Il Nero di Luna
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Mensaje por Ismael Jue Dic 23, 2010 2:57 am

-Nombre: Ismael

-Edad: 24

-Sexo: Varón

-Raza: Humano

-Orden: Gremio de Ladrones y Asesinos

-Equipamiento:En realidad, nadie sabe cuántas armas tiene realmente. Los que le han visto dicen que lleva ocultas mil cuchillas en su cuerpo, y algunos incluso que es capaz de sacarlas de su propia carne (por supuesto, esto no es verdad, claro, es producto de la habilidad, y la imaginación de los observadores) . Posee dos dagas ocultas en las botas, afiladas hasta tal extremo que no se puede poner en ellas una sola hebra de cabello sin que se corte. Su cinturón está repleto de pequeños cuchillos hechos para ser lanzados con precisión. Tiene, además, una hoja hecha de pura plata oculta en su mano derecha, que puede retraerse y salir con un solo golpe de muñeca. Se sujeta con correas de cuero endurecido, y lleva una protección reforzada de metal.
No se molesta en llevar espada ni nada que se le parezca, tan solo le molestaría.

-Aptitudes mágicas: Si hay algo en lo que verdaderamente sobresale es en sus poderes sobre la entropía. Siente el caos, y lo mueve para, en ocasiones comprometidas, dar pequeños golpes de suerte. Y a veces, sólo a veces, cuando se deja llevar por el caos, parece presentarse justo en el lugar y momento adecuados para que pase algo (no siempre tiene por que ser bueno, pero si va a pasar ALGO es posible que se deje llevar hasta allí). No es que lea del mismo libro del Destino, pero nota las fluctuaciones del orden y el caos en su alrededor.
Hábil con las ilusiones de las sombras, aunque sea un aprendiz, unido a su eterno silencio, hacen de su detección una difícil hazaña. Cuando está quieto, se puede fundir con ellas. Aunque no es muy bueno en sitios demasiado grandes (por ejemplo, una habitación de generosas dimensiones), no tiene práctica como para llegar a tanto.
Por contra, es un completo inútil para sentir el tapiz de la Vida. Sus fluctuaciones, su energía, movimientos y cambios escapan por completo a sus sentidos, se podría decir que está completamente ciego en este aspecto. Pero si bien es incapaz de sentir la vida, es realmente capaz arrebatándola…
La Visión es un poder que ha empezado a desarrollar hace poco, y que maneja con más o menos soltura. No se le escapa lo evidente, pero puede verse en dificultades para vislumbrar algo que se oculta de manera expresa.


-Descripción física: No es muy alto, de hecho, es más bien bajito, mide 1`64. Tiene, por otra parte una complexión delgada que le hace parecer algo más alto de lo que es, brazos finos y manos delicadas con dedos ágiles y rápidos.
Pero hay algo que lo marca por encima de todo esto:

Es albino.

Su pelo es tan blanco como la nieve recién caída, y tiene una piel de porcelana tan pálida que rivaliza incluso con la de los vampiros. Su cabello está largo y suelto, y le cae como una cascada de plata.
Y sus ojos… son rojos, tan rojos como la mismísima sangre.

En cuanto a cómo viste, nada que sea recargado, ostentoso ni lujoso. Opta por ropajes sencillos y cómodos, sin ninguna clase de adorno o algo que los manche con el roce de la ostentación, que va unida a la decadencia; pero que al mismo tiempo expresan una belleza a través de lo puro, lo que no ha sido marcado ni manchado por nada. Nada de joyas ni colgantes tampoco. Prefiere las prendas blancas, aunque cuando está “de servicio”, se envuelve en los negros mantos que le funden con la oscuridad…

-Descripción del carácter: Es… la persona más introvertida y cerrada con la que podrías encontrarte. Es absolutamente incapaz de expresar emociones, y está encerrado en un autismo constante. No entiende casi sobre los sentimientos, sufre una absoluta ceguera emocional, y si intentas conocerlo de alguna forma te toparás con una muralla de hielo que le rodea. Su personalidad es completamente desconocida. Sin embargo, su nivel de inteligencia es superior a la media, y su capacidad de observación la supera con creces, simplemente no le ve ninguna utilidad a la comunicación. Probablemente si estuviese en el siglo XXI dirían que sufre el síndrome de Asperger. Está absoluta y completamente encerrado dentro de sí mismo. Nadie puede acceder a lo que siente, ni siquiera él mismo. Tal vez… es que no siente nada.

-Gustos y preferencias: No se puede decir gran cosa de él. Sin embargo, se observa que le atrae ligeramente la belleza dentro del arte, sobre todo si está expresada con los colores del blanco y el plateado, o con el material de la plata. Además, inexplicablemente, le tiene un inmenso amor al astro reina de la noche, que ilumina la ciudad con su suave y bella luz junto a su innumerable corte provocando el contraste entre luces y sombras…
ODIA el cien millones de veces maldito sol, tanto como un vampiro, pues le quema su piel y los ojos, sin que pueda protegerse de él y le expone a la vista de aquellos que no comprenden el por qué de su piel y que le temen y odian. Si tiene que salir a la calle lo hace con la capucha bien echada sobre la cabeza para protegerse, tanto como de los crueles rayos del sol… como de la mirada de los demás.

-Breve historia del PJ: En una noche en la que densas nubes se cernían sobre el esplendor dorado de Venecia, ocultando por completo cualquier luz que pudiese siquiera filtrarse por ellas, en una pequeña iglesia del centro de la ciudad uno de los hermanos dominicos se disponía a salir al atrio cuando un extraño sonido que rompía el silencio de la noche le llamó la atención. Parecía como una rara mezcla entre el batido de alas de un pájaro y un graznido, pero como si fuese una innumerable algarabía, unida en un solo son. Movido por la curiosidad, siguió el sonido hasta su origen, en la puerta misma del templo. La abrió.
El grito de horror fue tan intenso que despertó a todos los sacerdotes de la iglesia, y al poco tiempo, varios de ellos se habían congregado en el lugar donde el novicio había caído desmayado de puro miedo. La débil luz de las antorchas iluminaba una imagen que a todos ellos se les quedaría grabada a fuego en la memoria para toda la vida.
En mitad de la calle estaba desparramado el cadáver de una mujer rodeada por una inmensa bandada de cuervos, que le habían devorado por completo la carne del rostro y se estaban alimentando de las vísceras de su pecho abierto en canal. Pero no sólo eso, sino que entre sus piernas se había formado un charco de sangre, lo que unido a su abultado vientre indicaba que había estado de parto, pero el bebé todavía no había salido cuando murió. La peste que salía del cadáver indicaba que hacía horas que estaba muerta, y las negras aves se habían comido ya una buena cantidad de la carne de la mujer.
Sin embargo, el bebé seguía pugnando por salir. Pese a todo, estaba vivo.
Uno de los monjes se adelantó en medio del corrillo de los hermanos que miraban estupefactos semejante aberración, espantó a los pájaros de mal agüero y se arrodilló junto al cuerpo dispuesto a hacer que el niño pudiese llegar al mundo. Los demás estaban aterrados y trataron de impedírselo, intentando convencerle de que tal acción sólo podía ser cosa del Maligno y que era mejor que no continuase, pues habiendo fallecido la madre sería en tal caso un nacido de muerte, y no había augurio peor. Pero él estaba empeñado en no dejar que una vida tan pequeña y frágil pudiese perderse, y les respondió que el que el bebé hubiese sobrevivido a la muerte de su madre y a los cuervos tenía que implicar que Dios le había protegido, y que una nueva vida había surgido gracias al espíritu de sacrificio de otra, del mismo modo que Cristo se sacrificó por la humanidad.
De mala gana, y murmurando plegarias sin cesar, el grupo de sacerdotes asistió a su testarudo hermano en la tarea de sacar al niño antes de que se asfixiase. Trajeron un cuchillo de la cocina e improvisaron una cesárea (muy mal hecha, si la madre hubiese estado viva de seguro que habría muerto por desangramiento completo) para sacar al bebé. Y así, entre la muerte y la sangre, el pequeño vino al mundo.

Justo cuando le cortaron el cordón umbilical y se disponían a traer mantas para protegerlo del frío, las nubes que habían cubierto de oscuridad la noche se despejaron y la luz de la luna cayó sobre él, iluminándole por primera vez, descubriendo su naturaleza.
El recién nacido era albino.
Para todos ellos ya no había duda alguna: el niño estaba maldito, llevaba la monstruosidad en su propia piel malsana. De ninguna manera podían dejar que estuviese allí. Pero el monje que había decidido salvarle acudió en su ayuda una vez más, gritándoles que el blanco significaba pureza, renacimiento, una vida nueva y pura, y que el niño era tan blanco que era como un ángel, hermoso, sin mancha alguna. Les amenazó incluso con dejarles si no dejaban al niño vivir con ellos. A nadie le gustó en absoluto, pero no hubo más remedio que dejarle, porque el padre Pietro (tal era su nombre) era muy conocido en la comunidad por su bondad por lo que la gente solía acudir a aquella iglesia a menudo (y mucha gente significa muchas limosnas) y el favorito del abad, y su marcha hubiese provocado una pérdida irreparable. Así pues, el niño se quedó con ellos.
Fue imposible reconocer a la madre del niño teniendo en cuenta que todos sus rasgos habían sido devorados, así que no se supo quién era. Le dieron el cristiano nombre de Ismael, y su bautizo fue completamente normal. Los demás hermanos todavía albergaban la esperanza de que fuese frágil y delicado y alguna enfermedad se lo llevase descansadamente durante sus primeros años de vida, pero no fue así. No sólo no sufrió su salud por ser albino, sino que creció muy sano y fuerte. Y además era muy inteligente para un niño de su edad (demasiado, pensaban algunos, demasiado…)
Sin embargo, hay algo que sorprendió a todo el mundo. Nunca habló. Ni una palabra. No se trataba de que fuese mudo, de hecho, le hicieron varios reconocimientos médicos y todos concluían lo mismo: no tenía ningún impedimento para hablar, las cuerdas vocales estaban perfectamente, su lengua era normal… tenía todos los mecanismos para hablar, pero jamás en su vida lo hizo. Nunca dijo nada, estaba sumido en un silencio eterno. Daba miedo, y los demás hermanos novicios le evitaban, pero lo cierto es que nunca hizo nada, jamás amenazó a nadie, no provocó ninguna pelea, y aun así… aun así daba miedo. Cumplía todo lo que le decían y ordenaban de manera discreta y silenciosa, diligentemente, pero los demás le ignoraban siempre que podían, evitaban hablar con él, siquiera que les mirase.
El único al que no le inspiraba ninguna clase de odio era al padre Pietro. Desde el primer momento se hizo cargo de él, le acogió bajo su ala protectora. A menudo le daba conversación, aunque fuese tan solo de temas de lo más normal, y conseguía a veces arrancarle una sonrisa. Le enseñó a leer y a escribir, para que pudiese comunicarse con los demás hermanos bromeaba, y le dio una educación. Le dio una vida. Fue la única persona que le abrió su alma.

Parece que su vida estaba destinada a continuar en el monasterio donde se había criado, pero como suele decirse, los caminos del Señor son inescrutables.

Ismael solo contaba con once años por aquel entonces, el cielo se había levantado plomizo y gris aquella mañana de septiembre. Era uno de esos días que piensas “qué aburrido va a ser hoy, jo, hubiera preferido seguir en la cama, hoy va a ser un rollo de día”. Y sin embargo, el día fue de todo menos aburrido.
El joven albino había bajado del scriptorium a la biblioteca a recoger unos volúmenes que el padre Pietro le había pedido sobre Sócrates y Aristóteles, mientras él se quedaba copiando algunos textos. Sin embargo, lo que se encontró al volver fue bien distinto de cómo era cuando había ido.
Mientras él estaba abajo, una figura vestida de negro había atravesado la puerta sin siquiera hacer ruido con las pisadas, tan invisible como una misma sombra. Se aproximó al fraile dominico sin que este se percatase de nada, y con un cuchillo en forma de hoz, le cortó la garganta, dejando que se ahogase en su propia sangre.
El asesino pertenecía al famoso Gremio de ladrones y asesinos, gente que actuaba entre las sombras de Venecia como una sociedad encubierta que realizaba todo tipo de crímenes por aquí y por allá a los clientes que pudiesen pagárselo. El motivo de la muerte del padre Pietro estaba motivado por el asunto de la venta de la iglesia a manos de un rico burgués, para convertirlo en uno de sus centros de negocios, negocios muy lucrativos y no demasiado morales (vamos, en un burdel de su propiedad), ante lo cual los codiciosos dominicos habían estado de acuerdo a excepción de unos pocos, con él a la cabeza, que deseaban impedir al acaudalado señor corromper la iglesia de semejante manera, ante lo cual éste decidió que era un insulto personal que un monje se atreviese a plantarle cara de ésta manera y decidió quitarlo de en medio. Y para ello contrató a un asesino.
Ismael volvió de la biblioteca con tres volúmenes en los brazos, y descubrió al hombre en pleno momento en el que se disponía a abandonar la estancia, y sobre la silla y muerto, el cadáver del padre Pietro.
No hizo ningún gesto. Ni un pestañeo. No dijo nada. Simplemente se acercó con pasos lentos hacia donde estaba muerte el sacerdote y dejó los libros en su escritorio, mientras el asesino se decidía si como testigo debería matarle, o simplemente dejarle sin más.

Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, Ismael sacó el puñal de la garganta del padre Pietro, se abalanzó a una velocidad sobrehumana sobre el hombre que lo había matado y sin ninguna clase de mueca de desprecio o de maldición, lo degolló en un instante, salpicándose por primera vez con la sangre. En sus últimos segundos de vida el asesino no entendió cómo había podido pasar, cómo aquel chico podía haber actuado a tanta velocidad. Y entonces cayó al suelo, muerto, con un charco de sangre formándose a los pies de Ismael.
Fue unos momentos cuando un segundo hombre que vestía ropajes oscuros entró en la sala, extrañado de que su compañero estuviese tardando tanto. Y cuando vio la escena, y descubrió a uno de su orden muerto a manos de un ridículo chiquillo, no pudo creerlo. ¡Morir durante una misión! ¡Eso era una deshonra para su sociedad! ¡¿Cómo iban a haber ido dos y volver sólo uno?! ¡No podía tolerar semejante vergüenza! Sin embargo… sin embargo, de repente se le iluminó la cabeza. El niño albino… si había sido capaz de matar a un asesino entrenado, ¿qué grandes talentos podía haber escondidos en él, tras aquella marmórea piel, más allá de esos ojos rojizos? En ese momento tomó una decisión. Le dijo al extraño niño “Ven. Ven conmigo. Puedo ofrecerte un futuro mucho mejor, puedo enseñarte lo que ni en mil años aquí aprenderías, puedo otorgarte un poder que nunca has soñado. Ven.” No obtuvo una respuesta. Cuando lo dio por perdido, y se dio media vuelta dispuesto a volver, vio por el rabillo del ojo cómo Ismael movía ligeramente la cabeza hacia delante. Un asentimiento.

Se lo llevó lejos de la iglesia donde había estado toda su vida, a una de las bases secretas de la orden. Todos se sorprendieron al ver a semejante joven, blanco como la nieve, que no hablaba nunca, y con unas habilidades sorprendentes. Ismael fue entrenado con rigor y disciplina, obteniendo unos resultados excelentes, absorbiendo todo tipo de conocimientos, tanto para el asesinato como para la magia, obteniendo así una gran habilidad como miembro del Gremio de Ladrones y Asesinos.

3 años después:

Ismael no ha pasado por alto el ascenso al poder del Loto Negro y de sus aliados vampiros, cómo se han introducido en las casas nobles y más ricas e influyentes y se han hecho con el control en la sombra de la ciudad. Pese a que no posee ninguna clase de principios, no le gustan nada los planes que poseen los oscuros nigromantes, le incomoda su presencia, y además tampoco le gusta sentir que hay alguien por encima de él y del Gremio que podrían declarárseles abiertamente hostiles. Pese a que no se ha pronunciado abiertamente contra ellos ante el resto de sus compañeros del Gremio, él sin duda no se uniría a los siniestros magos si llegase a desencadenarse lo peor: una guerra civil dentro de la hermandad de asesinos en Venecia, una posibilidad inquietante que a él no le agrada en absoluto.

-Otros:

- Como ya hemos dicho antes, no habla. Nunca. No le ocurre nada a su cuerpo, tiene todos los mecanismos para hablar, ni tampoco es un problema de la mente, su área del cerebro del lenguaje está perfectamente. Pero jamás ha dicho nada, ni siquiera de niño, en la etapa en la que se empieza a entender el habla. Si tienes mucha suerte, a lo mejor puedes oírle soltar quizá un grito, o una risa. Pero nunca ha salido de su garganta ni una sílaba.

- Cuando le pagan por un trabajo, nunca acepta que el pago sea hecho con oro. Con piedras preciosas, con plata, con objetos de valor… pero no acepta el oro nunca.

- Es muy hábil dibujando, con todo tipo de materiales, sobre todo tipo de superficies y con cualquier tipo de estilo artístico. Sus pinturas y dibujos son verdaderas obras de arte.
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