la chica -puntualizó, asintiendo algo irritado. Menudo lugar donde preguntar el nombre causaba tal reacción de extrañeza. ¿Tan raro era que un hombre se interesara por el nombre de aquella a quien alquilaba aunque fuera por unos instantes? Al parecer sí.
-Aradia, se llama Aradia -respondió la mujer y, llegados a la puerta de Aradia, introdujo una llave pequeña en la cerradura y entró, haciendo una reverencia-. Espero que pase un buen rato, mylord.
Cain ni la miró ni respondió antes de entrar en la habitación de la cortesana.
El nigromante parecía desubicado en aquel lugar. Alto, de buena complexión, con aquella tex tan sumamente pálida y los ojos negros recorriendo el local, analizandolo, más de una persona se detuvo y se fijó en él, preguntando por lo bajo qué haría allí aquel hombre. Mas él poco caso les hizo, diriguiendose a la encargada del palazzo.
-Buenas tardes -la saludó con voz suave, arrastrando las sílabas, no en un deje aburrido o hastiado, si no demasiado interesado analizando el lugar como para importarle lo que dijera.
La mujer alzó la mirada de su libro de cuentas. Ya debía haber cumplido lpos cuarenta y recogía sus cabellos en un elegante moño. Iba vestida de forma austera y oscura, dando a entender que ella solo cuidaba a sus chicas y no ofrecía sus mismos servicios. Una clara distinción.
-Buenas tardes, mylord -respondió con voz igual de elegante y refinada que su atuendo y su actitud estirada-. ¿Qué puedo ofrecerle? ¿Tiene alguna... preferencia... en especial?
La pregunta estaba hecha con disimulo pero era fácilmente entendible lo que quería decir. Cain sacó de un bolsillo una pequeña bolsa con monedas y colocó varias en el mostrador. Los ojos de la mujer brillaron codiciosos al ver el dinero. Aquello sería suficiente para la codiciosa mujer, para que preguntara menos y accediera más a sus deseos sin que tuviera que dar identificación ni explicación alguna.
-Me gustaría conocer a cierta mujer enmascarada de la cual se susurra y se habla en toda Venecia -contestó el hombre de cabellos oscuros, volviendose para mirarla fijamente. La mujer bajó un instante la mirada, incluso en su severidad aquellos ojos de obsidiana le resultaron escalofriantes-. ¿Sabéis de qué dama hablo, no?
-Perfectamente -se apresuró a decir ella-. Pero creo que ahora... -ante una nueva mirada del hombre pareció cambiar de opinión, dejando los papeles que había empezado a consultar-. Por supuesto que podéis verla, mylord. Mandaré a Irina a ver si está libre, mientras usted puede ir subiendo -accedió la mujer.
Cain asintió con la cabeza, mostrando su conformismo con la situación mientras la dueña avisaba a una jovencita de cabellos rubios como la miel que se perdió entre las escaleras. Pocos minutos después la propia dueña del Palazzo della Sirene, conducía al nigromante hacia los pisos superiores para visitar a la dama enmascarada de la cual aún no sabía el nombre. Al caer en este detalle, preguntó:
-Una única cuestión... ¿cuál es su nombre?
-¿El nombre? -preguntó turbada la mujer volviendose hacia él, mientras subían las escaleras, deteniendose en un peldaño un instante.
-El nombre de la chica -puntualizó, asintiendo algo irritado. Menudo lugar donde preguntar el nombre causaba tal reacción de extrañeza. ¿Tan raro era que un hombre se interesara por el nombre de aquella a quien alquilaba aunque fuera por unos instantes? Al parecer sí.
-Aradia, se llama Aradia -respondió la mujer y, llegados a la puerta de Aradia, introdujo una llave pequeña en la cerradura y entró, haciendo una reverencia-. Espero que pase un buen rato, mylord.
Cain ni la miró ni respondió antes de entrar en la habitación de la cortesana.
Cain- Mundano
- Cantidad de envíos : 370
Fecha de inscripción : 07/10/2009
Localización : En el cementerio con una pala cantando bajo la luna.
Re: Il palazzo delle sirene
Aradía no esperaba clientes ya esa noche, por eso su lujoso vestido estaba colocado en su vestidor y ella lucia un simple camisón de seda blanca casi transparente que a veces parecia fundirse con su propia piel. Estaba en esos momentos sentada en el suelo, con las piernas en el interior de la tina, acariando la cabeza de Pan que en esos momentos descansaba en su regazo.
Disfrutaba de un intenso te arabe, una bebida que solía conseguir en la mano de oriente y que relajaba sus sentidos de forma que entre sus propios pensamientos a veces aparecían imagenes inconexas pero llenas de significado. Por alguna razón su perturbada mente dibujo los rasgos de un cuervo negro que hizo que sintiera un leve escalofrio.
En esos momentos entro Irina, una de las habitantes mas jovenes de la casa para avisarle de que un caballero había insistido en verla. Le agradeció el gesto y se quedo plantada donde estaba. El olor a tumba llego mucho antes de que el entrara en la habitación.
-Buenas noches señor.-dijo la joven sin volverse, sirviendose a ciegas una taza de té con menta.
Cuando se enfrento a él no había sido consciente de la repercusión y consecuencia que tendrían sus acciones. pero ahora tras lanzar la piedra al estanque las ondas se espandian hasta alcanzarla. Por eso no parecia asustada, ni siquiera en su rostro se percibia tensión alguna, solo la resignación de la llegada de algo inebitable.
Debería levantarse, pero en vez de eso tomo entre sus dedos un vasito de cristal y lo lleno de té. Alzando la mano para ofrecerselo.
Disfrutaba de un intenso te arabe, una bebida que solía conseguir en la mano de oriente y que relajaba sus sentidos de forma que entre sus propios pensamientos a veces aparecían imagenes inconexas pero llenas de significado. Por alguna razón su perturbada mente dibujo los rasgos de un cuervo negro que hizo que sintiera un leve escalofrio.
En esos momentos entro Irina, una de las habitantes mas jovenes de la casa para avisarle de que un caballero había insistido en verla. Le agradeció el gesto y se quedo plantada donde estaba. El olor a tumba llego mucho antes de que el entrara en la habitación.
-Buenas noches señor.-dijo la joven sin volverse, sirviendose a ciegas una taza de té con menta.
Cuando se enfrento a él no había sido consciente de la repercusión y consecuencia que tendrían sus acciones. pero ahora tras lanzar la piedra al estanque las ondas se espandian hasta alcanzarla. Por eso no parecia asustada, ni siquiera en su rostro se percibia tensión alguna, solo la resignación de la llegada de algo inebitable.
Debería levantarse, pero en vez de eso tomo entre sus dedos un vasito de cristal y lo lleno de té. Alzando la mano para ofrecerselo.
Aradia della Mezzanotte- Brujo
- Cantidad de envíos : 234
Fecha de inscripción : 10/10/2009
Re: Il palazzo delle sirene
La mujer hizo una inclinación respetuosa y se retiró, cerrando tras ella la puerta tras lanzar una dura mirada a Aradia cuyo significado era claro: habían pagado por ella, y el palazzo se ocupaba de mantenerla y alimentarla, más valía que no hiciera nada impropio. Una muda amenaza velada que la mujer no estaba segura de si la chica, sin poder ver, sería capaz de entender. Pero más de una vez había tenido la sensación de que aquella joven veía más de lo que aparentaba.
En el interior del cuarto Cain miró a su alrededor. La decoración era tan rica y candida como el resto del edificio, con sedas de todo tipo de colores. En una esquina había una varilla de incienso quemándose con lentitud llenando la habitación con su aroma. Entre este y el olor del té árabe que la joven cortesana tenía entre manos, el sitio parecía muy lejano de Venecia.
Se quitó con un geso pausado la capa negra, dejandola con delicadeza en una de las sillas de la habitación. Por debajo iba vestido con ropas que, aunque de buena facturación, eran flexibles y cómodas. Se acercó para coger el vaso de cristal de manos de Aradia, revelando que, por precaución, en aquella ocasión la piel de sus manos iba protegida por dos guantes de cuero negro. Fue esta tela la que acarició su piel al tomar el vaso y llevarselo a los labios para beber un poco.
Luego, sentandose frente a ella, pareció decidir que era hora de ir al grano. La expresión de ella era nula, y se preguntó qué esperaba ella que le haría después de lo ocurrido el otro día en los jardines.
-¿Sabes por qué estoy aquí, Aradia? -preguntó con voz aterciopelada pero imprecisa, sin darle pista alguna. Quería su sinceridad para empezar.
En el interior del cuarto Cain miró a su alrededor. La decoración era tan rica y candida como el resto del edificio, con sedas de todo tipo de colores. En una esquina había una varilla de incienso quemándose con lentitud llenando la habitación con su aroma. Entre este y el olor del té árabe que la joven cortesana tenía entre manos, el sitio parecía muy lejano de Venecia.
Se quitó con un geso pausado la capa negra, dejandola con delicadeza en una de las sillas de la habitación. Por debajo iba vestido con ropas que, aunque de buena facturación, eran flexibles y cómodas. Se acercó para coger el vaso de cristal de manos de Aradia, revelando que, por precaución, en aquella ocasión la piel de sus manos iba protegida por dos guantes de cuero negro. Fue esta tela la que acarició su piel al tomar el vaso y llevarselo a los labios para beber un poco.
Luego, sentandose frente a ella, pareció decidir que era hora de ir al grano. La expresión de ella era nula, y se preguntó qué esperaba ella que le haría después de lo ocurrido el otro día en los jardines.
-¿Sabes por qué estoy aquí, Aradia? -preguntó con voz aterciopelada pero imprecisa, sin darle pista alguna. Quería su sinceridad para empezar.
Cain- Mundano
- Cantidad de envíos : 370
Fecha de inscripción : 07/10/2009
Localización : En el cementerio con una pala cantando bajo la luna.
Re: Il palazzo delle sirene
Se tomo su tiempo para sacar los pies del agua, y despedir con una leve caricia a Pan le pide que valla al jardin. Debe parecer estupida mandando a su unica protección al jardin, pero si al igual que ella el nigromante no buscaba problemas habría una seria de limites que no propasaria.
-Supongo que eres la onda que regresa tras haber lanzado la piedra al rio.-contesta con voz pausada, despues le da un trago al té y deja el vaso cobre el marmol del suelo, abrazandose despues a la rodilla.-Estoy en un lugar donde la vida no fluye precisamente bien y en una noche en la que la luna esta casi nueva, no creo que te este dando detalles que tu desconozcas de antemano.
Sirve despacio dos nuevas tazas de té y las carga con una cucharadita de miel para que borre el amargor que poco a poco va poseyendo té. Tras eso se aparta de la cara la larga melena negra que enmarca la obra de arte que es su rostro, aunque este detalle realmente lo desconoce ya que sera algo que nunca podra contemplar.
-La venganza es un plato que segun muchos se sirve frio, esta claro que yo esta noche soy ese plato y que veneis a cobrarosla en el mismo servicio por el que toda venecia paga...-dijo sin que en ningun momento le temblara la voz.-Esta bien.
Con la suave caricia de un dedo dejo caer uno de los tirantes de su vestido, haciendo que las lineas del escote se mostraran realmente suculentas.
-Supongo que eres la onda que regresa tras haber lanzado la piedra al rio.-contesta con voz pausada, despues le da un trago al té y deja el vaso cobre el marmol del suelo, abrazandose despues a la rodilla.-Estoy en un lugar donde la vida no fluye precisamente bien y en una noche en la que la luna esta casi nueva, no creo que te este dando detalles que tu desconozcas de antemano.
Sirve despacio dos nuevas tazas de té y las carga con una cucharadita de miel para que borre el amargor que poco a poco va poseyendo té. Tras eso se aparta de la cara la larga melena negra que enmarca la obra de arte que es su rostro, aunque este detalle realmente lo desconoce ya que sera algo que nunca podra contemplar.
-La venganza es un plato que segun muchos se sirve frio, esta claro que yo esta noche soy ese plato y que veneis a cobrarosla en el mismo servicio por el que toda venecia paga...-dijo sin que en ningun momento le temblara la voz.-Esta bien.
Con la suave caricia de un dedo dejo caer uno de los tirantes de su vestido, haciendo que las lineas del escote se mostraran realmente suculentas.
Aradia della Mezzanotte- Brujo
- Cantidad de envíos : 234
Fecha de inscripción : 10/10/2009
Re: Il palazzo delle sirene
Cain no sabría decir si las palabras de la cortesana le divierten en sobremanera o le causan lástima al escucharlas. La voz de la joven parecía tan muerta como sus ojos, sonando resignada a lo inevitable. Por lo que parecía no era el primero que recurría a sus "servicios" aquel día. El nigromanete sabía que muchas de su orden, al igual que del Gremio, se ocultaban tras los rostros de las cortesanas, a veces como escondite y otras simplemente para tener, de forma irónica, más libertad y posibilidades de aprender que otras mujeres. Se preguntó cómo vería Aradia su trabajo, más allá de la resignación.
-Así que crees que vengo a vengarme... -musitó con calma. Se había sentado en el suelo para estar más cómodo, mirándola fijamente mientras servía las tazas de te-. ¿Consideráis que debo vengarme pues? Sin duda vuestra actitud dejó mucho que desear la otra noche ya que actuasteis como una niña malcriada que está acostumbrada a oir halagos -era consciente de que aquellas palabras podrían ofenderla de nuevo, como también era consciente que aquella noche, en aquel lugar, ella poco podía hacer al respecto-. En realidad no era eso lo que tenía planeado -añadió para tranquilizarla.
Sus ojos recorrieron el cuerpo de Aradia con lentitud, indescifrables. Ella dejó caer uno de los tirantes del sencillo camisón que llevaba. La chica era hermosa pero, a su modo de ver, tal actitud restaba por completo encanto a la escena. Faltaba algo. Pasión, juzgó al final. Y la única pasión que en ella había visto hasta entonces venía del enfado.
Así que los servicios por los que toda Venecia pagaba...
Probó a pincharla de nuevo.
-¿Y para tus servicios qué te enseñan aquí? -preguntó con aire intencionadamente desinteresado, contemplando con deje aburrido el sitio mientras daba otro sorbo al te.
-Así que crees que vengo a vengarme... -musitó con calma. Se había sentado en el suelo para estar más cómodo, mirándola fijamente mientras servía las tazas de te-. ¿Consideráis que debo vengarme pues? Sin duda vuestra actitud dejó mucho que desear la otra noche ya que actuasteis como una niña malcriada que está acostumbrada a oir halagos -era consciente de que aquellas palabras podrían ofenderla de nuevo, como también era consciente que aquella noche, en aquel lugar, ella poco podía hacer al respecto-. En realidad no era eso lo que tenía planeado -añadió para tranquilizarla.
Sus ojos recorrieron el cuerpo de Aradia con lentitud, indescifrables. Ella dejó caer uno de los tirantes del sencillo camisón que llevaba. La chica era hermosa pero, a su modo de ver, tal actitud restaba por completo encanto a la escena. Faltaba algo. Pasión, juzgó al final. Y la única pasión que en ella había visto hasta entonces venía del enfado.
Así que los servicios por los que toda Venecia pagaba...
Probó a pincharla de nuevo.
-¿Y para tus servicios qué te enseñan aquí? -preguntó con aire intencionadamente desinteresado, contemplando con deje aburrido el sitio mientras daba otro sorbo al te.
Cain- Mundano
- Cantidad de envíos : 370
Fecha de inscripción : 07/10/2009
Localización : En el cementerio con una pala cantando bajo la luna.
Re: Il palazzo delle sirene
Permanece calmada, controlando en todo momento sus emociones, siendo consciente de donde esta y manteniendo el lado que afloro en le jardin dentro de si misma. Sabía todo lo que se arriesgaba si su ira se liberaba allí. Asi que se limita a pensar en él como en un cliente.
-Tienes razón, actue de un modo infantil, pero vos tampoco fuisteis un ejemplo de caballerosidad. Considere oportuno daros una lección.-Contesta con la voz pausada.-Si esperas que me arroje a tus brazos, aunque hallas pagado, estas equivocado... Hueles demasiado a cementerio y a muerte.
Se levanto del suelo y paseo por la habitación hasta pararse en el tocador, alli trastea a tientas con varios frasquitos de perfumes, abriendolos y oliendolos con aires delicados. Hasta que al final se aplica tras las orejas unas gotas de esencia de azahar importada de la Granada Musulmana. Para ella aquel olor servia de afrodisiaco, e incrementaba su poder de fascinación.
Y es que mientras se había apartado su mente se habia concentrado en hacer que su aura envolviera al miembro del loto negro, haciendo que solo pudiera fijarse en ella, hechizandole para que la deseara por todas las cosas. Queria acabar el trabajo rapidamente y agotarle cual sucubo para que se marchara pronto. No quería seguir escuchando aquellas palabras que por encima de de todo querían profanar su alma.
Deja caer el vestido cuando pasa delante de él y se mete en la tina de agua tibia, una pequeña piscina construida en marmol, restos de la cultura romana en venecia. Estira la mano y tanteante coge un racimo de uvas sosteniendolo pegado a su pecho, robando una y tomandosela.
-¿Vienes?-ronronea.
-Tienes razón, actue de un modo infantil, pero vos tampoco fuisteis un ejemplo de caballerosidad. Considere oportuno daros una lección.-Contesta con la voz pausada.-Si esperas que me arroje a tus brazos, aunque hallas pagado, estas equivocado... Hueles demasiado a cementerio y a muerte.
Se levanto del suelo y paseo por la habitación hasta pararse en el tocador, alli trastea a tientas con varios frasquitos de perfumes, abriendolos y oliendolos con aires delicados. Hasta que al final se aplica tras las orejas unas gotas de esencia de azahar importada de la Granada Musulmana. Para ella aquel olor servia de afrodisiaco, e incrementaba su poder de fascinación.
Y es que mientras se había apartado su mente se habia concentrado en hacer que su aura envolviera al miembro del loto negro, haciendo que solo pudiera fijarse en ella, hechizandole para que la deseara por todas las cosas. Queria acabar el trabajo rapidamente y agotarle cual sucubo para que se marchara pronto. No quería seguir escuchando aquellas palabras que por encima de de todo querían profanar su alma.
Deja caer el vestido cuando pasa delante de él y se mete en la tina de agua tibia, una pequeña piscina construida en marmol, restos de la cultura romana en venecia. Estira la mano y tanteante coge un racimo de uvas sosteniendolo pegado a su pecho, robando una y tomandosela.
-¿Vienes?-ronronea.
Aradia della Mezzanotte- Brujo
- Cantidad de envíos : 234
Fecha de inscripción : 10/10/2009
Re: Il palazzo delle sirene
En cierto modo le molesta que sea capaz de mantener un rostro tan neutro. Estaba acostumbrado que, por uno u otro motivo, los demás acabaran revelando sus emociones de una forma más clara, normalmente sacándolos de quicio o metiendo el dedo en las yagas de su alma con espantosa facilidad. En cambio aquella chica tenía el don de tener perpetuamente cara de poquer que muchos jugadores querrían para sí.
-No es mi obligación ser un caballero -respondió con sencillez y así era. A veces jugaba a serlo como un niño juega a ser soldado con una espada y, dado que había recibido lecciones de educación noble, era capaz de actuar como un buen gentilhombre, pero no se considraba tal así que no tenía obligación de ello.
En cambio ella sí.
Era consciente del efecto que ella pretendía causar sobre él. Estaba habituado a la magia y se había informado acerca de ella, así que no le pilló tan de sorpresa como la vez anterior... aunque eso no restaba atractivo y magnetismo a la chica, con su olor a flores y azahar. Pero al fin y al cabo él la había retado a que sacara sus armas de cortesana, ¿no era así? Sí, así era. Quizá aquello solo era para tapar, ¿cómo había dicho ella?, su olor a cementerio y muerte.
Se rió un poco ante tal idea y ante la actitud de la joven, hechizante, y se puso en pie para quitarse el resto de la ropa, dejando que cayera con pesadez sobre una de las sillas. Salió al pequeño jardín. Cualquiera se lo habría pensado dos veces después de lo ocurrido la otra vez, pero allí no había tanta naturaleza como para darle demasiado poder a Aradia. Se metió en la piscina y cogió una de las uvas con curiosidad. Después volvió a mirarla, aunque en todo aquello no había dejado de prestarle atención.
-Dijiste que hablaba sin saber el otro día... así que ahora cuentamente la verdad, pequeña... ¿qué haces aquí? -preguntó y ella sabía a que se refería. Con el poder que tenía podría ser una de las más poderosas de su orden, ¿para qué atarse a una casa de cortesanas? Para un ser orgulloso como se había mostrado ella en los jardines no debía ser una vida satisfactoria.
-No es mi obligación ser un caballero -respondió con sencillez y así era. A veces jugaba a serlo como un niño juega a ser soldado con una espada y, dado que había recibido lecciones de educación noble, era capaz de actuar como un buen gentilhombre, pero no se considraba tal así que no tenía obligación de ello.
En cambio ella sí.
Era consciente del efecto que ella pretendía causar sobre él. Estaba habituado a la magia y se había informado acerca de ella, así que no le pilló tan de sorpresa como la vez anterior... aunque eso no restaba atractivo y magnetismo a la chica, con su olor a flores y azahar. Pero al fin y al cabo él la había retado a que sacara sus armas de cortesana, ¿no era así? Sí, así era. Quizá aquello solo era para tapar, ¿cómo había dicho ella?, su olor a cementerio y muerte.
Se rió un poco ante tal idea y ante la actitud de la joven, hechizante, y se puso en pie para quitarse el resto de la ropa, dejando que cayera con pesadez sobre una de las sillas. Salió al pequeño jardín. Cualquiera se lo habría pensado dos veces después de lo ocurrido la otra vez, pero allí no había tanta naturaleza como para darle demasiado poder a Aradia. Se metió en la piscina y cogió una de las uvas con curiosidad. Después volvió a mirarla, aunque en todo aquello no había dejado de prestarle atención.
-Dijiste que hablaba sin saber el otro día... así que ahora cuentamente la verdad, pequeña... ¿qué haces aquí? -preguntó y ella sabía a que se refería. Con el poder que tenía podría ser una de las más poderosas de su orden, ¿para qué atarse a una casa de cortesanas? Para un ser orgulloso como se había mostrado ella en los jardines no debía ser una vida satisfactoria.
Cain- Mundano
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Re: Il palazzo delle sirene
Post con banda sonora https://www.youtube.com/watch?v=MpmGJDagzLk
La luz era debil, el resplandor de las antorchas que incidia sobre la pequeña piscina puesta en el jardin. El sol diurno había templado el agua hasta hacerla realmente agradable. Cualquier otra mujer hubiera alabado melosa el fisico del nigromante, pero ella no lo apreciaba, solo percibia las tormentosas formas negras de su alma que poco a poco iban tiñiendose de rojo tal y como ella deseaba.
Sabia jugar con sus encantos y con el terreno. Asi que se acerco gracil en el agua y cogiendo la mano de él que ahora sostenia el racimo de uvas y lo elevo, para atrapar una uva directamente con sus labios, masticandola despues.
Del interior de la casa salia el sonido de los musicos arabes contratados por la señora de la casa para darle un aire exotico a la noche. Como siempre la musica hechiza los sentidos de la joven cortesana y la invitan a mover su cuerpo con aires senseuales dentro del agua, aunque no llega al misterio de las orientales.
-Haces demasiadas preguntas mi querido nigromante, pero hay secretos que solo compartimos los hados, las estrellas y yo.-susurra tras acercarse a él, pegando su piel a la de él y derramando su aliento calido en su oido.-Y si te los contara dejarian de ser secretos.
Se aparta de él para acabar al otro lado de la piscina, apoyandose contra el muro de marmol y le hace un gesto sensual, invitandole a seguirla, a tomar, a hacerla suya en aquel juega donde la presa en el fondo es la depredadora.
-Hablas demasiado y estoy empezando a pensar que tienes unos gustos demasiado diferentes a lo que una hermosa mujer puede ofrecer.
Queria acelerar las cosas, librarse de las preguntas incomodas que querian horadar en las profundidades de su alma. Era poseedora de muchos secretos, pero el poseerlos no era sinonimo de tener que compartirlos, aunque a veces desease compartir su carga con alguien.
La luz era debil, el resplandor de las antorchas que incidia sobre la pequeña piscina puesta en el jardin. El sol diurno había templado el agua hasta hacerla realmente agradable. Cualquier otra mujer hubiera alabado melosa el fisico del nigromante, pero ella no lo apreciaba, solo percibia las tormentosas formas negras de su alma que poco a poco iban tiñiendose de rojo tal y como ella deseaba.
Sabia jugar con sus encantos y con el terreno. Asi que se acerco gracil en el agua y cogiendo la mano de él que ahora sostenia el racimo de uvas y lo elevo, para atrapar una uva directamente con sus labios, masticandola despues.
Del interior de la casa salia el sonido de los musicos arabes contratados por la señora de la casa para darle un aire exotico a la noche. Como siempre la musica hechiza los sentidos de la joven cortesana y la invitan a mover su cuerpo con aires senseuales dentro del agua, aunque no llega al misterio de las orientales.
-Haces demasiadas preguntas mi querido nigromante, pero hay secretos que solo compartimos los hados, las estrellas y yo.-susurra tras acercarse a él, pegando su piel a la de él y derramando su aliento calido en su oido.-Y si te los contara dejarian de ser secretos.
Se aparta de él para acabar al otro lado de la piscina, apoyandose contra el muro de marmol y le hace un gesto sensual, invitandole a seguirla, a tomar, a hacerla suya en aquel juega donde la presa en el fondo es la depredadora.
-Hablas demasiado y estoy empezando a pensar que tienes unos gustos demasiado diferentes a lo que una hermosa mujer puede ofrecer.
Queria acelerar las cosas, librarse de las preguntas incomodas que querian horadar en las profundidades de su alma. Era poseedora de muchos secretos, pero el poseerlos no era sinonimo de tener que compartirlos, aunque a veces desease compartir su carga con alguien.
Aradia della Mezzanotte- Brujo
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Re: Il palazzo delle sirene
El ambiente era ideal para el lugar, sin duda. Probáblemente estuviera bien calculada cada vela que ardía con suavidad, desprendiendo aromas éxoticos, cada incienso, cada tipo de te... y sobre todo la música que parecía moverse al ritmo de la chica, acompasandola, como si ambas fueran una misma cosa y ella fuera quien emitiese esa melodía o ella fuera una marioneta movida por esos instrumentos que no podía ver pero oía demasiado bien. Todo aquello a un bonito rostro como el suyo y a la habilidad de Ariana en su oficio creaba una mezcla idónea para la situación.
Aspiró su aroma un segundo, embelesado. Se le hacía sumamente extraño, acostumbrado como estaba más al olor de cirios consumidos, ritos oscuros, cementerios y castillos olvidados. Y ahora ponían ante él azahar. Cerró los ojos negros un instante, en un parpadeo más largo de lo normal, al notarla tan cerca... cuando algo le llamó la atención.
-¿Querido? No me hagas reir... -pidió, sonriendo a pesar de sus palabras-. Al menos seamos sinceros. Este es tu trabajo -puntualizó, sin dejar claro si le daba igual o no que así fuera.
La siguió al otro lado de la piscina, apoyando los dedos sobre su piel mojada y el agua impidió que sus magias volvieran a chocar como la noche anterior. Pasó los dedos por su mejilla con cuidado, mirándola fijamente, y después, con lentitud, bajó para besar un instante sus labios.
-Hummm... cualquiera diría que esta escena debería repugnarte y asquearte: yo soy todo lo contrario a lo que tú representas -susurró en voz baja junto a sus labios, humedos por el agua de la piscina. De hecho si el resto de su orden se enterase probáblemente Aradia no volvería a ser vista con buenos ojos entre las suyas. Por muy cortesanas que fueran algunas había límites que no debían sobrepasarse. Un elemento muy curioso era aquella joven... sí.
Aspiró su aroma un segundo, embelesado. Se le hacía sumamente extraño, acostumbrado como estaba más al olor de cirios consumidos, ritos oscuros, cementerios y castillos olvidados. Y ahora ponían ante él azahar. Cerró los ojos negros un instante, en un parpadeo más largo de lo normal, al notarla tan cerca... cuando algo le llamó la atención.
-¿Querido? No me hagas reir... -pidió, sonriendo a pesar de sus palabras-. Al menos seamos sinceros. Este es tu trabajo -puntualizó, sin dejar claro si le daba igual o no que así fuera.
La siguió al otro lado de la piscina, apoyando los dedos sobre su piel mojada y el agua impidió que sus magias volvieran a chocar como la noche anterior. Pasó los dedos por su mejilla con cuidado, mirándola fijamente, y después, con lentitud, bajó para besar un instante sus labios.
-Hummm... cualquiera diría que esta escena debería repugnarte y asquearte: yo soy todo lo contrario a lo que tú representas -susurró en voz baja junto a sus labios, humedos por el agua de la piscina. De hecho si el resto de su orden se enterase probáblemente Aradia no volvería a ser vista con buenos ojos entre las suyas. Por muy cortesanas que fueran algunas había límites que no debían sobrepasarse. Un elemento muy curioso era aquella joven... sí.
Cain- Mundano
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Re: Il palazzo delle sirene
Sabía que tarde o temprano sabría despertar sus instintos, a fin de cuentas era su modo de vida, conocer a los hombres para darles placer y hacerles enloquecer. Sabía que si no la hubiera buscado a ella en concreto las otras le habrían enviado aquel trabajo, pocas Stregas estan tan seguras de su luz como para yacer con la oscuridad.
Ella es consciente de que esta atrapada en las sombras, pero puede brillar en la oscuridad. Marco lo creia así y ella creia en Marco... Aunque el ya no estaba...
Se estremecio ante la leve caricia dejando escapar un leve supiro y temblo un poco ante el contacto de sus labios. Le sorprendio que fueran tan calidos, casi se esperaba la frialdad de un muerto pero estaba vivo. Sus manos se apoyaron sobre su pecho y gracias a su don sobre la magia de vida sabía como y donde debía acariciarle para producirle placer.
-Tu mismo lo has dicho... Es solo trabajo...
Paso su mano por el pecho del nigromante, arañandole hasta hacerle sangrar. Una forma de dejarle claro que para ella no era mas que un cliente y que en otras circustancias tal vez le mataria.
Ella es consciente de que esta atrapada en las sombras, pero puede brillar en la oscuridad. Marco lo creia así y ella creia en Marco... Aunque el ya no estaba...
Se estremecio ante la leve caricia dejando escapar un leve supiro y temblo un poco ante el contacto de sus labios. Le sorprendio que fueran tan calidos, casi se esperaba la frialdad de un muerto pero estaba vivo. Sus manos se apoyaron sobre su pecho y gracias a su don sobre la magia de vida sabía como y donde debía acariciarle para producirle placer.
-Tu mismo lo has dicho... Es solo trabajo...
Paso su mano por el pecho del nigromante, arañandole hasta hacerle sangrar. Una forma de dejarle claro que para ella no era mas que un cliente y que en otras circustancias tal vez le mataria.
Aradia della Mezzanotte- Brujo
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Re: Il palazzo delle sirene
Percibió con claridad el estremecimiento de la joven y como tembló bajo sus manos. A saber qué estaría pensando tras aquella cara que permanecía tranquila e impasible, sin mostrar ningún sentimiento. ¿Asco? ¿Miedo? ¿Lo disfrtuaría en el fondo aunque lo negase? Intuía que quería acabar rápido, pero no se lo iba a permitir. Estaba dispuesto a quedarse el tiempo que hiciera falta para saciar la curiosidad... entre otras cosas.
La mano del nigromante ascendió hasta su cuello, agarrandola por la base de la mandibula mientras la otra aferraba sus cabellos como la otra noche. Sus labios, cálidos por el agua y por la cercanía de la magia de ella, se posaron sobre su cuello desnudo y expuesto, recorriendolo.
Las uñas de la strega se clavaron en su pecho, haciendo brillar pequeñas gotas de sangre roja, por completo humana. Pues no es el cuerpo lo que diferencia a uno de otro si no el alma, el aura y la magia; y ahí entraba el libre albedrío que dejaba a los hombres manipular estas tres como quisieran. Cain separó un segundo los labios de la piel de Aradia. Con delicadeza apoyó uno de los dedos en su frente, en el nacimiento del cabello, bajandolo con cuidado, recorriendo la nariz perfilandola, los labios, el cuello... Se detuvo un momento entre sus pechos.
-Sois hermosa... ¿pero acaso no sentis nada? -preguntó y su voz sonó lejana, como si fuera un espectador analizandola. Le extrañaba. Otras mujeres ya habrían caido rendidas a sus pies hacía rato. En cierto modo era un reto mientras que esos otros casos se habían vuelto aburridos y repetitivos. Pero no dejaba de intrigarle.
La mano del nigromante ascendió hasta su cuello, agarrandola por la base de la mandibula mientras la otra aferraba sus cabellos como la otra noche. Sus labios, cálidos por el agua y por la cercanía de la magia de ella, se posaron sobre su cuello desnudo y expuesto, recorriendolo.
Las uñas de la strega se clavaron en su pecho, haciendo brillar pequeñas gotas de sangre roja, por completo humana. Pues no es el cuerpo lo que diferencia a uno de otro si no el alma, el aura y la magia; y ahí entraba el libre albedrío que dejaba a los hombres manipular estas tres como quisieran. Cain separó un segundo los labios de la piel de Aradia. Con delicadeza apoyó uno de los dedos en su frente, en el nacimiento del cabello, bajandolo con cuidado, recorriendo la nariz perfilandola, los labios, el cuello... Se detuvo un momento entre sus pechos.
-Sois hermosa... ¿pero acaso no sentis nada? -preguntó y su voz sonó lejana, como si fuera un espectador analizandola. Le extrañaba. Otras mujeres ya habrían caido rendidas a sus pies hacía rato. En cierto modo era un reto mientras que esos otros casos se habían vuelto aburridos y repetitivos. Pero no dejaba de intrigarle.
Cain- Mundano
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Re: Il palazzo delle sirene
Ella se deja acariciar por él, su cuerpo responde a sus caricias erizandose su piel y dejando escapar suaves suspiros de lo profundo de su garganta, musicales y claros. Pero parte de ella no estaba allí, por mucho que su cuerpo sintiera cuando los hombres se volcaban en volcarles atenciones había algo que no terminaba de estar bien.
Siempre habían dicho de ella que era fría, no como amante que era capaz de hacer enloquecer a un hombre si no de alma. Nadie habia conseguido que le entregase algo mas que una caricia, su alma era un tesoro tan preciado que solo había pertenecido a una persona, y esa persona hacia demasiado que habia muerto.
La dama de hielo lanzo un nuevo ataque contra el pobre mortal, sus manos fueron descendiendo mas alla de su vientre, acariciando en el proceso cada punto exacto que haria eclibsar sus sentidos del nigromante, produciendo una caricia demasiado placentera para estar producida por manos humanas.
-Soy una cortesana.-susurro.-Mi corazón es de hielo.
Ahora es ella la que con una mano aferra la cabellera humeda del nigromante, atrayendolo hacia así y besando sus labios con cierta violencia, mordiendo su labio inferior.
Siempre habían dicho de ella que era fría, no como amante que era capaz de hacer enloquecer a un hombre si no de alma. Nadie habia conseguido que le entregase algo mas que una caricia, su alma era un tesoro tan preciado que solo había pertenecido a una persona, y esa persona hacia demasiado que habia muerto.
La dama de hielo lanzo un nuevo ataque contra el pobre mortal, sus manos fueron descendiendo mas alla de su vientre, acariciando en el proceso cada punto exacto que haria eclibsar sus sentidos del nigromante, produciendo una caricia demasiado placentera para estar producida por manos humanas.
-Soy una cortesana.-susurro.-Mi corazón es de hielo.
Ahora es ella la que con una mano aferra la cabellera humeda del nigromante, atrayendolo hacia así y besando sus labios con cierta violencia, mordiendo su labio inferior.
Aradia della Mezzanotte- Brujo
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Re: Il palazzo delle sirene
- Spoiler:
- La respiración del hombre era entrecortada al sentir las manos de la mujer que, hábilmente, sabían como hacer reaccionar su cuerpo, junto al de ella. Podía sentir sus dedos entre su pelo, su piel mojada contra la de él con perfecta claridad. Se le antojó una bailarina nocturna aunque parte de su mente percibía que había algo que estaba mal.
Ella hacía pero no sentía, su alma no. Era como una muñeca que había aprendido qué movimientos, qué gestos debía hacer para conseguir que los hombres se excitaran junto a ella, pero aquella emoción no llegaba hasta ella. Verdaderamente tenía el corazón de hielo, ya porque alguien la obligara o porque ella misma lo había decidido así. ¿Qué le habría pasado? Pero no preguntó. Sabía que no recibiría respuesta alguna. De hecho le daba la impresión de que podía preguntarle su edad y Aradia respondería igual que cuando le preguntaba por su pasado.
Así que no dijo nada, acariciandole la mejilla un segundo con lentitud, como queriendole dar una última oportunidad que sabía que ella rechazaría pero se sentía en la obligación de dar.
No iba a negar que intentaría después corromper su alma, ya que era de lo que se alimentaba, pero en aquel caso antes tendría que haberla limpiado, cortar los lazos que la ataban al dolor, sin que olvidará, haciendole avanzar para luego guiarla a la oscuridad.
Se separaron unos segundos y sus ojos recorrieron el cuerpo de la joven, blanco como la leche, con aquellos ojos que no miraban. Comprendía a la perfección porque la consideraban como consideraban, una diosa.
La cogió por la cintura, elevandola, y apoyó los labios en la cara interna de su muslo, subiendolos con lentitud, entreteniendose y recreandose en los gestos que hacían que el cuerpo de ella se arqueara. Era como tocar el violín, solo había que saber pulsar las cuerdas adecuadas. Cerró los ojos un momento, afanandose, buscando una reacción, cualquiera, sin esperanza realmente.
Última edición por Cain el Jue Oct 15, 2009 8:12 am, editado 1 vez
Cain- Mundano
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Localización : En el cementerio con una pala cantando bajo la luna.
Re: Il palazzo delle sirene
- Spoiler:
- No esperaba aquella acometida de caricias por su parte, estaba acostumbrada a la fogosidad de los amantes venecianos pero tambien a su egoismo por lo que se sorprendio de que el nigromante buscara algo mas que su propio placer. No pudo evitar arquear la espalda sometida al placer que le provocava, de forma inconsciente sus manos se aferraron a sus hombros clavando las uñas en su espalda hasta casi hacerle sangrar.
Al final sucumbio estallando en un torrente de sensaciones, derramando jadeos y gemidos en al oido de Cain. Un canto pagano mientras el la profanaba...
Poco a poco recupero el aliento... jadeando aun se dejo caer de nuevo al agua, empujandole a él y sonriendo de forma picara, dandole a entender que ahora era su turno en aquella lucha de fuerzas, la luz luchaba por recuperar terreno frente a la oscuridad.
Comienza por besar su cuello, mordisqueandolo cual gata traviesa para ir descendiendo lentamente en su caricias, hasta que parece descender mas alla del vientre, pero ahi se detiene, irguiendose de nuevo para empujarle contra una de las paredes de la piscina y saltando sobre él, para rodearle la cintura con sus piernas y aferrarse a su cuello.
-La luz de la luna siempre vence a las tinieblas...-susurro en su oido mientras acoplaba por completo su cuerpo al suyo, guiando ella ahora los placenteros movimientos.
Aradia della Mezzanotte- Brujo
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Re: Il palazzo delle sirene
- Spoiler:
- Resultaba poco menos que curioso que a veces ocurrían aquel tipo de cosas. Podías mirar un problema durante días, buscar la solución a un hechizo que falla y no sabes cómo ni por qué, y que justo cuando dejas de prestarle atención, cuando ya te rindes, la respuesta aparece ante ti.
En aquella ocasión no era la Respuesta exactamente, pero era algo. Algo pequeño, pero satisfactorio. Pues no pudo agradarle más que oir los gemidos de Aradia. No los gemidos automáticos que emite alguien al ser acariciado, si no unos que indicaban que ella realmente lo estaba sintiendo, aunque fuera de forma incosciente a pesar de su actitud de fría diosa.
Incluso las diosas pueden disfrutar. Aunque a veces tenga que aparecer un demonio para demostrarselo.
Separó los labios de sus piernas, relamiendose, con los ojos brillando de aprovación y vió la cara de Aradia, que le arrancó una sonrisa. Su expresión era pícara, la de una diosa que se permite bajar a la tierra, aunque fuera por un corto espacio de tiempo, y que no consiente que solo los demonios se diviertan. Pero no le importa. Está más que dispuesto a disfrutar en sus manos, así que la acoge cuando ella le acaricia y rodea su cintura con sus piernas.
-Pero las tinieblas siempre han estado allí, y seguirán estando, antes y después de la luz, y durante a su alrededor, aguardando -susurró él en su oido, notando como ella se juntaba a él. Era un círculo inévitable el de la luz y la oscuridad, eterno, indestructible. Ya que si se quebrase el mundo no sobreviviría.
Los movimientos de la mujer hacen que el nigromante jadee, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás, contra el borde de la piscina. Se volvió a adelante, de nuevo, para besarla con fiereza digna de la oscuridad, pero dejando que ella guiara, sin ganas de que terminase nunca.
Cain- Mundano
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Localización : En el cementerio con una pala cantando bajo la luna.
Re: Il palazzo delle sirene
- Spoiler:
- En si cedia, y parecia entregarse, aunque no era a él a quien se entregaba si no aun recuerdo. En su mente buscaba las sensaciones que marco despertaba en ella, el aroma de su piel, la forma de sus caricias, so voz... Cada vez le costaba mas recrearlo, pues el recuerdo se iba marchitando cual flor ante la llegada del invierno, el fantasma de su amado parecia alejarse de él para no volver.
Aun asi consigue envolverse en el recuerdo y disfrutar, pensando que son otras manos las que la acarician, solo sale de aquel trace cuando el nigromante susurra esas palabras. La vuelta a la realidad por unas instantes hacen que de sus ojos afloren lagrimas saladas mientras se ve obligada a dejarse llevar por aquel apasionado beso.
Se siente impura cuando termina de dejarse llevar por el deseo y alcanzar de nuevo aquel prohibido climax, su cuerpo la ha traicionado si haber podido alcanzar de nuevo aquel refugio interior donde nada podía afectarla. Tras esperar a que él llegue al climax se aparta.
Sale del agua con agilidad felina no queriendo volverse atras, se pierde en el jardin, escondiendose tras las ramas de sauce como ninfa escondiendose de apolo. En si no es ella la que se quiere ocultar, si no el dolor de sus lagrimas tras haber traicionado su recuerdo.
Aradia della Mezzanotte- Brujo
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Re: Il palazzo delle sirene
Alcanza a entrever sus lágrimas un instante, en el cual sus ojos parecen idos, como si se diera cuenta de un gran error, pero el instante pasa y su rostro cambia de nuevo y las lágrimas parecen más gotas del agua de la piscina que otra cosa, así que en principio no le hace caso, continuando aquella extaña danza llena de placer que llenaba las noches de los hombres desde el principio de los tiempos.
Le sorprende un poco que ella se aparte con tal rapidez cuando terminan, sin decir nada, misteriosa como siempre... ¿o algo más? Porque al girarse parece esconder su rostro más que apartarse, como si lo segundo fuera algo secundario y su preocupación lo primero. No se vuelve de forma especialmente onírica, aunque resulta igualmente hechizante por su belleza y su aspecto felino. Y aquella vez si le parece ver las lágrimas y está más lúcido, lo suficiente para darse cuenta de ello.
Aradia sale del agua, aún desnuda, y Cain podía ver las gotas de agua deslizarse por sus piernas, por la curva de la espalda, antes de que ella desaparezca entre las plantas del jardín. Aún persisten los olores de antes, más intensos si caben, pues ahora parecen haberse pegado a su piel através del contacto con ella.
El nigromante sale también del agua y piensa un momento si aproximarse a ella y decirle algo o si dejarla tranquila e irse. Lo segundo se le antoja demasiado ruin, demasiado igual a lo que debían hacer todos con ella. Usarla y tirarla como a un trapo. Pasar de ser la diosa que les daba placer a ser un mero objeto del que olvidarse con facilidad.
Así que se aproxima a ella, por detras, sin hacer demasiado ruido y se asoma por detrás del sauce. Tiene una hoja entre los dedos y se agacha junto a ella, sin obligarla a mirarle, simplemente estando allí.
-Puedes despreciarme y puedes odiarme si quieres -comenzó a decir con voz pausada y tranquila-. Sé que no quieres responderme y no te pido que lo hagas. Pero piensa por un momento lo que ha ocurrido, que por unos segundos has estado a punto de estar curada -y no se refería a su cuerpo si no a su alma y ella lo sabía-. Lo que ocurre, ocurre. Puede ser igualmente cruel y que te cures. Seguir sufriendo no arreglará nada. Así que ya sabes lo que viene ahora, ¿verdad? No sé qué te habrá pasado pero si alguna vez quieres curar tu alma estoy a tu disposición. ¿Me has oido? -preguntó. Sabía que las posibilidades eran ínfimas, pero era el mismo impulso que le había llevado a acariciarla. Un último intento.
Por muy dolido que esté alguien siempre espera que haya alguien dispuesto a ayudarle, por mucho que diga lo contrario. Espera que ese sea el caso de aquella joven diosa.
O si no estaba perdida. Para siempre.
Le sorprende un poco que ella se aparte con tal rapidez cuando terminan, sin decir nada, misteriosa como siempre... ¿o algo más? Porque al girarse parece esconder su rostro más que apartarse, como si lo segundo fuera algo secundario y su preocupación lo primero. No se vuelve de forma especialmente onírica, aunque resulta igualmente hechizante por su belleza y su aspecto felino. Y aquella vez si le parece ver las lágrimas y está más lúcido, lo suficiente para darse cuenta de ello.
Aradia sale del agua, aún desnuda, y Cain podía ver las gotas de agua deslizarse por sus piernas, por la curva de la espalda, antes de que ella desaparezca entre las plantas del jardín. Aún persisten los olores de antes, más intensos si caben, pues ahora parecen haberse pegado a su piel através del contacto con ella.
El nigromante sale también del agua y piensa un momento si aproximarse a ella y decirle algo o si dejarla tranquila e irse. Lo segundo se le antoja demasiado ruin, demasiado igual a lo que debían hacer todos con ella. Usarla y tirarla como a un trapo. Pasar de ser la diosa que les daba placer a ser un mero objeto del que olvidarse con facilidad.
Así que se aproxima a ella, por detras, sin hacer demasiado ruido y se asoma por detrás del sauce. Tiene una hoja entre los dedos y se agacha junto a ella, sin obligarla a mirarle, simplemente estando allí.
-Puedes despreciarme y puedes odiarme si quieres -comenzó a decir con voz pausada y tranquila-. Sé que no quieres responderme y no te pido que lo hagas. Pero piensa por un momento lo que ha ocurrido, que por unos segundos has estado a punto de estar curada -y no se refería a su cuerpo si no a su alma y ella lo sabía-. Lo que ocurre, ocurre. Puede ser igualmente cruel y que te cures. Seguir sufriendo no arreglará nada. Así que ya sabes lo que viene ahora, ¿verdad? No sé qué te habrá pasado pero si alguna vez quieres curar tu alma estoy a tu disposición. ¿Me has oido? -preguntó. Sabía que las posibilidades eran ínfimas, pero era el mismo impulso que le había llevado a acariciarla. Un último intento.
Por muy dolido que esté alguien siempre espera que haya alguien dispuesto a ayudarle, por mucho que diga lo contrario. Espera que ese sea el caso de aquella joven diosa.
O si no estaba perdida. Para siempre.
Cain- Mundano
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Re: Il palazzo delle sirene
Se había refugiado entre las raices del anciano suace, buscando el calor contra su corteza y consuelo en el latido de la tierra y en el del propio arbol. Sabía que en su interior moraba un travieso duende que cuando ella estaba de humor solía contarle sus correrias por el jardin. Aunque ahora el permanecia triste como ella.
Aquel lugar lo había hecho tan suyo como que parecía el jardin de su propia casa, las energias del lugar parecian querer fundirse con su cuerpo de piel de porcelana y arrancarle aquel dolor que sentía en su corazón. Pero ni siquiera ellos podían, pues ella se aferraba a ese dolor, ya que era lo unico que le quedaba de su antigua vida.
Volvio el rostro de forma instintiva hacia la posición del nigromante, aunque ella no veia su padre la había acostumbrado a hacerlo por pura educación.
-¿Por que iba a fiarme de ti? Las tinieblas corrompen y lastiman, mienten y engañan y sumen a un alma como la mia en la mayor de las agonias...-esconde el rostro tras el cabello, ocultando así sus lagrimas.-Si no me curo es porque no quiero, mi dolor es lo unico que me queda...
... De él, pero aquellas dos palabras no las pronuncio en voz alta. No quería que nadie supiera que su corazón no era de hielo, si no que lo que le pasaba es que estaba tan roto que ya no tenia arreglo.
Aquel lugar lo había hecho tan suyo como que parecía el jardin de su propia casa, las energias del lugar parecian querer fundirse con su cuerpo de piel de porcelana y arrancarle aquel dolor que sentía en su corazón. Pero ni siquiera ellos podían, pues ella se aferraba a ese dolor, ya que era lo unico que le quedaba de su antigua vida.
Volvio el rostro de forma instintiva hacia la posición del nigromante, aunque ella no veia su padre la había acostumbrado a hacerlo por pura educación.
-¿Por que iba a fiarme de ti? Las tinieblas corrompen y lastiman, mienten y engañan y sumen a un alma como la mia en la mayor de las agonias...-esconde el rostro tras el cabello, ocultando así sus lagrimas.-Si no me curo es porque no quiero, mi dolor es lo unico que me queda...
... De él, pero aquellas dos palabras no las pronuncio en voz alta. No quería que nadie supiera que su corazón no era de hielo, si no que lo que le pasaba es que estaba tan roto que ya no tenia arreglo.
Aradia della Mezzanotte- Brujo
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Re: Il palazzo delle sirene
Podía percibir el fuerte lazo que la joven cortesana había creado con el jardín. Su dolor, su pena, su tormento se olía en el air eincluso por encima del incienso que seguía ardiendo junto con als velas en la habitación adyacente; se podía percibir y tocar en las plantas, en los árboles y sobre todo en aquel sauce llorón que parecía llorar lo que ella no podía.
Al nigromante le resultó curioso como ella volvió aquel hermosísimo rostro hacia él. Más bello que la propia luna. A pesar de que sus ojos no le veíanle seguían, como si la hubieran educado para finguir que veía. Pensó que estaba condenada a no ver nunca la belleza de su cara como una Medusa esta condenada a no mirarse jamás so pena de ser ella también una estatua de su propia colección. Salvo que Aradia no podía haber tentación por imposibilidad.
Sabía a lo que se arriesgaba, que a cada palabra y gesto que hacía ella podía confiar un poco más en él o alejarse para siempre. Pero le gustaba el juego. Y el lema de todo jugador era jugar y no retirarse salvo cuando se había ganado el premio. Y él aún estaba lejos de conseguirlo, aunque a cada paso un poco más cerca. O eso esperaba él.
Así que alargó la mano y le acaricio con inusitada dulzura amarga las mejillas.
-Te quedan los recuerdos de lo que sea que hayas vivido, las felicidades pasadas... ¿para qué empañarlas con dolor? -preguntó con suavidad-. En efecto: las tinieblas corrompen todo aquello que tocan, pues para ello viven. Y yo soy tinieblas como bien has sabido ver. Pero te pido que igualmente confies en mí. Para corromperte primero tendría que curarte. Creo que alguien como tú sabría ver donde acaba lo uno y empieza lo otro para esquivarlo, ¿verdad? -en aquella última frase su voz sonó más desenfadada, más bromista, como retándola a intentarlo. Como quien dice a alguien "no espero otra cosa de ti y si fuera de diferente forma me decepcioanrías".
Se aproximó un poco más a ella, deslizando los dedos por sus ojos cegados para borrarle las lágrimas... que no empañaban su rostro si no que parecían acrecentar su belleza. Pues, ¿qué hay más doloroso y triste que ver sufrir a una divinidad?
-¿O acaso deseas sufrir por toda la eternidad, torturar tu alma... para nada? Porque sufrir no soluciona nada, Aradia... -añade en un susurro apenado.
Al nigromante le resultó curioso como ella volvió aquel hermosísimo rostro hacia él. Más bello que la propia luna. A pesar de que sus ojos no le veíanle seguían, como si la hubieran educado para finguir que veía. Pensó que estaba condenada a no ver nunca la belleza de su cara como una Medusa esta condenada a no mirarse jamás so pena de ser ella también una estatua de su propia colección. Salvo que Aradia no podía haber tentación por imposibilidad.
Sabía a lo que se arriesgaba, que a cada palabra y gesto que hacía ella podía confiar un poco más en él o alejarse para siempre. Pero le gustaba el juego. Y el lema de todo jugador era jugar y no retirarse salvo cuando se había ganado el premio. Y él aún estaba lejos de conseguirlo, aunque a cada paso un poco más cerca. O eso esperaba él.
Así que alargó la mano y le acaricio con inusitada dulzura amarga las mejillas.
-Te quedan los recuerdos de lo que sea que hayas vivido, las felicidades pasadas... ¿para qué empañarlas con dolor? -preguntó con suavidad-. En efecto: las tinieblas corrompen todo aquello que tocan, pues para ello viven. Y yo soy tinieblas como bien has sabido ver. Pero te pido que igualmente confies en mí. Para corromperte primero tendría que curarte. Creo que alguien como tú sabría ver donde acaba lo uno y empieza lo otro para esquivarlo, ¿verdad? -en aquella última frase su voz sonó más desenfadada, más bromista, como retándola a intentarlo. Como quien dice a alguien "no espero otra cosa de ti y si fuera de diferente forma me decepcioanrías".
Se aproximó un poco más a ella, deslizando los dedos por sus ojos cegados para borrarle las lágrimas... que no empañaban su rostro si no que parecían acrecentar su belleza. Pues, ¿qué hay más doloroso y triste que ver sufrir a una divinidad?
-¿O acaso deseas sufrir por toda la eternidad, torturar tu alma... para nada? Porque sufrir no soluciona nada, Aradia... -añade en un susurro apenado.
Cain- Mundano
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Fecha de inscripción : 07/10/2009
Localización : En el cementerio con una pala cantando bajo la luna.
Re: Il palazzo delle sirene
En esos momentos se debate entre aceptar su ofrecimiento o seguir en su mundo de tinieblas, la oferta es tentadora, dejar que las heridas se curen y olvidar el pasado, si eso era posible. Aunque es consciente de que siendo quien es el pasado no la dejaria escapar tan facilmente.
De pronto siente su tacto quemar y retira el rostro, apartandose y poniendose en pie a continuación. Se aleja de él varios pasos, regresando hacia la casa.
-El demonio siempre tienta con la manzana mas deliciosa, aparentemente al menos. Pero cuando la muerdes esta esta llena de gusanos.-le contesta seria.-Mi trabajo ha terminado, Buenas noches.
Camina en dirección a sus aposentos, sin volverse a mirar atras. Pan el lobo se incopora a su camino a la mitad, restregandose contra su pierna desnuda. Empieza a sentir de forma acosante el frio de la noche y acelera el paso para volver a su habitación, escondiendose bajo las mantas de piel. Sumergiendose en sus pensamientos. Pan como todas las noches se tumba a sus pies.
Tiene ganas de olvidar lo ocurrido aquella noche.
De pronto siente su tacto quemar y retira el rostro, apartandose y poniendose en pie a continuación. Se aleja de él varios pasos, regresando hacia la casa.
-El demonio siempre tienta con la manzana mas deliciosa, aparentemente al menos. Pero cuando la muerdes esta esta llena de gusanos.-le contesta seria.-Mi trabajo ha terminado, Buenas noches.
Camina en dirección a sus aposentos, sin volverse a mirar atras. Pan el lobo se incopora a su camino a la mitad, restregandose contra su pierna desnuda. Empieza a sentir de forma acosante el frio de la noche y acelera el paso para volver a su habitación, escondiendose bajo las mantas de piel. Sumergiendose en sus pensamientos. Pan como todas las noches se tumba a sus pies.
Tiene ganas de olvidar lo ocurrido aquella noche.
Aradia della Mezzanotte- Brujo
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Fecha de inscripción : 10/10/2009
Re: Il palazzo delle sirene
Cain no sabría como interpretar aquella actitud. Podía ser completamente sincera y que Aradia no quisiera saber nada de él an absoluto, o que ocultase un deseo profundo. Había gente que se negaba a soñar y arriesgarse por miedo a que saliera mal. De hecho demasiada gente se autolimitaba y no comprendían que era entonces cuando se volvían incapaces e alcanzar el exito. Pues son los homrbes quienes crean su propio destino.
Aradia se aparte de él y Cain accedió, sin aproximarse más. De hecho se puso en pie y la contempló un largo segundo antes de que ella se pusiera también en pie y se alejara tras haber dicho aquellas palabras, las primeras sabias, las segundas tajantes, dejando claro que ya no era bien recibido allí.
La ve alejarse, siguiendo el movimiento de sus caderas y la espalda, perfecta y bella en mirad del jardin de noche. Y suspiró, regresando también a la habitación. No dijo nada, solo cogió sus ropas y volvió a vestirse, atando el cinturón, poniendose la camisa y cogiendo la capa con la mano, sin ganas de ponersela aún.
Justo al llegar a la puerta se volvió un instante para mirar a Aradia por última vez.
-Si cambias de opinión ya sabes como encontrarme -le dijo, con un guiño. Lo mismo decidía volver por ahí y todo. Lo cierto es que había resultado una buena noche, pensó cuando salió de la habitación.
No dijo nada a la mujer que regentaba el palazzo cuando esta se aproximó a preguntarle, se limitó a salir de allí sin mirar atrás.
Aradia se aparte de él y Cain accedió, sin aproximarse más. De hecho se puso en pie y la contempló un largo segundo antes de que ella se pusiera también en pie y se alejara tras haber dicho aquellas palabras, las primeras sabias, las segundas tajantes, dejando claro que ya no era bien recibido allí.
La ve alejarse, siguiendo el movimiento de sus caderas y la espalda, perfecta y bella en mirad del jardin de noche. Y suspiró, regresando también a la habitación. No dijo nada, solo cogió sus ropas y volvió a vestirse, atando el cinturón, poniendose la camisa y cogiendo la capa con la mano, sin ganas de ponersela aún.
Justo al llegar a la puerta se volvió un instante para mirar a Aradia por última vez.
-Si cambias de opinión ya sabes como encontrarme -le dijo, con un guiño. Lo mismo decidía volver por ahí y todo. Lo cierto es que había resultado una buena noche, pensó cuando salió de la habitación.
No dijo nada a la mujer que regentaba el palazzo cuando esta se aproximó a preguntarle, se limitó a salir de allí sin mirar atrás.
Cain- Mundano
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Fecha de inscripción : 07/10/2009
Localización : En el cementerio con una pala cantando bajo la luna.
Re: Il palazzo delle sirene
El Palazzo delle Sirene era sinónimo de placer en toda Venecia y por consiguiente todos sabían cómo encontrarlo en el Vicinato Ricco. Desde afuera el palazzo parecía un palazzo normal de la zona rica de Venecia, pero era algo más. Tras sus puertas se abría un reino de desenfreno y placer donde perpetuamente era de noche y tanto hombres como mujeres podían ir a desatar sus pasiones allí sin despertar preguntas innecesarias.
No era la primera vez que veía las puertas de madera con la sirena hecha en un cuidado relieve, tan realista que parecía guiñarte un ojo de verdad y que un viento invisible agitaba sus cabellos de madera. Sabía qué era lo que iba a encontrar al otro lado de las puertas y era precisamente lo que buscaba entrar cuando las cruzó.
Como siempre la mujer que regentaba el local divisó al cliente y se aproximó, con pasos refinados, esquivando a las jóvenes y doncellas que caminaban por el elegante vestíbulo.
-Buon Giorno, ¿qué puede ofrecerle? –preguntó con voz aterciopelada, jugando con un collar largo entre sus dedos, mientras le observaba de arriba abajo.
Él era perfectamente consciente de lo extraño de su aspecto. Era alto, muy alto, en especial en comparación con una mujer de la estatua de aquella. Llevaba ropas a medio camino entre lo informal y lo aristócrata, lo cual unido a su forma educada de moverse proyectaba la imagen de un caballero agradable y accesible. Pero esta imagen era robada por su rostro adusto, su actitud serena pero pasiva y, sobre todo, por la máscara blanca que le cubría la mayor parte derecha del rostro y que nunca se quitaba.
Llevaba el cabello oscuro peinado hacia atrás, recogido en una coleta en la nuca de acuerdo con el estilo de los caballeros de la época, aquellos que tenían más de falsos eruditos bien educados que de guerreros. Mas él si daba la idea de ser un valeroso león en la batalla, pues bajo la ropa se podía adivinar un cuerpo bien musculazo y fuerte, capaz de levantar una robusta espada y pelear con ella contra el más fiero enemigo.
-Buon Giorno, madame –saludó con exquisita educación, pero voz fría como un cuchillo afilado. Un cuchillo que no quería entretenerse en conversaciones banales y aburridas. Imagen que quedó corroborada cuando el hombre sacó de su bolsillo un pequeño saco de monedas de oro. Allí ni siquiera era necesario hablar, el oro solo se usaba para una cosa. Cuando más oro, mejor. Y él tenía mucho oro.
La conversación duró poco y para agrado del hombre pronto se libro de aquella mujer, llegando a la habitación de una de tantas cortesanas que vivían allí. El cuarto era de tamaño medio, bien decorado, aunque seguro que el cuadro era una imitación. La joven esperaba de espaldas sentada en la cama, con las finas piernas recogidas bajo el cuerpo, mientras se peinaba la espesa cabellera rubia, rizos como el oro que la había pagado. Estaba de espaldas y, desnuda, se podía apreciar la curva que hacía su cuerpo en las caderas.
Al oirle entrar al joven se giró y me miró. Tenía unos preciosos ojos verdes y unas espesas y largas pestañas.
-Buenas noches, milord –saludó la joven, girándose por completo hacia él, sin moverse del lecho. Su cuerpo, juvenil, era perfecto, como el de una escultura griega, de piel morena, tostada por el sol, y los cabellos dorados cayéndole por la espalda y los senos. Una belleza sin duda. Ella se hizo a un lado y le instó a acercarse con un gesto.
Él nunca se quitaba la camisa, que bajo la chaqueta se revelaba normal y mundana como la que debía usar cualquier persona para los entrenamientos de espada, ni la máscara. Así que, apoyando las botas en el suelo y los pantalones y el cinturón sobre la silla, se aproximó a ella, sentándose a su lado. La joven pareció temblar como un cervatillo al sentir al león junto a ella, pero no se apartó. Sonrió con timidez.
No dijo nada, acarició un momento sus mejillas, tersas y frescas como las de una flor de rosa con el roció de la noche pasado, y después besó sus labios, dulces como la miel, al igual que prometía se todo su cuerpo. Ella no pareció sorprenderse del impulso del hombre, sin duda acostumbrada a aquellos tratos, pero jadeó un segundo, antes de girarse hacia él y acariciarse, fingiendo ser de verdad una amante de pasión y no de dinero.
Los besos, las caricias, se sucedieron, a cada paso más atrevidas, la joven susurró palabras al oido del hombre, buscando avivar el fuego que había en su interior, hasta que los dedos de ella acariciaron la cara de él, pasando por la fuerte mandíbula, la barbilla y… la máscara, fría, dura, de color blanco como el nácar. La joven intentó pasar los dedos bajo la máscara, para despojarle de ella. Pues allí venían los hombres a dar rienda suelta a su ser más oculto, dejando a un lado disfraces y máscaras, para ser lo que deseaban ser con una mujer.
Pero nada más sus dedos habían intentado separar la máscara de la piel de su visitante este soltó un rugido, obligándola a apartarse con furia. Desconcertada ella cayó al suelo, golpeándose la cadera. ¿Qué acababa de ocurrir? Algo laceró su espalda, golpeándola y, aún confusa, ella trató de girarse para descubrir que el golpe provenía de aquel hombre, que enfurecido por su osadía, inconscientemente, había agarrado lo primero que había encontrado para golpearla, lo que resultó ser el cinturón que llevaba.
Sus miradas se cruzaron de nuevo. Dos esmeraldas confusas que parecían al borde del llanto pues la espalda le escocía y seguía sin comprender muy bien qué había pasado. Y dos zafiros que centelleaban con rabia, con furia, que poco a poco desaparecía tras el arrebató y los ojos azules pasaron a mostrar un desconcierto casi similar al de ella. La había golpeado. Aquel pensamiento desató una rabia casi similar en su interior, tan intensa como la anterior pero de naturaleza diferente.
Antes de que ella pudiera hacer nada, el hombre se había vuelto a vestir y salido del dormitorio, cerrando la mordedura del cinturón en forma de hebilla alrededor de su cintura, pasada toda pasión y dispuesto a recuperar su oro. No se despidió, no dijo nada, solo salió como un tornado de allí.
No era la primera vez que veía las puertas de madera con la sirena hecha en un cuidado relieve, tan realista que parecía guiñarte un ojo de verdad y que un viento invisible agitaba sus cabellos de madera. Sabía qué era lo que iba a encontrar al otro lado de las puertas y era precisamente lo que buscaba entrar cuando las cruzó.
Como siempre la mujer que regentaba el local divisó al cliente y se aproximó, con pasos refinados, esquivando a las jóvenes y doncellas que caminaban por el elegante vestíbulo.
-Buon Giorno, ¿qué puede ofrecerle? –preguntó con voz aterciopelada, jugando con un collar largo entre sus dedos, mientras le observaba de arriba abajo.
Él era perfectamente consciente de lo extraño de su aspecto. Era alto, muy alto, en especial en comparación con una mujer de la estatua de aquella. Llevaba ropas a medio camino entre lo informal y lo aristócrata, lo cual unido a su forma educada de moverse proyectaba la imagen de un caballero agradable y accesible. Pero esta imagen era robada por su rostro adusto, su actitud serena pero pasiva y, sobre todo, por la máscara blanca que le cubría la mayor parte derecha del rostro y que nunca se quitaba.
Llevaba el cabello oscuro peinado hacia atrás, recogido en una coleta en la nuca de acuerdo con el estilo de los caballeros de la época, aquellos que tenían más de falsos eruditos bien educados que de guerreros. Mas él si daba la idea de ser un valeroso león en la batalla, pues bajo la ropa se podía adivinar un cuerpo bien musculazo y fuerte, capaz de levantar una robusta espada y pelear con ella contra el más fiero enemigo.
-Buon Giorno, madame –saludó con exquisita educación, pero voz fría como un cuchillo afilado. Un cuchillo que no quería entretenerse en conversaciones banales y aburridas. Imagen que quedó corroborada cuando el hombre sacó de su bolsillo un pequeño saco de monedas de oro. Allí ni siquiera era necesario hablar, el oro solo se usaba para una cosa. Cuando más oro, mejor. Y él tenía mucho oro.
La conversación duró poco y para agrado del hombre pronto se libro de aquella mujer, llegando a la habitación de una de tantas cortesanas que vivían allí. El cuarto era de tamaño medio, bien decorado, aunque seguro que el cuadro era una imitación. La joven esperaba de espaldas sentada en la cama, con las finas piernas recogidas bajo el cuerpo, mientras se peinaba la espesa cabellera rubia, rizos como el oro que la había pagado. Estaba de espaldas y, desnuda, se podía apreciar la curva que hacía su cuerpo en las caderas.
Al oirle entrar al joven se giró y me miró. Tenía unos preciosos ojos verdes y unas espesas y largas pestañas.
-Buenas noches, milord –saludó la joven, girándose por completo hacia él, sin moverse del lecho. Su cuerpo, juvenil, era perfecto, como el de una escultura griega, de piel morena, tostada por el sol, y los cabellos dorados cayéndole por la espalda y los senos. Una belleza sin duda. Ella se hizo a un lado y le instó a acercarse con un gesto.
Él nunca se quitaba la camisa, que bajo la chaqueta se revelaba normal y mundana como la que debía usar cualquier persona para los entrenamientos de espada, ni la máscara. Así que, apoyando las botas en el suelo y los pantalones y el cinturón sobre la silla, se aproximó a ella, sentándose a su lado. La joven pareció temblar como un cervatillo al sentir al león junto a ella, pero no se apartó. Sonrió con timidez.
No dijo nada, acarició un momento sus mejillas, tersas y frescas como las de una flor de rosa con el roció de la noche pasado, y después besó sus labios, dulces como la miel, al igual que prometía se todo su cuerpo. Ella no pareció sorprenderse del impulso del hombre, sin duda acostumbrada a aquellos tratos, pero jadeó un segundo, antes de girarse hacia él y acariciarse, fingiendo ser de verdad una amante de pasión y no de dinero.
Los besos, las caricias, se sucedieron, a cada paso más atrevidas, la joven susurró palabras al oido del hombre, buscando avivar el fuego que había en su interior, hasta que los dedos de ella acariciaron la cara de él, pasando por la fuerte mandíbula, la barbilla y… la máscara, fría, dura, de color blanco como el nácar. La joven intentó pasar los dedos bajo la máscara, para despojarle de ella. Pues allí venían los hombres a dar rienda suelta a su ser más oculto, dejando a un lado disfraces y máscaras, para ser lo que deseaban ser con una mujer.
Pero nada más sus dedos habían intentado separar la máscara de la piel de su visitante este soltó un rugido, obligándola a apartarse con furia. Desconcertada ella cayó al suelo, golpeándose la cadera. ¿Qué acababa de ocurrir? Algo laceró su espalda, golpeándola y, aún confusa, ella trató de girarse para descubrir que el golpe provenía de aquel hombre, que enfurecido por su osadía, inconscientemente, había agarrado lo primero que había encontrado para golpearla, lo que resultó ser el cinturón que llevaba.
Sus miradas se cruzaron de nuevo. Dos esmeraldas confusas que parecían al borde del llanto pues la espalda le escocía y seguía sin comprender muy bien qué había pasado. Y dos zafiros que centelleaban con rabia, con furia, que poco a poco desaparecía tras el arrebató y los ojos azules pasaron a mostrar un desconcierto casi similar al de ella. La había golpeado. Aquel pensamiento desató una rabia casi similar en su interior, tan intensa como la anterior pero de naturaleza diferente.
Antes de que ella pudiera hacer nada, el hombre se había vuelto a vestir y salido del dormitorio, cerrando la mordedura del cinturón en forma de hebilla alrededor de su cintura, pasada toda pasión y dispuesto a recuperar su oro. No se despidió, no dijo nada, solo salió como un tornado de allí.
Alexandro 'Leone' Borgia- Mundano
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Fecha de inscripción : 18/10/2009
Localización : En algún burdel.
Re: Il palazzo delle sirene
En el patio central de la casa se encontraba ella, era como alguna clase de aparición faerica, una criatura de otro mundo. Vestia un vestido rojo con un corte que recordaba a las damas de las antigua grecia y cuya tela no dejaba nada a la imaginación, la gasa transparentaba cada uno de los detalles de su piel, del intrincado diseño de su tatuaje, que hoy descencia con la forma de una hiedra por todo el lado izquierdo de su cuerpo. El sol sacaba brillos azulados de aquel cabello negro que caia suelto enmarcando su rostro enmascarado. La mascara era el mejor ejemplo del arte veneciano en lo que a mascaras se referia, una autentica obra de arte. De su rostro solo se veian unos labios teñidos por carmir rojo, que invitaban a ser besados.
Sentado, con la cabeza apoyada en su regazo descansaba un lobo gris.
Era ante todo una imagen hermosa, pero sobre todo exotica.
Alzo sus ojos ciejos hacía él, admirando como en su aura se mezclaban los colores rojos y azules aun tiempo, en un espectaculo maravilloso.
Con solo mirar sus ojos era facil saber quien era. Selene, la Diosa ciega y palida como la luna por la que se ofrecian reinos por pasar una noche con ella, una criatura con un rostro tan hermoso que con solo mirarlo quedabas petrificado. Por eso lo ocultaba, porque su belleza era su maldición.
-Os marchais pronto señor.-dijo con voz aflautada.-¿Es que mi hermana no ha complacido vuestras ansias? Tal vez un té pueda senerar vuestra alma un poco.
Y con gesto sumiso tomo una tetera de una mesa baja situada al lado suya y sirvio con elegancia él té, sin derramar si quiera una gota. Le tendio el vaso al caballero.
Sentado, con la cabeza apoyada en su regazo descansaba un lobo gris.
Era ante todo una imagen hermosa, pero sobre todo exotica.
Alzo sus ojos ciejos hacía él, admirando como en su aura se mezclaban los colores rojos y azules aun tiempo, en un espectaculo maravilloso.
Con solo mirar sus ojos era facil saber quien era. Selene, la Diosa ciega y palida como la luna por la que se ofrecian reinos por pasar una noche con ella, una criatura con un rostro tan hermoso que con solo mirarlo quedabas petrificado. Por eso lo ocultaba, porque su belleza era su maldición.
-Os marchais pronto señor.-dijo con voz aflautada.-¿Es que mi hermana no ha complacido vuestras ansias? Tal vez un té pueda senerar vuestra alma un poco.
Y con gesto sumiso tomo una tetera de una mesa baja situada al lado suya y sirvio con elegancia él té, sin derramar si quiera una gota. Le tendio el vaso al caballero.
Aradia della Mezzanotte- Brujo
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Fecha de inscripción : 10/10/2009
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