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Mensaje por Scorpio Cavalleri Miér Nov 25, 2009 7:50 am

Al segundo lanzamiento de ella estira su mano libre, en un movimiento difícil de seguir para una vista humana y tal vez no tanto para una vista como la de ella, y atrapa la moneda en el aire, depositándola en el regazo de ella..

Y en ningún momento ha apartado la mirada de su pelo, atrapando la mirada guiándose simplemente por el movimiento que ha percibido. Observa de soslayo su sonrisa y hace amago de esbozar otra, pero se queda en eso:

- Lo de humana es un dicho... Sois un híbrido, y eso os hace... Interesante.- Y que él diga ese adjetivo significa que lo es, a muy pocas cosas las califica como interesantes... Lo que no dice es que los intereses vienen y van, así como los gustos, pero no es necesario. No se sorprende ante el giro de la conversaci´n, anotando el nombre y quedándose un par de segundos pensativo...

Un cuervo negro. Ha oído cosas en las tabernas que frecuenta a buscar víctimas, pero no tiene el placer de conocerlo, y es que conocer a alguien que siembra tanto pánico debe ser entretenido:

- No tengo el placer, pero he oído hablar de él... Parece divertido´- Comenta en un tono de voz que si no fuese por la indiferencia que transmite resultaría divertido y casi infantil...

Y de súbito se inclina hacia ella y entierra la anriz en el pelo, por mero deseo, aspirando suavemente. No necesita respirar, pero sí se embriaga de los aromas que desprende ella.
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Mensaje por Grazia Manfredi Miér Nov 25, 2009 8:13 am

Parpadeó cuando Scorpio cazó la moneda al vuelo, tentada de echarse a reír. No supo por qué decidió no hacerlo. Simplemente guardó la pequeña pieza dorada de nuevo en la bolsa de cuero y miró a los ojos del vampiro, escuchando su calificativo. Interesante. Si se refería a "no común" desde luego acertaba, pero no hacía falta ser demasiado observador para caer en la cuenta.
Grazia dirigió la vista rápidamente a su falda rasgada, a sus mitones oscuros, a sus uñas de gata. Se mordió el labio inferior, reflexionando sobre sus palabras.

Estaba a punto de añadir que Damodred no era en absoluto divertido cuando Scorpio se acercó de pronto para hundirle la nariz en el pelo.

- ¿Haces esto con todas las mujeres? - Preguntó, tan sorprendida que se olvidó del tratamiento formal de vos que había mantenido hasta el momento.

Se echó hacia atrás por puro instinto, pero no fue muy lejos porque continuaba sentada justo a su lado. Simplemente volvió el rostro hacia él para evitar más gestos inesperados por su parte. No le entendía, nada en absoluto, y eso lejos de desagradarle le llamaba poderosamente la atención.
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Mensaje por Scorpio Cavalleri Miér Nov 25, 2009 8:34 am

Escucha su primera pregunta y se permite sonreír, de una forma que nada tiene que envidiar al salvajismo que ella manifiesta a veces, sin llegar a resultar tétrica o peligrosa. Realmente se lo piensa aunque no lo parezca, aunque parezca que deja correr los segundos para acrecentar el interés.

Finalmente, niega con la cabeza:

- No... Pero contigo sí- Ella tutea, él también. De hecho se siente más cómod sabe ser educado cuando le conviene, pero hablando sin tapujo alguno le resulta todo más fácil. Una lástima que se haya alejado y no pueda volver a repetir el proceso...

¿ Cómo que no puede?. Comienza a divertirse y eso se nota, ella sigue al lado, sentada... Y en su mente es como una invitación. Se coloca de rodillas de uns salto para quedar finalmente a cuatro patas, esta vez a una distancia de un par de metros de ella...

Una distancia que empieza a recorrer gateando, pero con una forma de gatear sensual, atrayente y sinuosa, como el mismísimo pecado, en lo que sus ojos aguamarina chispean... Hasta que finalmente la alcanza y cuela la primera mano entre las rodillas de ella, en el suelo, inclinando el resto de su cuerpo hasta que de nuevo va a alcanzar su pelo:

- Huele bien...- Lo roza con la nariz, pero no llega a enterrarlo, pasando por su mente una posibilidad que antes no había barajado- ¿ Te molesta?
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Mensaje por Grazia Manfredi Miér Nov 25, 2009 8:59 am

No tuvo fuerzas para alejarse como pretendía ni para apartar los ojos de él mientras avanzaba gateando hacia ella. Aquella manera de andar no le resultó extraña, puesto que se semejaba en gran medida al paso sigiloso y elegante de los felinos entre cuya familia Grazia se incluía sin dudarlo un instante.
Sabía que había perdido la capacidad de amar en el mismo momento en que Pietro había salido de su vida, pero no se había parado a pensar en qué iba a hacer con sus otras funciones como mujer, biológicamente hablando. De hecho no había recapacitado si quiera sobre si las tenía, pero su cuerpo parecía saberlo mejor que la propia Grazia porque su corazón se aceleró estúpidamente al tenerlo tan cerca.
Estaba convencida de que únicamente le atraía porque era un vampiro, y los de su raza estaban ideados para representar el depredador perfecto: un objeto ineludible de deseo al que acudirían todas las personas por propia voluntad... antes de sentir el mordisco.

Grazia sabía que no iba a morderla, pero sus encantos obraban el mismo efecto en su mente que en la de cualquier niña humana tonta. Aquello la daba rabia, pero no era algo que pudiera evitar.

- No. - Respondió, arqueando una ceja. - Pero no es un comportamiento muy común para un caballero.

Su última frase sonó ligeramente burlona, pero no por ello menospreciante.
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Mensaje por Scorpio Cavalleri Miér Nov 25, 2009 9:17 am

No avanza ni se separa un centímetro, mantneiendo la nariz rozando el cabello de ella, respirando suavemente pese a que no le es necesario y captando todos los aroas que emanan de Grazia. Sin duda huele bien, pese a que los olores en él no tengan demasiada importancia, ya que es las ensación de calidez la que desea.

Escucha sus palabras y arquea su cuerpo,d e forma que cuando ladea la cabeza la está mirando de frente con una extraña mirada. Sigue siendo fría, pero se puede percibir parte de esa... diversión, por llamarla de alguna forma, que siente, aunque no quede claro el motivo o el matiz:

- Nunca te he dicho que fuse un... Caballero...- Y es cierto, nunca ha insinuado tal cosa, simplemente es como es, aunque sí que le queda claro que no le molesta, así que vuelve a ladear la cabeza y ahora sí, entierra la cara entera, hasta que la nariz roza el cuello de ella. Escucha su corazón acelerado y su sangre fluir por su cuerpo, pero no siente ningún deseo de alimentarse...

Y eso le hace sonreír.
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Mensaje por Grazia Manfredi Miér Nov 25, 2009 9:48 am

Desde luego que no lo era.

- Los caballeros no me caen bien. - Afirmó sin tapujos.

Sintió su nariz sobre la piel de su cuello y se preguntó de nuevo a qué estaba jugando. ¿Era posible que el chico fuera simplemente así, que de veras sintiera el impulso de hacer aquello? Lo dudaba. Todos los de su sexo eran por naturaleza manipuladores, no hacían nada sin un fin concreto y rara vez se preocupaban por los efectos colaterales de sus acciones.

Cuando intentó apartarse en un último intento no demasiado insistente se encontró con la corteza del árbol contra su espalda. Estaba allí atrapada, pero lo más chocante es que internamente se alegró. Dejó de intentar actuar por su cuenta y se limitó a aguardar, a dejar pasar los minutos que fueran necesarios hasta que Scorpio se cansara o ejecutara otra acción sin sentido, como ponerse a ladrar. No le sorprendería demasiado.

- ¿A qué huelo? - Preguntó de pronto.

Era curioso que precisamente Grazia, con su olfato animal tan desarrollado, no fuera capaz de captar su propio aroma. Tenía curiosidad al respecto y sabía que Scorpio no le mentiría.
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Mensaje por Scorpio Cavalleri Jue Nov 26, 2009 6:51 am

Ignora completamente su primer comentario, un pensamiento que, pese a compartirlo, no va a manifestar... Tanto código y tanta educación para ocultar las cosas que realmente uno piensa... Demasiado falso para alguien como él.

La tiene arrinconada y, pese a no parecerlo, es totalmente consciente de ello, de hecho la situación ler esulta excitante, sobretodo cuando sus respiraciones se vuelven más profundas. Escucha la pregunta de ella y se queda pensando varios segundos en los que no deja de respirar:

- A fuego... Libre, salvaje, dañino... Y cándido- Susurra esto último, surgiéndole otra duda en la mente que ahora necesita disipar, satisfacer...

Y sin pensarlo saca la lengua y le da un suave lametón, lento y exasperante, hasta rozar el lóbulo de su oreja, donde se para:

- Mmm...
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Mensaje por Grazia Manfredi Vie Nov 27, 2009 9:12 am

Se ahorró preguntar a qué olía el fuego porque el mismo Scorpio se encargó de describirlo detalladamente, con pelos y señales. Grazia se sintió reconfortada por poseer aquel aroma, aunque no tuviera ninguna finalidad práctica inmediata. Sabía que eso le confería cierto poder sobre el vampiro, que parecía amar las llamas como ella a la misma vida, y aunque no estaban ni mucho menos en igualdad de condiciones ya no se sentía tan desamparada ante su magnetismo sobrenatural.
Cerró los párpados apenas un instante cuando sintió su lengua directamente en la piel. Era un tacto diferente a cualquier cosa que hubiese sentido antes, pero no del todo desagradable. Tampoco exactamente agradable. Era... como si alguien le rozara con un guantelete de hierro. Había algo "vivo" dentro, pero el vector resultaba totalmente carente de emoción humana.

- Ten cuidado, Scorpio. - Le advirtió, volviéndose hacia él con una expresión divertida en los ojos. - Los gatos arañan.

Y para ilustrar su comentario dejó que una de sus uñas recorriera lentamente el contorno de su cuello hasta llegar a la mandíbula, donde se detuvo.
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Mensaje por Scorpio Cavalleri Mar Dic 01, 2009 2:02 am

Y, la verdad, sabe bien... Mejor de lo que esperaba en un principio. Puede que sea realmente eso o que comienza a excitarse ante la calidez que emana de ella, como buscando lo que él no tiene, lo que le falta, y queriendo obtenerlo, pero tampoco es algo que se plantee demasiado tiempo.

Se la queda mirando fijamente con unos ojos algo más brillantes que antes, pero tampoco demasiado, sintiendo ligeramente el tacto de la uña de ella, desde su cuello hasta la mandíbula:

- Los arañazos son... Divertidos...- Susurra ahora él, que repite el movimiento de ella con una de sus uñas en su cuello, alcanzando la comisura de los labios. Con la fuerza de la que dispone podria ahora mismo rajarle la yugular sin demasiadas complicaciones, pero en ella ve algo que ahora mismo le interesa mucho más:

- No respondiste a mi petición aquella vez...- Comenta, inclinándose hacias ella de forma tan incitante como seductora, hasta que ambas bocas quedan a centímetros de distancia. No se ha molestado en apartarle la mano y se le ha abierto un arañazo, el cual desaparece pasado un instante- Quiero oírte ronronear...
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Mensaje por Fahd 'Umbra' Hasshîm Miér Dic 02, 2009 8:49 am

Remaba todo lo rápido que sus fuerzas y estado le permitían en estos momentos, aprovechando aún los efectos de la poción que todavía circulaba pro su organismo. Sentía un ardor enorme en el hombro, justo donde los colmillos de la quimera seguían clavados en la carne, no le había dado casi ni tiempo a mirarse sus propias heridas, y ahora lo único que tenía en mente era escapar de se enorme castillo.

Mientras rema, observa el cuerpo de la jóven inconsciente que había llevado a cuestas desde la habitación del nigromante hasta la barca, y sonríe negando con la cabeza aún sin creerse quién era. El Destino debía de estar jugando con él, como un niño pequeño con sus juguetes, encontrándole de nuevo con es amujer.

Pronto llegan a la orilla, extendiendose más allá el linde del espeso y oscuro bosque. Se incorpora en la barca, dirigiéndose cauteloso hacia la proa de la embarcación, y llevándose un dedo a los labios, produce un intenso y particular silbido. No tarda mucho en oírse el relinchar de un caballo que parecía acercarse, y sin perder tiempo caraga con la chica y se dirige rápidamente al borde del bosque, buscando así refugio en él.

Una amplia aunque cansada sonrisa se dibuja en su rostro al ver la espectral figura de Khalîl apareciendo ante ellos, mostrandose de un blanco tan inmáculado a la luz de la Luna como el propio satélite. Coge una manta que llevaba ebrollado en la silla de montar, la coloca rápidamente en el suelo lleno de hojarasca y tumba la figura de la chica sobre ella. Nota un punzante dolor en el hombro herido, llevándose la otra mano a la herida y dáandose cuenta que había perdido sensibilidad en la zona de la mordedura y esta se estaba extendiendo por todo el brazo. A pesar de eso se mueve rápido acto seguido, recogiendo trozos de madera seca que encontraba en el suelo del bosque y la amontona cerca de la chica, dejando otro montón a un lado y, cogiendo unos polvos rojizos de uno de sus saquillos y lanzándol a la madera, hace que esta prenda inmediatamente iluminándoles y protegiéndolos de la humedad y el frío de la zona.

Se incorpora, dirigiéndose hacia su árabe blanco y con una sonrisa abraza su cuello, acariciando su pelaje suavemente. Le dedica unas palabras en el lenguaje procedente de los antepasados que llevaban la misma sangre que ambos, dándole después unos golpecitos en los cuartos traseros a Khalîl y cogiendo unas vendas y pequeños frascos que llevaba en una de las bolsas de cuero que pendían de su caballo. Se sienta cerca del fuego y respira hondo.

Raja con el cuchillo las telas que cubrían la zona de su hombro y no puedo evitar abrir los ojos excesivamente al descubrir la zona de la mordedura de un color negruzco, como si la carne que había sido alcanzada por los colmillos y veneno se estuviese corrompiendo. Ve los dos colmillos, clavados aún en su hombro y, sin pensarlo demasiado, los extrae rápidamente apretando puños y dientes ante el dolor extremo que le había producido ese movimiento. De uno de los colmillos puede verse gotear un espeso y oscuro líquido, veneno sin lugar a dudas. Inspecciona su herida de nuevo, olvidándose del garrazo que había recibido en el vientre y que ahora quedaba en segundo plano, y escupe hacia un lado negando con la cabeza.

Era inútil que aplicase sus conocimientos en venenos y contravenenos para curarse la herida. El veneno procedía de una criatura mitológica que hacía siglos que ya no habitaba en este mundo si algún día lo había hecho, salida unicamente de la mente enajenada de un mimbro de Loto. El único antídoto posible debía sacarse del mismo veneno que quedaba en el colmilo, y no disponía ni de los medios ni de los conocimientos necesarios.

Suspira profundamente, tapándose la herida y decidiendose a curar los arañazos, algo demasaido simple en comparación con lo que llevaba al hombro. Coge los frascos y las vendas que había traído y cura lentamente los arañazos y heria sde menor importancia, pensativo. Nunca se había parado a pensar que en cualquier momento podía morir, y ese momento podría estar más cerca de lo que él esperaba. No puede evitar reír, volviendo a sus curas mientras niega con la cabeza.
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Mensaje por Alanna D'Ventri Miér Dic 02, 2009 9:19 am

Desde que perdiera la consciencia todo había sido oscuridad, aunque su mente cansada y febril no la había librado de retazos de pesadilla entremezcladas con visiones y sensaciones muy reales: el sonido del arpa, un rugido en la oscuridad, alguien cargando con ella, las fauces babeantes de una quimera, unos ojos rojos ofreciéndole servidumbre en las tinieblas, una barca que cruza el agua, el cadáver de una mujer muerta demasiado parecida a ella, los ojos dorados del mago, tan dorados como las llamas que oye crepitar...

Crepitar... fuego... abre los ojos. Le cuesta ver nada al principio, salvo el danzar de la antorcha no muy lejos de ella y la silueta indefinible que detecta tras ella. A principio le parece producto de otro sueño, pero el calor que acaricia su rostro, sus huesos calados y sus doloridos músculos es demasiado real. Se humedece los labios, o lo intenta, y traga saliva; su garganta seca le produce un molesto escozor. Eso también es real. Se incorpora sobre sí misma, desovillándose, mirando abstraída y confusa la manta sobre la que descansa, el perimetro del bosque, el cielo oscuro y finalmente la silueta que ahora al fin reconoce. El recuerdo de la huída del palazzo regresa de golpe a su mente, y las preguntas se agolpan de tal modo que hasta le resulta doloroso; gime quedamente y se lleva unos dedos trémulos a la frente, cerrando los ojos.

- ¿Dó... dónde...? - susurra, la voz le sale débil y quebradiza. Se sienta sobre la manta y recoge las piernas, mirando a todas partes. Intenta mantener la cabeza fría, analizar la situación como siempre, pero la verdad es que ahora parece una especie de animal acorralado - ¿Dónde estoy?, ¿quién...? - mira al encapuchado, intentando ubicar sus ojos y tensándose. El recelo se reactiva en ella al recordar que está a solas con un asesino, y demasiado alterada como para calmarse y agradecerle cualquier rescate - ¿Quién sois...?
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Mensaje por Fahd 'Umbra' Hasshîm Miér Dic 02, 2009 10:20 am

No le había sido muy difcícil curar la herida del vientreque le había producido la afilada garra del mosntruo. Con ayuda de las medicinas que tenía en los frascos y ayudado un poco con sus pequeños conocimientos sobre el tapiz de la vida, había logrado hacer que las heridas dejaran de sangrar y que comenzaran a cerrarse para así al menos evitar una infección. Después de colocar una vendas alrededor de su troso, había decidido ponerse con la herida más grave que probablemente hubiese sufrido su cuerpo.

Abre de nuevo la stela sque habia cerrado, y maldice por lo bajo al descurbir que la especie de 'putrefacción' que se extendía por alrededor de la herida, se había extendido más, ocupandole así casi la totalidad de su hombro. Coge decidido un frasquito más pequeño que los demás, la medicina más fuerte de la que disponía en esos momentos, y destapándolo con la boca, lo echa sobre la herida. Comienza a sentir un intenso ardor, casi como si las brasas del fuego que tenía delante suya le estuvieran quemando la piel, y golpea el suelo con su puño intentando así canalizar de otra forma el dolor. Cierra los ojos con fuerza, tomando otro frasco y bebiéndoselo de un trago. Esperaba que esa medicina parase un poco el avance del veneno por la sangre, ya que al parecer se extendía muy lentamente por el cuerpo, haciendo así que pudriese la carne por la que se iba extendiendo. El otro frasco era un calmante hecho con hierbas.

Se le pasa por su cabeza hacer un torniquete con un trozo de tela, pero niega con la cabeza enseguida: hacer un torniquete en esto momentos no haría mas que provocar que el brazo se le llegase a encangrenar por la falta de circulación, y el veneno no iba tan rápido como para preocuparse por que se le extendiera pro todo el brazo. Percibe como el aura de la jóven se inquieta y esta se revuelve un poco en su sitio, rápidamente se tapa la herida y se incorpora, dirigiéndose hacia Khalîl.

Escucha las preguntas de la chica, propias en un momento como ese. Al menos no se había levantado y había intentado apalearle como le había pasado otras veces, algo era algo. Coge un ordre hecho con piel de cabra, un pan redondo especiado y un pequeño fajo marronáceo.

-Estás en el bosque, no hay más que mirar alrededor...-Se acerca a la chica y deja el ordre y el pan a su lado, abre el pequeño fajo y deja ver unos dátiles secos. Seguramente estuviese sedienta después de todo lo que había pasado, y después de asimilar lo sucedido seguramente le entraría un hambre atroz.- Aquí tienes agua y un poco de comida, te recomiendo que bebas y comas algo. Lo necesitas...-Enarca una ceja, sonriendo detrás de la capucha, y no se le escapa la pregunta sobre su identidad. Al menos los demás agradecían el esfuerzo al verse liberados de unos bandidos, pero ella ni eso. Encima le preguntaba su nombre...- ¿Quién?... 'quién' es solamente la forma de la función 'qué' y, ¿qué soy?. Un hombre encapuchado, un Hashashin entre los mios... un mercenario o un perro sin escrúpulos para los demás-Suelta una risotada y se sienta cerca de ella, pero a pesar de todo manteniendo las distancias.
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Mensaje por Alanna D'Ventri Miér Dic 02, 2009 10:54 am

La debilidad la lleva a observar fascinada la figura hasta que se incorpora y se acerca a ella; entonces se tensa aún más y hace amago de retroceder, claro que no llega a hacerlo, como tampoco aparta la mirada, ni suplica que la deje marchar, ni le pregunta si va a hacerle daño: todo eso son dudas que reserva para sí; la haya rescatado o no sigue siendo lo que es, y desde su corta experiencia no sabe de asesinos que jamás reclamen un justo precio. La obvia respuesta acerca de dónde están la hace fruncir el ceño como un gato huraño; su magia ha decidido tomarse un descanso, su aspecto con aquella túnica desgastada y el pelo desgreñado es horrible y su dignidad no está pasando por su mejor momento, pero si algo sigue intacto en ella es el orgullo. Sus facciones se suavizan cuando deja a s lado lo que se le antoja un banquete. Una fuerza misteriosa la incita a mirarlo y tragar saliva; claro que, obviamente, opta por apartar la vista en actitud altiva y afirmar:

- No tengo hambre - su estómago, vil, odioso y traicionero, desmiente sus palabras con un leve rugido. Sus mejillas se tiñen de un leve pero obvio tono rojo y, sin mirarle, suspira exasperada y sacude la cabeza - ...tal vez un poco - con una última mirada recelosa a la comida, coge el pan entre las dos manos y le da un tenue mordisco, saboreando la comida como si lo hiciera simplemente para complacerle y que la dejara en paz... sin embargo no tarda en pasar a devorarlo, literalmente, cogiendo desmués el odre y bebiendo con tal intensidad que derrama hilillos por la comisura de sus labios, se atraganta y tose. Es cuando recupera más o menos el control, pasándose el dorso por los labios, que su extraño salvador decide presentarse. Parpadea y arruga la frente, sin saber cómo responder a eso. Al cabo bufa molesta, incorporándose entre débiles temblores y quedando de rodillas sobre la manta mientras inspecciona con la mirada el bosque, torpemente. Parece buscar alguna vía de escape - Sé lo que sois... y ahora, por supuesto, me diréis que podré irme sin daros nada a cambio - dice con cortante sarcasmo. De inmediato siente una molesta punzada de culpabilidad; a fin de cuentas la ha rescatado, y no es propio de ella devolverlo de ese modo. Le mira de reojo, observando de paso las heridas con mal aspecto, pero pronto se obliga a devolver la vista hacia la espesura - ¿Por dónde se va a la ciudad? Debo irme - algo bastante cómico, dado que, uno: su sentido de la orientación y la exploración en terreno salvaje es nulo; y dos: probablemente no sea capaz de dar ni dos pasos seguidos sin caer redonda. Intenta sonar fría y segura, cosa que no logra del todo.
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Mensaje por Fahd 'Umbra' Hasshîm Jue Dic 03, 2009 9:03 am

Mira con una media sonrisa burlona los movimientos de la rosacruz, y no puede evitar emitir una risa en voz baja. No sabía cuántos días había pasado prisionera, pero sabía que menos de tres era imposible, y a pesar de todo seguía tan altiva y orgullosa como el día que la conoció en el mercado de Oriente, esa chica que le rechazó ese collar de ónice y plata sumamente labrado y que, por vicisitudes del destino aún llevaba encima. Sonríe.

Palpa con su mano una de las bolsas de cuero que llevaba aunadadas al cinto y es cuando se da cuenta que estaba perdiendo aún más la sensibilidad y movilidad de ese brazo. Murmura por lo bajo, maldiciendo a Dios y Alá por igual y observa de nuevo a la jóven, devorando ansiosa la comida y bebiendo con avidez.

-Cuidado. No voy a quitarte la comida, no tengas prisa...-Ríe, cogiendo uno de los dátiles y masticándolo lentamente. Debía darse prisa y visitar inmediatamente a alguien del Nido, antes de que tuviese que perder el brazo o aún peor, que el veneno llegase a su corazón y este parara.- Naturalmente que lo sabeis. No me cuestiono vuestra capacidad de observación, simplemente señalo lo paradójico que es preguntarle a un hombre encapuchado quién es-Sonríe y se incorpora, cogiendo nuevamente otro dátil. Le mira enarcando una ceja cuando la ve dispuesta a marcharse.- De todas formas, no mostrais demasiada educación preguntando el nombre de vuestro rescatador sin presentaros vos antes...-Coge el ordre y se acerca a Khalîl, que descansaba al lado de un árbol cercano y acaricia suavemente su crin y su cuello, tratándole con suma delicadeza. Abre el pellejo de cabra para que el caballo pueda beber y una vez lo ha hecho, bebe él.
Alza el brazo que conservaba intacto y señala a un lugar perdido en el oscuro bosque.

-Por allí se va a la ciudad. Es aproximadamente medio día andando, si partís ahora llegareis mañana a mediodía... eso si no os encontrais con los lobos que habitan estos bosques y deciden que seais su cena; o quizá también con los forajidos que viven por estos bosques y decidan capturaros y esclavizaros como ama de casa. Una joven en edad de gestación como vos es muy apreciada por ellos...-Le mira de reojo, con una gran sonrisa burlona cruzando su rostro, a pesar de eso en su voz no puede captarse la más mínima señal de burla. Apreta las correas que sujetaban la silla de Khalîl, con una torpeza mal disimulada debido a su brazo herido.- Y no os preocupeis por mi recompensa, la recibiré en cuanto os deje en la sede de los Rosacruces, si os llevo muerta puedo decir que os encontré en un estado lamentable y fallecisteis de camino -Se encoge de hombros y se gira cuando termina de asegurar y apretar las correas, acaricia de nuevo el cuello del caballo y se apoya en este mirando a la chica.- Al fin y al cabo quién sabrá aparte de vos y de mi qué ha pasado...-Sonríe y se acerca a la chica, tendiendole la mano.- Pero también teneis la opción de volver conmigo y que nada de lo que os he dicho ocurra...
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Mensaje por Alanna D'Ventri Jue Dic 03, 2009 9:45 am

Hace amago de incorporarse con toda dignidad, pero al final se queda quieta en el sitio; primero, porque aunque se esfuerza en disimularlo el malestar casi le provoca un desmayo; y segundo, porque de cuando en cuando su vista se desvia hacia el caballo blanco, un tanto reluciente sin poder evitarlo. Pero en gran medida es porque, cuando su acompañante habla de nuevo, la asalta esa poderosa sensación de deja vu, y no puede evitar mirarle fijamente entre jadeos de cansancio. La ha oído antes... sí. Seguro. De todos modos poco puede pensar: su don para captar energías parece estar bloqueado, y de hecho el abuso de su poder mágico todavía le cubre el cabello con algunas esporádicas hebras grises. Pero es su excéntrica contestación la que hace que le observe de arriba abajo confusa y extrañada, como quien contempla a un animal extraño que no debería estar allí.

- ¿Eres una especie de maníaco...? - murmura en voz baja, frunciendo el ceño con recelo. No cree necesario usar formalismos en tal situación - Yo he preguntado primero; dime tu nombre y yo te daré el mío. Aunque la verdad, algo me dice que sabes quién soy. Te envía el Gran Maestre, ¿verdad...? - por suerte, su agudeza también sigue intacta. Resopla y tuerce los labios, irónica e impaciente, rebuscando en la bolsa de provisiones que tiene al lado sin pedir permiso; sigue decidida a irse - Tiene que ser él. Ningún asesino arriesgaría la vida por... por alguien... si no hay un contrato de por medio - su voz tiembla por culpa del cansancio, y cierra un instante los ojos para evadirse del cansancio... y de la visión de la manta; tumbarse sobre ella ahora es demasiado tentador. La mención a los lobos y posibles peligros hace que vuelva a mirarle, suavizando las facciones con un tinte de miedo; aunque conserva el orgullo: - Si crees que no sé defenderme estás muy equivocad... - como si el bosque se hiciera eco de las palabras del asesino un aullido resuena en la lejanía, y da un respingo mirando en todas direcciones; más que nunca queda clara su inexperiencia total del mundo. Al final bufa, irritada, y lanza la bolsa a un lado tomando asiento. Sí, sorprendentemente ha ocurrido un milagro: obedece... a regañadientes; y no piensa admitir que lo que de verdad la asusta no son los lobos, sino los forrajidos demasiado interesados en jovencitas... se abraza las rodillas, moviéndolas rítmicamente, prueba de su impaciencia y de la obvia incomodidad al percibir aún sus heridas; pero no: ayudarle ahora sería un síntoma más de debilidad. Cuando el silencio se alarga demasiado, añade casi gruñendo: - ¿Y bien...?, ¿cuánto tardaremos en llegar, exactamente?
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Mensaje por Grazia Manfredi Vie Dic 04, 2009 7:42 am

Scorpio Cavalleri escribió:Y, la verdad, sabe bien... Mejor de lo que esperaba en un principio. Puede que sea realmente eso o que comienza a excitarse ante la calidez que emana de ella, como buscando lo que él no tiene, lo que le falta, y queriendo obtenerlo, pero tampoco es algo que se plantee demasiado tiempo.

Se la queda mirando fijamente con unos ojos algo más brillantes que antes, pero tampoco demasiado, sintiendo ligeramente el tacto de la uña de ella, desde su cuello hasta la mandíbula:

- Los arañazos son... Divertidos...- Susurra ahora él, que repite el movimiento de ella con una de sus uñas en su cuello, alcanzando la comisura de los labios. Con la fuerza de la que dispone podria ahora mismo rajarle la yugular sin demasiadas complicaciones, pero en ella ve algo que ahora mismo le interesa mucho más:

- No respondiste a mi petición aquella vez...- Comenta, inclinándose hacias ella de forma tan incitante como seductora, hasta que ambas bocas quedan a centímetros de distancia. No se ha molestado en apartarle la mano y se le ha abierto un arañazo, el cual desaparece pasado un instante- Quiero oírte ronronear...


Observó con interés su piel marmórea, que se cerró limpiamente sobre la herida como si nunca hubiera existido. Parpadeó una sola vez, sin denotar su curiosidad pero bebiendo de cada detalle con avidez. Grazia sabía que el conocimiento y la información eran poder en aquel mundo donde todo se podía comprar por un precio justo. Sonrió.

- Divertidos no es la palabra que yo emplearía, Scorpio. - Admitió.

Deslizó la mano que había arañado la base de su cuello hasta el cabello de él, rubio como el de los angelotes de los cuadros. Qué ironía tan curiosa.
Se mordió el labio inferior cuando lo notó de pronto tan cerca, tan real. Hasta ese momento todo había pertenecido a una especie de juego que no tenía un final próximo y tangible, pero de golpe sintió un rubor en las mejillas que no notaba desde hacía mucho tiempo. Un rubor estúpido de chiquilla adolescente.

Se separó como si quemara y le miró con cierto recelo.

- No creo que sea buena idea esto. - Sentenció. - Yo... bueno, por mis circunstancias...

No iba a contarle su vida ¿verdad? Eso sería una estupidez enorme, no le conocía y además era un vampiro. Eso por no mencionar el pequeño detalle de que no se lo había contado a nadie nunca. Sólo lo sabía Nimue y porque estaba allí cuando ocurrió.

- En fin, no soy la clase de mujer que hace estas cosas.

Se levantó, enfadada consigo misma por haberse permitido aquella debilidad, y después de sacudirse la falda del vestido para quitarle la tierra adherida salió de allí, con el corazón latiendo mucho más alto de lo que sonaban sus pasos.
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Mensaje por Fahd 'Umbra' Hasshîm Dom Dic 06, 2009 9:21 am

Ríe sonoramente y se acerca más a ella, tendiéndole la mano de nuevo. Maníaco... si no recordaba mal era la primera vez que le habían tachado de tal cosa, aunque sí, seguro que mucha gente pensaba que tanto él como sus Hermanos eran unos maníacos seguidores de unas antiguas creencias del lejano Oriente que se negaban dejar su pasado atrás. El Gremio, tan necesitado y odiado a la vez por toda Venecia.

-Creo que poco importa, lo sea o no soy tu único salvoconducto para salir de este sitio...-Se queda un par de segundos en silencio, con una fina sonrisa dibujada en sus labios- Llamame Belial. Y sí, ha sido Fabius quién me ha enviado a por su ahijada... deberías estar orgullosa al saber que te tiene tanto aprecio-Sonríe y comienza a moverse rápidamente por el pequeño campamento improvisado, empezando a recoger toda señal que delatara su presencia allí. Sonríe ampliamente por el comentario de la jóven, siguiendo con sus casi mecánicos quehaceres y borrando el rastro de ese lugar; al fin y al cabo ese era parte de su trabajo de rescate, asegurar que nadie siguiera sus pasos para que el camino de vuelta fuese lo más tranquilo posible.

Escucha unos aullidos lejanos y mira a la chica, que parece removerse en su sitio. Sonríe y alza la mirada al oscuro cielo, quedándose unos segundos en silencio e inmóvil, mirando a un punto lejano en el firmamento. Cuando una sombra cruza por encima de ellos, extiende el brazo sano hacia delante y produce un agudo silbido. Pronto una silueta baja en picado desde los cielos y cruza el campamento por delante de la chica como una saeta, posándose después sobre el antebrazo del asesino. El águila, de un tupido plumaje pardo de distintos tonos, mastica lo que parecen los restos de un roedor que había tenido la mala suerte de cruzarse en su camino.

Acaricia su cabeza y anuda a una de sus patas un pequeño rollo de pergamino, susurra una palabras en árabe, casi inaudibles pero lo sufucientemente claras para alguien que pueda entender ese idioma: "Vuela libre". Acto seguido, la imponente ave, abre sus alas y en escasos segundos había alzado el vuelo perdiéndose en la noche y dirigiéndose hacia su destino. Se gira hacia la chica después de que el águila hubiese partido y echa tierra sobre el fuego que había encendido mientras ella todavía yacía inconsciente.

-Si partimos ya y nos movemos rápido, poco después del amanecer llegaremos a Vanecia, y en poco más llegaremos hasta la biblioteca...-Nota un frío pinchazo en el hombro y apreta los dientes, llevándose la otra mano a la zona gravemente herida-Ya nos están esperando, así que levanta y no hagas que el Gran Maestre espere- Se coloca al lado de Khalîl y acaricia sus cuartos traseros con extrema delicadeza- Tú montarás parte del camino sola, yo he de borrar todo el rastro y crear uno falso por si algún miembro del Loto decide seguirnos. No te preocupes, Khalîl sabe el camino de vuelta y cuidará de ti.
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Mensaje por Alanna D'Ventri Dom Dic 06, 2009 10:15 am

Cuando su acompañante le confirma que ha sido el Gran Maestre, Alanna se abraza aún más las rodillas y clava los ojos en el suelo, pensativa y meditabunda, al tiempo que se mordisquea la uña del pulgar; un gesto que suele tener cuando está preocupada, y ahora lo está. Fabius contrata a un asesino para rescatarla... si hace eso por ella ya se imagina lo preocupado que tiene que estar, y con ello no puede evitar sentirse culpable: todo esto había ocurrido por ser ella incapaz de controlar su orgullo ardiente frente a un Loto Negro, nada menos, en vez de haber meditado fríamente el encuentro. Últimamente no hace más que pensar que le decepciona.

El silbido la saca de sus pensamientos funestos. Abre los ojos más de lo que le hubiese gustado al contemplar fascinada al águila descender en picado, posándose en el brazo de quien sin duda ha de ser su amo. Arruga un poco el entrecejo y tuerce un poco los labios, molesta consigo misma: su sentimiento general hacia los asesinos entra en guerra con su fascinación hacia el mundo de Oriente, y aquel leopardo parece una representación viva.

- ¿Belial...? - su mente está demasiado embotada ahora mismo como para que aquel nombre le resulte familiar. Resopla levemente por la nariz - Tienes suficiente destreza como para pertenecer a la élite del Gremio, y sin embargo tu nombre no me es conocido... - entorna los ojos, suspicaz, tal vez dejando caer que sospecha que puede tratarse de un nombre falso. Pero un trato es un trato, y suspira - Alanna - se presenta escueta, clavando después los ojos en Khalil y guardando silencio un instante - Un caballo de raza árabe... son veloces y resistentes - deduce en un murmullo. De repente parece absorta, como si se le hubiesen quitado las ganas de discutir... pero es algo que desmiente enseguida cuando resopla y pone los ojos en blanco - Oh, por supuesto, llegaríamos... eso si mis pies me lo permiten; o más importante aún, si consigues llegar antes de que el veneno de la quimera acabe contigo. Supongo que tendré que ayudarte - gruñe eso último mientras, de improviso, gatea fuera de la manta oteando como puede el panorama y recolectando alguna que otra flor de pétalos blancos y malvas; reprime una sonrisa: es buena herbóloga, pero aquella es la primera vez que lo lleva a la práctica - Con lo que hay aquí, como mucho puedo neutralizar el veneno lo que dure el viaje, pero no eliminarlo - mientras sopesa las flores le mira de soslayo, alzando una ceja y manteniendo el mareo a raya con esfuerzo - ...claro que lo justo sería que te descubrieras el rostro. Y no te lo tomes a mal - alza la barbilla, tajante y astuta; el gesto queda casi infantil - pero si el contrato incluye protegerme hasta llegar a Venecia, vas a tener que hacerme caso.
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Mensaje por Fahd 'Umbra' Hasshîm Lun Ene 04, 2010 5:07 pm

Sonríe mientras sigue asegurando las correas de la silla de montar. A aquella jóven no se le pasaba por alto la habilidad de un asesino, y sí, era cierto que él tenía la destreza suficiente para pertenecer a la élite desde hacía diez años, y toda la experiencia desde entonces no había hecho más que hacerle más letal y peligroso. Se gira, acercándose a la chica al escuchar su nombre... Alanna. Así que ese era el nombre de la jóven con la que compartió aquel momento en el mercado. Le gustaba. La mira de arriba a abjo, ocultando el movimiento de sus ojos la oscuridad que producía la capucha en su rostro. Y ella también.

-Quizá sea porque ese no es el nombre con el que se me conoce, Alanna...-Se acerca a ella en un movimiento rapidísimo, aunque por extraño que pued parecer sin producir sonido alguno en sus pisadas, quedando tan solo a unos centímetros de ella- ...me llaman La Morte Bianca entre los nobles más estirados... aunque entre el pueblo de Venecia soy conocido por otro nombre... -Una gran sonrisa se dibuja en sus labios, una sonrisa divertida, y como si de una aparación se tratase desaparece de delante de la vista de Alanna. Las sombras habían acudido a quién les reclamaba, fundiendose con él en la oscuridad del bosque y haciendo así al asesino invisible. Unos pocos pasos y se encuentra detrás de la figura de la jóven, volviendo de su viaje por el mundo de las sombras y materializándose a espaldas de Alanna.- ...Umbra -Pronuncia el nombre que todos temían en un suspiro, con sus labios casi pegados a la nuca de Alanna, aspirando el aroma a incienso que desprendía su cabello, el mismo incienso que se extendía por la alcoba del castillo.

Ríe, dirigiéndose al caballo de nuevo y recogiendo la manta que había dejado para depositar el cuerpo inconsciente de Alanna encima. La coloca enrollada y atada en la silla y mira alrededor: todo en órden. Sonríe y se gira hacia Alanna, extendiendo el brazo y frenándola antes de llegar a él.

-Realmente quien pone aquí las reglas soy yo Alanna, y no me importaría que echaseis un vistazo a la herida...-Ladea la cabeza, mirándola divertido. Una mujer con carácter, cada vez le gustaba más. Un nuevo pinchazo en el hombro hace que su rostro se descomponga en una mueca de nuevo.- ...pero lo siento mucho, no puedo descubrirme el rostro, si lo hiciese tendría que mataros, y creédme, me sois muy útil viva -Ríe de nuevo. Fabius le había prometido una suculenta recompensa por ella, y solo por saber qué le había preparado un Gran Maestre de los Rosacruces, se lanzaría sin dudarlo desde la torre más alta de Venecia.

Se queda pensativo uno segundos, con lo que tenía en mente provocaría probablemente una situación no demasiado agradable, pero no se iba a engañar, se moría por ver la cara que pondría Alanna al descubrir quién era.

-Pero quizá pueda hacer algo para remediarlo...-Sonríe y mete la mano dentro de uno de los saquillos de cuero que portaba al cinto y lo puede palpar, sonriendo más aún. Se acerca a Alanna, acariciando su rostro con las yemas de sus dedos y apartando el cabello enmarañado de su cara. Acerca sus labios a los suyos, pero sin llegar a rozarlos-...si esto os resulta familiar, no hará falta que me descubra...-Un susurro precede al suave movimiento que realiza con sus ágiles dedos, dejando después caer alrededor del cuello de aquella muchacha el mismo colgante con que hace dias se conocieron en el mercado de Oriente- Se lo dije en su momento, con esa mirada es el mejor colgante que podeis llevar al cuello...
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Mensaje por Alanna D'Ventri Mar Ene 05, 2010 4:10 pm

Si por algo se ha caracterizado desde siempre, muy a pesar de algún que otro maestro misógino de su hermandad, es por atreverse a mirar sin aparente ápice de temor o miedo los ojos de un hombre con poder. En sí la mirada oscura de ella también destila poder y fuerza... la suficiente como para no desviar la vista ni aun cuando siente la descarada mirada del asesino escanearla como si fuese un mero objeto digno de ser conteplado, o eso se dice. Y la enfurece, aunque no admite que en parte siente esa rabia por sentirse deseada y, para colmo de males, complacida por ello. Para alguien que oculta su femineidad a conciencia, aquello no deja de ser una burla.

Parpadea un par de veces cuando él vuelve a hablar y comienza a acercarse, como un vendaval sigiloso y oscuro de vórtice magnético. Teme que esa repentina turbación se lea en sus rasgos, algo inadmisible para su orgullo, así que finge apartar la vista solo para concentrarse en la tarea de recolectar las hierbas cogidas y guardarlas en un saquillo, apartándose con gestos impacientes el enmarañado pelo del cuello y echándoselo tras la oreja. Bufa y dibuja una lenta sonrisa sarcástica y autosuficiente, algo imprudente también, al escucharle.

- Veo que una de las artes que se os enseñan en el Gremio es el don para las presentaciones pomposas - ...muy imprudente, pero no puede evitarlo: los nervios hacen que su acidez aflore en todo su esplendor, como sistema de autodefensa. Alza altiva la mirada para observarle, "indiferente" - Supongo que... - ...pero ya no está. Entorna los ojos, alerta y confusa, para qué negarlo, mirando en torno a sí con sutileza. Entonces aquel nombre fluye entre las sombras que lo acunan, justo a su espalda, y durante unos instantes se queda mortalmente quieta. La verdad, no sabe cómo se las ingenia para reprimir el escalofrío creciente y quedarse pensativa, la luz lunar, cada vez más palpable, le confiere la mirada de un gato astuto y observador, y ello consigue menguar algo su sorpresa - ...así que Fabius envía al mejor. Supongo que tendré que agradecérselo... - susurra en voz muy baja, controlando gestos y respiración y continuando guardando las hierbas con parsimonia, como si no ocurriese nada ni la Sombra de la Muerte no estuviese aun demasiado cerca. Solo se permite detenerse y darse un respiro cuando se aleja hasta el caballo, y de espaldas a él frunce el ceño con obvia y muda impotencia. Tiene razón, y lo sabe... ahora depende enteramente de él, más aún tan débil y con su casi nulo conocimiento de la supervivencia en terreno salvaje. Alza las cejas cuando vuelve a hablar y... vuelve a acercarse a ella; demasiado cerca, con esa maldita mirada que parece decir que lee lo que no se puede leer. ¡Maldito asesino...! Seguiría despotricando sobre él a placer, pero sus ásperos dedos rozando sus labios la dejan, a todas luces, completamente descolocada, y esta vez sí es incapaz de ocultar la sombra de perplejidad en sus facciones. Al igual que (y por esto se maldeciría a sí misma durante mucho tiempo) se ve incapaz de alejarse cuando los labios de él casi rozan los suyos, como una telaraña tejiendo hábilmente una cárcel en torno a ella; su espacio personal es solo suyo, ningún hombre lo ha atravesado jamás, y la experiencia ahora le resulta tan asfixiante como extraña... y tal vez...

En el último momento, el roce cálido de su aliento contra su piel y sus palabras la hacen reaccionar, y con un ligero temblor hace amago de alejarse en un veloz impulso. De repente parece un animal acorralado e ingenuo.

- ¿Qué hacéis? - susurra absurdamente. Su cuello nota entonces el roce frío de las cuentas del collar y, con un tenue grito ahogado, lo aferra con fuerza para mirarlo. Y en cuanto lo hace, parece como si una luz prendiera con fuerza en sus recuerdos para decirle de qué le sonaba aquella voz, y esos gestos felinos. Aspira con fuerza, agarrando el collar con fuerza, y no sabe si siente ira, humillación, admiración o todo a la vez. Toda prudencia se esfuma, como suele ocurrir siempre que su orgullo es puesto a prueba - ¿...os habéis divertido? - inquiere, la voz temblorosa por la cólera - Oh, sí... muy divertido, sin duda - Con los labios apretados vacila, antes de quitarse definitivamente el collar, emarañando más su cabello, y con los ojos relucientes de insensato e iracundo desafío se acerca a él, le lanza con violencia la bolsa de hierbas para que se estrelle en su pecho y parte de su cara, además con fuerza dolorosa, y le tiende de nuevo el collar. Dibuja una sonrisa de rabiosa ironía - Vuestra memoria debió sufrir un colapso el día del mercado, o algo así, ¿verdad?, porque si mal no recuerdo os dije que no lo quería. Y sigo sin quererlo. Quizá cuando salgamos de aquí, si me hacéis el regalo de quemarlo y dejar que yo presencie el espectáculo, tendré a bien curaros. Si no... - parpadea repetidas veces y acentúa la sonrisa con aparente inocencia, aunque le cuesta respirar por la ira - ...vaya... ¡qué gran pérdida para la Humanidad!

No es que haya olvidado con quién está hablando ni su evidente debilidad física y mental, pero cuando muta a potro indomable y salvaje es muy capaz de olvidar el significado de la palabra "razonamiento".
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Mensaje por Fahd 'Umbra' Hasshîm Miér Ene 27, 2010 12:36 pm

'Así que Fabius envía al mejor'. Sonríe cuando escucha esas palabras salir de la boca de Alanna. Nunca se había caracterizado por la modestia, sabía que era el mejor al igual que lo sabía media Venecia, pero se mentiría a sí mismo si ocultara esa inmensa satisfacción que recorría su espalda cada vez que escuchaba decir a alguien eso de él, cada vez que sabía que alguien conocía su reputación, y a pesar de intentar ocultarlo, le temía.

Nota su acelerado pulso y rostro desencajado en una mueca peculiar cuando le nota tan cerca de ella. Así que al parecer aquella jóven que tanto empeño ponía en ocultar sus características femeninas se ponía nerviosa cuando un hombre invadía lo su 'espacio vital'... eso ponía las cosas más interesantes.

Sigue con su mirada los movimientos de Alanna, escabulléndose de él después de haber traspasado esa barrera invisible, como un pequeño cervatillo acorralado en un callejón sin salida teniendo delante al lobo que se convertiría en su depredador. No puede evitar que una amplia sonrisa se dibuje en su rostro. Debía admitir que se estaba divirtiendo muchísimo, pero había llegado al punto de erupción de aquella muchacha con semejante carácter, cosa que demostraba la furia ardiente que podía leer en sus ojos.

-Oh... venga Alanna-Se acerca a ella lentamente, con los brazos alzados, como si pretendiese demostrar que era inocente aún después de haber cometido un delito-Queríais saber quién era, ya lo sabeis, os intenté avisar de que preguntar la identidad de un hombre encapuchado no era lo más acertado... pero no me hicisteis caso -Una pequeña risotada sardónica retumba en la oscuridad del bosque, no siempre era tan bueno el silencio que ofrecía la noche-Todas las mujeres actuais así ante la sinceridad... pero en cambio somos insensibles y ruines cuando ocultamos la verdad... -Chasquea la lengua negando con la cabeza, como si realmente se sintiese un incomprendido, pero la sonrisa divertida que puede verse en su rostro cuando habla, indica que tan solo es una parte más de su peculiar actuación.

Pronto la sonrisa se va borrando lentamente cuando comienza a escuchar toda esa verborrea hiriente que le dedica, pero no tarda mucho en aparecer de nuevo, sin lugar a dudas se lo estaba pasando en grande, pero todos esos insultos velados que le dedicaba empezaba a ponerle dolor de cabeza... también podría influir que el veneno de la quimera comenzaba a infectar una parte importante de su sangre, pero seguro que aquella salva de palabras también tenían que ver. Solo quiere que calle la boca, un segundo, estaban perdiendo ya demasiado tiempo allí, pero aquella maldita rosacruz sabelotodo parecía no callar. No piensa, actúa.

En menos de un segundo, y como si se tratase de una leve corriente de aire que había vuelto a recobrar fuerzas, había acortado la escasa distancia que les separaba y había dejado a Alanna apoyada en un grueso tronco de lo que parecía un enorme pino. Es entonces cuando sus manos en un suave movimiento, se posan en el rostro de Alanna, sellando aquellas palabras y encerrándolas dentro de sí con sus propios labios. 'Cállate'. Puede notar el dulce sabor de los sus carnosos labios, como ella carece de la experiencia de dar un beso, moviendose más torpe que en su madriguera llena de libros... pero alarga el beso durante valiosos segundos, consiguiendo el silencio que deseaba y porqué negarlo, conseguir el beso de aquella jóven huraña y orgullosa que conoció en el mercado. Lentamente se separa, después de un intenso momento, y la sonrisa vuelve a sus labios.

-...ahora sed una buena chica, montad ese caballo, y dejaos llevar por él como lo habeis hecho con este beso... no me echeis mucho de menos...-Se acerca de nuevo a sus labios, pero cuando está a punto de besarlos de nuevo, como si aquella ráfaga de viento huracanado volviese, se da media vuelta y no tarda en desaparecer de su vista, fundiéndose en las sombras que volvían a acoger a su legítimo amo. Cuando crease el nuevo rastro, volvería a encontrarse con ella interceptándola en el camino.
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Mensaje por Alanna D'Ventri Jue Ene 28, 2010 7:18 am

Todas y cada una de las palabras del que por desgracia es su salvador, sus gestos, su mirada y su irritante sonrisilla inocente la enfurecen ahora mismo hasta límites insospechados, consiguiendo que abra mucho los ojos indignada e incrédula por su atrevimiento, aún con el collar extendido hacia él. Por mucho que intente mantener la calma y el autocontrol en presencia de aquel asesino... oh, Dios, no puede. Un momento, ¿Dios? Mira lo que consigue, incluso, ella que huye de todo lo que tenga que ver con el Santo Oficio: invocar a Dios para que le libre de ese miserable, bastardo, hijo de... de... ¡a saber de qué, no puede ni ser humano! Lo peor del caso es que la iguala en labia y consigue intimidarla, le guste o no admitirla, con aquella imponente presencia de pantera al acecho; y en cierto momento, cuando se le acerca más de la cuenta, ella retrocede un paso y deja ver una leve pero notable chispa de temor. El mismo agobio por la invasión de su espacio y el pánico que le produce pensar que alguien pueda llegar a conseguirlo. Es algo insoportable.

Abre la boca sin dar crédito a lo que oye, siguiendo sus gestos. ¿Cómo, por todos los demonios de los milenarios e interminables infiernos, consigue ese hombre que su visión de las cosas parezca cierta, irrebatible y terriblemente elegante? Ahí falla algo. Pero... ahhh, no... si antes ha dicho que le iguala en labia es porque es verdad. Y piensa demostrárselo ahora mismo. Aspira con lentitud con la nariz y alza las cejas, irguiendo la barbilla y apartando lentamente el collar. Sin mirarle se encoge de hombros con la elegancia de una dama bien educada; quizá su origen no sea noble, pero desde luego bien educada sí que está.

- Oh, está bien, lo guardaré. Supongo que he sido... ¿cómo decirlo? Terriblemente ingrata. Debería disculparme - "debería, pero va a ser que no", viene a decir con eso. Arruga el collar con las manos y lo guarda con aparente calma entre los pliegues de su capa. Sus palabras serán lo que serán, pero su tonillo de voz ácido y burlón casi hasta lo pueril hacen que más bien suenen a "más bien os lo haría tragar en estos momentos si con ello consiguiera que os asfixiéis, dejéis de hablar y borréis esa condenada sonrisa del rostro" - Pero os equivocáis en algo - vuelve a mirarle altiva, cruzándose de brazos; en realidad lo hace para controlar mejor unos temblores que no son de frío, sini de completa y absoluta cólera, aunque tal vez no sea consciente de que dicho sentimiento se lee demasiado bien en sus relampagueantes ojos oscuros - Un hombre que se precie no necesita preocuparse en demasía por las verdades que diga o deje de decir, ni mucho menos por vulgares mentiras. A menos que necesite con urgencia quedar bien frente a una mujer - alza más las cejas, olvidándose imprudentemente del temor - Lo cual me hace deducir que, o bien estáis más desesperado de lo que pensáis admitir, o bien no tenéis lo que hay que tener y suplís esa carencia con bromas y palabras supuestamente ingeniosas. Y algo me dice que he acertado en ambos casos - sonríe ampliamente, un gesto que en el lenguaje mundano de dentro de varios siglos vendría a ser algo así como "chúpate esa"; y es que, olvidando ya del todo en su furia ciega que está tratando con un asesino de renombre, ni corta ni perezosa ha puesto en duda su hombría. Y vaya... ¡qué a gusto se ha quedado! - Y ahora, si no os importa - se ajusta mejor la capa y hace amago de pasar como un vendaval por su lado, hacia la fogata y sus pertenencias - No gastéis más saliva inútil conmigo, o antes de lo que creéis dormiréis en brazos del sueño eterno de Morf...

Le parece que lo siguiente que ocurre es una especie de irrealidad alternativa, por llamarlo de alguna forma. El cuerpo del asesino le impide la marcha y en un visto y no visto la empuja contra el tronco del árbol que tiene justo detrás, con una facilidad pasmosa que repentinamente la hace ser consciente de su debilidad y en general su fragilidad física, que no es precisamente la de un guerrero. Parpadea confusa al principio y pronto ese sentimiento se entremezcla con la rabia irracional de un animal enjaulado, y mira en torno a sí buscando una vía de escape.

- ¿Qué... qué estáis...? - su voz es susurrante y furibunda como una tormenta naciente - ¡Soltadm...!

Alza la vista dispuesta a gritarle unas cuantas cosas. Se encuentra, sin embargo, con sus ojos; esos malditos ojos como carbones de intensidad ardiente que ahora la traspasan de una manera que, muy a su pesar, no es irritante... es otra cosa... no consigue entender el qué, exactamente, pero de repente sus pulsaciones se aceleran, e incapaz de apartar la mirada completamente aturdida de aquel águila oriental es consciente de golpe de la calidez de su piel más ardorosa aún por sus heridas y el aroma sutil que desprende a sangre, sudor y especias de tierras lejanas. Apenas es consciente de cuando la toma del rostro, de cuando siente el tacto áspero de sus dedos en sus mejillas, y pese a su alerta de instintiva supervivencia no se ve capaz de apartarse cuando sus labios terminan de acallar todo vanal intento de decir algo... cualquier cosa. Asaltada por las sensaciones y el sabor amargo de sus labios se sorprende a sí misma cerrando del todo los ojos y siguiendo el beso con torpeza, sin pensar o saber qué debe hacer o cómo, solo abandonándose al impulso irreflenable de sentir con más fuerza e intensidad la caricia del asesino.

Tarda en volver a abrirlos cuando se separa, y al final, con el movimiento monótono y pesado de su pecho tratando de coger un aire que se volatiliza en sus pulmones. Solo se quiebra la burbuja del hechizo cuando oye su burlona voz y contempla por fin su sonrisa. Las palabras tardan en procesarse en su mente, pero cuando lo hacen termina por ser del todo consciente de lo que acaba de ocurrir. Y entonces... entonces todo se torna ira, cólera, rabia profunda y, por qué no decirlo, dolor ante la humillación de sentirse como una necia débil que ha cedido con facilidad a los encantos de un malnacido que merece todo su odio. Y lo peor es que, cuando parece que de nuevo va a besarla, una horrible parte de sí espera que lo haga. El asesino es rápido y se escabulle de su ira imparable a tiempo, y ella se aleja del tocón temblando sin fuerzas y cruzándose de brazos para frotárselos, presa de un frío repentino.

- Mal... maldito... se... - ruge, mirando a todas partes - ¡¡MALDITO SEAS!! - pero no hay respuesta ni sonido, salvo los jadeos roncos amortiguados por sus dientes fuertemente apretados, o los sonidos naturales del bosque. No es tonta: sabe que no volverá a verle... al menos no aún, sin hacer lo pactado. Con la fiereza de una llama viviente y calcinadora se acerca torpemente hasta los restos de la fogata cogiendo sus cosas, y después hasta el caballo (no se da cuenta de que e el proceso, más de una vez, alguna que otra ramita o arbusto acababa de prender en llamas para luego apagarse de golpe con un sonido siseante. Carga todas las cosas en el caballo; la presencia de un animal tan querido para ella consigue calmarla, y más cuando el susodicho frota su morro contra ella en lo que quiere interpretar como un gesto de apoyo. Con la mirada perdida acaricia su hocico, sintiendo bajo todo el mar de orgullo y furia, para su pesar, unas ardorosas ganas de llorar... cosa que, por supuesto, NO haría, porque eso supondría mostrar DEBILIDAD, y ella NO es débil. Por supuesto que no. Pero la realidad era que alguien había conseguido derrumbar su falsa coraza de fortaleza y la sensación resultaba demasiado dolorosa, se sentía desnuda e indefensa - Le detesto... - se oye decir, hablándole casi al caballo, con un temblor espasmódico de desprecio profundo y odio ciego. El animal relincha y sacude la testa. Será casualidad, pero lo interpreta como un asentimiento.

Bueno... eso la hace sentir mejor.

Alzando altiva la barbilla monta sobre el caballo con los labios apretados, dejando que siga la ruta en cuestión hasta el camino. No deja de mirar a todas partes mientras, interiormente, vuelve a enterrar cualquier ápice de dolor o derrota bajo toneladas ingentes de sarcasmo y frialdad hiriente, aunque eso último no está segura de poder mantenerlo. El hecho de imaginar a Umbra calcinado, despellejado, troceado en finos pedazos o simplemente con su cabeza empalada adornando la entrada de la sede Rosacruz ayuda, por supuesto...
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Mensaje por Fahd 'Umbra' Hasshîm Dom Ene 31, 2010 12:38 pm

Se aleja del lugar donde había dejado a Alanna todo lo rápido que sus piernas le permitían. Avanzaba veloz y sigiloso, sin ser visto gracias a que un manto de sombras cubrían su figura y lo hacían casi invisible... letal, silencioso y rápido, no en vano se había ganado la reputación que tena y que hacía que a más de uno con la conciencia intranquila se le congelase la sangre en el cuerpo al escuchar su nombre... 'Umbra'. Para en casi en seco en mitad de lo que parecá un claro cuando escucha, en la lejanía unas palabras que resuenan por todo el oscuro bosque cuando aquella jóven las pronuncía en un grito.

Una gran sonrisa aparece en su rostro, haciendo que sus hombros se convulsionen debido al pequeño ataque de risa que le acababa de entrar. Sabía que en ese momento Alanna debía sentir un infinito odio hacia él, y no le extrañaba nada que por su mente pasaran incontables escenas de él torturado d eun millón de maneras bajo sus manos, mientras ella reía con una chispa de satisfacción en sus ojos. Pero también sabía, que a pesar de que ella lo escondiese en lo má sprofundo de su ser, no solo sentía odio hacia él... atracción, lo había notado por aquellas miradas furtivas que le echaba o cuando intentaba esconderlo tras esa máscara de frialdad e indiferencia que tantos años parecía haberle costado crear a esa rosacruz, pero en esa ocasión toda esa coraza la había conseguido destruir por unos segundos... había deseo en su mirada y en sus gestos cuando le había besado, había notado que en su torpeza parecía no querer despegar los labios de los suyos, e incluso había escuchado cuando el silencio se había hecho como su corazón había comenzado a bombear alocado y su respiración se aceleraba buscando el preciado aire cuando se habían separado. Podría crear de nuevo esa coraza, pero jamás podría volver a ocultar esa curiosa atracción que le llevaba a él.

Sonríe, dispuesto a crear en este claro un falso rastro, pero de pronto el corazón parece parársele apenas un segundo, y ante sus ojos los árboles del bosque se deforman adoptando macabras posiciones, acechantes. Su cuerpo se desploma con los ojos en blanco, y un ardiente dolor se extiende por su torso como miles de agujas al rojo circulando por sus venas, deja escapar un grito ahogado de su pecho a la vez que s elleva el brazo sano a la de repente sangrante herida, convulsionándose violentamente en el suelo sin poder evitarlo. En medio de esas convulsiones, su capucha cae y deja ver un rostro sudoroso, febril y extrañamente pálido, adoptando un tono ceniciento y con los ojos casi en blanco e inyectados en sangre. Coloca la mano ensangrentada al taponar la herida de su hombro a la altura de sus ojos, y puede ver como la sangre que brotaba era de un extraño color negruzco, con cuajarones, como si su sangre se estuviese coagulando en el interior de su cuerpo. No entendía de medicina, al fin y al cabo él no era un sanador... pero sabía que fuese lo que fuese lo que le estaba pasando no era bueno, e intuía que si no se daba prisa esa sería la última noche que Umbra avanzara por las sombras. Intenta incorporarse, pero un nuevo ataque espasmódico colvulsiona su cuerpo, haciendo que quede arrodillado y con la frente casi tocando suelo, presa de un fuerte ataque de tos... una tos que parecía que deshiciese sus pulmones en cada nueva acometida. Siente que le falta el aire, tosiendo más aún y notando como cada vez que lo hacía esputos salían de su boca. Cuando mira al suelo puede comprobar como la misma sangre que brotaba de su hombro había formado un pequeño charco entre la tierra y las hojas secas.
'Fahd... te estás haciendo viejo...' una voz extrañamente conocida viene a su mente mientras intenta incorporarse, de nuevo en vano '¿Has pensado en retirarte?... a quién le cuentes que un gatito como ese te ha derrotado... se reirá de ti'.

- ¡¡CALLA!! -Grita a la vez que se revuelca por el suelo, en un pésimo intento de levantarse. Mira a todos lados, como si no fuese consciente de que esa voz sonaba en su mente y estuviese dispuesto a acabar con aquel que osara meterse con él de esa forma- ¡¡Muéstrate!! -Dice en un nuevo grito más ahogado desenfundando la daga curva y poniendose en un intento de posición de combate, hincando la rodilla en el suelo mientras poco a poco, débil como estaba por el veneno y por el desangramiento, cae de bruces contra el suelo, cerrando poco a poco los ojos mientras aferraba con fuerza el mango de su arma, y de sus resecos y manchados labios salían maldiciones en árabe.

'¿Quieres que me muestre?... -De nuevo esa misma voz pronuncia un nombre, un nombre que hacía mucho que no escuchaba y que por mucho que quisiera no podía repetir- ...solo has de mirarte en el espejo y sabrás quién te habla'

Silencio. Profundo y adorable silencio. Eso es todo lo que escucha, pero extrañamente no escucha los latidos de su corazón. De repente una cegadora luz aparece ante sí y acompañado de una voz... pero esta vez la voz de una mujer, dulce y acogedora, y por extraño que parezca parecía hablarle en árabe. De nuevo la voz de esa mujer y una caricia en su mejilla. Abre los ojos, alerta, y se encuentra con el precioso rostro de una mujer venida de los lejanos desiertos de Oriente, con ojos oscuros y grandes, facciones suaves y bronceadas, y una relajante voz que no cesaba de repetir el mismo nombre que había oído antes. Tenía un pequeño aro de oro en la nariz, y lo que parecía una largísima y lisa cabellera de color azabache recogida en una trenza.

- ... -De nuevo ese nombre. Resonaba en su mente, y notaba que una pequeña parte de su interior respondía a él- Despierta o llegarás tarde a clase, y ya sabes que a tu padre no le hará mucha gracia... -Parecía querer meterle miedo y prisa, puesto que su hermoso rostro delataba esas emociones, pero una gran sonrisa aflora de nuevo de sus labios y se acerca a darle un beso en la mejilla. Iba vestida con unas telas suaves y coloridas, al parecer de seda.

Unos pasos subían lentamente a la vez que se escuchaba del exterior lo que parecía una ajetreada calle. La habitación era amplia, decorada de forma sobria, pero podía verse que todos los materiales eran de una rica manufacturación y no eran lo que se podía decir 'baratos'. En el suelo estaban tirados unos juguetes de madera y varios juegos de construcción. Por la puerta entra un hombre, corpulento y de tez bronceada, con el cabello del mismo color que la mujer pero cortado en una corta melena ondulada y mostrando barba de alrededor de una semana. Una amplia sonrisa ocupa su rostro y coloca los brazos en jarras. Se parecía extrañamente a él.

- Jovencito... como no te levantes, sé de alguien que se quedará sin acompañar a su padre al puerto para ver el barco que ha llegado con las nuevas mercancias de Damasco y Jerusalén... -De nuevo el mismo intento de parecer enfadado como aquella mujer, ¿acaso no entendian que aquello no había quién se lo tragara?.

Pero algo en él hacía que se levantara rápidamente como si tuviera un resorte. ¡Pero si no alzaba dos palmos del suelo!, apenas sacaba una cabeza y media de la ventana. La mujer se levantaba y se acercaba al hombre, dándole un beso en los labios y abrazándole por la cintura con una gran sonrisa.

De pronto esa escena parecía doblarse sobre sí misma, deformándose y volviendo a crear una nueva. Esta vez estaban ellos tres sentados en una mesa, pero había alguien más con ellos... una pequeñaja, con unos grandes ojos oscuros y expresivos, que no dejaba de sonreír mientras jugueteaba con una manzana en sus manos. Tendría unos do so tres años, y le miraba a él con un brillo alegre en su mirada. Los cuatro comían, mientras comentaba alegremente como le había ido la mañana. Eran una familia, una feliz y unida familia.

La escena vuelve a retorcerse sobre sí misma como una espiral, mientras va borrando rápidamente todo lo que acababa de ver. Ahora se forma de nuevo una imágen, una imágen en la que están él, aquella muchacha y aquella mujer. Unos rápidos pasos se escuchan y el hombre aparece en escena, con el rostro desencajado en una mueca de horror y gotas de sudor perlando su rostro. Una pequeña mancha roja teñía la zona del vientre de su camisa blanca


- Bassâm... ¿qué ocurre? -La mujer se levanta del suelo, lugar en el que estaban jugando con pequeños muñecos de madera, cogiendo a la pequeña niña en brazos. Su voz sonaba claramente preocupada.- ¿Y qué te ha pasado en...?

- Ahora no, Yasmin -Corta tajante el hombre a su mujer, contrayendo su rostro en una pequeña mueca de dolor al presionar su vientre- No sé qué ha pasado, pero la Inquisición vino al puerto, diciendo que detenían por hereje... Ahmed y Laith saben que no es cierto y se pusieron por medio... no han sobrevivido, pero me han dado el tiempo justo para escapar a caballo... -Desde luego el hombre parecía nervioso. Coge suavemente a la cría en brazos y le hace un par de carantoñas, ya que la pequeña parecía que estaba a punto de empezar a llorar- Creo que es todo cosa de Abdul... tiene envidia por lo que he llegado a... -De pronto un gran estruendo se oye en la casa, y el hombre y la mujer se sobresaltan, echándose atrás- ¡Han entrado¡¡Rápido, esconde a --- y a ---! -De nuevo escucha ese mismo nombre, pero acompañado esta vez por otro que también le era conocido pero era incapaz de pronunciarlo él mismo.

Un grito se escucha. 'Daos presos en nombre de la Inquisición'. Y se oyen unos pesados pasos, quizá de unas seis personas ataviadas con armadura entrando en la casa por la fuerza. Puede escuchar el desenvainado de espadas. Ahora todo es borroso... ve sangre, los ojos de aquella niña apagados con su pequeño cuerpo ensangrentado en el suelo... un alarido de rabia y más sangre... De nuevo la escena se retuerce y se pliega, deformando todo alrededor suya. Pero una nueva espiral vertiginosa aparece, pero esta vez él está solo... en medio de una gran aglomeración de gente gritando cosas hacia una construcción de madera que se levantaba sobre la plaza. En ellas, colgaban de sogas alrededor de siete personas, pero justo en frente, cuatro piras se alzaban, aún apagadas. En dos de ellas puede ver, casi como si los tuviese delante, a la mujer y al hombre, ambos con grandes ojeras y los ojos hinchados y rojos.

-Yo, el cardenal Fabrizio, castigo a estos hombres y mujeres a morir quemados en la pira por fervientes servidores del Maligno, que sus almas sean castigadas por la eternidad... ¡Amén!-

Acto seguido, un par de hombres con el rostro cubierto, prendian fuego a las piras, que ardían rápidamente empezando a consumir sin piedad el cuerpo de los herejes. Podía escuchar los gritos de aquellas personas, pero ante todo sus ojos estaban clavados en aquellas dos personas especiales, su padre y su madre. Podía ver como la larga cabellera de la mujer se prendía rápidamente, como las pieles de sus padres se carbonizaba y sangraba, mientras propinaban tremendos gritos de dolor y tristeza. El humo, negro como el carbón, ascendía al cielo inundando toda aquella plaza del hedor de carne quemada... en unos minutos la plaza se había quedado casi vacía y solo quedaban los restos de cuatro figuras informes en llamas atadas a cuatro grandes estacas... minutos después tan solo quedaba ceniza y él lo observaba todo de lejos. Aquel fué el día en que vió la luz del verdadero mundo en el que vivía...

Despierta de aquella pesadilla, tomando una gran bocanada de aire entre toses. Sentía un terrible dolor en todo su cuerpo, y en especial su brazo izquierdo le ardía como si se le estuviese quemando vivo. Respira hondamente, y por un momento le parece respirar el mismo humo viciado e hace tantos años en aquella plaza, pero pronto el fresco aire nocturno de aquel bosque llena sus pulmones. Nota sus mejillas ligeramente humedecidas, y lleva las yemas de sus dedos a su rostro: lágrimas. Suspira. Desde luego lo que acababa de sentir, no sabía si por el efecto del veneno o que había estado a punto de morir, al fin y al cabo se dice que cuando uno está a punto de irse al otro barrio pasa su vida por delante de sus ojos como si lo estuviese viviendo, el caso es que aquello le había hecho sentir emociones que creía enterradas en el tiempo. No sabía cuánto había pasado, si segundos, minutos u horas, pero de un rápido vistazo al cielo, comprobó que apenas habían pasado unos minutos, puesto que la Luna apenas se habían movido del sitio.

Permaneció sentado, en una posición de relajación, esperando así que el dolor de su cuerpo le diese tregua y para volver a ordenar sus sentimientos, haciendo así que su mente volviese a la absoluta calma que le acompañaba hasta en los momentos más tensos. A pesar de todo, no podía evitar pensar una cosa... había tenido una hermana y no lo recordaba, y lo más importante, aquel hombre, 'Abdul', había sido según su padre aquel que les había traicionado. Eso no quedaría así. Estaba seguro que si no acababa de morir, era porque aún no había vengado de todo aquel acto, no solo servía asesinar a aquellos miembros del clero y soldados que apresaron y mataron a sus padres... y hermana. Aún no había completado su trabajo.

Cuando el dolor ya casi ha remitido se incorpora, sintiéndose mucho más débil, al fin y al cabo su ropa ahora estaba más manchada de esa sangre negruzca y, al ver la herida de su hombro, podía ver como la carne estaba ya en un estado bastante feo, casi pútrida. Respira hondo, debía llegar cuanto ante hasta Khalîl, ya que allí era donde tenía las provisiones y necesitaba comer para reponer energías. No tarda en alborotar un poco el claro, haciendo visible para cualquier explorador que allí habían estado reposando dos personas, inclusive había logrado reproducir las mismas dimensiones de Alanna tumbada. En cuanto a sus ojos, todo parece haber quedado como estuvo en un principio aquel claro, enciende de iguales dimensiones que el otro, dejando que se consuma poco a poco. es entonces cuando, a pesar de estar débil, no duda en llamar a las sombras, puesto que con ellas se sentía más liviano y rápido, y podría acortar el tiempo que tardaría en darles alcance. Así que, envolviendo su figura en ellas y desapareciendo entre sombras, corre en dirección al camino en el que habían quedado.

Guiándose por las estrellas y la Luna no tarda en conseguir la recta que él calculaba que haría que llegase a tiempo al trozo del camino donde tenían que encontrarse. Sus pies cuando chocaban contra el suelo parecían almohadas, ya que ningún sonido salía emitido al pisar, y lo más fascinante, es que apenas dejaban una huella clara en el terreno, casi como si nadie hubiese pisado por donde él lo hacía. Ahí estaba. A su diestra podía ver como los árboles dejaban de crecen y se había creado un camino, no demasiado ancho, por el cuál llegarían en no mucho a Venecia. Tampoco tarda en escuchar no muy lejos las pisadas de los cascos de Khalîl, inconfundibles para su dueño, aquel árabe blanco había sido compañro durante mucho tiempo, y juntos habían pasado cosas que ningún hombre había vivido con Umbra.

Así que, desenvolviéndose del manto de sombras que le ocultaba, decide sentarse en una roca algo escondida pero lo suficiente a la vista para que lo viese Alanna al pasar por allí, al borde del camino, en una pose despreocupada, como si llevase minutos esperando en aquel lugar. Aunque no puede evitar que un nombre pase por su mente en esos segundos de espera. 'Abdul'.
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Mensaje por Alanna D'Ventri Lun Feb 01, 2010 10:38 am

A medida que transcurren los minutos, cabalga y se abre paso a través del angosto bosque, ocurre un milagro: el suave vaivén de la montura y el tacto de su pelaje consiguen no solo menguar su mal humor, sino mejorarlo. Enreda los dedos con cierta inseguridad en las crines del animal y dibuja una sonrisa tenue y desganada, pero un tanto luminosa e infantil; siempre le han encantado los caballos, aunque debido a su posición y su impuesta naturaleza de ratón de biblioteca jamás haya cabalgado demasiado en Niebla, su yegua gris, y desde luego su habilidad como amazona sea bastante mediocre. El animal relincha suavemente y ella acentúa la sonrisa, sintiéndose por primera vez en no sabe cuántas horas, desde antes de conocer al malnacido nigromante y a su posterior salvador. ¿Cómo puede una criatura tan hermosa serle fiel a semejante... semejante ser, a falta de un adjetivo que pueda definirle como es debido? Su sonrisa se agria en el rostro para ser sustituída por una mueca de rabia, rompiendo más o menos la burbuja de efímera felicidad; pero lo peor del todo es que rabia, lo que se dice rabia, no siente, sino que ha ido enfriándose y condensándose en algo aún más insoportable: desazón. Aquel maldito asesino había conseguido destruír sus fuerzas, o las ha tenido que emplear ella para reconstruír de nuevo su necesaria coraza.

Cuando alcanza el camino se tensa de inmediato y se yergue, aferrando las riendas, tratando de parecer distante, fría, inalcanzable como siempre ha pretendido. Como si lo de antes, de hecho, jamás hubiese ocurrido; y vaya, cree conseguirlo bastante bien... de momento. Se le mete en la cabeza la paranoica idea de que Umbra ha de estar escondido en algún recóndito lugar de la maleza, fundido con las sombras, observándola, riéndose y vanagloriándose de su anterior victoria... ese pensamiento la llena tanto de ira y orgullo herido que cree que se envenenará si no la expulsa, pero recurre a lo que mejor sabe hacer ahora mismo: no mostrar ningún sentimiento en absoluto. Y hace gala de ello cuando lo divisa de improviso sentado en una roca. Parpadea una vez, única muestra de que la ha sorprendido su como siempre sigilosa y teatral aparición (maldita sea, incluso cuando supuestamente no lo hace a propósito), y llega a la conclusión de que el repentino vuelco al corazón es por eso y por el extraordinario cariño, nótese la ironía, que le profesa. Solo eso, y no miedo y terror por lo sucedido o por las sensaciones que había experimentado. No, miedo no. Para nada. Nunca.

Aspira por la nariz lánguidamente y mira en torno a sí como si no lo hubiera divisado, o más bien sea insignificante.

- Hum... vaya - murmura con su habitual tono sarcástico. Tuerce ligeramente los labios y alza las cejas, a simple vista aburrida - Casi esperaba no volver a veros... que os hubiérais tropezado, desmayado, partido el cráneo o algo parecido. Pero no, supongo que sois más resistente de lo que pensaba - se encoge de hombros, como diciendo "quién lo diría" - y yo no tengo tanta suerte.

Cuando Khalil llega hasta él relincha con excesiva fuerza, haciendo que ella misma acceda a mirarle por fin (no, en absoluto, no ha estado evitando esos... despreciables ojos de águila). Admite que, a simple vista, su aspecto la impresiona; no sabe si es que ha empeorado durante el camino, o a saber qué ha hecho, pero con aquella presencia macilenta, débil y la repugnante y estremecedora visión de la herida del brazo, que observa con ojos fascinados y más abiertos de lo normal. Bueno, sabe que bien, muy bien, no ha de estar, teniendo en cuenta el potencial del veneno de la quimera... o más bien le sorprende que aún siga vivo. Pero claro, ¿quién puede decirlo a simple vista con aquella pose chulesca de "soy el rey más masculino e invencible del universo"?

¡...hombres!

Pensar eso enciende de nuevo y para variar su mal humor, que bulle lentamente al mirarle y recordar inevitablemente lo sucedido en el bosque; y lo que más la turba y la encoleriza: recordar aún el sabor de sus labios y no ser capaz de enterrarlo en lo más profundo de su subconsciente, encerrado con candados y cadenas junto a cualquier asomo de deseo. De modo que, impulsivamente, suspira y baja del caballo, dándole un par de palmaditas suaves en el cuello.

- Veo que en vuestro estado actual no podréis servirme demasiado como guardaespaldas - lo comenta con calma y voz aguda, otra vez lanzando un dardo directo a su valía como guerrero y asesino - De modo que no tenemos que proseguir el viaje juntos. He llegado sana y salva al camino y me habéis prestado un buen servicio, pero Venecia está cerca - le mira y realiza un leve asentimiento cortés... demasiado sarcástico, infantil también - Se os recompensará como es debido, eso no lo dudéis... - mira en torno a sí y, mirándole a él por última vez, dibuja una enorme sonrisa de falsa y cortante cordialidad - En fin... hasta nunca.

Se gira cogiendo sus bártulos y, sintiéndose de nuevo poderosa, independiente y fuerte pese a su aspecto desaliñado y frágil, comienza a andar a zancadas por el camino, con la barbilla alzada. Aminora el paso lentamente, sin embargo, notando cómo la inseguridad vuelve a invadirla a medida que a su alrededor se alzan los sonidos y susurros del bosque, sobresaltándola más de una vez y haciendo que mire en la dirección de la que proceden con un grito ahogado, abrazando inconscientemente la bolsa. No ve otra cosa que oscuridad... allí... en todas partes. Sí, por supuesto esa es una de las cosas que solía pasarle cuando el orgullo y la ira la cegaban: olvidar dónde estaba, y olvidar que, encima, aún es de noche. Muy bien, Alanna... ¡eres sencillamente la personificación de la INTELIGENCIA! Después de decirle todo aquello no puede volver, desde luego que no; pero entonces nota cómo otra cosa se abre paso a través del miedo nocturno, y es... ¿culpabilidad? Sí, a buen seguro la reputación procede al maestro de las sombras, el asesino más letal del Gremio de Venecia... pero también sabe que, con semejante herida, no llegaría lejos. Y al fin y al cabo, le ha salvado la vida... para su desgracia, en aquellos momentos recuerda que Fabius le inculcó un profundo código de moral que la obliga a no abandonar a nadie a merced de su suerte, y menos alguien con quien ha establecido una deuda.

Al fin se obliga a detenerse, bajando la cabeza, cerrando los ojos con fuerza y suspirando. Lo que está a punto de hacer la perseguiría durante mucho tiempo, seguro, pero intenta no pensar en nada cuando al fin se da la vuelta, regresa adonde está él y ceñuda se acuclilla para ponerse a la altura de su brazo. Se recoge el pelo y le mira de soslayo, solo para entornar los ojos cual gato de erizado pelaje y advertir:

- Será mejor que no digáis nada.

Porque, si lo hace, tiene por seguro que se marchará por donde ha venido, seguramente pereciendo en el intento. Rebusca con brusquedad entre sus pertenencias y saca el pellejo de agua, abriéndolo y echándoselo sobre la herida para purificarla con un frescor doloroso, pero que el putrefacto corte agradecerá sin duda. Luego vuelve a rebuscar y saca un envoltorio de piel que abre, dejando ver un preparado pastoso y verde de hierbas, las mismas que había recolectado antes y con las que se había entretenido de cuando en cuando mientras cabalgaba sobre Khalil. Lo tantea con las yemas de sus dedos, tan fríos y helados como el resto de su persona debido al aire nocturno aunque no hay ninguna queja por su parte, y con toda la suavidad posible cubre la herida con una gélida película que seguramente habrá conseguido sedar su dolor. De momento. Se frota con rapidez las palmas de las manos, coge el extremo del sencillo vestido blanco interior con el que había andado todo el trayecto y, mordiéndolo con fuerza y ayudada por sus manos, lo rasga y envuelve la cataplasma con un fuerte e improvisado vendaje. Y durante todo aquel proceso intenta olvidar, con fuerza, con sumo esfuerzo, a quién está sanando.

Suspira agotada y se pasa el dorso de la mano por la frente, apartándose algunos desgreñados mechones negros, siendo algunos aún grises por la pérdida de su magia.

- Es un remedio sencillo, pero neutralizará el veneno hasta que manos más expertas puedan concederos curación - se incorpora lentamente y guarda de nuevo las cosas en su bolsa, frunciendo de nuevo el ceño y mostrándole con una única, chispeante y furibunda mirada que aquello no cambia absolutamente nada. No con ella, desde luego... y si espera que caiga rendida en sus brazos presa de algún absurdo y patético arrebato de pasión mejor que antes haga votos de castidad ante el dios cristiano, porque no supondrá diferencia alguna - Con esto saldo mi deuda.
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