Re: Il palazzo delle sirene

por **Alexandro 'Leone' Borgia** Lun Oct 19, 2009 7:40 am

Como una furia, aún ardiendo de rabia en su interior, el hombre pasó junto al patio cental del palazzo sin prestar atención a lo que allí ocurría. Aquel suceso había levantado sus iras. Racionalmente, y él era un hombre racional, sabía que no había motivo para ello pues, al fin y al cabo, la máscara seguía ocultando su rostro y ni la cortesana había visto lo que se escondía abajo. La piel lisa de la manzana seguía escondiendo los gusanos que había en su interior. Pero la ira podía a la razón muchas veces y aquella era una de ellas. Por mucho que la piedra de su anillo brillase al darle la luz del sol, a veces ni ella podía ayudarle a serenar la cabeza. Y la osadía, el simple hecho de intentar saber lo que había bajo aquella máscara era una de esas cosas.

Iba dispuesto a encontrar a la mujer que regentaba el palazzo. Como mínimo iba a encargarse de que aquella joven descuidada pagara por sus actos y después... esperaba que hubiera una buena compensación por aquello. Ciertamente hacia tres años había perdido gran parte de su estatus social, siendo protegido únicamente por su apellido y sus habilidades con la espada, pero no había dejado de ser un peligroso enemigo. Y gente como aquella, cortesanas, asesinos, ladrones, lo sabían.

Entonces una voz, suave y dulce, le detiene, llamando su atención. Es curioso como a veces el detalle más nímio e insignificante para las grandes estampidas. La rabia en su interior había crecido y crecido y parecía imparable cuando apenas un par de frases, dichas com calma, en voz baja sin gritar, le hicieron volverse.

Se volvió y vió, sentada en el parque junto a un lobo aún pequeño de pelaje gris que parecía tierno a su lado a pesar de su raza, una ninfa de los bosques de piel inmaculada, ojos hermosos y almendrados como los de una de las amantes de las que se encaprichaba propio Apolo y cabellos oscuros, con tonos azulados a la luz adecuada. Pero lo que más atrajó la atención del hombre fue como ella ocultaba también su rostro tras una máscara de colores oscuros y atrayentes, donde brillaban sus ojos.

-Vuestra hermana es una estúpida -respondió con calma mal disimulada, deteniendose. Su porte, entre su altura y el brillo de sus ojos azules, era imponente en la entrada del patio y el resto de damas que estaban fuera de sus alchobas observaban cuchicheando desde las esquinas-. Y probáblemente vos seais igual que ella.

Después de lo ocurrido se le había pasado cualquier gana. Quizá bajando a la Ciudad de los Ladrones podría conseguir algo de beber y una mesa donde apostar a los dados.

por **Aradia della Mezzanotte** Lun Oct 19, 2009 8:39 am

La joven permanecio tranquila ante tan bravo ataque de ira, fría como una estatua de marmol a la que ni la indomita tormenta consigue turbar. Le dio un trago al té que el habia rechazado y luego dibujo una sonrisa cordial. Sabía que no podían permitirse devolver una cantidad como la que aquel hombre había pagado, puesto que aunque pareciesen nadar en la opulencia a aquella corte de sirenas la miseria estaba a punto de arrastrarlas en demasiadas ocasiones, mantener aquel lujo de otro mundo solía salir demasiado caro.

-Mi hermana es una sirena, posiblemente sea estupida por estar todo el día pensando en coqueterias, y peca de curiosa pues camina sobre tierra no habita los reinos submarinos.-conquesto con su voz tranquila, mientras comenzaba a barajar unos naipes que tenía sobre la mesa y a extenderlos sobre la mesa.-Ella no es una hija de la misma Selene y desconoce el tapiz de los sueños donde se muestran el pasado, el presente y por supuesto el futuro...

Extendio los naipes sobre la mesa y fruncio el ceño, estaba claro que aunque no viera sus dibujos aquellos naipes le trasmitian alguna clase de información. O tal vez simplemente era una muy buena actriz.

-Arrastrais muchos secretos seños Leone.-dijo con voz misteriosa y susurrante.-Una historia que habla de traición y cuya cicatriz ocultais.

Se aparto la mascara revelando el rostro de una criatura tan eterea que no podía pertener a una criatura mortal, las mismas hadas lo envidiarian de contemplarlo. Estaba claro que aunque gran parte se debía a la belleza de su rostro la otra se debía a su don de fascinación.

Se incorporo elegante, pareciendo flotar por las gasas de sus vestiduras y se acerco a él tanteando las lineas de la parte de su rostro que quedaba a la vista, sin llegar a rozar las lineas de su mascara, clavando sus ojos ciegos en los suyos, como si estos vieran lo que otros no temen.

-¿Por que tanto temor de ser acariciado cuando las heridas ya han cicatrizado?-pregunto inquisitiva con su voz dulce y juvenil.

En un gesto atrevido tiro suavemente de su camisa para inclinarle y asi poder besar con suavidad sus labios. Un gesto que en ella lejos de quedar vulgar recordaba a los de una curiosa ninfa probando el sabor de algo nuevo descubierto en sus bosqueis.

-Sabeis salado como las lagrimas...-susurra.

por **Alexandro 'Leone' Borgia** Lun Oct 19, 2009 8:59 am

La muchacha no parecía inquietarse ante nada. Leone la examinó con aparente desgana, con los ojos aún revelando un muro de frialdad que contenía los fuegos de la rabia que poco a poco se iba dispersando y desaparecido. Las palabras de la mujer eran místicas, envueltas en un halo de misterio mientras bebía el té que él no había querido tomar. Sabía cuando trataban de engatusarle.

Frente a la chica había una baraja de cartas sobre la mesa y ella los tomó entre los dedos elegantes y finos, barajando las cartas al tiempo que continuaba su parlamento y que él escuchaba... no sabía bien por qué. Quizá porque sabía que para todos era mejor que se mantuviera tranquilo, pues la rabia, como decía su hermana a veces, llevaba al desastre y no quería llamar la atención más de lo que era inevitable en un hombre que oculta la mitad de su rostro por lo que hay debajo y no por placer como los nobles en sus fiestas. Ellos aún no sabían nada de él, pero era mejor tener cuidado para que siguiera siendo así.

La autodenominada Selene extendió frente a él las cartas, sin contemplarlas. Frunció el ceño, pero seguía sin mirarlas y al ver sus ojos tras la máscara Leone comprendió el motivo: era ciega. ¿Cómo entonces podía echar las cartas? El hombre exhaló un bufido de desgarado ante la predicción de la joven. No era mala pero tampoco le había dicho nada en especial. Secretos era una palabra universal en Venecia. Traición iba a su vez unida a los secretos muchas veces y... las cicatrices podían asociarse a la máscara. Lo que sabía era que no iba a dejarse engatusar.

-Magnífica tirada, hija de Selene, pero no me interesan tus juegos -dijo con sequedad, dandose media vuelta justo cuando ella se quitó la máscara. Él no lo hacía, por eso tal vez le resultó tan significativo aquello y se giró para contemplar el rostro de una divinidad, hermoso, ciego, de labios manchados de carmín natural y faz preciosa como una joya. Sin duda hermosa. Debía ser ella de la que hablaban tanto los hombres que acudían al palazzo delle sirene.

Leone frunció el ceño y ella se aproximó, inclinandose hacia él, tomándole de la camisa para inclinarla y poder besarle. El hombre se mantuvo rígido y frío durante aquel gesto, sin devolverselo.

-¿Habéis terminado vuestra exhibición? -replicó con igual tono. No iba a dejar que su belleza le afectase, por muy hermosa y obsesionante que pudiera ser. Otro tal vez dejara que ocurriera, pero un alma como la suya no podía permitirselo.
Ni quería.
-Sin duda os han enseñado bien el arte del misticismo y a venderos bien, pero eso no es algo que me interese -añadió sin preocuparle la crueldad que podían suponer sus palabras.

por **Cato M. Sanguinetti** Lun Oct 19, 2009 9:38 am

Descubrí Venecia en uno de mis numerosos viajes, al verme desterrado y sin una familia que me mantuviese. Fue cuando decidí no establecer mi residencia en ningún lugar en concreto, cuando encontré este paraíso sobre el agua.

El cielo cobrizo se extendía hasta más allá del océano, donde se fusionaban y se formaban un montón de reflejos y preciosas formas transparentes y brillantes.

Caminaba por las calles adoquinadas, pensando en las musarañas y sintiendo la humedad en mi piel. Una piel que en un principio debería ser insensible a todo, porque está muerta...

Siento un escalofrío que me recorre la espina dorsal, y en mi terso y duro rostro, pongo una mueca de asco y desprecio. A pesar de todo, me aborrezco.

A lo lejos soy capaz de vislumbrar un enorme edificio con unos toques en su arquitectura que no acaban de convencerme... Pero la curiosidad me puede, porque nunca habría cruzado su umbral, y me adentro en sus estancias.

por **Aradia della Mezzanotte** Lun Oct 19, 2009 10:15 am

Aunque las contestaciones son secas, ella no se aparta ni se amedranta esta acostumbrada al trato con ogros y orcos y otros seres que parecian mas criaturas de cuentos infantiles que seres humanos, asi que aquel fauno que intentaba apartar a la ninfa lo unico que consigue es fascinarla tal y como lo haria su don si lo poseyera, porque mientras mantiene su contacto va percibiendo detalles de un pasado demasiado tormentoso como para acabar con la cordura de cualquier criatrura.

-No son meros trucos de Salon.-susurra en su oido.-La madre me nego la visión del mundo mortal para que pudiera ver lo invisible. Se que llevais mascara para ocultar la mordedura del acido al que os condeno la inquisición. En nombre de Dios, en esta ciudad cometen los mayores pecados.

Sus manos dejan de acariciar su rostro, para atrevidas colarse bajo la camisa del hombre, acariciando sus cicatrices en un gesto demasiado placentero como para no ceder a él y ronronear como un pobre gatito. Había algo en ella demasiado extraño, su esencia parecia mezclarse con la suya intentando serenarle.

-Yo también se lo que es la mordedura del latigo de la inquisición, aunque en mi piel no queden marcas.-le mira con sus ojos muertos.-Todos los mios murieron por su mano, yo me salve porque segun el gran inquisidor era demasiado hermosa para ser condenada. Aunque me condeno al rechazo de los mios en vez de a la muerte. Habeis venido a este lugar buscando alivio y consuelo en el cuerpo de una mujer, yo soy mujer y ademas no puedo contemplar vuestra maldición. ¿Dejareis que yo sea el consuelo para vuestra alma, guerrero?

Algo la altera, una nueva presencia que le hiela la sangre. La presencia de un no muerto, todos los demas veran al querubin de hermoso rostro, pero ella ciega como es solo percibe su aura oscura, siempre con el hambre por los seres humanos, siempre avida de sangre.

-Strigoi.-murmura abrazandose de forma inconsciente al hombre que antes había sido cruel con ella.

Los vampiros eran una de las criaturas a las que temía pues sus dotes era inutiles contra ellos, era un temor profundo e inconsciente, uno de los pocos enemigos contra los que se sentía una damisela vulnerable y en apuros.

-Marchate, criatura de la noche, este no es tu sitio.-dice intentando que su voz suene firme.

por **Alexandro 'Leone' Borgia** Mar Oct 20, 2009 1:41 am

Las cartas ya habían quedado olvidadas, sin que él supiera nunca interpretarlas. Era consciente de que muchas cortesanas ocultaban tras su bellos rostros a miembros de la Stregeria o del Gremio, bien porque no pudieran mantenerlas o bien porque buscaban la extraña libertad y conocimientos que tenían aquellas damiselas a las que se les enseñaba a leer y recitar para complacer a sus acompañantes mientras el dinero les durase, a hechizarlos. Aquella chica no parecía una asesina a simple vista y por sus palabras recordaba más a una joven dedicada a los bosques y la naturaleza. Como si la hubieran arrancado de tal lugar allí parecía fuera de lugar, ciega, con el lobo a sus pies.

Pero entonces dice eso.
Ella no le conocía, nunca había yacido con ella ni hablado antes, de eso estaba seguro pues un rostro como él, puro como el de la luna, no se olvidaba con facilidad. Y ella lo sabía. ¿Cómo? No importa realmente. Daba igual que fuera un susurro del viento, de las malas lenguas o de los dioses a los que siguiera. El caso era que ella lo sabía.
Y era un error. ¿Sabría ella hasta qué punto?

Las manos de la ninfa abandonaron su barbilla y se apoyaron sobre su pecho, eludiendo la camisa de lino, fina pero cálida. En un principio pareció que el hombre no iba a moverser, como una estatua, con los musculos de todo el cuerpo tensos ante su contacto. Cuando los dedos, elegantes y delicados, de la cortesana rozaron las cicatrices que ocultaba bajo su ropa el instante se rompió. Como un cristal se quebra en mil pedazos al chocar contra el suelo, la mano de Leone se lanzó, veloz como una serpiente del desierto, y atrapó la muñeca de la joven, impidiendole profundizar más en su camisa. Los ojos azules destellearon con la misma rabia de antes, con la que había aparecido en el patio.

-No vuelvas a hacer eso -siseó en voz baja pero lejos de ser inaudible, pues para Aradia sonó con claridad, y el tinte de advertencia, seria no una broma, era claro como el agua de los estanques que debía tener su bosque. Se refería tanto a su gesto como a sus palabras.

¿Quién se creía que era ella? Bien por ella que tuviera todos los dones que la Madre hubiera querido darle, pero que no esperase que iba a poder jugar con él.¿Cómo se atrevía siquiera a intentar recordarle, de nuevo, su pasado? Ella no tenía ningún derecho a urgar en él y si sus dones se lo permitían... más valía que la próxima vez estuviera callada.

-Te equivocas -gruñó, una vez que creyó que el mensaje había quedado suficientemente claro-. Vengo aquí buscando placer, nada más. Y para ello no me interesa lo que hayas padecido o sufrido, ¿queda claro? -le espetó por último, soltando su muñeca y apartándola de él. A veces la propia belleza hace que te creas demasiado bueno, ese debía ser el caso de aquella chiquilla que se veía con permiso para meter la nariz donde no debía.

Eran ciertas sus palabras, además. Hacía mucho tiempo que había renunciado al amor y al consuelo, sabiendo que no los encontraría salvo en sí mismo y en la venganza. Solo esto último sanaría su alma, solo eso le salvaría. Y no una mujer. Contuvo una risa desdeñosa ante tal idea. ¿A quién se le había ocurrido?
Pero de pronto, en contra de su voluntad, ella se abrazó a él, susurrando algo. Sus ojos estaban fijos, ¿para qué si no veían nada?, en la puerta del palazzo e incoscientemente Leone miró hacia allí a tiempo de ver a un muchacho de rasgos angelicales en la puerta, digno de aparecer en un cuadro como un ángel. Pero su entrenamiento mágico le advirtió de que era algo más y sus habilidades le permitieron ver un alma oscura, condenada y corrompida que años atrás le habría despertado sus iras y habría corrido a ejecutar en nombre del Señor, pues era una aberración contra él.
Ya no.
Solo apartó la mirada sin interes y trató de apartar a la asustadiza ninfa. No podía haberse agarrado a otro, sin duda, pensó.
También pensó que cuanto antes perdiera su rostro de vista, mejor. No podía dejar de observarla de reojo y quería hacerlo, separarse de ella para que no creyera que iba a dejarla seguir averiguando cosas de su vida.

por **Cato M. Sanguinetti** Mar Oct 20, 2009 3:22 am

El palacio, de inmensa belleza y gloria, se extendía delante de Cato, y pensó que tal vez algún día, cuando todos los que a su alrededor estaban, y él continuase extendiendo su poder por el mundo, podría hacerlo suyo…

Bajó la mirada de una de las enormes arañas de cristal que colgaban del techo de forma precaria, aunque sabía que no se desprenderían, y clavó sus ojos cristalinos en las dos figuras que lo miraban con aversión. No, tal vez no con aversión… Quizá con aborrecimiento.

La dama parecía asustada, y frágil. Cato pensó que tal vez no mereciese la pena matarla siquiera. Sin embargo… el hombre era otra cosa.

Lo miraba con la ira de quien está dispuesto a atacar, dejando que la mujer lo abrazase, y con el ceño fruncido los dos a causa de lo apestoso de mi aura (lo cual no quiere decir que huela mal, solamente que es repulsiva).

El chico (o tal vez debería decir hombre… quién sabe, es difícil tratar con los vampiros sobre su edad, al no envejecer, siguen siendo jóvenes, a pesar de sobrepasar con creces la edad de un hombre anciano) enarcó una ceja con un gesto de suficiencia perfectamente perceptible y sonrió feroz, pero dulcemente al escuchar los comentarios de la dama. Al parecer es ciega… Definitivamente, en ese momento perdió todo su interés por ella.

-¿Cada uno en su casa y dios en la de todos, no es así, querida?-comentó el chico elocuentemente.

Por un momento caviló la posibilidad de dar media vuelta y marcharse, sin llamar mucho la atención y evadiendo el peligro que suponía el hombre, pero… ¿Para qué sirve la eternidad si no hay diversión?

Con esta conclusión, decidió clavar los pies en el suelo e intentar aumentar su aura de Dominación, para amedrentarles y que se diesen cuenta de que no podrían enfrentarse a él a pesar de su menudez.

por **Aradia della Mezzanotte** Mar Oct 20, 2009 6:33 am

-Ha quedado claro señor.-dijo con un tono que recordaba demasiado al de una niña recien regañada a la que en realidad le importaba poco o nada de que habia tratado la bronca.

Para una criatura como ella demasiado acostumbrada a aquella clase de fieras y a otras peores como para que le impresionase aquel hombre, ella no era precisamente una damisela que se dejase impresionar, excepto si se trataba de vampiros. Entonces su parte mas irracional solia poseerla y hacer que no atendiese a razones.

Y ese era el caso. Sus manos rebuscan bajo el vestido una daga de mango negro y hoja de plata. Aquel no era el mejor lugar para un vampiro, la cuberteria, las copas, demasiados de las adornos eran de fina y letal plata.

-No hay chicas disponibles en este momento.Vuelva luego.

Intenta mantenerse firme en sus pensamientos y en la claridad de su voz, pero pronto siente la presencia del vampiro como algo demasiado poderoso para ella. Asi que retroce y acaba tras el caballero. Las otras jovenes del lugar permanecen tan inquietas como ella, algunas son stregas, otras asesinas, pero todas permanecen tan tensas como la dama ciega.

por **Alexandro 'Leone' Borgia** Mar Oct 20, 2009 6:59 am

Leone contempló al vampiro con atención. No tenía pensado atacarle si no era necesario: hacía mucho que había renunciado a los credos y la religión, hasta tal punto que ya no le importaba lo que hicieran los enemigos de la Iglesia. En cambio si le interesaba lo que hiciera esta, vigilarla y planear. En eso ocupaba gran parte de su tiempo.

Por si acaso, de todos modos, pues nunca está de más una protección, lleva un par de dagas entre la ropa como era costumrbe suya, una de ellas tenía la hoja de pura planta por si se encontraba en situación de lidiar con un vampiro.
De noche, en Venecia, no sería tan extaño.

La voz de la cortesana le hace fijarse en ella de nuevo. A pesar de que sus palabras decían una cosa, su voz daba a entender otra. Le había escuchado y a la vez no, pues poco le importaba lo que él dijera, ella seguiría en sus treces. Como una niña.

La apartó de si sin demasiado cuidado, aunque no fue un gesto violento. Con un vampiro cerca mejor no seguir discutiendo.

Escucha la excusa de la joven, sin máscara. ¿No había chicas? Intuía que las habría, pero, y al mirar a las chicas que les espiaban, captó que el vampiro no era muy bien recibido en aquel lugar. Leone no dijo nada, manteniendose al margen de aquello, mirando con curiosidad a la criatura nocturna. ¿Qué respondería?

por **Cato M. Sanguinetti** Mar Oct 20, 2009 7:48 am

Recibió las miradas del hombre con gesto serio, y al fijar la vista en la dama ciega, puedo comprobar que reculaba. Sí, su poder estaba haciendo efecto en ella, y se sentía satisfecho. Entonces, después de haberse alejado un poco de Cato, murmuró entre dientes algo sobre las chicas.

El vampiro sonrió sin quererlo, y dejó a la luz dos afilados y perlinos colmillos.

-Ay, niña…-dijo en un siseo que denotaba amenaza- Cuando llevas muerto algo más de cincuenta años las mujeres ya no son necesarias. Sobre todo cuando has sido Abrazado a los quince- esta última frase la dijo bajando la cara y más bien para el cuello de su camisa.

Volvió a alzar la cabeza, glorioso y magnífico como un ángel recién venido del cielo, a pesar de haber llegado del sitio contrario y añadió: -De todos modos, agradezco su invitación, y aceptaré con sumo gusto el volver luego, aunque en principio no tenía planeado marcharme…

Fue en ese mismo instante, cuando a través de su aura percibió algo más: Algo potente, dañino, corrosivo… Algo que podría estropear su linda cara para siempre, si llegaba a tocarlo. Era…

-PLATA- levantó la voz, que hizo eco en todo el salón y alzó los brazos como clamando al cielo-. ¡¡Hay plata en esta habitación!!

Sin darse cuenta siquiera, se llevó una mano a la capa y se envolvió un poco más con ella para protegerse. Se sintió intimidado por un momento, pero lo resolvió intensificando su aura de Dominio.

por **Aradia della Mezzanotte** Mar Oct 20, 2009 8:46 am

La bajada de defensas del vampiro hicieron a su mente reaccionar. Asi que temia a la plata. Recordo lo que había a su alrededor, mucho de los objetos eran de plata, la jarra y las copas de agua, algunos adornos, diversos jarrones, en si el lugar era casi una trampa mortal para un vampiro.

Se acerca a tientas a una mesa en un esquina, tomando una caliz de plata que llena de agua, finge beber llevandose a los labios. Aunque lo que en realidad hace es bendecirlo con un rezo a su diosa lunar, cargando el liquido elemento energeticamente con esencia. No es que fuera una rama que dominara especialmente bien, ya que era una energia que por algun misterio de la diosa luna no canalizaba bien, aunque si lo suficiente como para bendecir aquel liquido y lo que habia en su interior.

Vuelve a su antigua posición extrañada porque el fiero guerrero se limite a comportarse como un pelele.

-En esta casa hay montones de plata, es el metal de las hijas de la luna.

El caliz que la joven portava era de dicho material.

por **Cato M. Sanguinetti** Mar Oct 20, 2009 8:59 am

Observó atentamente y con horror todas y cada una de las acciones de la muchacha ciega. En ese momento, unas imágenes acudieron a su memoria, y recordó que en su momento él también había sido capaz de sujetar cuberterías y demás objetos de plata. En su casa había muchos… Y sintió un escalofrío solo con pensarlo.

De pronto, sus pensamientos se cruzaron con su instinto, y volvió a la realidad pensando que debería salir huyendo de ahí, pero sus principios y su vanidad se lo impedían. No podía permitirse ser tan cobarde ante aquellos sucios mortales.

-¿Es que vos no podéis luchar contra mí en igualdad de condiciones sin recurrir a vuestras artes arcanas?- preguntó elocuentemente.

Asustado, Cato se dio cuenta de que el campo de su aura de Dominación se había reducido considerablemente.

por **Alexandro 'Leone' Borgia** Miér Oct 21, 2009 3:23 am

El hombre segía observando con atención la escena, viendo cómo, poco a poco, la tensión parecía crecer en el ambiente. El vampiro tenía un aspecto amenazante, sin duda, y él estaba casi acostumbrado a tal efecto, pero las cortesanas no. Podía notar a Aradia tensa como la cuerda de un instrumento y lo mismo ocurría con el resto de mujeres, tanto dotadas como mundanas, unas por sus conocimientos y otra por el poder de la intución, del instinto, que todos llevamos dentro.

Le llamó mínimamente la atención el comentario del vampiro. ¿Si no buscaba la compañía de una mujer a qué se acercaba a lo que era un burdel declarado? Podía ser que un mundano ignorante de lo que simbolizaba la sirena de las puertas, y bien rara era tal posibilidad, entrase por casualidad; pero... ¿un ser mágico? Tendría que ser capaz de captar con su olfato peculiar el aroma a mujeres, a buen vino, a especias y esencias, ungüentos e inciensos. Olores incitantes para los mortales pues, ciertamente, un vampiro poco podía desear de una cortesana salvo su sangre. Y más con el aspecto físico que tenía aquel, aunque Leone sabía que aspecto físico y edad eran cosas que rara vez iban de la mano en un vástago de las tinieblas.
Y entonces el vampiro parece percatarse por primera vez de la plata y el hombre cae en ello, pues no había pensando antes en las caras cuberterias de plata, los amrcos de los espejos y tantas otras decoraciones del palazzo.

La joven cortesana se aparta de él, envuelta en los mismos halos de misticismo y magia pagana que parecían rodearla en el patio, antes, cuando él se había topado con ella. El hombre la contempla con curiosidad tomar el caliz y bendecirlo. Y vuelve la mirada hacia el vampiro, tratando de ver qué haría. Este parece decantarse por la burla, aunque se le notaba inquieto. Lógico teniendo el mortal metal tan cerca.

Seguramente la cortesana diría algo ahora pero para Leone la situación había ido demasiado lejos y era mejor cortar de raiz antes de que se descontorlase. de modo que se aproximó, situandose entre ambos y els anzó una penetrante mirada a cada uno a través de la máscara, primero a ella y luego a él.

-Basta de tonterías. YA -dijo. Su voz no se alzó del tono normal, pero era fácilmente identificable el tono: Una adverencia silenciosa y clara. Preferiría que aquello no fuera más lejos. Solo esperaba que el vampiro fuera listo. Se le quedó mirando-. ¿Qué hace alguien como vos aquí? -preguntó con tono más calmado.

por **Cato M. Sanguinetti** Miér Oct 21, 2009 5:14 am

Un momento después de que Cato hubiese formulado esa pregunta amenazante, y sin dejar responder a la dama ciega, el hombre se plantó entre ellos con gran estrépito. A pesar de todo, el vampiro no se sobresaltó.

Escuchó la pregunta sereno, y con detenimiento, como quien habla con un discapacitado psíquico, respondió:

-La sangre- articuló las palabras con cuidado. En este momento, no le convenía ser feroz porque, a pesar de que no tendrían nada que hacer contra él, las gentes de alrededor podrían echársele encima, y Cato no quería eso- Es lo único que me mueve desde hace cincuenta años.

Sintió cómo sus colmillos se alargaban un poco dentro de su boca, y se le clavaban en los labios, mientras sus ojos cambiaban del azul cristalino al casi transparente, aunque esto último, era imperceptible a la distancia a la que estaban el hombre y la dama.

por **Aradia della Mezzanotte** Miér Oct 21, 2009 5:19 am

La joven analizo el vampiro a traves de su sexto sentido, no trasmitia en exceso poder y se mostraba demasiado inquieto, un vampiro antiguo consideraria lo que tenia entre las manos no como una amenaza si no como algo que le haria cosquillas.

-Dejare de usar artes arcanas Signore, cuando usted deje de jugar con nuestras mentes, creo que es un acuerdo justo.

Iba a ñadir algo mas cuando el guerrero enmascarado salio de su letargo para hacer algo parecido a tratar de poner orden. Si pudiera mirarle lo hubiera hecho enarcando una ceja ante tales humos, pero la verdad es que era que preferia que el caballero de la espada se enfrentara al vampiro que ella. Ya que siendo sinceros la punteria a la hora de encajar un golpe no era precisamente lo suyo.

Dejo que el caballero permaneciera entre ambos, sin soltar en ningun momento el caliz que sostenia entre sus manos.

-Pues aqui no la conseguireis.-contesto al vampiro con voz firme.-A no ser que querais que por accidente se me derrame esto sobre vuestro hermoso rostro.

Estaba claro que ella no podía saber si su rostro era hermoso o feo, pero quedaba bastante clara la explicación.

por **Cato M. Sanguinetti** Miér Oct 21, 2009 5:35 am

Sonrió sin disimular. Sin duda, la dama ciega sería capaz de acertarme en la cara con su bonita agua. Si tan convencida está de que me hará daño, es porque le ha hecho algo. Tal vez la haya encantado, o incluso bendecido.

En su fuero interno, mientras pensaba que era una malnacida y maquinaba una futura y sangrienta venganza, se sintió con la determinación y el valor suficiente para retirar el aura de Dominación… Y eso daba más miedo todavía.

Sabiendo que ya no se amedrentarían, decidió darse la vuelta, agarrando su capa para dejarla volar a su espalda. Comenzó a alejarse hacia la puerta, mientras el sonido de sus zapatos resonaba en el suelo bien pulido, y dejaba atrás la repugnante presencia de la plata y el olor de los perfumes de las damas.

-Supongo que volveremos a encontrarnos por ahí- murmuró sin ni siquiera girarse, pero levantó un brazo en gesto de despedida. Porque en el fondo, Cato es una persona cortés y educada.

Sin una sola palabra más, se internó en la oscuridad de Venecia, y cuando abandonó el palazzo, las damas que pululaban por ahí sintieron que se había marchado un ángel.

por **Alexandro 'Leone' Borgia** Miér Oct 21, 2009 8:58 am

Si había algo que no le gustaba de los vampiros era esa teatralidad en la que les gustaba envolverse. No era que no le gustase del teatro, de hehco disfrutaba yendo a la ópera y representaciones que se hacían en Venecia por las noches, rodeado de la alta sociedad. Pero había algo en los vampiros que pervertía y degeneraba tal arte. Para ellos parecía ser solo un medio para hacerse ver como ellos querían ser vistos. Misteriosos. Poderosos. Impenetrables. Cuando, ¿qué eran? Tan solo deseo de sangre, el más bajo instinto para vivir. El ser humano al menos anhelaba. Disfrutaba de la comida y la bebida pero además también tenía pasiones como el teatro, la música, las mujeres, los juegos y demás, siendo a veces exageradas estas pasiones. Los vampiros no, ellos solo eran una cosa: sangre y nada más. ¿Para qué entonces intentar patéticamente envolverse en un halo de misterio si cualquier podía ver la verdad que había bajo este polvo? Las mentiras no duraban.

Tampoco lo hacen las máscaras. Fuera tras teatro o tras una máscara todos se ocultaban, él incluido. Pero él mantenía su caracter, sus principios, su alma, la máscara no era empleada para parecer más fuerte o fiero, peligroso o misterioso, de lo que él se había ganado ser.

Por eso no dijo nada cuando el vampiro dió aquella respuesta, sin formar si quiera una frase completa. La criatura mantenía aquellos aires de poderío como si, incluso rodeada de plata por todas partes, fuera el ser supremo de aquella sala. Y aquello no le gustaba. El poder había que ganarlo y demostrarlo, y no se demostraba con un montón de palabras y dos colmillos precísamente. Era innegable que eran criaturas de grandes y oscuros dones, con una fuerza sobrehumanas y poderosas, pero Leone no admitía el narcicismo en nadie, ni siquiera en un vampiro.

El pulso de fuerzas entre el vampiro y la cortesana parece terminar y, por un motivo u otro, el vampiro decide retirarse. Leone frunce un momento el ceño ante aquella actitud, intuyendo que aquella criatura iba a dar problemas. La intuía egocentrica y orgullosa, una mala combinación en un ser que poseía las habilidades que posee un vampiro. Miró de reojo a la mujer, que parecía agradecer la marcha de la criatura.

Él mismo se envolvió en la capa que llevaba, antes de decir:

-Será mejor que yo también me marche -demasiados incidentes por una noche. Y no podía dejar de olvidar la capacidad que parcía tener aquella doncella para penetrar en su pasado y leer a través de él, una habilidad que no le hacía sentir en absoluto cómodo pues su pasado era suyo, y no debía serlo de nadie más.

por **Nimue E. Nic Cárthaigh** Miér Oct 21, 2009 10:44 am

Caminaba a paso rápido y mirando al cielo, dudando si llegaba tarde a la cita, o si por consiguiente ésta le había fallado tal y como esperaba que así fuera. La capa de color vilaceo reposaba sobre sus hombros, pero su capucha no le tapaba la cabeza y el rostro como tantas otras veces, sino que hacia la función de protección contra un pco de viento, y quizás la apariencia de elegancia y distinción que necesitaba en esos momentos, dado que el lugar a donde se encaminaba tenía ese toque de riqueza. Su pelo ondeaba libre, cayendole de vez en cuando por la espalda, y otras veces por los laterales de su rostro, pero nunca estroepando la belleza de éste, sino realzandola levemente si podía.

Cuando vió que se acercaba al lugar donde se suponía que existía su cita, aminoró el paso, y también miró su mano, que mantenía una bella máscara de tonos violaceos y rojos, en conjunto con su capa y con su pelo. La sostuvo unos escasos segundos sobre sus manos, y con una sonrisa divertida, la situó delante de su rostro, para después colocarsela perfectamente, y ocultar sus rasgos a los desconocidos. No lo hacía porque temiera replesalias, sino porque le parecía un bonito juego la caza de la doncella.

Respirando profundamente, traspasó las puertas negras y cruzó la primera línea que separaba aquel lugar del mundo natural, y la adentraba en el mundo del placer y la diversión. Su sonrisa se ensanchó aún más ante ese pensamiento, y se mostró impaciente con un vuelco del corazón. Ya había estado en aquel lugar otras veces, por lo que conocía el lugar más o menos, y siguió caminando cruzando gracilmente el principio del jardín, hasta que sus ojos claros se chocaron con algo que no encajaba en el lugar: una humana. En un primer momento no reconoció la figura como una Strega, por lo que su curiosidad le permitió ser imprudente con la hora y con aquella mujer y se desvió hasta su posición.

por **Aradia della Mezzanotte** Miér Oct 21, 2009 11:06 am

Se encontraba en el jardin, no de servicio como otras veces, si no descansando bajo su suace favorito, escuchando historias que este contaba de sucesos que ocurrieron hace mucho, casi tan antiguos como la propia humanidad. La verdad es que si no fuera por el hermoso jardin que poseia el pallazo hubiera buscado la muerte hacia mucho. Y si no lo hacia en parte era por él, aquel noble cachorro de lobo que era algo mas que su sombra.

Lo sintio persiguiendo ranas, divertido como el cachorro que era no muy lejos de ella. Sonrio con dulzura, él era uno de los pocos que podía hacerla sonreir.

Sintio que algo se acercaba, un torrente de energia que traia consigo el aroma a bosque, flores y tierra mojada. Sintio como se acercaba a ella. Era facil reconocer a otra Strega.

-Hola Hermana.-saludo.

A diferencia de cuando trabajaba en esos momentos llevaba un sencillo vestido blanco de corte campesino, que no por sencillo deslucia la belleza de la joven.

por **Nimue E. Nic Cárthaigh** Jue Oct 22, 2009 6:16 am

Seguía avanzando sin desviar sus ojos claros de aquella figura entre bella y sabia, o al menos le daba esa sensación. Podía ver que en su sencillez, encerraba algo más que una simple mujer, que al acercarse más aún, adivinó ciega. Se sorprendió bastante, dado que no veía lazarillo alguno por las cercanías del lugar, hasta que escuchó algo parecido a un gruñido que por fin hizo que sus pupilas se desviaran hasta donde pertenecía el ruido, siendo éste de lo que parecía un cachorro de lobo. No se equivocaba, dado que sabía distinguirlos gracias a su padre, que había alimentado en alguna ocasión cuando estaban en Francia, a alguna camada huerfana por algún pastor en un intento de proteger sus reses.

Su vestido se deslizaba por el suelo, haciendo un ruido leve, pero que podía distiguirse fácilmente, hasta que estuvo lo suficientemente cerca de la muchacha, tan solo la separaban un metro escaso, y aún así podía notar una energía fluyendo de ella. No estaba muy acostumbrada a reconocer a las stregas de s orden, pero eso, y como la llamó, fue suficiente apra que en el rostro semitapado de Nimue apareciera una sonrisa.

- Hola... -se sentía algo avergonzada, dado que no conocía a todas las de su orden, debido a lo tarde que había entrado después de estar en Francia, y lo deprisa que se tenía que haber puesto a aprender. Además, su vida era mayormente fuera de la orden, pero le parecía que ya iba siendo hora de involucrarse algo más, sobretodo teniendo en cuenta que apenas conocía a sus componentes.- ¿Es vuestro el lobo? -quiso asegurarse la chica señalando al cachorro, aún viendo que los ojos de la chica no podían mirar lo qeu ella le mostraba.

por **Aradia della Mezzanotte** Jue Oct 22, 2009 7:22 am

Silvo al animal para que este regresara y se tumbo en su regazo dejando que la joven enredara sus dedos finos en el pelaje del animal, este respondio ronroneando. Sabía que se encontraba ante otra hermana de su orden y que en general no era muy bien acogida por ellas. Y tampoco es que ella buscara su compañia demasiado, desde que perdio a su clan se había convertido en una criatura apatica y callada que preferia pasar el tiempo en el jardin, sola y en silencio que acompañar a sus hermanas en sus cotorreos habituales.

Así que le extraño que aquella mujer se hubiera acercado a ella dado lo mal considerada que estaba dentro de la orden, solo había que ver sus tatuajes para la ver la penitencia impuesta.

-No puedo decir que sea mio, es mas bien un compañero que una propiedad.-le contesto a su pregunta.-¿Que haceis aqui? No estoy muy acostumbrada a que otras hermanas vengan a romper mi silencio-

No fue precisamente amable, pero es que estaba demasiado acostumbrada a burlas e insultas, cuando no a menosprecios. En realidad no sabía porque aguantaba entre ellos, nadie había creido la verdad sobre ella ¿Porque que ganaba ella delatandolos a la inquisición si esta le había arrebatado todo lo que tenía? La verdad es que no entendía porque ellos le veían sentido a las afirmaciones que hizo otra sacerdotisa.

por **Nimue E. Nic Cárthaigh** Jue Oct 22, 2009 7:42 am

Se mordió el labio y siguió sonriendo, solo que esta vez de lado, pero no pretendía ser una sonrisa iróica, sino como de duda ante como había reaccionado aquella chica, y como debía ella contestar. Era posible que hubiera dicho algo inapropiado para la joven, como considerar al lobezno de su propiedad, pero ella no se refería al cachorro como un objeto, sino como la Strega lo había definido, como un compañero. Sin saber muy bien como avanzar en la conversación ni como tratar a aquella hermana de la orden, suspiró, y se sentó frente a ella, guardando la distancia, por si aquello también molestaba a la muchacha de cabellos oscuros y lisos.

Considerando que la máscara no sería necesaría en aquel lugar, dado que aquella a la que hablaba y con la que estaba no podía ver su cara, se la quitó, mostrando un rostro blanco, de finos rasgos algo felinos, pero suaves, aún conservado en la forma algo de la niñez que no hacía mucho que había dejado atrás, a pesar de haber sido mujer antes de lo que se esperaba.

- Siento haberos importunado, no era mi intención -se disculpó, considerando el gesto lo más apropiado posible en aquel momento. Apartó la máscara hasta dejarla sobre el suelo repleto de hierba con cuidado de no estropearlo, y observaba al lobo con cierta fascinación, a la vez que sus labios volvían a curvarse en una sonrisa divertida al mirarlo- Puede que las hermanas de las que habláis no sean tan amables como dicen ser... ¿Por qué decís que no importunan vuestro silencio? -Nimue no conocía a aquella Strega, por lo que no tenía porque pensar mal de ella. Sabía que entre ellos se protegían, ¿Por qué las demás no osaban acercársele?

por **Aradia della Mezzanotte** Jue Oct 22, 2009 8:53 am

Le estrañaba el comportamiento de aquella chica y por el color de su aura diria que no intentaba quedarse con ella, asi que no se explicaba porque aquella joven trasmitia tanta amabilidad y porque parecia querer entablar una conversación civilizada, pues parecia extrañada de que reaccionara poniendose a la defensiva.

Su unica conclusión fue o que la joven era nueva dentro de la orden o que acababa de llegar a la ciudad. Así que antes de que le llegara por boca de otros sería mejor que lo escuchara por la suya propia.

-Normalmente son amables, a no ser que te consideren un chivato y un traidor, entonces pueden convertir tu vida en un infierno, aunque sobre esto no tengas culpa.-dijo con voz calmada.-Sera mejor que os alejeis antes de que ellas piensen que sois amable conmigo, tal vez os empiecen a incluir en el mismo saco que a mi y no os lo recomiendo, no es precisamente una situación agradable.

Sigue acariciando al lobo y relajandose con la suavidad tierna de su pelaje.

por **Talon Nóbile** Vie Oct 23, 2009 1:04 pm

Camino con pasos sigilosos entre los diferentes árboles y arbustos del jardín. No se detuvo ni un momento a apreciar la belleza de las luces y sombras que creaba la luna entre el denso follaje que escondía miles de rincones en los que muchos saciaban sus deseos más ardientes. Conocía aquel jardín como la palma de su mano. No porque fuese un cliente habitual del local, sino porque había pasado horas en su forma animal, vigilando y protegiendo a su ser más preciado.

Se sentía nervioso y ansioso, y así lo mostraban sus movimientos que recordaban a los de una fiera enjaulada lista para atacar. Ella estaba en uno de los lujosos palacetes que daban al gran canal, atendiendo a la llamada de uno de los nobles que requerían de sus servicios. Le ponía enfermo. Cada vez se le hacía más difícil sobrellevar esa faceta de la vida de ella, y se atormentaba a sí mismo al saber que él era realmente el culpable de esta situación. No podía esperarla frente al palacete a que saliera, resultaría demasiado llamativo que un hombre de su envergadura y condición, merodease por los alrededores, y hacerlo en su forma felina tampoco pasaría desapercibido. Hacía días que no hablaban y ya había llegado al punto en que le resultaba insoportable.

Paseó por el jardín, entre los arbustos que creaban un laberinto, como cualquier otro cliente jugando con su cortesana, para dirigirse al oculto rincón en el que siempre se encontraban, si rincón secreto. Un lugar apartado del jardín, que no era utilizado por las otras cortesanas por encontrarse demasiado lejos del edificio. Un pequeño claro al que se accedía atravesando una tupida cortina vegetal, constituida por las ramas de un enorme sauce llorón a la orilla de un pequeño canal que hacía las veces de riachuelo y abastecía de agua la charca artificial con peces de colores cerca de la casa.

En su camino hacia aquel lugar, Talon se detuvo un momento y cerró los ojos ladeando la cabeza y girándola lentamente siguiendo el aroma que había captado. Abrió los ojos y los fijó en las pequeñas flores blancas que liberaban su perfume a la luz de la Luna. Jazmín. Con delicadeza arrancó una de las delicadas flores y la llevo a su nariz, aspirando su aroma con una sonrisa.

por **Nimue E. Nic Cárthaigh** Sáb Oct 24, 2009 5:46 am

La miraba ladeando un poco la cabeza, como un gato cuando observa y siente curiosidad. No podía entender el gran rencor que le tenía a aquellas que formaban la orden hasta que menciona una palabra clave para sus oidos y su cabeza. Traidor. Empieza a entrelazar lazos de manera vertiginosa dentro de su mente, atandolos cada uno con su pareja adecuada hasta que ya por fin puede per el tapiz completo. Aquella muchacha que tenía al lado era la traidora de la que hablanban las demás Stregas, aquella a la que odiaban por haber vendido a los de su orden, a sus propios hermanos... Nimue no solía juzgar a las personas por las habladurias de la gente, sino que prefería esperar a oir la historia de la "victima" y de su "verdugo", no siendo esta vez de manera distinta a las otras.

Quizás de manera un poco extraña, dirigió sus ojos a los de la strega ciega, dispuesta a preguntarle si quería contarle su versión de los hechos, pero no sabía muy bien como hacerlo.

- Creo saber quien sois, hablan de vos en la orden con bastante odio, la verdad, pero yo no soy quien para juzgaros. Prefiero escuchar a la gente, y por mi propio juicio pensar si en verdad es cierto lo que se cuenta o simples leyendas que se inventan para destrozar vidas o hacer existencias mucho más duras de lo que ya son -empezó, dejando que las palabras flueyeran de sus labios como un torrente de agua- Por ello, si no os importa... preferiría escucharos a vos priemro, antes de hacerme ideas equivocadas en la cabeza -sonrió levemente, mostrandose cautelosa y amigable, ya que no la conocía, y no sabía muy bien como reaccionaría a aquella invitación.

por Contenido patrocinado