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Mensaje por Fahd 'Umbra' Hasshîm Mar Nov 03, 2009 6:28 am

Cierra los ojos, tranquilo, al sentirse uno con todas las sombras que le envolvían y le hacían invisible, respirando entrecortadamente por el esfuerzo que le había supuesto el ejecutar esa cantidad de golpes en tan poco tiempo contra el Capitán, y pasando el dorso de su mano enguantada por la frente, limpiándose así las gotas de sudor que la perlaban.

Suspira, sabiendo que no tardaría demasiado en presentar batalla contra Damodred de nuevo, y no se lo piensa dos veces antes de correr todo lo rápido que pueden sus piernas hacia el lugar donde había visto perderse a Aradia mezclándose en el camino con su elemento. No tarda en encontrar su pista, ya que un invidente en un bosque era bastante muy fácil de seguir dado que no podía fijarse en qué lugares pasaba, a diferencia de él; que a pesar que recorría a toda velocidad la espesura, apenas producía sonido al pisar el suelo y pasar cerca del follaje que cubría toda esta zona, haciendo así que a él si fuese prácticamente imposible de seguir. No se podía atrapar a una sombra.

La encuentra, apoyada en un muro, y se da cuenta que no está muy lejos del lugar donde él había dejado al otro lado su góndola. De unos rápidos y sigiloso pasos se acerca hasta la chica, dejando que la sombras se fuesen ymaterializándose de la nada delante de ella. Tapa su boca por si había notado su presencia y se le ocurría gritar, delatándole.

-Soy yo Luna...-Pronuncia en un leve susurro, cogiendo su otra mano la daga por si se le ocurría acariciar su carne con ese arma. Cuando piensa que ya ha tenido el tiempo suficiente de asimilar quién es, destapa su boca y suelta su mano.- ...No sé que narices haces aquí, pero no te he dado permiso para que salgas...-Su mirada oscura se posa en ella, atravesando ese rostro ciego hasta su interior, mostrándole así el enfado que albergaba dentro de él.- Pero bueno, eso es lo de menos...-La coge por los hombros y le da media vuelta, encarándola hacia el lugar donde tendría que saltar la tapia.- Sigue todo recto por aquí y cuenta aproximadamente unos cuarenta pasos, cuando lo hayas hecho verás que bajo tus pies no se extiendo un manto tan grueso de hierba como aquí.-Dice en un susurro cerca de su oído- y supongo que al haberte privado del sentido de la vista, tu oído podrá percibir el sonido que hace una góndola balanceándose al otro lado de la tapia. Quedate por ahí cerca que no tardaré demasiado en ir... no admito quejas y por tu bien espero que no hagas nada de lo que te puedas arrepentir...

Después de darle las indicaciones, en apenas un segundo se había esfumado de allí como si simplemente se tratase de una presencia espiritual con las que los Stregas se comuniaban, desapareciendo de allí tan rápido y silencioso como había aparecido, dejando que de nuevo las sombras cubriesen su figura para que nadie fuese capaz de localizarle.

Deshace su camino, tan rápido como lo había hecho, esquivando las hojas colgantes con rápidos y precisos movimientos y saltando los arbustos y helechos que se cruzaban en su paso, posandose en el suelo con elegancia y sigilo. Por fin encuenta al Gorrión, divisandolo no muy lejos de su posición y avanzando con decisión entre las sombras que lo rodeaban. Sus pasos se tornan mucho más precisos y silenciosos, pareciendo así un felino que acechaba a su presa en la oscuridad de la noche, impaciente por dejarse ver y luchar, pero a la vez manteniendo la serenidad y la mente fría que caracterizaba a un asesino, no anticipándose al momento de entrar en acción.

Pega su cuerpo al tronco de un árbol, observando con las ceja enarcadas y una sonrisa, como la figura de armadura negra parecía haberse quedado quieta en su lugar, con los ojos cerrados. Aprovecha que Damodred no parece suponer ahora ningún peligro, y sus ojos se posan en la figura, sintiendo su cuerpo y las energias que le rodean. Sonríe al presentir dos heridas en su cuerpo, producidas por él, en el muslo derecho y el brazo izquierdo. Pero pronto su sonrisa se borra, formando una mueca de sorpresa en su rostro, cuando la figura que parecía estar meditando se lanza justo hacia el lugar en el que se encontraba él, esquivando por poco la estocada que impacta en el tronco del árbol, pero acertándole inevitablemente en su segundo golpe y produciéndole una larga aunque no profunda herida en el pecho, que mancha sus ropajes blancos de un tono rojizo por la sangre.

Su rostro se contrae ahora en una casi imperceptible mueca de dolor, pero pronto se sustituye por una sonrisa. Por fin su adversario había sacado su ventaja, hiriéndole a causa de su inexistente armadura en el pecho, tan solo capas de fino tejido que un acero afilado podía cortar como mantequilla. Da varios pasos hacia detrás, descubriéndose de las sombras y dejándose ver.

-No me hagas reír, Damodred... tú y yo no somos del mismo mundo...-Pasa el pulgar por la herida de su pecho, notando el calido líquido rojizo que impregnaba su ropa y le ardía, pero su rostro permanecía impasiblle. Lame la sangre que había recogido con la yema de su dedo, y la escupe a un lado, mostrando en sus ojos la ira llameante del desierto. Nota como el calor sube rápidamente por su espalda y comienza a respirar más rápido, su orgullo se había visto herido por el hombre que tenía delante, y eso se lo iba a hacer pagar con creces-...y ahora voy a demostrarte el porqué Capitán. La diferencia entre alguien que se atreve a jugar con las sombras...-Poco a poco una sonrisa se dibuja en su rostro, mostrando la impaciencia de saltar sobre su enemigo, y lleva las dos manos hacia la empuñadura de sus armas.- ...y la mismísima Sombra.

Su sonrisa se amplía má saún, mostrando en su rostro una casi diabólica. De un rapidísimo paso desenvaina sus armas en silencio cruzándolas de un tajo en el pecho de Damodred y, para sorpresa de este, tanto si ha reaccionado a tiempo como si no, la figura que se había adelantado hacia él se desvanece etérea inmediatamente después de chocar aceros sin producir sonido alguno. No era Umbra, tan solo una mera ilusión creada de sombras a partir de él mismo, para crear una distracción momentánea...

A la vez que había creado ese "clon" inmaterial, su cuerpo se había visto cubierto inmediatamente de sombras desplazándose hacia otro lado, volviéndose casi invisible a los ojos del Gorrión. Esto, mezclado con todo el manejo de sombras utilizado anteriormente, habían hecho que sus energías comenzran a verse mermadas y, si seguía así, podría quedarse completamente vacío en poco. Pero eso ahora poco importaba, solo quería que ese ser que tenía delante cayese rendido a sus pies. Desplazándose rápidamente y en completo silencio se coloca a la derecha del Capitán a la vez que su ilusión cargaba contra él, y apareciendo a un lateral a la vez que esta desaparecía ante los ojos de Damodred, lanza un cuchillo directo a la herida del brazo izquierdo del hombre, aprovechando así la herida y desenvainando rápidamente su daga golpea en la pierna ilesa del capitán, esperando herirla también.

Nada más realizar esat acción, su cuerpo se vé envuelto de nuevo en sombras inmediatamente, desapareciendo ante los ojos del Cuervo Negro. Se interna de nuevo en la vegetación, resguardándose así de los posibles ataques que pueda sufrir, y lo rodea a toda velocidad, cambiando continuamente de dirección a la vez que va descargando todo su arsenal de cuchillos arrojadizos sobre Domodred desde todas direcciones, apareciendo cerca de Damodred y desapareciendo, para aparecer segundos después al lado contrario. Cualquiera podría pensar que en lugar de estar atacándole solo un hombre, fuese un grupo de asesinos quienes hostigaban con sus armas arrojadizas al Capitán de la Guardia.
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Mensaje por Damodred di Tylmarazzi Mar Nov 03, 2009 12:24 pm

El acero plateado de su espada bastarda corta cuero, tela y carne y él lo siente, como si su espada y él fueran un solo ser. Inevitablemente, los acerados ojos inhumanos de Damodred se abren como los de un predador al sentirlo, y parecen durante unos instantes más vivos, derramando sobre el entorno ese fuego de azul lunar, luna muerta, que parece iluminar las sombras como dos cirios del Más Allá. No cesa su danza hasta que, girando con su capa, retrocede elegantemente hasta volver a alejarse del tronco del árbol y, erguido y espada extendida hacia él, contemplar al asesino que ahora es visible a sus ojos.

Su rostro vuelve a estar cincelado en inamovible márbol; sus ojos, dos espectrales luces que de nuevo mantienen bajo control, su control, todo lo que pueda o no haber sentido durante ese nuevo choque de fuerzas en el que ha salido victorioso. Siente el fuego del asesino, la inestable llama que gira sobre sí misma en una mezcolanza de orgullo y la estimulación del reto; como también sintió la convulsión inconsciente de su cuerpo cuando la afilada hoja hendió su carne... el acero, tan brillante como su mirada, restalla contra las sombras manchado de carmesí que gotea en la hierba.

Al mismo tiempo que el asesino habla, lanzando lo que, sin duda, para muchas de sus víctimas debió de ser la unción de la muerte antes de caer degollados por su daga, Damodred ladea parsimonioso como un animal en sombras olfateando un cadáver, acercándose la espada y acariciándola desde la empuñadura hasta el filo con dos dedos enguantados en cuero. Se escucha el susurrante sonido del crujiente guante contra el cortante borde hasta que por fin retira la mano, frotando en círculos lentos la resbaladiza sangre que ha quedado impresa en ella. Segundos después de que el asesino le aleccionase sobre las diferencias primarias entre ambos, Damodred alza los ojos y los clava, indescfrable, frío y cas aburrido, en los de él.

- Sangre - susurra - Qué cosas... - su sesgada y cínica sonrisa regresa, ensombrecendo una de las cmisuras de sus labios - Roja y cálida... tan cierta y real como aquella expresión de dolor en tu rostro... - observa, alzando levemente las cejas - Umbra... ¿puede una sombra ser de carne blanda, débil... y mortal? - la burla de Damodred no es como la de Fahd. Ni siquiera podría decirse que sea burla: son solo palabras pronunciadas con extrema delicadeza, con un acariciante susurro, paladeando todas y cada una de las palabras que surgen de sus labios. No es más que la manifestación lógica y cierta de sus pensamientos... y aquello es, precisamente, lo que quiebra cualquier orgullo como láminas de cruel acero. Resopla por la nariz, dejando escapar un ronroneante sonido de su garganta cuando extiende un pie, gira e dos serenos círculos la espada y le apunta; mientras, se lleva los dos dedos encuerados a los labios, los entreabre y degusta la sangre con la punta de la lengua, entornando después los ojos y tragando saliva sin nausea alguna - Si he podido beber tu sangre... también podré alimentarme de tus restos.

Saldada la deuda, al haber respondido a las palabras del asesino con las suyas propias, el silencio sehace de nuevo sobre la zona como testimonio de la sed de sangre de los guerreros. Sin necesidad de mirarle, el capitán de la Guardia detecta al soldado que, nervioso, aguarda fuera para advertir de la captura de Borgia; con un simple ademán con la mano le indica que aguarde a que acabe la contenda y, por supuesto, vigile al cautivo.

Y acto seguido, el asesino comienza su letal y oscuro baile. Damodred ni se mueve cuando se acerca; se limita a tensar el rosto, apretar los labios y hacer crujir de nuevo el cuero cuando aferra con extrema fuerza su espada. Inamovible e inalcanzable como ráfagas de ardoroso viento contra una montaña blanca, aguarda y estudia, agudo y observador, cada movimiento impredecible, veloz y mortal de su adversario. Por supuesto, en tales circunstancias reacciona a tiempo a su tajo; como si él mismo no tuviese heridas que escocieran, también danza, retrocediendo y elevando la espada en un semicírculo vertical ara detener la embestida a escasos centímetros de su pecho, sin apartar la mirada de su adversario... adversario que, en un visto y no visto, desaparece.

La única muestra de sorpresa de Damodred es volver a abrir los ojos de par en par con esa expresión que más que confusa se asemeja a la de un huargo ansioso; y aun así, Umbra puede vanagloriarse de ser uno de los pocos capaz de generar tal reacción en él, siempre atento, prudente e intuitivo. Vuelve a sujetar su capa para hacerla girar como particular protección y da media vuelta sin dejar de apuntar a las sombras con la espada, girando la cabeza para buscarle. Por sus movimientos instintivos parece que realmente no use siquiera sus ojos para buscarle, pero aun así eso no evita la lluvia de tajos y golpes que viene a continuación, sin poder hacer nada por evitarlos dado que su enemigo es indetectable... no, es más de uno: son muchos, o un todo y un nada con la oscuridad. La daga acierta limpiamente en su herida abierta del brazo e inevitablemente se convulsiona con un grñido, antes de perder el equilibrio por efecto del golpe en la pierna y recuperarlo en el acto, a tiempo para caer y anclar una rodilla en tierra. Se escucha el rasgar del terciopelo y la capa cae al suelo, rasgada su sujección.

Todo sucede en una milésima de segundo: en cuanto la rodilla del Cuervo da con el suelo y Umbra se fusiona con la oscuridad intensificando el efecto, Damodred clava la espada en la tierra frente a él, se apoya en la empuñadura entrelazando con fuerza ambas manos y, en un visto y no visto, pega la barbilla al pecho, suelta el arma y se abraza a sí mismo, aferrando con manos crispadas sus caderas y creando una especie de cruz que, dado su aspecto de fantasma en la sombra, queda cas ritualista. Pronto se revela el porqué cuando cesa el abrazo y extiende en una cruz baja los brazos: cuchillos, el resto de cuchillos de su arsenal aunque no envenenados, cinco por cada mano y uno por cada dedo. Se incorpora y, girando en rapidísimos circulos, los lanza con una destreza sorprendente, creando estelas que sobrevuelan como una estrecha de mil puntas el espacio hasta clavarse en suelo, troncos de árboles, o rebotar e piedras. O el asesino tiene realmente el don de aparecer y desaparecer como el protagonista de una leyenda, o, sin lugar a dudas, mínimo uno o dos de esos cuchillos le darán revelando su posición.

Él no se detiene: en el acto se incorpora, desclava la espada del suelo y corre a zancadas hasta el lugar en el que las dagas hayan revelado su posicón. Salta con todo lo que el peso del cuero y la obsidiana, por suerte flexibles, le permiten, y se aferra con una mano a una gruesa y dura rama, que utiliza para tomar impulso, elevar una pierna y asestarle una rápida patada en la boca al asesino. Aprovechando la fuerza del golpe y su seguro aturdimiento, avanza como la misma Muerte, inalterable pero con ojos de peligrosa telaraña de nacar prometiendo agonía; aprieta los dientes, sujeta la espada por la afilada hoja sin importarle abrirse cortes sangrantes de resbaladizos hilillos rojos, y lanza un golpe con la empuñadura directo a su cabeza, mientras su otro puño intenta pillar sus costillas. Luego lanza la espada al aire, sin mirarla, y la recupera por el mango para, girándola de nuevo en una hábil floritura, asestar un tajo en diagonal, girar sobre sí mismo, acuclillarse y lanzar otro en horizontal que va dispuesto a rasgar sus rodillas.

El Cuervo no se detiene ni por un instante. Quiere sus ojos. Quiere su carroña.
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Mensaje por Aradia della Mezzanotte Miér Nov 04, 2009 5:48 am

Su aparición de la nada hace que se tense y forceje para escapar como un pajarillo atrapada entre sus manos, un forcejeo en vano pues el la supera en fuerza. Se relaja al percibir su aura y sobre todo sus voz, todos sus musculos se rinden a él.

Baja el rostro ante su regañina, por mucho que una marte de ella le fuera fiel a él y solo a él, todavia le debe a su clan. No le gusta que este enfadado con ella.

-Ellas me lo ordenaron.-dice como una replica.

A su lado suele mostrarse callada, sumisa como en aquel instante. Aunque mas que sumisión lo que delatan sus gestos es preocupación, teme que caiga en la batalla, que le atrapen y lleven al piombe. Sabe que si le dice "ten cuidado", pero le delata la forma en que aferra su mano antes de que se marcha, dejandola escapar, arrastrando los dedos.

Despues obedece, caminando a tientas en la dirección que la ordenado su señor, se quita los zapatos para poder palpar con mas facilidad las rugosidades del suelo, siguiendo el camino que le ordenado y quedandose a la espera de oir la gondola.

El tiempo se le hace eterno, y no escucha nada... Solo el lento fluir del canal y la lengua del viento entre los arboles. Reza a todos sus dioses esperando que el vuelva por ella, sano y salvo.
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Mensaje por Antonio Falivene Dom Nov 22, 2009 11:17 am

Había llegado antes de lo previsto a Venecia gracias a la bonanza de los vientos en la mar y una conveniente suerte a la hora de viajar por los caminos de la península. La reunión con los comerciantes estaba prevista para varios días después, al igual que con el Tributo de la ciudad. Había contratado a un séquito para que trasladaran sus cosas a una residencia en Viccinato Ricco, comprada a un hombre de confianza. Él mismo se había asegurado de que tuviera acceso a las alcantarillas de la ciudad, así como que estuviera cerca del puerto. Sin embargo, mientras los trabajos de preparación y de traslado se estaban realizando, optó por empezar a conocer la ciudad que durante algún tiempo, más del que probablemente cabría esperarse en un principio, iba a ser su hogar.

El primer lugar que optó por conocer fue el Palazzo Ducal y sus expléndidos jardines, donde pretendía dar un paseo para hacer tiempo hasta la cena. En ocasio es conveniente quedarse solo para ordenar ideas y, sobre todo, para sentir el ambiente de la ciudad. Tal vez un lugar de tranquilidad al que poder acudir con asiduidad no le vendría nada mal, pero para eso tenía que armonizarse con él, sentir que se aceptaban mutuamente.

Al entrar en los jardines notó una sensación de paz y tranquilidad que confirmaron el hecho de que, en un futuro, podría descansar la mente en aquel lugar. Le pidió a su conductor de carruaje que esperara a las afueras del lugar, dándole unas pocas monedas para comprar algo de comida y bebida para él y para ambos a su regreso, además de para obtener algo de información de los alrededores. Tratar bien a tus subordinados es la mejor y más excelente forma de conseguir que hagan bien su trabajo y de tener su lealtad, además de que a él le gustaba ver a la gente bajo su cuidado en plenas facultades, en ese sentido no escatimaba recursos.

Se introdujo hasta lo más profundo del lugar, oliendo, degustando, palpando, en definitiva, sintiendo, y sus pensamientos vagaron. Pero no estaba solo, y lo sabía.
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Mensaje por M. Simonetta Fioranelli Dom Nov 22, 2009 11:30 am

Vespucio estaba especialmente pesado ese día. Llevaba todo la noche comportándose como su sombra y sus manos se lanzaban hacia ella a la menor oportunidad y en los sitios más llamativos. Así llamarían la atención y Simonetta no estaba dispuesta a eso, era una dama casada y su estúpido y alocado amante ya la había cansado demasiado.

En un budo intento por escapar de las miradas indiscretas, Vespucio la había arrastrado hacia los jardines, creyendo que así se ganaria los favores. Sin embargo en cuanto una mano extremadamente lasciva trató de colarse bajo su falda a la vez que con la otra tiraba de su corsé, lo que se ganó fue una buena bofetada de Simo, la cual no estaba dispuesta a dejarse utilizar.


-Para. No me toques de nuevo. No quiero volver a verte.

-Pero María, no puedes hablar en serio, yo...

Otra vez esa odiosa mano intentó tocarla, solo que esta vez no fue un simple bofetón lo que se ganó, si no un arañazo en la cara, que le dejó tres lineas de sangre en la mejilla. Pero esto no alejó al joven, en vez de eso, produjo el efecto contrario y Simo se vio empujada contra un arbol. En cuanto la mano cubrió su boca, Simonetta se lanzó a morderle con fuerza y gritó. Gritó con todas sus fuerzas, sin saber si alguien la escucharía, ya que con ese grito tan solo quería asustar a su agresor para poder ponerle a su merced. Y fue justo cuando este la fue a golpear con el dorso de la mano para acallarla, cuando sus ojos quedaron atrapados en los de la mujer comenzando a fluir la magia oscura entre ellos. En pocos segundos estaría bajo el control de Simonetta.
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Mensaje por Antonio Falivene Dom Nov 22, 2009 11:44 am

La calma que le invadía por su paseo se vió perturbada por ese grito de mujer lanzado al auxilio azaroso. Evidentemente, no podía quedarse de brazos cruzados, algo malo estaba pasando. Nadie, y sobre todo en ese lugar, gritaba de esa forma sin una buena razón. Corrió hacia la zona con el ceño fruncido y una mano en el pomo de su florete, observando a su alrededor, captando todos los detalles que pudiera, pero en aquel instante percibió algo que le perturbó todavía más: Energía oscura; magia negra.

Se detuvo en seco. Eso solo podía suponer algo: un brujo, o un mago con humor de perros. En cualquier caso, el empleo de esa clase de enegías no podía suponerle una ventaja. ¿Podía estar la mujer siendo atacada por un practicante de las artes prohibidas, o quizá era ella la practicante? ¿O tal vez ambos? ¿En ese caso era prudente meterse en el embrollo?

En aquel momento recordó su objetivo primordial y sonrió para sí. Sacaría partido de la situación. Sin quitar mano del pomo de su espada, echó mano de su zurrón y tomó un cristal pulido de cuarzo intacto, envuelto en tela. Se concentró por un momento en él y acto seguido respiró hondo. Acababa de emplear una magia muy sutil de Esencia, transformando la apariencia de su Aura en alguien que no practica ningún tipo de Arte Arcana. A ojos de cualquiera que no se esforzara por descubrir el engaño, era un simple noble o burgués inconsciente de todas aquellas supercherías. Se guardó el cuarzo en un bolsillo superior de su traje y retomó su marcha.

Al llegar, era la típica escena en la que un hombre pretende abusar de una mujer. En aquel lugar estaba el aura de oscuridad; tenía que hacer algo para llamar la atención y evitar que lo que estuviera sucediendo, siguiera sucediendo.

Caminó sutilmente hasta ponerse a la espalda del hombre, y punzó muy suavemente con la espada en su nuca.

- No creais que con esa actitud vivireis demasiado para poder probar nuevamente los placeres carnales... No sería mala idea que recibierais instrucción en el serenamiento de vuestras pasiones concupiscibles...- Su tono denotaba seguridad, puesto que llevaba ventaja...¿frente al hombre?
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Mensaje por M. Simonetta Fioranelli Dom Nov 22, 2009 11:57 am

Ella estaba tan concentrada en liberarse de su captor que no notó aquella leve vibración del aire, producida por la magia. Estaba a punto de darle una orden al jóven cuando un hombre apareció a la espalda de Vespuccio e interrumpió la corriente de magia. Inmediatamente Simo tuvo que recurrir a su cara más inocente, puesto que no sabía que había visto o sentido aquel hombre.

Tanto Vespucio como ella parpadearon varias veces desconcertados, perfectamente sincronizados y perfectamente camuflados. Nadie podría haber dicho quien acababa de sufrir la hipnosis. Sin embargo, un segundo después cada uno reaccionó de una manera, Vespucio como noble demasiado jóven que era, se asustó y salió corriendo ignorando las palabras del caballero por si acaso le retaba a un duelo o le acusaba de intento de violación. Y por su parte Simonetta se dejó caer de rodillas al suelo y convenientemente se puso a llorar como una dama asustada por lo que había estado a punto de pasarla.

Pasó unos segundos así, sollozando con la cara enterrada entre las manos, pero antes de que la tomara como una ilusa e insoportable mujer, detuvo sus lágrimas y fingió una pose de mujer que intentaba aparentar ser dura y fuerte cuando era todo lo contrario, todo un perfecto teatro que ocultaba su verdadera personalidad al igual que ella había ocultado previamente sus poderes.


-Gra...gracias mi señor. Me habeis salvado la vida. Ese horrible caballero pretendía abusar de mi y quien sabe si incluso matarme. ¿A quien debo agredecerle este valeroso acto de heroicismo?-
Le preguntó educadamente el nombre, aprovechandose de la situación.
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Mensaje por Antonio Falivene Dom Nov 22, 2009 12:07 pm

Mantuvo el rostro estoico y sereno de un heroe urbano al tiempo que le tendía su mano para alzarla de su pose de rodillas. Él también fingiría ser el papel que la dama le había asignado. - Cualquiera que se considere a sí mismo hombre y no bestia habría hecho lo mismo, mi señora... - Correspondió con tono de orgullo.

- Antonio Falivene, a su servicio - Dijo al tiempo que hacía una sutil reverencia, sin tocar a la dama, aunque la etiqueta del momento habría requerido un beso en el dorso de la mano, pero prefirió no hacerlo, respetando el aparente suceso traumático que acababa de vivir.

- ¿Puedo preguntar qué os ha sucedido para acabar en esta desagradable situación, o quien era ese jóven? - Se interesó, aún aparentemente embriagado por el sentimiento de justicia que todo caballero andante debe experimentar al rescate de damiselas.
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Mensaje por M. Simonetta Fioranelli Dom Nov 22, 2009 12:15 pm

Recompone su moño, mientras hace una pausa dramática entre las palabras de su salvador y las suyas propias. Definitivamente, debería haberse metido a actriz pues el mundo de la mentira y el engaño eran su día a día. Eso si, ahora tenía que inventarse una buena excusa para explicar que hacía con el jóven, ¿pero que mejor mentira que la que más se acerca a la realidad?

-No lo se signore. Yo me encontraba paseando por las calles con mi doncella, cuando esta ha desaparecido y ese jóven apareció delante mía. Me miró y yo le devolví la mirada tímidamente y después de eso recuerdo encontrarme luchando por impedir que me violara.
Justo al decir eso, se lleva las manos enguantadas a los labios y le mira turbada, como habiendo caído en la cuenta de algo justo en ese momento. -Signore, signore. No le digais sobre esto a mi marido. No quiero que se entere pues haría colgar al violador y eso le traería problemas con los demás nobles. Per favore... no se lo digais.
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Mensaje por Antonio Falivene Dom Nov 22, 2009 12:22 pm

Contemplandola aún con una mezcla de impasibilidad y rectitud, asintió mientras clavaba su mirada en ella. No era muy inteligente empezar a crear polémicas entre los nobles de la ciudad, pero sin duda era interesante lo que había descubierto por el momento. ¿Magia negra? ¿Violaciones? nadie viola a la mujer de un noble a menos que haya una buena razón detrás. Algo oscuro se ocultaba, y por lo menos tenía un punto de apoyo sobre el cual empezar a deducir: esa mujer.

- Puedo acompañaros al destino al que os dirigiais si así lo deseais. Tengo un carruaje esperándome afuera. Para mí sería un placer designaros mi protección hasta que estéis a salvo - Dijo señalando las puertas de los jardines.

- Por cierto - añadió... - No me habéis dicho vuestro nombre -
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Mensaje por Stella Graziano Dom Nov 22, 2009 12:29 pm

Desde que estaba al servicio de Damodred, El Cuervo Negro, procuraba pasar la mayor cantidad de horas posibles lejos del Pallazo, o en general lejos de su presencia. La inquietaba, la atraia y a la vez la repelia, intentaba escapar y acababa volviendo a él y sabía que no solo era causa del collar que ahora lucia su cuello. No era solo obligación, era algo mas.

Y tal vezeso era lo que mas le asustaba que pese a la brutalidad con la que a veces la trataba ella seguia ahí, fasicanada ante un enigma que ni ella misma comprendía. Pues a veces era calido hasta quemar y otras tan frio que dolía. Y aquella mezcla le llevaba a desear mas y mas...

De todas maneras llevandole información conseguia a veces desviar la atención de su espiritu inquieto de ella a otros problemas.

Se acomodo sobre la copa del arbol, había observado todo lo que había ocurrido tanto por un lado como por otro. Sabía que ambos eran dotados, por una vez y gracias al collar el que la descubrieran no generaba en ella ningun tipo de inquietud.

Permanecio oculta, silenciosa.
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Mensaje por M. Simonetta Fioranelli Dom Nov 22, 2009 12:33 pm

-Me disponía a volver a casa. Mi marido no se encontraba bien y no ha podido acompañarme a la cena a la que habíamos sido invitados.- Si. Definitivamente eso tenía que colar, puesto que era muy cercano a la verdad, solo que su marido estaba enfermo en la cama precisamente por su culpa y que el palazzo del que venía era precisamente del de la familia del noble que acababa de salir corriendo.- Mi nombre es María Simonetta Fioranelli, pero para mi heroe de esta noche tan solo soy María.

Se recoloca un rizo que ha escapado de su recogido y mira al hombre como fascinada. De la misma forma que una mujer indefensa miraría al hombre que se ha proclamado su salvador, aunque en realidad no haya hecho nada digno de mención.


-Si no os impora, hasta que mi desbocado corazón se calmara podríais hacerme compañía en estos oscuros jardines. Temo que el jóven pueda aparecer de nuevo para terminar lo que empzó si vos no estais conmigo.


Y con esa simple excusa, estaba consiguiendo tiempo para examinar al hombre. Parecía un burgues muy rico o un noble demasiado pobre, pero por encima de todo, parecía aburridamente normal y corriente. Sin una pizca de magia en sus venas, lo que le convertía en una apacible compañia y quien sabe, quizá en una futura diversión. Por lo pronto tenía curiosidad por el.
-¿Puedo preguntar que motivo lleva a un hombre tan apuesto como voz, a estar en estos jardines a estas horas y sin la compañía de nadie?
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Mensaje por Antonio Falivene Dom Nov 22, 2009 12:43 pm

A petición de la mujer, comenzó a caminar a su lado, introduciendose en las profundidades del lugar, contemplando su vegetación y fauna, aparentemente aún en alerta por si ese desdichado se le ocurriera volver... Cosa que dudaba. Alguien así no vuelve si no es en compañía, y no se arriesgaría a formar un tumulto cerca del palacio del Duque si realmente era un noble.

- Lugares tan tranquilos como este ayudan a un hombre a despejar su cabeza de dudas y preocupaciones. Pretendía familiarizarme con él para poder visitarlo en un futuro con más tiempo. Ahora que no estoy solo, no obstante, el paseo se puede hacer más interesante que una simple ordenación de ideas...

La miró a los ojos por un momento, como fascinándose por su belleza pulcra y porcelanosa, dejando que el hechizo que la mujer transmitía le intoxicase, y permitiendo que ella lo notase. Tal vez así bajaría la guardia.

- Lamento escuchar la noticia sobre su marido - Se interesó. - ¿Quien es, si pudiera preguntar? -

Si la mujer sabía interpretar señales, y seguro que podía, dado que se leía a la legua su habilidad con el trato social, y más viniendo de la nobleza, el hecho de interesarse así podía ocultar una intención depredadora más allá de la simple cortesía. Con el marido muerto, o moribundo, la mujer es una presa fácil.
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Mensaje por M. Simonetta Fioranelli Dom Nov 22, 2009 12:55 pm

-Estoy totalmente de acuerdo. Este jardín precisa de una buena cantidad de tiempo libre para perderse por el y disfrutarlo de verdad. un rápido paseo para pensar no será suficiente para descubrir las maravillas ocultas que ofrece.

Comentó mientras comenzaba a recorrer los hermosos jardines, observando las plantas a su alrededor. Por suerte ella no se dedicaba a la nigromancia, la muerte no la tenían tan marcada como a Caín por lo que las flores no morían a su paso. Si esto hubiera sucedido ella se habría puesto muy triste puesto que adoraba las flores, como mujer de alta cuna que era. Podía tener un pequeño secreto bajo la manga, pero eso no la hacía demasiado diferente de cualquier dama. Los coqueteos también eran una de sus debilidades.

Caminó despacio, acompasando sus andares a los del hombre que la acompañaba y que tan interesando parecía estar en su vida. Por desgracia, no contestar habría resultado demasiado descarado y habría llamado la atención de Antonio, por lo que buscó la manera de responder a sus preguntas de la forma más sencilla y a la vez menos reveladora.


-Mi marido es el señor Fioranelli. Su familia siempre ha pertenecido a la nobleza veneciana, sin embargo debo decir que el no tiene ningún título por el que se le pueda conocer. Simplemente tiene dinero y buenos lazos sanguineos.- Se detuvo un momento para desenganchar su vestido de una traviesa rama y una vez conseguido, miró fijamente a su acompañante -¿Vos estais casado, signore?
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Mensaje por Antonio Falivene Dom Nov 22, 2009 1:10 pm

Esperó a que arreglara su vestido contemplando fijamente, de forma hipnótica, la superficie del lago. En realidad estaba ordenando variables a gran velocidad. No podía arriesgarse a hacer magia de Mente más compleja porque, si ella era la practicante de magia negra, sospecharía de que, en realidad, estaba ocultando su aura mágica. Hacer eso desataría hostilidades probablemente muy indeseadas, y le dejaría muy poco margen de maniobra a Antonio para actuar en la ciudad a partir de entonces. Si esa mujer sabía magia negra, probablemente seria porque tendría contactos en el Loto Negro, o que la organización había tocado alguno de los ambientes de la muchacha, en cuyo caso podrían usarla de nexo para llegar a él y a su Orden... cuando en realidad él pretendía lo contrario.

Cuando hizo la última pregunta, distrajo su atención del lago, y alzando las cejas levemente la miró, encontrándose de frente con su mirada penetrante. Si hubiera sido más jóven e inexperto, una presión en su bajo vientre la habría hecho desearla, probablemente al mismo nivel o mayor que el jóven que había salido huyendo. Eso, claro, si hubiera sido más jóven e inexperto...

- No he encontrado aún la dama con la que pueda compartir mi vida, María, pero tampoco es una cuestión que me quite el sueño - Alimentó así su pose de hombre recto y firme, aparentemente siguiendo el juego de coqueteos y el intercambio sutil de información.
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Mensaje por M. Simonetta Fioranelli Dom Nov 22, 2009 1:16 pm

Una sonrisa se dibuja lentamente en su rostro, iluminándolo por momentos para acto seguido apagarse con una risilla nerviosa y tímida, que no puede ver, ya que ella se ha girado bruscamente, escapando de su mirada como si fuera un juego.

En realidad le está analizando, está calibrando su espíritu y tratando de comprender su forma de ser, pero todo eso sería más fácil con un poco de ayuda mágica y ciertamente, se siente muy tentada de dejarse llevar por la magia. Pero ella es fuerte y no va a permitir que la magia oscura la domine y la haga actuar de forma alocada, ella domina a la magia oscura y no al reves, y eso es lo que la hace fuerte en la orden, a pesar de que tan solo está al principio del largo camino que tiene planeado para hacerse con el control del loto negro.


-Quizá en Venecia encontreis a vuestra dama, hay hermosas jóvenes casaderas en la ciudad ¿se considera usted buen partido?
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Mensaje por Antonio Falivene Dom Nov 22, 2009 1:31 pm

Siguieron caminando, y ante el último comentario, Antonio soltó una suave carcajada. Con una leve sonrisa de satisfacción y ojos comprensivos, miró de reojo a la dama y contestó con un deje de demostración de su arte social - Por favor María, ambos sabemos que no soy yo quien puede determinar eso. - Hizo el silencio durante unos instantes. - Pocos hombres se dan cuenta de que son las mujeres quienes eligen a sus parejas, y no al revés. Debes ser muy rico y muy poderoso para que sea al contrario. -

Se hizo nuevamente el silencio. Había reforzado su imagen de caballero con esa humilde frase, además de haber vuelto a demostrar habilidad social e ingenio en los comentarios. Quería hacerse un hueco entre la nobleza cuanto antes, puesto que desde una posición de influencia podría monitorizar las actividades de la mayoría de brujos de la ciudad con mayor facilidad, y dar más facilidad de recursos a la Orden en Venecia.

- Estaría dispuesto a que me presentarais a alguna dama que pudiera estar interesando en mí, no rechazaría la invitación - Añadió animosamente rompiendo el silencio.
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Mensaje por M. Simonetta Fioranelli Dom Nov 22, 2009 1:43 pm

Demasiado interés demostraba el hombre en las relaciones sociales. Por lo normal cuando conocía a alguien este mostraba interés por ella, y no por su agenda social. Eso era realmente extraño y a la vez algo desquiciante, pues no estaba acostumbrada a que los hombres no la eligieran. De todas formas no estaba dispuesta a demostrar su irritación. En vez de eso volvió a sonreir ante sus palabras, ignorando la punzada de dolor que sintió al escucharlas, pues menos ciertas no podían ser.

En su caso no había tenido ni la más remota oportunidad de escoger a su pareja, y como ella casi todas las damas de Venecia. Las mujeres no elegían nada, iban de un padre dominante a un marido dominante. Solo las viudas podían permitirse el lujo de decidir por ellas mismas. Quizá el necesitara una viuda.


-Me agradaría mucho poder presentaros a alguna jóven dama, pero por desgracia no está en mi mano hacerlo. No creo tener los contactos adecuados y estoy segura de que vos podríais encontrar una dama mejor por vuestra cuenta que con mi escasa ayuda.- Desde que se casó su vida social se había reducido notablemente debido al carácter apagado y poco festivo de su viejo marido y claro está, ella tampoco había hecho gran cosa por cambiarlo ya que la falta de compromisos sociales la sacaba de los radares no deseados y la permitía entregarse a la orden.

Todo en su vida estaba perféctamente planeado, desde sus amantes hasta sus amigos, sin embargo no estaba dispuesta a meter a nadie en su círculo así de buenas a primeras. Su círculo ya era lo suficientemente escaso y selecto. No iba a permitir que eso cambiara.
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Mensaje por Antonio Falivene Dom Nov 22, 2009 1:57 pm

Suspiró hondo, cerrando los ojos, como alimentándose del ambiente del lugar, y soltando las aparentes tensiones que el hecho de que ella no pudiera ayudarle le podían haber generado. - No importa signora, y gracias por los ánimos. -

Habiendo rodeado el lago de los jardines, señaló con delicadeza un banco de piedra de los colocados sobre el terreno, por si deseaba sentarse, "matando" un poco más de tiempo antes de abandonar definitivamente el lugar para cenar. La agenda del hombre ese día estaba vacía a causa de su temprana llegada, pero siempre podía adelantar quehaceres futuros, o símplemente dedicarse a disfrutar.

- Si soy tan insistente es porque conozco poco de la ciudad, y necesito comprender mejor cómo es la joya del Mediterraneo antes de disfrutarla, ¿comprendeis lo que quiero decir? -
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Mensaje por M. Simonetta Fioranelli Dom Nov 22, 2009 2:05 pm

Declina elegantemente la invitación a sentarse pues se le estaba haciendo tarde y si se sentaba en aquel banco, muy probablemente volvería a olvidarse de la hora y estaba segura de que su marido no se olvidaría de castigarla por llegar a horas indecentes.

-Gracias signore pero debo partir presto. Comprendo lo que quiere decir. Es necesario comprender el escenario en el que se desarrolla la obra antes de iniciarla o corremos el riesgo de ser sorprendidos por inoportunos incidentes. Ha sido un placer conocerle, aunque las circunstancias no hayan sido especialmente agradables. Os habeis convertido en mi heroe personal, así que espero volveros a ver.


Hace una reverencia y le dedica una última sonrisa antes de partir hacia el palazzo Fioranelli. Ese extraño burgués puede que careciera de magia, pero no era alguien simple al que poder subestimar. Resultaría interesante seguir estudiándole próximamente.
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Mensaje por Antonio Falivene Lun Nov 23, 2009 3:48 am

Para acabar con la farsa de héroe altanero y sagaz, acompañó a la señora Fioranelli hasta la salida de los jardines. Ahí, tras una reverencia de cortesía, y un gesto cómplice de seguridad y protección expresado mediante el rostro, una leve sonrisa mezclada con una mirada fugaz, Antonio volvió hacia su carruaje.

- Bienvenido de vuelta, señor, traigo la información que me pedía - Dijo su conductor, Marco, un jóven prometedor que trabajaba a su cargo desde hacía escasos 2 años. Antonio se acercó a él, posó una mano en su hombro, y le dijo de forma honesta - Buen trabajo, Marco, más tarde hablaremos de ello. - Le sonrió cálidamente y tras que el conductor le abriera la puerta y el se introdujera, su semblante cambió. Entrecerró los ojos mirando al infinito, al tiempo que la carroza comenzaba a moverse en dirección hacia su nuevo hogar. Ya había comprobado, de primera mano, que en la nobleza Veneciana había magia negra. No era símplemente una especulación de su Orden, era un hecho. Y ya tenía dos nombres: La señora Fioranelli y su amante. Buen punto por donde empezar su investigación...

La luz del conocimiento siempre vence a las tinieblas de la ignorancia, y a la depravación de la corrupción. Algún día, el mundo, comprendería tan alta verdad.
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Mensaje por Aradia della Mezzanotte Mar Nov 24, 2009 9:21 am

Fadh estaba en un trabajo, por lo que Aradia tenía un par de dias libres para hacer lo que quisiera y eso solía significar que se pasaria la gran parte del tiempo en alguno de los jardines de la ciudad, ya que el unico inconveniente que tenía es que cualquier cosa parecida a la vida natural quedaba muy alejada del nido.

Por eso estaba allí, sentada al borde de uno de los estanques, luciendo un bonito vestido de corte cortesano que le habia ayudado a elegir una de las chicas, ella no podía verlo, pero el color rojizo de este resaltaba la palidez de su piel. El cabello lo llevaba recogido en un elaborado moño, estaba claro que las habitantes del nido disfrutaban al cuidar de ella como si de una muñeca cara se tratase.

Esta relajada, con los pies descalzos, apoyados sobre la hierba fresca, a la vez que esta acurrucada bajo una capa de piel. A su alrededor merodea un lobo, todo el que ha oido hablar de la cortesana sabe que ese animal son sus ojos y su protección. Extiende la mano hacia él y le otorga una caricia, un momento intimo pero hermoso de ser contemplado.
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Mensaje por Antonio Falivene Mar Nov 24, 2009 9:44 am

El lugar le había gustado, y por eso volvía. Planeaba hacerlo su lugar de retiro particular, de tal forma que, nuevamente, se introdujo por las puertas del Jardín de las Hadas, previamente habiendo dejado algo de dinero a Marco, su conductor.

El lugar seguía tan hermoso como la primera vez que lo había visto. Era obvio que tenían jardinero y que la gente que lo pisaba no lo maltrataba. Eso demostraba que podía confiar en poder relajarse ahí siempre que lo necesitara, al igual que en alta mar. Hablando de eso, Antonio había finalizado la compra de su velero personal, y hacía tiempo antes de su bautizo. Pensaba llamarlo Essentia.

Respiró hondo, como siempre hacía, llenándose los pulmones del aire menos viciado que el de la ciudad, menos sucio, con menos olor a putrefacción y decadencia. La naturaleza es la expresión sublime de la obra del Gran Arquitecto, y como tal, entendía que muchos aspectos de la magia se centrasen en su veneración.

Caminando hacia el lugar del lago donde pretendía sentarse ya hacía algún tiempo con aquella noble que estuvo aparentemente a punto de sufrir una violación, esta vez sí iba a sentarse cuando...

¿Y esa mujer tumbada en la hierba? ¿Qué hacía ahí? No parecía ni burguesa ni noble, ¿cortesana? ¿prostituta? ¿Y qué diablos hacía un...¿¿lobo?? ahí?

Finalmente se sentó, y miró fíjamente al animal. Se propuso determinar su agresividad analizando la esencia de su conciencia. Cerró los ojos, y en su mente visualizó que tejía un hilo que rodeaba al animal, que penetraba en su ser, y que le revelaba el patrón que su espíritu seguía. No iba a arriesgarse a seguir caminando si iba a tener que preocuparse por un lobo agresivo...
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Mensaje por Aradia della Mezzanotte Mar Nov 24, 2009 11:26 am

La joven no parecia darse cuenta de la presencia del hombre pues estaba muy entretenida con la conversación que le ofrecia una ondina que hacia burbujitas en el estanque. Solto una carcajada al escuchar el comentario de una driada respecto al tema, podría parecer loca a cualquiera, si no fuera por las alteraciones de la esencia en los lugares a los que dirige se atención podria ser confundida con una.

De pronto el desconocido capta su atención, vuelve el rostro hacía el percibiendo todo el movimiento de energia que realiza para detectar las intenciones del lobo, que permanece tranquilo ante la presencia de su dueña, y solo mostraria intenciones agresivas de ser atacada esta.

-Seria mas facil haberme preguntado si muerde o no...
-le dijo al hombre, dejandole claro con sus palabras que sabía que era un dotado.

Podría no ver pero el resto de su percepción estaba altamente desarrollada.
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Mensaje por Antonio Falivene Mar Nov 24, 2009 11:47 am

- ¡Maldita sea! - Pensó. - Debería ser más sutil, ya he visto que en este lugar se practica la magia negra. ¿Pero qué opción tenía? ¿hacerlo más imperceptible, más rápido? - Apretó los labios. Aunque al tiempo, respiró hondo y miró fijamente a la chica. Al hacer ese comentario también se revelaba como Dotada...algo es algo.

- Es extraño que se tenga un animal así, en plena ciudad, para protección, y que luego con tanta facilidad revele su naturaleza oculta, signora... - Comentario que por otra parte, independientemente de la intencionalidad oculta con la que lo decía, era totalmente cierto. O bien esa tipa tenía amigos poderosos, o bien estaba loca, o bien no sabía en qué mundo estaba metida, o tal vez las tres cosas a la vez. Aunque atando cabos, lo más probable era que... - Hm, intimidación como forma de protección...interesante. Eso significa que la gente que la rodea además de no ser demasiado inteligente probablemente emplee la violencia verbal con ella... -

Alzó ambas cejas, más relajado. Prostituta o cortesana, confirmado.

- ¿Cómo se llama? - Optó por preguntar, dejando de tejer patrones, no de forma repentina, sino lentamente, como aquel que baja una espada tras darse cuenta de que no existe amenaza.
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