Il Nero di Luna
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Mensaje por Vendicatore Sáb Dic 25, 2010 9:06 am

Cuanta majestuosidad, que belleza se derrocha en cada fachada, cada estatua que adorna una puerta es una sinfonía de excelencia que desfila por la vista y los oídos malditos de alguien que como yo es un miembro del club de los imposibles. Cada paseo que tengo que dar por las zonas ricas representan para mi la misma oportunidad que para un tierno infante pueda ser una invitación a visitar el taller de algún popular artista toscano... maravilloso, digno de una relato fantástico, simplemente fabuloso.

Cuan maravilloso resulta cada paso por estas calles sacadas de la fantasía del mayor artista, pasear por un poema en el que los versos perfectos te hacen de camino bajo los pies debe ser algo parecido a la sensación que experimento ahora mismo cuando me dirijo al ponte dei sospiri. Teatralidad, lamento, pena sin gloria, el dramatis personae de una tragedia... casi puedo sentir las alegóricas sensaciones que experimentan los condenados que atraviesan esta vía camino de su perdición en la prisión inquisidora; adoro esa profundidad en el sentir; el mundo ha olvidado lo importante que son los sentimientos...

Tal y como voy vestido para esta ocasión, disfrazado de mendigo y con una gran capucha sucia que oculta mi rostro envuelto con la cogulla, estoy seguro de que nadie me prestaría auxilio si decido sufrir alguna clase de dolencia cardiaca en la mismísima entrada del palacio ducal. Como mucho recibiría la amable patada de algún guardia para que mi cadáver no estropease las hermosas vistas de los nobles desde las ventanas de sus acomodadas casas. Estoy seguro... el frío mármol de sus estatuas contrasta con el gélido corazón de sus dueños.

Por suerte esta noche no vengo a visitar a ninguna de esas condenadas almas podridas de riqueza a costa del pueblo, no no no... esta noche debo dirigirme hacia una presencia mucho mas digna. Una persona merecedora de mi admiración por haber conseguido sobrevivir utilizando solamente el poder que le brindan sus múltiples conocimientos; conocimientos a los que yo apelare en mi ayuda esta noche en este puente.

Llevo días estudiándola y se que pasa a diario por aquí cuando debe ir a su biblioteca de manera que estoy seguro de que acudirá a esta cita que no sabe que tiene concertada, aunque de momento en esta noche los únicos que rompemos la tranquilidad en el puente de los suspiros somos yo y el sonido del agua bajo mis pies. Esperar, en efecto tendré que esperar...

Bien, nadie dijo que esta noche fuera a ser corta y divertida.
De momento me limitare a tirarme sobre la calzada del puente como el pordiosero cuyo papel encarno esta noche y taparme con las rasgadas vestimentas de mi disfraz; esta noche hace algo de frío....
Me gusta el disfraz que he conseguido para la representación de esta noche, sin duda espero que cualquiera que me vea me tome por un vulgar mendigo en lugar de por quien soy realmente. Es muy importante la discreción a la hora de ejecutar uno de mis planes o mis reuniones (como la de esta noche) ya que cualquier presencia no deseada podría dar al traste con mis planes y a la prisión con mis huesos; no son pocos quienes desean que mi ruina tenga lugar mas temprano que tarde de modo que no seria difícil que en cualquier momento pudiera caer sobre mi el peso de su podrida "justicia" corrupta.

Vaya; sigue sin venir...

...
...
...

El tedio comienza a extender sus garras sobre mí...
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Mensaje por Alanna D'Ventri Sáb Dic 25, 2010 11:52 am

"Alanna, no salgas sola. Alanna, procura volver antes del anochecer. Alanna, ata tu lengua cuando te cruces con algún Centinela. Alanna... no hagas nada."

Su maestro había arrugado la frente preocupado ya tantas veces, cada vez que le advertía de los peligros reinantes, que ella ya casi podría dibujar cada línea de su piel fruncida con extrema presición. Y a pesar de todo, Fabius sabía ya de sobra que cuando su pupila sonreía sumisa, esa insólita mueca en sus labios solo podía significar una cosa: futura desobediencia.

No es que desee inquietar el sueño del Gran Maestre cada vez que se escapaba a escondidas, pero... no hacer nada, en esas circunstancias, va contra natura. No está hecha para obedecer órdenes.

De todos modos, bah, ¿qué hay que temer, por todos los infiernos? Lo piensa por novena vez en lo que va de noche; lo que prueba que muy tranquila, precisamente, no está. Cualquier observador podría responder a esa pregunta al verla surgir de un callejón: una caperuza gris oscuro afianzándose, con dedos largos y pálidos, la capucha de su capa. Su andar es sigiloso, pero torpe al mismo tiempo; parece un pez que se ha adaptado a la fuerza a caminar fuera del agua, aunque se sienta inseguro y nervioso fuera de su hábitat natural. El de este pez es, sin duda, la polvorienta esquina de una biblioteca alumbrada con antorchas. Cuando Alanna abandona sus libros, el mundo exterior se le antoja demasiado extraño... y por ello carece de la astucia necesaria para utilizar los recursos que le ofrece.

Tanto da, se dice, mientras avanza hacia el puente con los labios fruncidos: cumplirá con su misión.

Absorta como está en sus pensamientos, y mirando a izquierda y derecha en busca de posibles guardias, se da cuenta tarde de la presencia del elemento extraño en el cuadro del puente: aquel mendigo. Se detiene de sopetón, y las sombras de la capucha ocultan su momentanea expresión aturdida. Aunque permanece estática, hábil controladora de sus emociones a ojos externos, le ha dado un vuelco al corazón. En los tiempos que corren ya no se fía ni de su sombra; algo, por otro lado, innato en ella.

Avanza cautelosa, hundiéndose más en la capucha y mirando al exraño con disimulo. Duda, pero finalmente se detiene, y alza la vista lo suficiente como para dejar ver su barbilla blanquecina y sus labios rojos y severos.

- No deberías estar aquí - Habla con inevitable tono altivo, pero su voz susurrante y áspera denota cierta compasión. Si solo es un simple mendigo, y no tiene motivos para creer lo contrario, no es más que otra víctima de la dureza creciente de la ciudad. - Vete, y yo haré lo mismo.

Y, sin más, le deja atrás con paso raudo. Por supuesto no alertaría a la Guardia de la presencia de un "indeseable" en il Ponte, pero tampoco estaba dispuesta a darle dinero o prestarle ayuda: ella no es ninguna convencional y desinteresada monja de clausura. ¡A los dioses gracias!

Al ritmo que va, en pocos segundos cruzará del todo el puente.
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Mensaje por Vendicatore Lun Dic 27, 2010 10:52 am

... no creo que esa sea la manera, es demasiado directa... ¿quizás empezar con una presentación y directamente plantear mis peticiones? No; demasiado formal y las peticiones pueden ser tomadas como exigencias... mejor algo mas dramático, algo que llame su atención y que la obligue a replicar mis palabras. No se, no estoy seguro de la mejor forma de comenzar la conversación cuando llegue la persona a la que espero, aunque seguramente si aprovecho su sed de conocimiento pueda llevar a buen puerto la conversación.

¿Un acertijo?

Un acertijo poniendo a prueba su sapiencia seria una invitación que seguramente alguien como ella no podría rechazar, despertaría su interés olvidando quien pronuncia las palabras y centrándose mas en el contenido de las mismas... es de manera indudable lo que yo necesito; sí, una prueba a su ingenio podría ser el cebo adecuado para hechizar a ese ratón de Hamelin. Pero debo tener cuidado a la hora de escoger mis palabras... vuelvo a estar en el mismo punto de antes: no soy capaz de decidir como iniciar la plática...

Si no fuera por estas divagaciones propias de un mal escritor ya habría caído en el reino de lo onírico.. se esta retrasando mas de lo que yo esperaba... ¿donde estas dulce cordero?. Ante la duda y la inexistencia de una respuesta satisfactoria me veo en la obligación de torcer la vista hacia la mas que sublime calle por la que he venido y OH; allí esta la mujer por la que esta noche espero, avanzando hacia el puente con su paso firme y seguro: una digna representante de la casa a la que pertenece que camina segura de lo que pisan sus pies pero estudiosa de lo que no ven sus ojos.

Comienza pues la representación para semejante dama insignia del poder a través del conocimiento puesto al servicio de la humanidad por nuestro señor, en el programa de esta noche se presentan penas y glorias en favor del mutis mutandis en el mundo…disfruten del espectáculo ofrecido. Y bajo el amparo de la luna y la nocturnidad que me ofrece yo solamente espero en reposo a que ella legue hasta donde estoy.

Se acerca a mí y se apiada de quien cree que soy con una caridad propia de lo divino mas que de lo humano, cuan admirable resulta hoy en día la cualidad de la piedad entre los hombres. Consejos mas valiosos que el pan necesario para alimentar a cualquier mendigo me ofrece la muchacha preocupada por la situación de un pordiosero derramado en un puente a merced de algún desalmado guardia o noctámbulo caminante de funestas intenciones; tiernas sus intenciones pero sucumbidas al engaño del papel que encarno para poder acercarme a ella sin riesgo de que se alarme al verme.

Pronunciadas sus palabras se aleja de mi continuando su camino, parece que no es mayor el tiempo que pretende derrochar ayudando a un alma en desdicha como la que se representa ante ella. Y completada su intervención la actriz se dispone a abandonar el escenario con un mutis por el foro imperceptible para el espectador, pero como un eco a sus sentencias llega la replica nacida de mi boca:

-Scusi moidmoiselle D´Ventri, agradezco su preocupación y me placería poder recompensarla… ¿le gustaría un acertijo quizás?

Mis ojos siguen mirando únicamente el suelo, la capucha sigue ocultando mi rostro envuelto en la cogulla… sin revelar mi rostro he revelado quien (o mas bien “que”) soy ante mi compañera en el dramatis personae de esta representación; solo resta aguardar en silencio a que una nueva respuesta sea pronunciada y ella decida si desea continuar con este dramatizado encuentro.
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Mensaje por Alanna D'Ventri Mar Dic 28, 2010 8:49 am

Su paso es seguro por las calles, como siempre, e incluso lo es más aún en la nocturnidad veneciana. Por supuesto, todo con un propósito: no está dispuesta a ofrecer a ojos indeseables un aspecto de mujer desvalida, temerosa de las sombras, temerosa también de que algún enemigo la pille desprevenida. Pero eso nunca pasaría. Sin embargo, sí oculta a conciencia sus dudas, miedos y quizá los nervios de su inexperiencia en la ciudad. Por eso, entre otras cosas, le da la espalda al mendigo y sigue avanzando; por eso siempre la acompaña una leve aureola de magia, como un grifo que deja fluír un fino hilillo de agua y mantiene sobre él las manos, presto a abrirlo al máximo si fuese necesario. Por eso no vacila mientras avanza por el puente, presta a abandonarlo...

Entonces le escucha.

Le escucha y, su extraño francés, sus palabras medidas y la mención de su apellido hacen que se detenga poco a poco, aminorando la velocidad mientras cada fibra de su cuerpo se tensa aun bajo su obsesivo dominio de su fría apariencia externa. Aun así sus labios se han entreabierto por la sorpresa y las pulsaciones de su corazón se han acelerado, produciéndole una repentina necesidad de respirar. Al cabo de unos pocos instantes, sin embargo, piensa deprisa, elevando a la máxima potencia la capacidad deductiva que posee como don, en compensación a su habitual falta de experiencia.

¿Un mendigo? Es evidente que no; y además su percepción mágica, aquella a la que le presta la atención que no le había prestado imprudentemente durante su avance, le advierte de otra cosa: emanaciones mágicas. Pero, quizá, demasiado leves para proceder de un dotado, pues han sido lo bastante sutiles como para que le pasasen desapercibidos. Tal vez alguna clase de objeto mágico... Aquello le indica otra cosa: no pertenece a ninguna orden mágica, a menos que sea un Buscador... en cuyo caso, ha de mantenerse alerta. Luego están susposibles conocimientos del francés y el grandilocuente lenguaje con el que se ha dirigido a ella, poniendo en evidencia su cultura. ¿Hijo de nobles?, ¿vinculado con ellos tal vez? Quizá un rico burgués adinerado.

Piensa todo eso a toda velocidad, en apenas unos segundos, como es normal en ella; los segundos que tarda en, con medida (y fingida) serenidad, dar media vuelta y depositar un ojo en su persona. Vaya, ni siquiera se ha movido del sitio, y aun parece desvalido... ¡Ja! Sus ojos de halcón se entornan con la frialdad precisa; posiblemente un lobo con piel de cordero, y no caerá en la trampa.

Acertijo. Esa palabra despierta inevitablemente su interés; pero no piensa acceder a su juego sin investigar más rasgos de su persona. Y lo hace, pues: uno, le interroga en un francés fluído:

- ¿Qué clase de acertijo, monsieur? - una leve sonrisa torcida, sarcástica, se adivina bajo su capucha. Su tono de voz es altivo y cortante, y añade esta vez en su idioma natal: - ¿Debería temeros como a la esfinge de Edipo?

...dos: vuelve a poner a prueba su nivel de cultura.


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