Il Nero di Luna
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Mensaje por Ornella di Medici Miér Ene 05, 2011 6:33 am

Era muy tarde, o muy temprano según como quisieras mirarlo. Los mercaderes aún estaban preparando sus puestos y los comercios acababan de abrir sus puertas. Ornella caminaba despacio por la hermosa plaza como si el mundo le perteneciera. Era una de sus horas preferidas del día, cuando la ciudad aún estaba despertando y sus calles no se habían visto aún inundadas por los ruidos y olores de las muchas personas que poblaban la ciudad. Los pájaros cantaban alegremente y no había nadie que la mirase por encima del hombro.

A Ornella siempre le había llamado la atención, la doble moral de los nobles y pudientes de la ciudad. Esos que pagaban por sus servicios y la llenaban de joyas y alabanzas por la noche, en la "seguridad" de sus lujosas alcobas, y que luego la miraban con desprecio por las hermosas calles de Venecia. Que estúpidos podían llegar a ser. No se daban cuenta de que eran simples marionetas en sus manos, que lograba sacarles hasta la última gota de información que quería, y meterles en sus blandas y empolvadas cabezas las estrategias y planes que más le convenían a ella y su gremio. Ni siquiera se enteraban de que muchos de ellos no obtenían ni por lo que habían pagado... un par de gotitas en sus ornamentadas copas de oro con incrustaciones de piedras preciosas, y por la mañana creían haber pasado la mejor noche de su vida, cumpliendo todas y cada una de sus fantasías de cama, cuando la realidad había sido bien distinta. Una sonrisa cruzo los labios de Ornella "y los muy idiotas pagan por eso" pensó divertida. Aunque pensándolo bien, debían sentirse agradecidos por poder despertar a la mañana siguiente.

Con una gran sonrisa, entro en el café Alla Venezia Trionfante, más conocido por sus prestigiosos clientes como "Florian". Se sentó en su lugar preferido, una pequeña pequeña mesa en uno de los rincones del establecimiento desde la que podía observar como se iba despertando la plaza, y le hizo un gesto al camarero. Con su vestido de seda ricamente adornado con florituras bordadas con hilo de oro y plata, su elaborado peinado con adornos de perlas y los refinados modales que había aprendido de pequeña, pasaba por una más de las nobles que frecuentaban el establecimiento.

El camarero le llevó una humeante taza de chocolate y un platillo con pastelillos. Su recompensa después de una noche de trabajo. Era una tontería, pero a ella le parecía que el chocolate lograba endulzar el amargor de llevar a cabo un encargo, y últimamente había tenido que llevar a cabo muchos.

-Grazie, Francesco- dedicó una dulce sonrisa al camarero mientras le pagaba, y saboreo el dulce chocolate contemplando el vaivén de gente que comenzaba a llenar la plaza.
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