Eternas Aguas Negras (LIBRE)

por **Zeihar Ith'Inarien** Mar Dic 21, 2010 10:51 am

Dicen que el color del mar es azul. Dicen que el cielo refleja su celeste color en las profundas aguas dándole ese hermoso brillo que a veces parece precioso jade cuando se refleja en las algas y los peces de su inexplorado fondo.
Hubo un tiempo en que yo veía el mar igual de azul... pero ya no recuerdo cómo es el azul del mar.

Desde hace siglos sólo he visto aguas y y olas negras, las sombras de oscuras aguas nocturas, perdiéndose en el horizonte y fundiéndose con las estrellas, cual abismo ante el vacío de un precipio al que estás a punto de caer, y que amenaza con tragarte para siempre.
Alguna vez me he preguntado si será esa la sensación que se tiene cuando la Muerte llega al fin a una existencia como la mía, que piadosa alza su pútrida mano para empujarte a ese vacío y finalmente dejarte caer... Sólo caer. Sí...
Eso debe ser lo que llaman "paz interna".

Pero yo no voy a morir ahora. Ni nunca, teóricamente. El abismo del Fin está tan lejos como el horizonte invisibles de estas negras aguas. Mientras la sangre mortal alimente mi sed, mientras esta vieja fuerza que ahora observo, rozándome mis propios dedos de blanco marfil, fluya por mis venas; mientras tenga hambre y sacie esa necesidad, tal y como muestra el fino hilo de sangre que brota de mis labios, YO seguiré siendo inmortal.

Es irónico que aquí esté, de pie en el muelle de uno de los abandonados astilleros, contemplando la noche entre mugrientos restos de viejos barcos que tiempo ha encallaron en quién sabrá que costas; mientras el prostíbulo que acabo de abandonar se hunde en el caos y en los desesperados gritos de pánico que ahora llegan atenuados a mis oídos a pesar de la distancia, como una dulce melodía de cuna. Diez chicas han caído, más muertas y tiesas que las tablas que ahora piso, y de todas ellas sólo queda el fino hilo de sangre que surge entre mis labios.

Paso los aparentemente frágiles dedos por mi mentón, manchando las yemas con el preciado líquido vital, y lo observo embelesado. Rojo rubí que se extiende por la piel sin huellas, dulce olor de una juventud ya arrebatada...
Me paso los dedos por la lengua limpiando la última pista del brutal asesinato que ha tenido lugar esa noche.

Y así, este Príncipe Nocturno y Solitario se inclina ante su espectador, el negro mar, y deja caer el telón de su actuación empuñando el violín que le ha acompañado en su paseo de esta noche, y que marca la despedida a otro día de tantos en esta Eternidad.

por **Aradia della Mezzanotte** Mar Dic 21, 2010 11:23 am

Aquella noche tenía libertad, una libertad efimera que se acabaria en el proximo atardecer, su vida habia ido dando tumbos, pero al final el ciclo habia vuelto a su punto de partida, habia vuelto a vender su cuerpo en el pallazo della Sirene, sabia que sus noches valian su peso en oro, pero ella apenas veia ese material entre sus manos y nisiquiera le interesaba, lo material nunca le habia interesado.

Envuelta en un humilde manto de lana paseaba por la ciudad, moviendose con la percepción de su espiritu pues sus ojos estaban ciegos, ella siempre lo habia estado, y la gente temia cuando ella veia mas alla, porque veia demasiado. Habia llegado un punto en que habia perdido la fe en la humanidad, todos te usaban y se olvidaban de ti. Tantos abandonos habían hecho que el corazón de la strega se marchitara del mismo modo que las flores de su jardin.

Ahora estaba allí, vagando como un alma en pena por el puerto, conteniendo el impulso de colarse en un barco y dejarlo todo atrás ¿Pero a donde iba a ir? No tenia ningun sitio al que ir.

Una melodía la atrajo hacia uno de los astilleros y tentando a la suerte se adentro en él para dar con su origen. Por su aura sabía que era un no muerto, en el pasado habria temblado en su presencia, pero se habia acostumbrado demasiado a ser su aperitivo, su sangre segun le habian dicho era como un licor para ellos.

-Bonita melodia, signore.-

por **Zeihar Ith'Inarien** Mar Dic 21, 2010 10:25 pm

La música me invade como invade al mortal el escalofrío de advertencia de que un depredador se acerca. Es una de las pocas sensaciones que aún puedo experimentar, recordándome que yo, cuando el mundo era aún primitivo y negro en sus infinitas cruzadas de la muerte, también fui un mortal.

Pero, por mucho que intente buscar en mí los antiguos vestigios de mi antigua vida, sigo siendo lo que soy. Por eso a pesar de pasional abstracción musical, no se me escapa ni por un momento el dulce olor, como de un licor de almendras, que desprende la sangre de la mujer que se me acerca por detrás. Puedo, muy por encima, percibir los pensamientos de su mente, si quisiera, podría jugar con ellos a placer.

Pero esta noche no.

Sí... su sangre y su piel rezuman el hedor de una mujer dispuesta a etregarse. Pero entre tanto dulzor atrayente, se adivina el leve sabor de la amargura, que entra por mi nariz y seduce mi paladar de un modo que sólo se puede describir como exquisito.
Podría cogerla ahora mismo y emborracharme con su sangre, aunque no me haga falta, porque estoy saciado y de sobra.

Pero esta noche... no.

La música se acaba. Yo sigo sin girarme. Dejo caer los brazos en un suave movimiento y me quedo erguido y estático cual viviente estatua, observando de nuevo las estrellas fundiéndose en la negrura sin fin.

- Os agradezco vuestras escuetas, aunque sinceras, palabras, mi signora. - contesto, cerrando los ojos y esbozando una enigmática sonrisa que tuerce mis labios en una mueca de ironía. - Decidme, ¿vos también soñáis con ir más allá del horizonte que se ve desde estas lúgubres orillas?

por **Violine** Miér Dic 22, 2010 1:19 am

Si Violine paseaba por los viejos astilleros, mirando al mar, le resultaba inevitable recordar que, aún habiendo viajado más que muchos, nunca lo había hecho surcando las olas... Y probablemente, nunca lo haría. Sin embargo, ese último pensamiento ni si quiera pasó por la cabeza de la joven de cabellos escarlata cuando se encontró una vez más con esa visión mientras regresaba de las afueras, camino al refugio de sus hermanos. En lugar de eso, sus ojos grisáceos se fijaron en la negra extensión, y una pregunta se formuló en su mente, probablemente para quedarse eternamente sin responder...:

"¿Y por qué cambia de azul, a verde o negro?"

Frunció el ceño unos segundos, deteniéndose en mitad del lugar, hasta que una música llegó hasta sus oídos. La muchacha alzó la mirada, buscando el lugar exacto del que podía proceder... Conocía muy bien ese sonido, lo provocaba el instrumento que la había rebautizado y que, de hecho, llevaba colgado a su espalda envuelto y protegido: Un violín. Un violín que, además, era tocado de forma asombrosamente periciosa y hábil.

Distinguió finalmente a una figura en un muelle cercano, y mientras se acercaba silenciosamente y la música llegaba a su punto álgido de expresión, pudo ver a una mujer encaminarse hacia el autor de ese pequeño regalo para los oídos, probablemente atraída también por el sonido. Violine vaciló unos segundos, acercándose finalmente un poco más, hasta detenerse al comienzo del muelle. No se atrevía a interrumpir el encuentro, por lo que procuró que las sombras le hiciesen de cómplices y la mantuvieran oculta, aunque eso no pudiera disimular su aura y olor, que todavía conservaban el tinte de la inocencia...

La pieza llegó a su fin, breve pero intensa, poseedora de esa carga emocional que solo una melodía tocada desde lo más hondo podía tener... El mar, pensó la joven, podía sentirse afortunado de que alguien le dedicase semejante concierto privado.

por **Aradia della Mezzanotte** Miér Dic 22, 2010 4:34 am

Se acerco levemente mas a donde estaba a él, pese a oler como solian oler las muñecas de sangre no se veian marcas ni en el escote pronunciado del vestido de cortesana ni en el largo cuello de cisne, salvo la marca de un intrincado tatuaje florar que le recorria la piel hacia el rostro

-Yo ni siquiera puedo ver el horizonte, Signore, asi que mis sueños nunca vuelan tan alto y ya nisiquiera sueño, la vida en esta ciudad me ha enseñado que soñar acaba siendo demasiado doloroso cuando llega el despertar.

Y era cierto, en aquellos tres años se habia ilusionado demasiadas veces y todas sus ilusiones se habian roto en mil pedazos sin cambio alguno. Todos la habian tracionado o abandonado, y al final habia vuelto a la jaula de oro que era el pallazo della Sirene, su vida como tal hacia demasiado que habia dejado de tener un significado, para simplemente sobrevivir, siendo una sombra de lo que debía haber llegado a ser.

Dejo escapar un suspiro, aunque su cuerpo siguiera siendo de la mas purea y nivea porcelana su alma se habia corrompido y oscurido hasta nisiquiera albergar ninguna esperanza en su corazón.

-Vos sois un hijo de la noche, el mas poderoso que he visto hasta ahora, ¿Porque no tomais esas orillas con las que soñais?

Ella había sido poderosa una vez, pero aunque la magia había seguia latente en ella le habian prohibido usarla, y pese a que quien se lo habia prohibido habia muerto, la orden seguia vigente, era una esclava de los designeos de otros.

La visión de su alma le revelo la presencia de una tercera persona en el astillero aunque esta permanecia oculta por las sombras, era una mujer, y su esencia vital parecia debilitada, estaba enferma, ademas de ser un dotado.

-¿Por que te escondes criatura?

por **Zeihar Ith'Inarien** Jue Dic 23, 2010 12:38 am

Mi cabeza tan sólo se gira unos grados en su angulación ausente. Lo justo y suficiente para mirar de reojo el rostro pintado y ciego de la niña que ahora me habla como si yo fuera una especie de confesor (lo cual resulta irónico), de lo que deduzco que no soy el primer inmortal que ve. Ese olor de almendras que ella desprende, que se me había antojado en un principio familiar, de repente toma sentido en mi cabeza. Es el olor que despiden esas brujas del bosque, que adoran al sol y desprecian precisamente a seres como nosotros...

- ¿No es evidente, mi signora? - alzo de nuevo el violín, entonando algunos rasgados acordes sueltos - Al igual que vos, sigo aquí porque a pesar de no haber visto nunca el horizonte, se lo que se esconde detrás de él. Y me da el mismo pavor que a vos adentrarme en aquellas desconocidas mareas de incertidumbre, por miedo a si de verdad se acabará el mundo en algún punto del mapa y caeremos de forma inexorable al vacío del negro Averno... Por eso yo le canto al mar. Y por eso vos le lloráis al Destino.

La verdad, no había imaginado ni por instante al llegar aquí que me vería acompañado en mis lúgubres ideas y cabilaciones, realmente, vine a este lugar, porque dada la situación actual en Venecia, es lógico hallar en estos lares la bien codiciada soledad.

Y heme aquí, ¡desdichado de mi! Intercambiando mis más sombríos pensamientos con una mortal. Dos, rectifico de inmediato, cuando otro suave olor lavandino y tenue, teñido con el empalagoso aroma de la fragilidad vital se filtra por mi nariz apenas segundos antes de que la invidente stregeira se gire y le hable a las sombras en su mundo, ya de por sí, lleno de sombras.
Tal vez ella no pueda ver como ven mis ojos... Bueno, de hecho, ni siquiera la mayoría de los vampiros pueden ver lo que yo veo. Pero está claro que la invidencia de esta extraña muchacha sin ánimos de vivir su propia voluntad no le impide "ver" o percibir ciertas cosas, auras o presencias.

- Qué extraño concilio ha venido a reunirse esta noche, sin haber sido convocado ni planeado. - sonrío entre dientes, mostrando sutilamente uno de mis afilados colmillos marfileños en esa especie de sarcasmo que ahora suplanta mi divertida expresión, y me siento al borde de la fil ade tablones húmedos y medio podridos, dejando mis botas descansar sobre la nada que hay entre las oscuras aguas y yo.

por **Violine** Jue Dic 23, 2010 2:22 am

Permaneció oculta durante un poco más de tiempo, salvaguardada por las sombras que habían decidido ser permisivas y darle su refugio. Captó algunas palabras intercambiadas por los dos presentes, deduciendo fácilmente que él sería un hijo de la noche y ella, probablemente, una bruja por haberlo podido saber. Pero no fue eso lo que más le llamó la atención, pese a que sí sirvió para intimidarla y aumentar su recelo, sino lo que se podía entender de esa conversación. Tan sólo había escuchado un par de frases, pero le servían para intuir la aparente desgana por la vida que ambos sentían, y que paradójicamente les impedía atreverse a cruzar las aguas que tenían delante en busca de alguna motivación...

Irónica la vida, sin lugar a dudas. Ella quería seguir viviendo, quería llegar a experimentar todas esas cosas que se perdería y no llegaría a conocer, aunque ya hubiera asumido que no era así y que por tanto debía valorar cada segundo, exprimirlo incluso en la adversidad, porque podría ser el último... Y ellos, en apariencia sin nada que amenazase su vida, buscaban la soledad porque no le encontraban el sentido. Algo normal en un vampiro, al fin y al cabo la eternidad, sin nada ni nadie por quien vivirla, debía ser una tortura más que un regalo... Pero, ¿qué motivos tendría ella, joven y hermosa, para sentir esa apatía?

Violine frunció el ceño, inmersa en unas cavilaciones que bien podrían ser un disparate que nada tuviera que ver con la conversación real, pero que parecían por alguna razón querer salir al exterior a voz en grito. Seguía sin atreverse a delatarse en una mezcla de apuro por parecer una cotilla e interrumpir un encuentro así, y cierta intimidación que siempre le habían inspirado los vampiros... Sin embargo, cual fue su sorpresa, que no tardó demasiado en ser descubierta. Su aura y su olor la habían delatado finalmente, y las sombras ya no eran aliado suficiente para mantenerse oculta. Su apuro se vio en aumento, pasando a ser una evidente vergüenza que hizo que la sangre se agolpase en sus mejillas, tiñéndolas de un rojo tan intenso como el de su cabello. Tragó saliva, quedándose paralizada un par de segundos, para finalmente reaccionar saliendo de entre las sombras, evidentemente abochornada...

-Yo... Escuché la música y era tan sublime que... -En su italiano, fluido y bien hablado, se podía atisbar un acento fuerte que contrastaba con el color aniñado de su voz- Después no quise interrumpir... Os ruego me disculpéis por la intromisión, signores... -El violín que llevaba atado, resbaló levemente y tuvo que llevarse un brazo al paño que lo envolvía, sujetándolo con algo de nerviosismo e inquietud, mientras con la otra mano sostenía su arco, como si fuese una espada que pudiera protegerla... Sin duda alguna presentaba un aspecto peculiar y que no combinaba en absoluto con el de la hermosa mujer y el vampiro, vestida con harapos coloridos adornados por pañuelos de los que caían tintineantes monedas, que la delatarían como gitana de no ser porque su palidez pulcra y el gris claro de sus ojos eran infrecuentes entre los de esa etnia.

Suspiró algo relajada al ver que la actitud de ambos, especialmente del hijo de la noche, no eran de amenaza en absoluto. Es más, la mujer parecía haberla hablado de una forma cálida, casi dulce, y él simplemente parecía sorprendido, como ambas seguramente, de que en un lugar habitualmente vacío hubiesen coincidido tres personas en el mismo punto... Eso no quitaba que hubiera sido descubierta escondiéndose, por lo que la vergüenza seguía escrita en su rostro en forma de rubor, pero debía intentar dejarla a un lado, y eso quiso hacer cuando volvió a hablar:

-Extraño es, en efecto... Pero la vida siempre está llena de sorpresas extrañas -Dijo, sintiéndose algo estúpida inmediatamente después, al pensar en cómo habría podido sonar aquello... Violine volvió a tragar saliva, azorada.

por **Zeihar Ith'Inarien** Dom Dic 26, 2010 12:27 pm

FDR: Oni ha perdido a su musa cual Nienna aburrida y sin inspiración, así que sigo yo.

- No hay nada que perdonar, puesto que yo no considero esto intromisión alguna, y seguramente la dama que ahora me acompaña, tampoco. - mi voz suena aterciopelada y sensual, una sutil invitación que normalmente encanta a mis presas antes de ser devoradas, pero que, esta noche, aunque no pueda evitarlo debido a la costumbr eno va con esa oscura intención; - Venid y acompañadnos a imaginar la soledad del negro mar. Esto sigue siendo un espectáculo para todos los públicos que quieran verlo. - alargo mi pálida mano de uñas diamantinas para sacarla del lugar donde se esconde, y la guío hacia el borde del muelle frente al mar.

Mientras camino junto a ella como un elegante caballero que acompaña a su princesa en un baile concurrido en el que hasta las moscas le ceden el paso, me llega por encima de los exóticos perfumes y olores de la strega ciega, el dulce aroma inconfundible de la sangre virgen de la joven extraña de pelo rojo.
Sin embargo... el olor es débil, aguado como un buen vino desperdiciado al mezclalo con agua de un pozo.
La chica era una enferma, y aquella aparente fragilidad en toda su piel, su mirada y sus gestos, sólo patentaban ese hecho.

- Oh... diría que me halagáis, signora, pero teniendo en cuenta que ningún mortal es incapaz de desdeñar mi música, no se hasta qué punto esas palabras son opinión vuestra, o parte de mi inconsciente embrujo. ¿No creéis, dama bruja? - le pregunto a la strega, al tiempo que suelto la mano a la pálida muchacha, y me sitúo al lado de la mujer ciega. - Tal vez mi invidente acompañante aún no se ha percatado. Pero veo por vuestro instrumento que asoma bajo los harapos, que vos también tocáis. ¿Decidme, mi signora... - le pregunto a la strega -... creéis vos que sería una indiscreción pedirle a nuestra repentina invitada que nos deleitara con alguna pieza de su propio... talento?

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