Visita (Sorellina)

por **Julien François de Jarjay** Sáb Ene 22, 2011 1:14 am

El caballo de color marrón claro avanza a paso tranquilo por las calles de Venecia, evitando chocar contra los transeúntes que se atreven a cruzarse en su camino. El jinete, cubierto con una capa que le oculta el rostro y el cuerpo, mantiene el trote lento, sin que parezca molesto por la tardanza que le supone no arremeter contra los que andan por la calle.
Finalmente, tras ese paseo relajado, llega al Palazzo delle Sirene.

Hace una leve mueca cuando alza la vista hacia el edificio, del que salen voces, risas y musica alegre. Ese edificio no le agrada especialmente, pero se guarda esa opinion para sí. Sería realmente extraño que un noble en Venecia no sonriera con lujuria, puesto que allí todos los deseos eróticos que se pasaran por la cabeza de cualquier varón serían cumplidos.
La mueca de Julien se acentuó, pero nadie podía comprender exactamente la razón.

Manteniendo la capa bien ceñida al cuerpo, entrega el caballo al mozo de las caballerizas y deja que los sirvientes le abran la puerta, sabiendo que nadie va a extrañarse por su aspecto oculto. Muchos de los que entran aquí son personajes influyentes, importantes, casados o con teóricos votos de castidad, por lo que la mayoría de los que entran esconden quienes son.
Pero Julien no se esconde porque tema ser descubierto. Es más, sabe que la mayoría de los que ahora ve pasar mientras avanza por los pasillos del palazzo lo reconocen.
Se cubre con la capucha porque le repugna lo que ve, le da asco observar como las prostitutas hunden sus lenguas en las bocas de hombres echados en divanes y camas, le dan arcadas cuando es testigo de las habilidades amatorias de las mujeres que han sido contratadas.
Su cubre porque así se siente más alejado de ese ambiente viciado.

Tras unos minutos andando sobre suelos de marmol cubiertos por suaves alfombras, llega al fin a su destino. Llama suavemente con sus nudillos a una puerta labrada y maciza, pasando a su interior sin esperar respuesta.
Y cuando cierra la puerta tras de si se quita la capucha de la capa en un gesto rápido, sintiendo como en esa habitación se respira un aire muy distinto.
Sonrie, con las mejillas tensadas por la falsedad de su gesto.

-Hola, Sorelina

por **Sorelina della Madonna** Sáb Ene 22, 2011 11:34 pm

El grito de lo gondoleros al llegar a un cruce se oía claramente desde las ventanas abiertas de la habitación. También llegaban lo sonidos procedentes de una plaza cercana y la voz de un comerciante tratando de atraer clientes a su establecimiento. Venecia era una ciudad llena de vida. Una ciudad con un latido propio, tan llena de diversidad desde que se convirtiera en el puerto al que llegaban todas las mercancías procedentes de las indias. Y sin embargo aquel latido le resultaba lastimero y agonizante desde hacía unos años. La ciudad moría al ritmo que desaparecía el equilibrio entre las órdenes.

Perdida en esos pensamientos se sobresaltó cuando escuchó cerrarse la puerta tras de sí y la conocida voz que la saludaba con fingida alegría. Jarjay definitivamente estaba convirtiéndose en un adulto de lo más amargado. No lo culpaba su padre, cuando aún vivía, había corrido a refugiarse en los brazos de cortesanas. Hasta que la encontró a ella, o sería más correcto decir que ella lo eligió y ambos tuvieron lo que buscaban el uno del otro. Un lazo económico que se reforzó en una amistad, si bien superficial, lo suficientemente fuerte como para arrancarle la promesa de proteger la reputación de su prole.

“Signore de Jarjay, me alegra ver que goza de buena salud” Le devolvió el saludo acercándose a una mesita donde reposaba unas copas de cristal labrado, una de la exquisiteces de la ciudad, y una botella igual de hermosa y repleta de un líquido color burdeos. Vino de la mejor calidad que se podía encontrar en el mercado de la ciudad. “¿Le apetece refrescar la garganta?”

Todo ello eran las formalidades típicas, hacer que su cliente se sintiese a gusto, relajado. Y en el caso de ese joven omitir el contacto físico era una de las normas que se debían cumplir.

por **Julien François de Jarjay** Dom Ene 23, 2011 2:17 am

-Muy amable por tu parte, Sorelina- contesta Julien, acercandose a la mesa y sirviendo en ambas copas. Se encontraba cerca de la mujer, pero no le molestaba tanto como con las otras damas de ese palazzo, principalmente porque olía muchisimo mejor- Pero debo apuntar que si gozo de buena salud es porque siempre dejo que el que me invita a un trago deguste la bebida primero

De Jarjay vuelve a sonreir, aunque esta vez podría hablarse de sinceridad en su expresión. Lo que está diciendo no lo comenta únicamente porque por norma desconfíe de todo ser viviente, si no porque entra en su forma de entender el mundo el que Sorelina intente mataro algún día.
No lo ve como algo negativo especialmente, sino como algo previsible, normal, consecuente y hasta lógico. Y aunque por ahora no conozca ninguna razón concreta por la cual la mujer querría matarlo, aplica el comodín del entretenimiento.

Esperará a que la mujer beba para hacerlo él, pero no por ello no coje la copa y se sienta con la elegancia de cualqueir noble de la ciudad en una de las sillas ricamente tapizadas. Cruza las piernas en una postura bastante masculina y mira a la mujer con aire entretenido, dejando momentaneamente la copa encima de la mesita.

-¿Qué información tienes para mi?

por **Sorelina della Madonna** Mar Ene 25, 2011 11:05 am

Sorelina sonrió ante la insinuación del joven, mas como si se tratase de una broma entre ellos que como el gesto por e que se reiría demasiado abiertamente para esa situación. Y es que, siendo francos, bien poco le importaban las paranoias de Jarjay sobre un posible asesinato. Ella misma conocía las probabilidades del mismo y ciertamente en Venecia eran elevadas. Por ello restaba importancia al asunto, en aquella ciudad todos tenían la soga al cuello y solamente la muerte sabía cuando tirar de ella.

La copa giró al ritmo que marcaba su muñeca, oxigenando el líquido de su interior, la acercó al rostro e inhaló la suave fragancia otorgada por las barricas en las que había estado fermentando. Y, finalmente, se llevó un sorbo a los labios para saborear la delicada textura y el sabor afrutado que invitaba a tomar un trago tras de otro hasta que la bebida se subiese a la cabeza y embriagara los sentidos.

“Delicioso”

Tras probar la bebida estuvo lista para sentarse en el diván más próximo al joven. Y mientras se movía de su posición al diván y se reclinaba en el buscando la comodidad su vestido de seda verde hacía un leve <frusfrus> al rozar sobre la alfombra de ya desgastados colores.

“Información… Realmente no creo que debiese llamarla así, pues no pasan de simple cotilleos que posiblemente ya hayan llegado a oídos de su merced.” La mujer rió por lo bajo. Lo que le iba a contar eran simplemente cotilleos de la nobleza, quién traicionaba la confianza matrimonial con la es posa de, o que noble había hecho que para obtener mas poder que sus iguales. O la noticia que en este caso era la comidilla de las malas lenguas del Palazzo. “Il signore de la Font, si no me equivoco conocido vuestro, ha decidió nombrar con su heredero al bastardo nacido de su unión carnal con una campesina. Como sabréis su esposa no le ha dado otra cosa que niñas y este bebe recién nacido es sin duda una amenaza para ellas, por lo que aún no se ha hecho público el anuncio.”

Mientras hablaba sus manos jugaban con la delicada copa mientras pensaba en las ironías que el destino preparaba para los mortales. Ella entregada a sus dioses y al mismo tiempo negándolos para mantener el cuello sobre los hombros, mientras sus compañeros morían a manos de la inquisición, de la guardia y del Loto. Y mientras tanto le tocaba hablar sobre estúpidos líos de faldas y sus consecuencias. La sangre le hervía solamente de pensarlo. Lo cual no dejaba entrever en la fachada de superficial amabilidad y cortesía.

por **Julien François de Jarjay** Mar Ene 25, 2011 9:47 pm

Una vez Julien ha visto como Sorelina ha bebido y se ha asegurado de que ella tragaba, da un leve sorbo a su bebida, más pendiente de notar el sabor amargo de algún veneno que de la dulzura del vino.
No obstante, una vez elimina esa posibilidad de la cabeza, vuelve a dar un sorbo, algo más grande, disfrutando esta vez del rojizo líquido.

-No, estos cotilleos no son nunca de mi interés.-contesta Julien, dejando la copa momentaneamente en la mesita cercana- Por eso dejo que seas tu la que me los cuenta.

El joven se acomoda, lanzando una mirada al cuerpo de la mujer. A pesar de que ya no era una muchacha, Sorelina mantenía un cuerpo lo suficientemente joven como para que nadie se preguntara con demasiada insistencia su edad. La piel aun se mantenía tersa y los ojos transmitían el mismo espíritu vivo que se podría ver en chicas de menos edad. Además, Sorelina era una mujer limpia, que arreglaba y cuidaba su cuerpo para remarcar lo bello y ocultar lo no necesario.
En definitiva, era una mujer atractiva, apetecible.
Pero Julien seguía sin tener deseo alguno de acercarse a ella y tocarla mínimamente, a pesar de que tampoco le inspiraba el desagrado de las demás prostitutas.

Lanzo un leve gruñido de desagrado que apenas fue perceptible antes de continuar.

-Un conocido mio que más le hubiese valido que no se cruzaran ambos destinos.- Murmura Julien, volviendo a coger la copa y dandole suaves vueltas, mirando hacia el infinito mientras hablaba, pensativo- Sin duda sería un contratiempo para su estirpe que su único hijo varón no llegara a ser reconocido ante la nobleza para heredar título y tierras...Un inconveniente sin duda.

Julien vuelve a darle un sorbo a su bebida y ríe por lo bajo, sonriendo ante la facilidad de las situaciones.
Font resultaba ser un estorbo. Ni siquiera podía considerarlo una verdadera molestia, pero para sus intereses representaba un pequeño bache en medio del camino.
Obviamente, podía haberlo evitado de mil maneras distintas, pero no le apetecía echar imaginación a eso. Prefería simplemente cortar de raíz el problema para que en un futuro no hubiera la posibilidad de que un pequeño estorbo llegara a ser una gran contrariedad.

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