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Mensaje por Vladimir Rurikovich Miér Dic 22, 2010 8:14 am

¿Cuántas personas conocían los secretos de mercados como este en todo el mundo? ¿Cuántos eran los que acudían a él en busca de los más extraños, peculiares y en ocasiones falsos artefactos con propiedades de lo más dispares y extrañas? Sin lugar a dudas, y por la cantidad de gente que había, eran demasiados. La venganza, el odio, el rencor, el amor, todas las emociones se tornaban motivos para obtener algo prohibido y teóricamente inexistente, para dominar cualquier tipo de situación.

Sin embargo, Vladimir no podía quejarse, de hecho disfrutaba: La humanidad era así de simple, no veía sentido ni necesidad en elaborar algo durante demasiado tiempo cuando tenía la solución en bandeja por un módico precio. El sonido de los curiosos instrumentos tañidos por bardos inundaba cada una de las improvisadas calles formadas por los puestos, dejándose escuchar sus melodías por encima de las acaloradas discusiones y pactos que iban dándose por doquier. El anciano vampiro escuchaba, aquí y allá, unos tratos tan elegantes como injustos, tan desorbitados como baratos, paseando en busca de algo que le interesase...

Pero el motivo por el cual estaba ahi no eran los objetos que estaban a su alcance, bonitos, sí, pero a los que no le dedicaba más que una ínfima, fría y desinteresada mirada. No, sus motivos eran otros, buscaba algo diferente, algo especial que convirtiera su negocio, ya de por sí conocido, más famoso: Buscaba mujeres. Se paseaban de aquí para allá, desde la noble entrada en años que venía por mero aburrimiento hasta la pobre ratera que buscaba algo que robar y que poder vender para llevarse a la boca. Vladimir no se contentaba con cualquiera, buscaba algo que pudiese venderse mínimamente. No le importaba, pobre o rica, rubia o morena, con tal de tener unas dotes interesantes. La tarea resultaba más complicada de lo que en un principio había pensado, pero por nada del mundo el hijo de la noche borró su indescifrable amago de sonrisa, una sonrisa que mucho distaba de la de otra persona, por llamarla de alguna forma, que se había convertido en su fiel seguidora, muy a su pesar. Espectral, etérea e inexistente para el ojo humano, incluso para él mismo, le seguía allá donde iba, arrastrando los pies en un eterno vaivén, un constante castigo que parecía no tener fin.

De nada se enteraba Vladimir, contemplando entonces a una de las exóticas bailarinas que realizaba sus insinuantes danzas alrededor del improvisado público...

¿Tendría precio? Sí, seguro que sí.

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Mensaje por Violine Miér Dic 22, 2010 8:41 am

Espectáculo y música inundaban el mercado cada vez que la noche caía. Era una explosión de colorido, casi mágica, en la que los zíngaros deleitaban a gentes, especialmente de clase humilde aunque todo abundaba, con sus artes. Ilusionistas, videntes, bailarinas hermosas que danzaban al son de la música de una pequeña orquesta en la que no faltaban panderetas entrechocando... Las monedas caían, muchas veces no del mayor valor, pero siempre lo hacían, a los pies de los artistas. Todo el pueblo gitano debía participar, porque de algo tenían que vivir.

Y parte de ese pueblo era ella, puesto que eran lo más parecido a una familia que podía tener. Ellos eran sus hermanos, entre ellos había vivido los últimos años y gran parte de sus costumbres las había aprendido y adoptado. Por eso estaba allí esa noche, vestida de forma humilde pero alegre, con pañuelos de distintos colores de los que falsas moneditas colgaban a modo de falda, tintineando cuando se movía, a juego con un corsé lleno de remiendos y parches también de colores diferentes. Llevaba varias pulseras, camuflando las que siempre llevaba puesta, y tobilleras en los pies que calzaban unas ligeras sandalias. Su llamativo cabello estaba suelto, salvo por un pañuelo atado en la parte superior y cuyas pequeñas monedas que caían por su frente. De no ser por la blancura de su piel, parecería una auténtica princesa gitana.

Demasiado torpe como para formar parte de las bailarinas, pues no llevaba la danza en la sangre como estas, y no siendo esta una noche en la que la música de su preciado instrumento tuviera cabida, la joven Violine paseaba entre el gentío, con la intención de ganarse su parte del pan de otra forma. No era lo que más le gustaba hacer, puesto que no eran artes que ella creyera que debieran de hacerse a cambio de dinero, pero sabía que no tenía otra cosa con la que obtenerlo y que, por tanto, su conciencia podía sentirse tranquila.

Sus ojos grises rodearon el pequeño círculo de gente que atendían a las danzas. Sabía que estando parados era más fácil convencerles, por lo que decidió escoger a alguien al azar, alguien que preferentemente fuese sólo... Como el caballero rubio que, demasiado elegante como para no tener con que pagarle, veía el espectáculo sin aparente compañía. Era más distinguido de lo habitual, pero si estaba entremezclado con los que no lo eran, no debía de ser muy clasista...

-¡Buona notte, signore! -Exclamó, apareciendo a su lado de forma repentina y tirándole del brazo- ¿Me deja que le lea la mano? A cambio sólo pido la voluntad... -Ofreció directamente... Había conseguido superar su timidez en ese aspecto, sólo en ese, con los años, y no titubear cuando intentaba conseguir un cliente- También puedo ofrecerle un pequeño amuleto, ¡y le aseguro que sí que son de verdad! No de esa chatarra que venden algunos a precio de especias, que de mágico tienen lo que un ladrillo... Por ellos también pido sólo la voluntad...
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Mensaje por Vladimir Rurikovich Miér Dic 22, 2010 9:05 am

Las jóvenes humanas danzaban de forma alegre y saltarina, sus pies pisaban el suelo apenas unas décimas de segundo para después volver a saltar por mero instinto e impulso, despertando admiración, curiosidad, envidia y deseo por partes iguales entre todos los esporádicos asistentes... Excepto en Vladimir. Únicamente veía una mercancía interesante aunque probablemente cara y difícil de convencer, sumándole el añadido de que a más de uno no le gustaría yacer con una gitana, por muy bella que esta pudiera ser...

Pero fue justo en ese momento, cuando se disponía a dar media vuelta y abandonar el espectáculo, que una de las jóvenes, una de esas tantas que no bailaban, se le acercó. El anciano vampiro ya había dado la vuelta, y por lo tanto notó una mano aposentarse en su brazo en búsqueda de atención de espaldas. Lentamente ladeó el rostro, observando a la joven de soslayo. Alzó una ceja apenas un par de centímetros. Curioso, muy curioso. Por la forma de hablar parecía otra zíngara más, una de tantas, sí... Pero esa palidez no era propia de los de la etnia gitana, y ese cabello, rojo y libre como el mismo fuego, era algo que ya la hacía un poco, solo un poco, más interesante que el resto. Vladimir no se movió, pareciendo no escuchar todo lo que la chica le iba contando en busca de obtener dinero.

¿Para qué iba a querer un amuleto alguien como él, más aún viniendo de alguien como ella? Para nada, para absolutamente nada. A favor de la joven cabía decir que olía excepcionalmente bien, una curiosa mezcla entre empalagosa dulzura y peculiar amargura difícil de encontrar. Se le antojó factible bebérsela, pero tenía la suficiente cabeza y autocontrol como para no montar altercados públicos, al fin y al cabo era la imagen de unos de los negocios más visitados de Venecia y, al mismo tiempo, más vergonzosos... "Curiosas dualidades las humanas". Suspiró una única vez, más por automatismo que por necesidad de respirar, apartándose con la delicadeza de un gato y girándose despacio. Sus ojos azules como zafiros se buscaron la mirada de la joven, su rostro marmóreo y pálido quedó encarado con el de la zíngara, el contacto se estableción, fatídico e irresistible:

-No está bien hablar así de las mercancías de los demás, ¿no creeis, signora? -
Si bromeaba o no, no lo dejó demasiado claro. Tampoco lo hizo su amago de sonrisa cuando se llevó las manos a los bolsillos de sus pantalones y sacó un puñado de monedas, más de las que la muchacha habría ganado en noches de trabajo. Las sostuvo después en una de sus palmas, extendiéndola hacia ella... Jugar siempre le había gustado, y nunca descartaba la posibilidad de hacerlo.

Fue entonces cuando esa presencia que siempre le acompañaba se dejó ver. Bordeó el cuerpo del hombre, como si el mero contacto le fuese imposible de soportar, y se colocó justo entre ambos cuerpos tangibles. Sus ojos, de un color azul más claro que los de Vladimir, se fijaron también en los de la joven. La tristeza y el vacío que transmitían resultaban abrumadores, casi insoportables, y la mueca de dolor, de melancolía y de pena era más que evidente en sus fantasmales facciones. Ambos, fantasma y vampiro, permanecieron observándola de formas tan distintas como incompatibles...

Mientras tanto, el espectáculo seguía su curso y la noche avanzaba, impasible, hasta su muerte.
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Mensaje por Violine Miér Dic 22, 2010 9:40 am

Cuando ya era tarde para arrepentirse de haber escogido por azar, Violine se percató de que el hombre cuya atención había llamado de aquella manera no era un simple humano. Fue cuando su rostro se ladeó hacia el suyo propio, y esos fríos ojos de hielo se clavaron en los suyos, que pudo sentirlo, más allá de lo marmóreo de su perfecta piel. La joven tragó saliva, nerviosa, pues siempre le habían intimidado los hijos de la noche, dignos del repesto y temor de la mayoría de mortales... Sin embargo, logró relajarse un poco al recordar que estaban en un lugar abarrotado de gente, y dedujo que si él se encontraba camuflado entre tantos ojos, sería porque no tenía intención de herir a nadie. Convenciéndose de aquello, consiguió terminar de serenarse, aunque sus irises grisáceos no se despegaron de los del vampiro.

-Yo... -Toda esa serenidad, se esfumó cuando él hizo aquel comentario, logrando que en una milésima de segundo la sangre de la muchacha se agolpara en sus mejillas, tiñéndolas de un rubor casi tan intenso como su cabello... No supo que decir, y sólo pudo limitarse a asentir, rompiendo el contacto visual y bajando la mirada- Tenéis razón, mi señor, no está bien... Os pido disculpas -En su italiano, hablado fluidamente, se podía encontrar sin embargo el deje de un acento más fuerte, camuflado por lo dulce de su voz...

Permaneció mirando al suelo unos segundos, hasta que notó como una mano se estiraba enfrente suyo y volvió a alzar la mirada, abriendo un poco más los ojos, con sorpresa, ante la imagen de tantas monedas tendidas... Sin embargo la reacción fue inmediata: Violine frunció el ceño, entre ofendida y apurada, y negó rotundamente con la cabeza:

-No, signore... Creo que os habéis equivocado conmigo -Dijo, cruzando sus brazos para que el rechazo quedase tajante- Yo no busco limosna, trabajo ofreciendo mis humildes servicios a cambio de una pequeña compensación... -Para algunos igual eran estupidces sin sentido, pero para ella todas esas cosas eran reales, porque ella podía ver y las conocía, por tanto... ¿Qué diferencia había entre vender una lectura o un amuleto, y vender una tinaja? Ambos eran oficios caracterizados por la humildad, pero no eran una forma de mendigar- Sin embargo entiendo que no estáis interesado en ellos, con lo que os ruego me perdonéis por haberos importunado... Signore -Añadió, inclinando levemente la cabeza a modo de despedida, y se dispuso a encaminarse en busca de una persona más adecuada...

Y justo entonces, antes de que pudiera haber echado a andar de nuevo, la vio. Violine volvió a mostrar en su rostro esa mueca de sorpresa, ahora más acusada, entreabriendo sus labios de muñeca. A simple vista, parecía que se había quedado congelada mirando al vampiro, presa de su influjo hechizante... Pero sus ojos no parecían estar fijos en él, como si estuviese observando algo situado en el espacio entre ambos.
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Mensaje por Vladimir Rurikovich Miér Dic 22, 2010 10:05 am

Una joven curiosa, sin duda alguna. Le ofrecía más monedas de las que podría contar con sus oficios durante varios días y aún así la rechazaba sin apenas pestañear, pareciendo casi hasta ofendida. Curiosa o estúpida, ambos términos solían ir cogidos de la mano, y es que los comportamientos curiosos solían darse en aquellos poco inteligentes...

Pero la educación de la humana parecía bastante bien lograda, o al menos eso dedujo Vladimir por sus palabras. Fue capaz de, aún sonrojada (un sonrojo delicioso, cabía añadir), y cabizbaja, disculparse con buena cortesía y rechazar su ofrecimiento sin resultar ofensiva o molesta a su parecer. Sin embargo, su análisis terminó tan rápido como había empezado. La joven de cabellos como el fuego pareció marcharse, pero,y para su sorpresa, se detuvo, totalmente sorprendida. Así lo indicaban esos rojos labios entreabiertos, o esa mirada algo desencajada y desenfocada. ¿Le estaba mirando a él, o a alguien que había detrás? No, era imposible que no se fijara en él, aunque quizá...:

-¿Habéis cambiado de opinión? -
Preguntó con excelente educación y ese acento del este que tantos años viviendo por allí le había generado. Unos acentos se olvidaban y otros los sustituían, y Vladimir comenzaba a tener claro que esa iba a ser su eterna rutina. La volvió a mirar fijamente, guardando de nuevo las monedas en el bolsillo de su pantalón y, esta vez, tendiendo la palma vacía. La joven le despertaba esa curiosa sensación que solía tener con personas... Un tanto diferentes a las normales, y estaba dispuesto a salir de dudas. Ignoró deliberadamente el extraño shock en el que se había quedado la muchacha, esbozando de nuevo ese amago de sonrisa que invitaba tanto a acercarse como a querer huir de él.- Disculpadme a mí ahora por haber malinterpretado vuestros principios, signora, no era mi intención molestaros... Así que, como pago, ejerced vuestro oficio y yo os recompensaré debidamente.

Vladimir podría encontrarle un oficio mucho más... Entretenido y rentable en el palacio. Por su olor apostaría a que era virgen, y esa palidez enmarcada por el rojo de su cabello y sus labios podía generar el suspiro de más de uno. Pero el anciano vampiro era paciente, mucho, y tampoco se iba a dejar llevar por una impresión inicial. Se centró, pues, en ahondar un poco más con sus iris, en buscar respuestas a incógnitas que iban surgiendo en su mente. El espectro no se movió del sitio, su pena y su tristeza tan visibles e intensas como en el primer segundo:

-¿Puedo conocer el nombre de tan agraciada mujer? -
Preguntó, con exquisita educación. Un nombre, para Vladimir y en algunas circunstancias, era la base de cualquier cosa, la esencia y la existencia de ese ser...

Y que lo pidiese ya era motivo de orgullo para la invitada.
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Mensaje por Violine Miér Dic 22, 2010 11:13 am

Violine no pudo despegar durante varios segundos su mirada de la del espectro. La tristeza que expresaban esos ojos muertos eran tan grandes, que lograban sobrecogerla. Había visto muchas almas errantes en su corta vida, y sin embargo, dudaba haber leído tanto dolor en una mirada de alguna hasta ahora. Parecía estar sumida en una eterna agonía, y muy cansada, como si llevase demasiado tiempo atrapada entre dos mundos, atada a aquel hombre de alguna manera.

Pestañeó un par de veces, volviendo a la realidad cuando él hablo. Sacudió la cabeza, en vano, pues la mujer fantasmal seguía allí, pero decidió centrar su atención en su acompañante, evitando así un comportamiento más excéntrico. Asintió a su primera pregunta, porque no se le ocurría ninguna otra explicación que dar, y ante la segunda sonrió con cortesía, haciendo una pequeña reverencia y presentándose educadamente:

-Violine, mi señor... Todo un honor conoceros -Que aquel no debía ser su verdadero nombre estaba claro, pero eso para ella no importaba. Si alguien preguntaba como referirse a ella, ella siempre daría ese nombre puesto que era como la llamaban todos, y si lo preguntaban por querer ir más allá... Entonces, también, para impedirlo.

Le observó guardar las monedas, y siguió la trayectoria de su mano vacía, que se tendía hacia ella. Dejó que el hablara, para asegurarse, y después la tomó entre las suyas, mucho más pequeñas. Estaba fría, sí, como la de todos los vampiros... Pero al fin y al cabo ella también tenía una temperatura algo más baja de lo normal, salvo cuando la fiebre la atacaba, por lo que no parecío molestarle ese hecho. Se quedó observando las líneas, dándole la vuelta y examinando primero el dorso:

-Mmm, vaya, si que sois viejo... -Se ruborizó al momento de haber dejado escapar ese pensamiento, negando con la cabeza y tragando saliva- Disculpadme, os lo ruego... -Dijo, desviando la mirada unos segundos y volviendo a fijarla en la piel- Sois un hombre orgulloso, ¿no? Y muy fuerte, trabajador y bastante duro... Con muy buenas dotes para el comercio, que seguramente también marcaron vuestra vida desde la niñez. Tenéis labia y carisma, valéis sin lugar a dudas para los negocios... -Sus manos acariciaban los dedos del vampiro con delicadeza, estirándolos levemente y observando los nudillos y los huesos que delimitaban estos con la mano- Aunque también sois demasiado cerrado, incapaz de mirar en muchas ocasiones desde el lado del cristal que no os pertenece, nunca seguís una dirección sin haberla concretado previamente... Eso os ha traído problemas, y os los seguirá trayendo si no lo corregís. -Aseguró, dándole de nuevo la vuelta a la mano para, ahora sí, examinar la palma- Parece que os quedan muchos años por delante, aunque eso ya lo sepáis... Sin embargo, creo que no seréis eterno: la muerte está en vuestro camino, y no sólo por la sangre que habéis derramado y mancha vuestra mano, que por suerte nunca ha pertenecido a quienes portaban la semilla de la vida en su interior, ni a aquellos que no habían alcanzado la etapa de florecimiento... Sino porque os enfrentaréis a ella, y podréis entonces ajustar cuentas -Murmuró con curiosidad- Y... ¡Oh! -Exclamó interesada- Veo tres mujeres en vuestra larga existencia: A una os la arrebató la muerte de la mano de la injusticia... -Volvió a tragar saliva, comprendiendo algo entonces y alzando momentáneamente su mirada hacia el fantasma, clavándola después en la mano- ...pero sigue a vuestro lado..., la segunda os traicionó y pagó por ello con su vida..., y la tercera está próxima de aparecer, puesto que pertenece tanto a vuestro presente como vuestro futuro... Pero es una rosa que podría llegar a marchitar sin florecer, no lo tengo claro... -Entrecerró los ojos, intentando sin éxito ver algo más-Las líneas de vuestro destino se entremezclan demasiado como para poder saber si será así o si al final os atreveréis a superar el miedo a pincharos y la salvaréis del invierno... -Suspiró, encogiéndose de hombros y llegando al final- Los negocios seguirán presentes a lo largo de vuestra vida, aunque quizá decidáis desprenderos de ellos llegado el momento en busca de vuestra paz... -Se ahorró hablar de la obviedad que era el hecho que moriría sin tener hijos, por respeto, y soltó su mano, algo aturdida ante la complejidad de muchos de los surcos, que no había podido desentrañar.

No pudo evitar volver a alzar su mirada hacia la mujer, invisible para él y para todos, pero que seguía mirándola con la misma amargura... Aunque a ojos de cualquier otro, Violine pareciera estar buscando la mirada azul del vampiro.
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Mensaje por Vladimir Rurikovich Miér Dic 22, 2010 12:32 pm

Violine. Un nombre falso, de eso no le cabía duda, pero nombre de todas formas, que era lo realmente importante... Al fin y al cabo su nombre tampoco era el propio, y si bien podía obligarla a decírselo (o intentarlo), no vio necesidad ni utilidad en tal esfuerzo. Su mirada azulada no se separó de la gris de la joven en ningún momento. No sintió el tacto ligeramente cálido de Violine en su propia piel, demasiado fría, muerta, como para hacerlo...

Aunque sin duda alguna Vladimir hubiese empalidecido de haber podido cuando comenzó a ejercer su oficio. El primer pensamiento al que llegó el anciano vampiro, el más simple, era que, en efecto, la joven tenía poder mágico. La precisión con la que comenzó a describirle resultaba bastante escalofríante, puesto que era esa descripción de alguien externo a uno mismo y que, generalmente, era la más acertada, sin subjetivismo alguno. O al menos era así en la mayoría de los casos. Vladimir no veía necesidad en mirar las cosas desde otro prisma, ¿para qué, si el mudno ya le había demostrado todo lo que le tenía que demostrar? Era absurdo siquiera intentarlo, tener la esperanza de ver algo diferent elo único que acarreaba era una decepción tras otra.

Pero no fue eso lo que podía haber generado esa palidez progresiva. No, fue la siguiente parte. Obvió el hecho de entender que Violine había descubierto su naturaleza vampírica, o al menos eso dedujo por sus comentarios... Y si lo obvió fue porque estaba demasiado sorprendido con todo lo que la joven le iba contando con total tranquilidad. La perspectiva de una muerte, de una interrupción de su vida eterna. Las dos mujeres, importantes según la joven en su propia de vida aunque de formas totalmente diferentes y opuestas, el descubrimiento de esos particulares principios a la hora de alimentarse, y el posible destino que le aguardaba en relación al género femenino. Incluso el espiritu pareció sorprenderse más allá de su sempiterna tristeza ante tales confesiones. En efecto, a Vladimir jamás le había ocurrido algo semejante. La gran mayoría de videntes habían visto su condición no humana y adivinado, por encima y de forma muy superficial, algún ligero rasgo de su carácter o de su vida pasada...

Sin embargo, delante tenía a una humana de no más de 20 años que había descubierto mucho más en mitad de una calle atestada de gente y ruido. Era tan increíble que le costaba concebirlo, pero la sorpresa fue apartándose de su mente, y el miedo ganó terreno de forma exponencial. Era una sorpresa desagradable ver que alguien había descubierto cosas que guardaba con sumo recelo. Se sentía invadido, y podría haberse sentido intimidado si no fuera porque no conllevaba riesgo o peligro alguno. Tanteó muy seriamente la posibilidad de matarla, de terminar con su vida y dejar que los fríos brazos de la Muerte se llevaran los secretos a la tumba de la chica... Pero no podía. Demasiada gente y demasiado complicado por ahora. Su rostro no varió en expresión, con esa semisonrisa ladeada. Parecía que le había resultado gracioso escuchar tal cuento, pero el refulgente brillo de sus ojos dejaba entrever que había tocado aguas demasiado profundas y oscuras. En cuanto el contacto físico se rompió Vladimir se llevó la mano al bolsillo en una caricia del viento apenas visible para el ojo humano, y al transcurso de menos de un segundo estaba repleta de monedas:

-Aquí tenéis vuestra voluntad. -
Murmuró con voz gélida, depositando las monedas entre las manos de Violine. Si eran más o menos que antes ya no le importaba, lo único que deseaba era salir de allí y perderla de vista. Dio media vuelta y echó a andar, con la clara intención de perderse entre el gentío...

Pero la femenina figura no se movió del lugar. Sus ojos continuaron fijos en los de Violine, su tristeza penetrando en todos cada uno de los poros del alma de la joven muchacha. Había encontrado algo diferente, único, tras tantos siglos de búsqueda, y necesitaba, de alguna forma, llamar su atención. La súplica apareció en su mirada, transparente y clara como el cristal, visible para la joven en todo su esplendor. Parecía condenarla al suicidio, a la muerte y el tormento más horribles que una mujer podía experimentar, pero no había nada que perder, y sí algo por lo que luchar.

La petición fue realizada en mitad del gentío, de los bailes y de las risas, del jolgorio y el disfrute...

En sus manos quedaba. La femenina figura dio media vuelta y, arrastrándose con ese andar cansado y melancólico, encarriló la marcha tras Vladimir: Volvía a su existencia.


-FIN-
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