Il Palazzo Fioranelli

por **M. Simonetta Fioranelli** Vie Oct 30, 2009 3:05 pm

Il palazzo di Fioranelli se encuentra a en pleno centro de la ciudad y tiene su entrada principal en pleno Gran Canal. Sin embargo, dispone de una segunda entrada para carruajes y viandantes por un lateral del palazzo.

Fue construido por los Fioranelli hace 5 generaciones, sin embargo ha sufrido numerosas reformas, la última de ellas con el anterior cabeza de familia, el cual reformó la planta baja para crear una enorme sala de baile, donde durante su vida se celebraron decenas de mascaradas.

Sin embargo tras la muerte del señor, su heredero, el actual señor Fioranelli, clausuró la planta baja alegando que los bailes y la música son para damas y caballeros ociosos y el está orgulloso de no serlo.

Así pues, actualmente el palazzo Fioranelli cuenta con las siguientes salas:

Planta Baja
-Cocinas: Es la única sala de la planta baja que todavía sigue abierta. Son espaciosas y en el centro se encuentra una enorme mesa donde comen los criados.

Primera Planta
-Salón: El salón, decorado en tonos azules ha vivido tiempos mejores, ya que como las visitas no son del agrado del señor, no hay necesidad de tener un salón bien dispuesto para los invitados.

-Comedor: Una gran mesa con multitud de silla preside la estancia, durante las comidas el señor se sienta en una esquina de la mesa y su esposa en la otra, por lo que prácticamente no se puede decir que coman juntos.

-Saloncito privado: Es una sala destinada a la señora de la casa, ahí pasa su tiempo libre bordando o leyendo, ya que su marido poco más la deja hacer.

-Biblioteca: En este lugar pasa las horas el señor, no sale de estas cuatro paredes salvo que sea estrictamente necesario, por lo que si deseas hablar con el y eres de la suficiente confianza como para que los criados te dejen pasar, ve a buscarle a esta habitación.

-Dormitorio Fioranelli: Habitación del matrimonio y cámara de tortura particular de Simonetta, ya que es el único lugar de la casa donde no puede esconderse de su marido.

Segunda Planta
-Dependencias de los criados: En esta planta se encuentran las habitaciones de los criados, pequeñas pero cómodas, alojan a toda la servidumbre del palazzo, que no es poca.

-Habitaciones de invitados: Podemos encontrar 3 habitaciones ricamente decoradas para acoger a las visitas, por desgracia están en desuso ya que desde hace muchos años no se invita a nadie a dormir.

por **M. Simonetta Fioranelli** Jue Nov 05, 2009 4:01 am

María caminaba por los pasillos de su casa dando órdenes a los criados para que estuiera todo listo. Cuidadosamente había dejado preparado encima de una estantería de forma visible un libro de magia elemental que le habían regalado cuando era pequeña con hechizos sencillos que no pasarían de la categoría de trucos de magia callejeros.

Obviamente había llevado a su marido a la biblioteca y le había dejado sobre la mesa un te narcotizado para que se durmiera un rato y no la interrumpiera en su reunión con la joven dama. Mercuccio podía llegar a ponerse muy pesado si no estaba bajo los efectos de alguna de sus drogas.

Cuando el reloj dio las 4 entró en su saloncito y se sentó pacientemente a esperar mientras pedía a una de sus doncellas, convenientemente cambiadas respecto a las de ayer, que tocara algo agradable en el clavicémbalo.

por **Lizzette Di Landro** Jue Nov 05, 2009 4:17 am

Lizza bajó de la góndola ayudada por el sirviente, dejándose tratar como una dulce muñeca que en cualquier momento podría romperse, y caminó, seguida por Giovanna, hasta la entrada de Il Palazzo, dejando que Giovanna llamase a la puerta mientras ella esperaba recatada tras su dama de compañía oculta bajo el velo que iba a conjunto con su vestido.

Había costado convencer a su padre para que le dejase visitar la casa de una extraña para él, pero después de elogiar durante la cena a Maria Fioranelli y explicarle lo ventajosa que podría resultar la visita y tomar el té con una respetada mujer casada su padre había aceptado sin rechistar. ¿Qué más podría pedir él?
Uno de los sirvientes abrió la puerta, sujetándola para que ambas mujeres entrasen en la mansión. Una vez dentro les guió por la primera planta hasta las escaleras, para guiarlas mas tarde hasta el pequeño saloncito privado donde aguardaba Maria.

-Lamentó el retraso, mi querida amiga – se excusó después de hacer una reverencia formal.

por **M. Simonetta Fioranelli** Jue Nov 05, 2009 4:27 am

Al abrirse la puerta del saloncito, la doncella deja de tocar y haciendo una reverencia se retira para ir a cumplir las órdenes que sus señora la había encomendado.

Por su parte Maria, se incorpora y saluda a la signorina Di Landro invitándola a sentarse a su lado en el mullido sofá.

-Buenas tardes querida. No se disculpe, estaba entretenida con Micaella por lo que no he acusado su retraso. ¿Ha tenido un viaje agradable? ¿Sin incidentes?

Sonrie ampliamente y cuando la dama se sienta, coje sus manos entre las suyas y sonrie amablemente, para tranquilizarla y hacer que se sienta cómoda en su palazzo. Justo en ese momento vuelve a entrar Micaela portando una bandeja con una tetera, dos hermosas tazas de porcelana y diferentes aditivos para el te, como leche, limón, miel o azucar, que se apresura a dejar encima de la mesita de al lado del sofá para que su señora lo sirva cuando crea oportuno.

por **Lizzette Di Landro** Jue Nov 05, 2009 4:33 am

Antes de sentarse Lizza indicó con un gesto a Giovanna para que se retirara a una esquina y les dejase intimidad, y avanzó hasta el mullido sofá tomando asiento junto a Maria y sonriendo tímidamente, retirándose hacia atrás el velo para dejar al descubierto su rostro ante la mujer.

-El sol calentaba el ambiente mientras la góndola avanzaba por el gran canal, y el viento portaba una suave brisa con acordes melodiosos de un mozo que tocaba el violín en uno de los puentes. Los aromas de flores silvestres portadas por doncellas que acudían con dichos ramos hasta los Palazzos de sus señoras inundaba mí alrededor. Sin duda ha sido un paseo agradable sin ningún tipo de incidente que hubiese molestado mi venida – respondió con voz emocionada, recordando el tranquilo paseo del que había disfrutado acomodada entre los cojines de la góndola. - ¿Y vos, mi querida amiga, como lleváis este maravilloso día?

por **M. Simonetta Fioranelli** Jue Nov 05, 2009 4:38 am

Se queda maravillada al ver como puede expresar de forma tan poética un simple paseo en góndola. Ella hacía mucho tiempo que ya no disfrutaba de esas pequeñas cosas, supone que porque ya se había costumbrado demasiado a ellas. Es más, si la pidieran describir un paseo en góndola no señalaría lo bonito si no la incomodida de sus ropas para subir a la góndola, el mareo que le provocaba el balance constante o el olor que surgía a veces del agua de los canales.

-Suena maravilloso lo que me cuentas. En cuanto a mi, temo desilusionaros no pudiendo contar una historia tan interesante como la vuestra. Mi día ha sido agradable, pero sin ningún acontecimiento destacable ya que no he salido de casa y he pasado la mañana leyendo y disfrutando de la música.

por **Lizzette Di Landro** Jue Nov 05, 2009 7:17 am

Suspiró, sin poder creerse que aquella mujer no hubiese tenido un día agradable. Cada día era una experiencia completamente nueva, aunque resultase parecida a otras vividas tenia pequeñas variantes que lograban ese momento único y exclusivo.

-Mi querida Maria, no me cabe duda que aunque vuestro día haya sido simple no hayáis vivido un momento intenso de paz y gozo. – respondió siendo cortes y sin perder la sonrisa. -¿Qué me decís de la música? ¿Toca bien vuestra doncella? La música para mí siempre será uno de los mejores placeres de la vida, no puedo evitar pensar en tierras lejanas o momentos desconocidos que están por venir cuando me sumerjo en la dulce melodía de las notas.

por **M. Simonetta Fioranelli** Jue Nov 05, 2009 7:26 am

Mantiene la sonrisa tranquila que había dibujado en su cara, esa sonrisa que tenía tan ensayada para mostrar a los demás y encandilarlos por su inocencia. La verdad es que la música era su pasatiempo favorito, incluso más que escucharla la gustaba tocarla, pero lo hacía pocas veces ya que por lo normal para tocar necesitaba de paz y tranquilidad y si por algún casual disponía de un momento de esos, ultimamente lo empleaba en el estudio de su magia y no en la música.

-Hablando de música ¿Habeis sido instruida en algún instrumento musical? Si es así quizá querais hacerme una demostración de vuestras seguro encantadoras habilidades.

por **Lizzette Di Landro** Vie Nov 06, 2009 2:21 am

-He recibido… quiero decir – se corrigió rápidamente nerviosa. El simple hecho de tocar en público lograba envolverla en un halo de nerviosismo hasta el punto de olvidar sus exquisitos modales. – He sido instruida en el arte del arpa, mi querida Maria, pero no soy tan buena como me gustaría.

Lanzó una mirada a su alrededor, nerviosa. Para ella tocar era una manera de evadirse completamente del mundo. Viajar a otros lugares lejanos, dejarse llevar por las dulces melodías que salían del movimiento de sus finos dedos y de las cuerdas del instrumento, aunque la mayoría de las veces era recriminada por tocar demasiado y al frustrarse por no lograr la pieza que quería continuar tocando hasta que sus dedos presentaban claras heridas.

por **M. Simonetta Fioranelli** Vie Nov 06, 2009 5:43 am

-Nunca somos tan buenos como desearíamos, pero eso no quiere decir que seamos malos. Si fuerais tan amable de hacerme una demostración yo podría juzgaros mejor que vos misma.

Al terminar de hablar hace una seña a su doncella, la cual se acerca e inclina la cabeza para recibir la orden de su señora. Acto seguido asiente con la cabeza y sale de la habitación, para volver a entrar unos minutos después acompañada por dos sirvientes que portan un gran arpa dorada.

-Que me decis Lizzette.. ¿Os atreveis?

por **Lizzette Di Landro** Jue Nov 12, 2009 4:15 am

Lizette permaneció en silencio hasta que los sirvientes entraron en la estancia portando un arpa dorada entre dos. Miró maravillada al hermoso instrumento deseando probar sus cuerdas, escuchar su dulce melodía, sacar notas imposibles de él.

Dudó. No sabía si tocar o no. Tenía miedo de hacer el ridículo, de desagradar con su mica a Maria, pero ante todo tenia miedo de no complacerla.

Finalmente asintió y se levantó, caminando hasta donde los sirvientes habían depositado el arpa y se sentó en un pequeño taburete.

Tomó aire y alzó una mano vacilante para rozar las cuerdas del arpa, haciendo sonar una débil y tenue nota.

Fue lo que ayudó a que se atreviese a tocar. Fue una descargar de adrenalina para ella escuchar aquel simple sonido.

Cerró los ojos y dejó que sus manos se deslizasen por las cuerdas a una velocidad lenta al principio, describiendo tenues notas por culpa de su falta de confianza para finalmente alcanzar una dulce melodía que tocó dejándose llevar.

Parecía que las notas fluían solas de los movimientos de sus dedos, que ni siquiera pensaba que cuerda debía rozar o cual seria la siguiente nota. Era totalmente improvisada aquella melodía, simplemente se dejaba llevar por su intuición.

Casi al final de la pieza abrió los ojos, sus hermosos ojos azulados que mostraban felicidad y parecían encontrarse en otro mundo. Un mundo lleno de alegría y fantasía, lejos de las cadenas que le ataban al mundo real.

Sin saber porque sintió la mirada de los sirvientes clavada en ella, al igual que la de su dama, como si estuviese ejerciendo una fascinación sobre ellos que les impedía apartar la mirada vidriosa de aquella pequeña y frágil figura que tocaba el arpa, una canción llena de melancolía y sueños que nunca desvelaría.

Se sintió extraña al ser el centro de aquellas miradas. Por eso no le gustaba tocar en público, por lo general nunca recibía tantas miradas fascinadas sobre su persona pero al tocar un instrumento, al dejarse llevar por la música, todo cambiaba. Ella se solía volver el centro de la estancia, y el resto de humanos corrientes dejaban sus tareas para fijarse embelesados en su figura y disfrutar de la música. Y era algo que no soportaba, pero no podía dejar de tocar. Por mucho que le molestasen las miradas la melodía era lo primero en su lista de prioridades en ese momento.

Al cabo de seis minutos, mas o menos, terminó de tocar con los dedos ligeramente doloridos y una sonrisa, franca pero triste, dibujada en las comisuras de sus labios.

-¿Os ha gustado, mi querida Maria? – preguntó en un susurro, con las mejillas teñidas de un favorecedor color escarlata.

por **M. Simonetta Fioranelli** Jue Nov 12, 2009 9:41 am

Cuando la música empezó a sonar Simonetta se sintió extrañamente fascinada por la encantadora actuación. Durante varios minutos miró embelesada como la joven dama tocaba el arpa sin parar y sin ser consciente de su mirada y bueno, no solo de su mirada. Todos los que estaban en la sala habían dejado sus tareas para contemplar a Lizzette y habían olvidado sus modales y su clase social para mirar sin ningún tipo de pudor.

Simo siguió mirando, pensando en lo bella y adorable que se veía la joven con el bonito instrumento, es más, llegó a pensar que ese instrumento debería de ser suyo pues desde ese momento sabría que nadie lo tocaría como ella, sin embargo, a la vez que la música la invadía aislándola de la realidad y llevándola a un mundo de fantasías, una fría mano apretaba su estómago, más fuerte cuanto más fascinada se sentía, hasta que el malestar que tenía la sacó de la ensoñación en la que se habia sumido. Y fue solo en ese momento, cuando se fijó en los demás.

Aprovechando que Lizzette estaba tan metida en su melodía, dejó de prestar atención a las suaves notas y empezó a tantear el ambinte en busca de lo único que podía haberla hecho sentir así. Magia.
No fue muy dificil descubrir de donde procedía esta ya que lo había sospechado desde un principio, debido al efecto que había causado en ella desde las primeras notas. Lo joven DI Liandro no era lo que parecía, detrás de esta máscara de normalidad, había un posible potencial listo para explotar. ¿Pero le sería bueno explotarlo? No estaba segura de hasta que punto era conveniente ofrecerla su guía, pues los alumnos siempre acaban volviéndose contra los maestros. ¿Y si era aquella dulce e inocente chica la que estaba destinada a destrurla?

Miles de pros y contras pasaron por su cabeza en los minutos que duró la melodía, pero cuando las últimas notas cesaron, ya volvía a ser ella misma, con una radiante sonrisa para su invitada y unos encantadores apluasos convenientemente ensayados.

-Oh Lizzette, ha sido una actuación encantadora. Sois muy talentosa.

por **Lizzette Di Landro** Jue Nov 12, 2009 9:59 am

Cuando terminó de tocar todos los presentes en la sala, menos Maria que había comenzado a aplaudir sonriente, parecían algo idos en ese momento. Como si se encontrasen en otro lado, pero no tardaron en volver a sus ocupaciones.

Azorada, por los cumplidos, se alejó del arpa rápidamente para volver a su lugar en el sofá, junto a su amiga, y asintió.

-Muchas gracias, Maria, pero no soy tan talentosa. Mi padre cree que me esfuerzo demasiado, y que seria mejor dejar ese arte a los músicos de verdad y no ha una señorita. Además, tocar en público es muy comprometedor para mi. Normalmente no consigo tocar nada hermoso, los nervios me traicionan – explicó con una pequeña sonrisa de disculpa, por si en algún momento había desafinado o tocado una nota incorrecta.

por **M. Simonetta Fioranelli** Vie Nov 13, 2009 4:30 am

Sigue sus movimientos con la mirada, estudiándo si su azoramiento es real o fingido. Estudiando si sabe lo que puede hacer y trata de aparentar inocencia. Cuando se sienta a su lado, alza la mano hasta su cara y en un movimiento maternal acaricia su mejilla con los dedos.

-Os subestimais mi pequeña dama... vuestro talento es notable y si vuestro padre dice lo contrario debe ser porque no desea compartiros o bien porque está empezando a perder el oído.

por **Lizzette Di Landro** Sáb Nov 14, 2009 2:19 pm

Sus mejillas se encendieron aún mas, si eso era posible, y bajó la mirada ante la caricia de la mujer. Nunca había sentido en su piel un gesto tan afectuoso, una caricia de ese estilo tan maternal por nadie. Ni siquiera por su señor padre, quien era frio y reservado con ella.

-Muchas gracias, Maria, de verdad – susurró alzando de nuevo la mirada y sonriendo sinceramente, llena de jubilo al escuchar halagos hacia su persona, cosa que era poco frecuente porque rara vez deseaba escucharlos y prefería mantenerse en la sombra bajo su tupido velo como si se tratara de una monja. – Quizás este perdiendo oído, ya no es lo que era… - comentó sin evitarlo y se llevó las manos a la boca, tapándola rápidamente y abriendo los ojos exageradamente. – No debería haber dicho tal ofensa. Os ruego que no me lo tengáis en cuenta, mis labios se han movido sin escuchar a mi conciencia.

por **M. Simonetta Fioranelli** Dom Nov 15, 2009 5:44 am

Al escuchar aquel comentario tan sincero no puede menos que sonreir, aunque sin darse cuenta esa sonrisa se ha convertido en una ligera risa, nada insultante sino todo lo contrario.

-No pasa nada Lizzette... todos nos hacemos viejos y dejamos de ser lo que éramos, reconocer ese hecho no nos hace peor personas. Por suerte aún nos queda mucho tiempo para que nuestras hijas comenten eso de nosotras.- Sin previo aviso se pone en pie y despide a los criados e incluso a sus respectivas damas de compañia para quedarse a solas con la joven. -Lizzette querida, ¿no sabreis tocar por algún casual otro instrumento que no sea el arpa? ¿Por ejemplo el clavicembalo? Desearía comprobar si sois tan "fascinante" con todos los instrumentos.

por **Zarek Valentine** Jue Ene 06, 2011 2:24 pm

[ 3 AÑOS DESPUÉS ]

La noche de su llegada había sido algo más ajetreada de lo que podía haber deseado nunca. Tras el incidente con la Strega, había regresado a su hogar para descansar y pasar el día siguiente enseñándole a su gatto los alrededores. Por eso, no se había acercado a Il Palazzo Fioranelli hasta la caída del sol. Montado en un frisón noruego adquirido en su viaje de regreso, entró en la propiedad, dirigiéndose sin demasiados preámbulos a la entrada. Todo parecía tal y como estaba tras su marcha, y sin embargo, a pesar de haber pasado tan poco tiempo en la ciudad, ya habían llegado a sus oídos los rumores de la enfermedad del Señor Fioranelli.

Se bajó del caballo, dejándolo a cargo de un joven sirviente. Ni siquiera tuvo que llamar a la puerta para que se la abriesen, una joven ya estaba allí, con una tímida sonrisa en sus labios. Sospechoso, sin duda, pero conociendo la tendencia de su compañera a los amantes, cabía la posibilidad de que lo hubiesen confundido con uno de ellos. En cierto modo, no se equivocaba... En un pasado lo habían sido e incluso había llegado a replantearse la idea de seguir viéndola. Y entonces, sucedió lo de Francia y con ello, su partida inmediata.

La sirvienta lo hizo pasar al salón, donde Zarek se quedó de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho. Su aspecto, había variado un poco durante su ausencia, tenía el cabello algo más largo, cortado en mechones desiguales, y en su rostro, comenzaban a apreciarse las pequeñas arrugas causadas por la treintena, apenas perceptibles.

por **M. Simonetta Fioranelli** Jue Ene 06, 2011 2:43 pm

Justo estaba acostando a la pequeña Lili cuando la sirvienta la había interrumpido para indicarla que la esperaban abajo. Gracias a la dominación mental que tenía sobre ella, y sobre el resto del servicio de la casa, ninguna hacía preguntas ni cuchicheaba, tan solo eran como robot que la servían fiel y friamente.

Le había costado alcanzar ese nivel de perfección de la habilidad, pero una vez que la había conseguido tras mucho esfuerzo y trabajo, sus preocupacones se habían visto reducidas a la mitad, eso sumado a la "enfermedad" de su marido la había dejado vía libre para dedicarse a las dos cosas que más la importaban en este momento, su hija Liliana y la orden.

Hacía tiempo que ya nada conmovía su frío corazón salvo la risa de su adorada hija, sangre de su sangre y de Zarek, aunque nadie sabía eso, ni siquiera la pequeña de casi 3 años que ahora la contemplaba con sus enormes ojos azules y sus hermosos rasgos redondeados propios de una niña pequeña. A pesar de su corta edad tenía una mente despierta, como la de su padre y sabía como conseguir que todo el mundo hiciera lo que ella deseaba. era digna hija de sus progenitores, aunque esa parte de ellos, Lili nunca la conocería.

Tras hacerle una seña a la sirvienta, dio un beso en la frente a la niña y deseándola las buenas noches salió de su habitación dejándo a la sirvienta cuidándola y leyéndola un cuento, mientras ella bajaba hacia el gran salón arecibir a su invitado. Probablemente sería uno de sus "amigos" que vendría a hacerla compañía esa noche para ocupar el lugar de su moribundo marido y ¿quien era ella para rechazar tales galantes atenciones? Si los hombres de Venecia cuando su marido aúne staba sano ya se peleaban por meterse en su cama, ahora con el señor Fioranelli próximo a la muerte esto no había hecho sino aumentar, pues dentro de poco según pensaban, la fortuna Fioranelli quedaría sin amo y señor.

Riéndose por la ingenuidad del sexo masculino, se pellizcó un poco las mejillas para sonrojarlas y preparó su mejor sonrisa seductora antes de entrar al salón, pero cual fue su sorpresa al ver al hombre que la esperaba allí. La sonrisa se congeló en su cara y su mirada dulce pero a la vez provocadora se enfrió inmediatamente en cuanto reconoció a su invitado. ¿Que hacía aquí? ¿Cuando había vuelto? Y de nuevo la pregunta más importante ¿que hacía aquí?

Sin saber muy bien como referirse a el, decidió amprarse en la fría cortesía, pues esta era más sencilla que otro tipo de sentimientos que ya hacía años que había enterrado hacia ese hombre que se encontraba ante ella.

-Señor Valentine... que sorpresa. No le esperaba por aquí, es más, ni siquiera sabía que seguía... vivo. -La última palabra la pronucnai con un cierto tono cínico, como si estuviera molesta por encontrarle vivo y respirando en su salón cuando en su mente ella ya le había matado por lo menos 100 veces.

por **Zarek Valentine** Jue Ene 06, 2011 3:05 pm

Se giró al escuchar el sonido de unos pasos, justo a tiempo para observar a Simonetta con una mueca en sus labios, en lo que había intentado ser una sonrisa y se había congelado en una profunda mueca de desagrado. Sus siguientes palabras no hicieron más que corroborar lo anterior, que no era bien recibido allí. Esbozó una media sonrisa, sarcástica y con cierto matiz siniestro, dejando escapar un profundo y oscuro siseo de sus labios.

-Simonetta...Simonetta...-murmuró, mientras empezaba a dar vueltas a su alrededor, como siempre hacía antaño, para incomodarla, para ponerla nerviosa.-¿A qué se debe tanta frialdad?-chasqueó la lengua, encarándola.-Lo primero que hago al llegar a Venecia tras 3 largos años en tierras bretonas, ¿y así me recibes...?

Y a pesar de la frialdad de su voz, sus ojos lo traicionaban, mostrando cierto matiz cálido. Se alegraba de comprobar que se encontraba bien, de verla, de volver a aspirar su dulce perfume. Pero Zarek era un hombre que no mostraba sus sentimientos, y la única muestra de afecto, camuflada burlonamente, fue la suave caricia de sus dedos por su mejilla.

-¿Es ésta la hospitalidad que he de esperar de los Fioranelli...?-preguntó con sorna, apartando la mano de su rostro, dejándola caer a su costado.-¿O es que acaso estás decepcionada porque esperabas a alguien? ¿Quizás a uno de ésos polluelos imberbes que se pelean por meterse entre tus sábanas y entre tus piernas?

No podía evitar provocarla. Quizás fuese el resultado de su frío recibimiento, o quizás producto de sus viejas pullas. El caso, es que antes de darse cuenta, tenía a Simonetta contra la pared, con los brazos a cada lado de su cuerpo. Respiró profundamente, acción que lamentó cuando sus pulmones se llenaron de su perfume, embriagándolo y haciéndolo retroceder hasta aquella fortuita noche en la que había yacido con ella.

-Sí, Simonetta. Sigo vivo.

por **M. Simonetta Fioranelli** Jue Ene 06, 2011 3:35 pm

Ante las palabras burlonas que la dedicó no pudo menos que soltar una carcajada cínica, y mientras el se dedicaba a tratar de intimidarla paseando a su alrededor ella se limitó a mantenerse firme, sin dejarse afectar en absoluto por su presencia allí y mucho menos por esa caricia ni por esas palabras que explicaban su presencia sorpresiva en su mansión. En vez de demostrar todas esas cosas, actuó como si nada y trató de no darle importancia alguna a la situación, por muy incómoda y extraña que fuera.

-Lamento que mi hospitalidad le resulte fría... pero han pasado muchos años y las cosas ya no son como eran. -Si el supiera lo que habían cambiado probablemente esa mueca burlona se le habría borrado hace mucho, pero por suerte para ambos el no lo iba a descbrir, su pequeño tesoro de cabellos castaños estaba perfectamente escondido en su habitación. O eso pensaba, pues la realidad es que mientras Zarek la arrinconaba contra la pared sin que su cuerpo pudiera reaccionar si quiera y defenderse ante tales confianzas, Liliana Fioranelli entró en brazos de la sirvienta, la cual bajo el influjo de la niña que había heredado los mismos dones que los padres, se había visto obligada a llevarla al salón para reunirla de nuevo con su madre.

Desde la puerta, su pequeña cabecita se ladeó mientras contemplaba enfadada al hombre que arrinconaba a su madre y la asustaba, o eso entendió su pequeña mente, porque inmediatamente se puso a llamar a gritos a su madre y a llamarle cosas muy extrañas a aquel hombre... Palabras que para ella eran feas, como "tonto" o "feo" y que para los mayores no eran más que palabras suaves e inocentes.

Todavía atrapada por el cuerpo de Z y sintiendo el suyo propio pesado y lento, tal y como lo sentía aquella noche por culpa de las drogas, Simonetta alzó la cabeza hacia los ojos de Zarek y por un segundo le pareció ver en ellos esa antigua chispa, esa conexión, aunque inmediatamente rechazó tales pensamientos y desvió la mirada hacia su hij la cual ya prometía desde pequeña haciendo uso de sus dones, aún sin conocerlos.

Presentía que el día que fuera consciente de sus habilidades, esa niña sería más peligrosa que ellos dos juntos, por eso siempre había pretendido alejarla de ese mundo y protegerla, criarla como a una niña normal. Pero era tarea harta dificil por lo que parecía.

Recuperando el control de su cuerpo, empujó a Zarek hacia atrás y se escapó de su prisión, aunque presentía que solo había escpaado porque este se lo había permitido, y se acercó a la sirvienta para regañar a Liliana por haber "convencido" a su improvisada cuidadora para llevarla hasta el salón.

-Lilina María, mamá está ocupada en este momento, y tu señorita, deberías estar durmiendo en la cama y soñando con los ángeles... -Le dijo empleando al principio un tono de regañina, pero no tardando en transformarlo en uno más dulce, aquel que solo le dedicaba a su hija, pues por mucho que intentara regañarla, 2 de cada 3 veces al final no podía y acababa cediendo y malcriándola. Tratando de ponerse seria de nuevo, miró a su Lili a los ojos y se puso a razonar con ella como si fuera una chica mayor. -Lili, ahora mismo vas a pedirle a Francesca que te lleve a la cama y te termine de contar el cuento, mamá subirá ahora mismo en cuanto despida a este señor. -Le dice, y tras darla un beso en la frente y un pequeño mordisquito en uno de esos inflados mofletes la devuelve a los brazos de la sirvienta y mentalmente le da la orden de volver a llevar a la niña a la habitación antes de que Zarek decida meterse en medio, lo que podría hacerle unir cabos sueltos.

por **Zarek Valentine** Jue Ene 20, 2011 9:49 am

Tener a Simonetta tan cerca lo turbaba más de lo que reconocería nunca, pero quizás, lo que despertaba más su interés por esa mujer, era el brillo eterno de desafío en sus ojos azules, tan altivos y fríos como los recordaba. Desde luego que las cosas ya no eran iguales a antaño, eso lo supo desde que había puesto un solo pie en esa casa. Quizás por ello, no pudo disimular la amarga sonrisa en sus labios, presa de un recuerdo al que aún se aferraba, como si de un rayo de luz en medio de la oscuridad se tratase.

Demasiado absorto en los rasgos de su compañera, sólo una vocecilla aguda gritando fue capaz de sacarlo de su ensimismamiento, haciéndole sacudir ligeramente la cabeza para centrarse. Y se centró, pero en la pequeña personita que se encontraba en los brazos de una de las criadas de la mansión.

Palabras como “feo” o “tonto” llegaron a sus oídos, pero en vez de enfadarle, provocaron una sonrisa en sus labios, mientras veía a la preciosa niña llamar a Simonetta, la cual, le propinó un empujón que lo hizo trastabillar, estando incluso a punto de caer. No podía dejar de mirar a la niña, con sus mofletes sonrosados y los ojos de su madre. Los ojos de Simonetta. Y sin embargo, había algo que le resultaba demasiado familiar en la pequeña.

Zarek observó la situación en silencio, sin entrometerse, anotando pequeños datos en su mente como el nombre de la niña y el cariño profesado por su madre. No esperaba ése comportamiento de Simonetta, menos aún, que el padre de ésa pequeña fuese uno de los críos imberbes que frecuentaban su cama. Y desde luego, el marido quedaba descartado como padre viable.

Cuando la niña se marchó de la estancia, se sentó en una esquina de la mesa, cruzándose de brazos indicando, que desde luego, no tenía la mínima intención de marcharse de allí sin antes haber obtenido unas cuantas respuestas. Y sus preguntas no eran pocas.

-Veo parte de los cambios que antes mencionaste. Ahora, tal vez, deberías empezar las explicaciones.

por **M. Simonetta Fioranelli** Lun Ene 24, 2011 4:53 am

En cuanto que Liliana salió de la habitación se giró hacia Zarek dispuesta a despacharle cuanto antes de su casa. le necesitaba fuera de su vista porque solo con mirarle la turbaba demasiado. A su lado se volvía ¿débil? No sabía si esa era la palabra exacta para describir su estado, pero si sabía que tenía que alejarle.

Dispuesta a ello, se recolocó el vestido que se le había descolocado un poco tras la breve pelea con el y la brusca escapada de su agarre, y se encaró a él.

-Señor Valentine, no hay grandes explicaciones que dar salvo las obvias. Acaba usted de conocer a mi hija... -Y a la suya- ...la cual usted nunca ha conocido porque nació mientras se ecnontraba fuera de Venecia. Estoy segura que de haber estado aquí en la ciudad durante este tiempo, la habría conocido como todos las personas de la alta sociedad conocen a la pequeña hija de los Fioranelli, cuyo matrimonio por fin ha sido bendecido con una niña. Esto es lo único que hay que decir, así que ahora le ordeno que se vaya de mi casa. -Le pide con voz seria y autoritaria, que para eso es la señora de esta casa y manda ahí más que en ningún otro sitio. -Ha sido un placer recibir su visita... bueno, usted es de confianza, así que le confiaré un secreto. No ha sido ningún placer, así que mejor no vuelva

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