Tabla de artes: Piano. [1/6 || Drarry]

por **Iacovo C. Mika** Jue Oct 22, 2009 8:07 am

Título: Piano.
Autor: Tyelperin.
Rating: G.
Disclaimer: El mundo de Harry Potter pertenece a J. K. Rowling, esto es sin fines de lucro.
Resumen: Harry odia el silencio. Nunca le ha gustado, siempre le ha resultado inquietante. Aunque siempre se admiten excepciones.
Notas: Esta es la cosa más horriblemente fluffy que he escrito en mucho tiempo. Pero el resultado me gusta. A ver si termino el reto un día de estos...
También en: http://tyelperin.livejournal.com/

Piano.

El silencio nunca le había gustado.

Siempre que había estado en el más absoluto silencio, habían pasado cosas malas. Era la calma que precedía a la tormenta, el momento de tensión antes de que estallase la bomba.

Por eso, Harry odiaba el silencio.

Sentado en la barra de un viejo café londinense, con un viejo camarero londinense al otro lado y con viejos muebles londinenses detrás, Harry miraba la calle a través del enorme ventanal recorriendo con el dedo el borde de la taza de café sobre la barra con aire ausente. Fuera, una ciudad que bullía y que se movía a una velocidad de vértigo. Dentro, una parada en el tiempo y un silencioso piano en la esquina. Harry dejó de mirar por la ventana y dirigió al piano una mirada de reproche, odiando su elegante y brillante color negro, sus teclas, sus pedales…su mutismo.

Porque Harry odiaba el silencio.

La puerta se abrió y un hombre entró en el café. Harry se giró y le sonrió, alzando una mano a modo de saludo, y el hombre se acercó a él devolviéndole una sonrisa que mezclaba arrogancia y calidez.

- Antes de que se te ocurra abrir la bocaza, Harry, llego elegantemente tarde. – Draco se sentó en un taburete a su lado. El camarero ni siquiera le preguntó antes de dejar una pequeña taza de café frente a él.

- Lo sé. Tú nunca llegas tarde. Ni siquiera esa vez que apareciste una hora después…

- Oh, Potter…cállate. Eres una maldita reina del drama.

Harry amplió su sonrisa, observando a Draco quitándose los guantes. Su pelo rubio estaba algo alborotado y sus siempre pálidas mejillas se habían sonrojado por el frío y aunque bajo sus ojos grises, increíblemente cálidos algunas veces y mortalmente gélidos otras, se adivinasen unas ojeras aún poco pronunciadas Harry sabía que no debía comentarlo. O el narcisismo de Draco entraría en juego y él estaría perdido.

- ¿Qué será hoy, joven? – El camarero, apoyado en la barra frente a Draco, sonreía tras un espeso y blanco bigote.

- No lo sé, Adrien. Ya se verá… - Con el aire de alguien importante, Draco se levantó y con paso elegante y altivo se dirigió hacia el piano. Harry estaba sonriendo como un imbécil y era consciente de ello, pero no podía evitarlo.

El delgado cuerpo se sentó en el taburete, los dedos se alzaron sobre las teclas…

Y el mutismo del piano se rompió.

El ver su cuerpo balanceándose, sus ojos cerrándose, su boca abriéndose, sus sonrisas furtivas, sus manos moviéndose ágiles sobre las teclas, hacía que Harry no pudiese controlar que su corazón latiese algo más rápido y que todo lo que sentía por Draco le abrumase. Él estaba ahí frente al piano, tocando porque sabía que Harry odiaba su silencio, y Harry sólo podía mirarle y oírle como si no hubiese nadie más en el café.

Cuando terminaba, una breve reverencia hacia su público era lo único que Draco dedicaba a nadie antes de volver junto a Harry, dejar un billete sobre la mesa y salir junto a él del café.

Fuera, Harry abrazó a Draco desde atrás. La gente hablaba, pero a Harry siempre le había dado igual. Draco había aprendido a convivir con ello.

- Eres un gilipollas egocéntrico – Supo con certeza que en los labios de Draco se había formado una sonrisa arrogante.

- Vaya, Harry, eres un maestro del arte de la seducción – Besó su cuello, suspirando contra la blanca piel de Draco.

- Por eso te adoro.

Ninguno de los dos dijo nada, sólo dejando el tiempo pasar despacio en un mundo que corría demasiado.

Esos eran los únicos silencios, envueltos en el aroma del aristocrático y excesivamente elegante Draco Malfoy, que Harry no odiaba.