Calle dei Fabbri

Durante las horas que tuvo que esperar a que el gatto apareciese, Ornella pasó por todo un abanico de sentimientos. Ya había llegado disgustada a aquel lugar desde el Nido, cuando había regresado de su último encargo y no había encontrado al hombre por ninguna parte. ¿Cómo había podido irse sin decirla nada? ¿A caso no se había enterado aún de lo peligrosas que estaban las calles de la ciudad últimamente? ”Ese estúpido cabezota” había pensado cuando recogió su capa de nuevo y salió a buscarle directamente al lugar donde ahora se encontraba.

Después de un rato, el disgusto se transformó en aburrimiento. Nunca le había gustado esperar a nadie. Por supuesto con los años y la experiencia en el gremio, había aprendido a esperar lo que hiciese falta al objetivo, pero eso no significaba que la gustase. El aburrimiento, dio paso rápidamente al nerviosismo y después a la ansiedad ”¿Le habrá ocurrido algo? ¿Le habrá capturado el Loto? O peor aún ¿Le habrán cazado y matado?” No podía dejar de pensar que mientras ella estaba allí plantada, en otro lugar de la ciudad Talon podía estar siendo torturado y asesinado. Comenzó a formársele un nudo en el pecho como si una mano invisible le oprimiese el corazón, y una gota de sudor frío se deslizó por su cuello para seguir su camino por la espalda. ¿Qué era ese sentimiento?

Miedo.

Nunca había sentido un miedo tan atroz. Ni siquiera cuando era pequeña y se vio sola y hambrienta en las callejuelas de la ciudad. Entonces había sentido miedo, sí, también cuando se separó de Talon la primera vez, y durante su entrenamiento, incluso durante muchos de sus encargos. Se jugaba la vida a menudo pero eran gajes del oficio, y el gremio le había enseñado a vivir con ello y utilizarlo en su favor. Esto era diferente, a ella no le importaba resultar herida o muerta, pero si le ocurriese algo a él… era su familia, lo único que tenía.

Ese miedo que le atenazaba los músculos, se transformo en rabia cuando le vio aparecer en su forma felina como si tal cosa. Esperaba que al menos se avergonzase al verla allí después de haberse ido, pero no. Talon no sólo se tomo todo el tiempo que le dio la gana para dignarse a enfrentarla en su forma humana, sino que después tuvo la desfachatez de burlarse de ella.

Ni la cálida sonrisa en el rostro del hombre, ni el modo cariñoso en que la llamaba (sólo él la llamaba Nella), ni siquiera la dulce caricia en su frente logró clamarla lo más mínimo. Su respuesta fue, rápida, dura y contundente cuando le cruzo la cara con una sonora bofetada, que le dejó la mano entumecida durante unos segundos.

- ¡Stupido cretino imbecille! ¿Crees que todo esto tiene gracia? – Se alejó de él sacudiéndose el polvo de los pantalones y la camisa con la que se había vestido para ir a buscarle (y que ciertamente estaba echa un desastre después de arrastrarse por los escombros de la casa para llegar a la habitación), y volvió a enfrentarle con los brazos en jarras. – Haz el favor de vestirte. Nos vamos ahora mismo - Su tono no dejaba lugar a discusiones. Cruzó los brazos sobre el pecho y esperó dando golpecitos impacientes con la punta de la bota sobre el suelo.